jueves, 27 de noviembre de 2008

Del diccionario de la barbarie

Al sólo colapsar la dictadura nazi en 1945, tres escritores alemanes comenzaron a publicar una serie de artículos que luego salieron como libro bajo el título “Aus dem Wörterbuch des Unmenschen” (Del diccionario de la barbarie). Este libro cambió para siempre la manera como los alemanes usamos y entendemos nuestro idioma, creando conciencia de que ciertas palabras o expresiones son reflejo y cómplice de la tiranía y de la barbarie.

Hasta la fecha no puedo usar el término alemán ‘Volk’, que en español significa ‘pueblo’, por el uso que Hitler y sus nazis han hecho de este término, llenándolo con contenidos nacionalistas, racistas y excluyentes. Lo mismo pasa con las palabras alemanas ‘Vaterland’ (patria) o ‘Heimat’ (terruño, tierra natal). No tengo el mismo problema cuando hablo o escribo en español o inglés. Sea cual sea el idioma empleado, siempre tendré cuidado con concepciones como ‘la patria’, ‘el pueblo’, pero hablando alemán hay palabras vetadas. El otro día estuve traduciendo del español al alemán un artículo mío. En el original, no me costó usar términos como ‘dirigente’ o ‘líder’ – pero cómo iba a decir en alemán ‘Führer’, que fue el título que llevó Adolf Hitler y que expresa, para siempre, la concepción reaccionaria y totalitaria del liderazgo político. Tuve que usar el anglicismo ‘leader’, porque el alemán, hasta la fecha, no ha generado un término nuevo e insospechoso.

Que yo sepa, nadie ha hecho una versión ampliada de este diccionario de la barbarie, incorporando la palabras claves de barbarie estalinista. Un colega alemán, Josef Joffe, escribió en el semanario Die Zeit sobre este vacío. Llama la atención Joffe que el término ‘Abweichung’ (desviación) y ‘Verrat’ (traición) siguen en uso en las discusiones de la izquierda alemana de hoy, como si bajo este término no se hubieran decretado las ejecuciones de miles de disidentes.

Tiene razón Josef Joffe. Hay que señalar y vetar ciertas palabras y las concepciones autoritarias que en ellas se expresan. Si no excluimos de los debates términos como ‘traidor’, ‘infiltrado’, ‘vendepatria’ y todas las variaciones de estos conceptos que están de moda en ciertos movimientos de izquierda en Venezuela, Nicaragua y El Salvador, no podemos estar seguros de no ver traidores muertos o encarcelados. Son palabras de exclusión, de amenaza, de violencia. Hay que incluirlos en el diccionario de la barbarie.

Basta leer los testimonios sobre la matanza de ‘infiltrados’ que tuvo lugar entre 1996 y 1990 al interior de una de las organizaciones guerrilleras de El Salvador, las FPL comandados por los actuales dirigentes máximos del FMLN, para entender que no estamos hablando de algo hipotético ni de algo de nuestra prehistoria. Los testigos reportan que unos mil combatientes y colaboradores fueren torturados y ejecutados por sus propios ‘dirigentes’, bajo la acusación de ‘desviación’, ‘infiltración’ y ‘colaboración con el enemigo.’

Basta escuchar las respuestas que del seno del FMLN y en sus órganos de difusión están recibiendo estos testigos y los que han recopilado sus testimonios, para darse cuenta que el lenguaje no han cambiado, los conceptos no han cambiado, la intolerancia no ha cambiado, la incapacidad de ver a disidentes sin pensar en traidores no ha cambiado.

Quiero recomendar -más bien urgir- a mis lectores buscar y leer el libro “Grandeza y miseria en una guerrilla” de Geovani Galeas y Berne Ayalá, que contiene los mencionados testimonios. Para los que hemos participado en el movimiento guerrillero es lectura obligada. Para asumir con dignidad y orgullo nuestro papel en la transformación del país, tenemos que enfrentar la verdad. Toda la verdad, no sólo la que nos conviene.