Jueves, 6 de septiembre de 2007
Hace unos meses escribí una columna—en otras páginas—titulada “La última batalla de la Chabelita”, hablando de la rectora de la Universidad de El Salvador, doctora María Isabel Rodríguez. Ahora, en medio de la campaña para elegir su sucesor, parece que esta mujer, contra todos los pronósticos y escepticismos, está ganando su última batalla. Porque al fin hay quienes agarran su bandera. Alrededor de Carlos Canjura, el matemático que dirige el programa “Jóvenes Talentos”, se han organizado estudiantes y docentes para salvar la Universidad.
Durante años la dejaron pelear sola—una mujer octogenaria contra los fantasmas que todavía siguen asustando en la U. La dejaron sola los decanos y la mayoría de los docentes, por dos rezones: su exigencia de excelencia académica; y su insistencia de conseguir fondos para el desarrollo académico, y no solo para aumentar los salarios prestaciones y privilegios de una casta acostumbrada a vivir de la Universidad.
La dejó sola la izquierda dentro y fuera de la Universidad. Es más, grupos de izquierda se volcaron contra la rectora. Ella se negaba a tolerar los feudos que estos grupos, con banderas de izquierda, habían construido en la Universidad. Se negaba a tolerar que los discursos ideológicos sigan sustituyendo la labor investigativa, docente y crítica. Se negó a aceptar que oportunistas sigan ocupando cargos para los cuales no estaban calificados académicamente, sino por supuestos “méritos” políticos, partidarios, “revolucionarios”…
Entonces, los grupos “revolucionarios” incrustados en la Universidad combatieron a la Chabelita, le montaron huelgas y tomas del campus, le lanzaron insultos y amenazas.
Mientras pocos—como Carlos Canjura—apoyaron activamente a la rectora, cuando esto en la UES no estaba de moda, sus detractores se unieron para controlar las instancias de decisión de la Universidad. Se juntaron los ultraizquierdosos tipo BRES con los oportunistas en los decanatos y el cuerpo de docentes. Controlando la Asamblea General y el Consejo Superior, obstruyeron el Plan de Fortalecimiento Académico, bloqueando su financiamiento gestionado por la rectora con el gobierno y el BID.
Entonces, la Chabelita dijo: “Perdí una batalla, pero voy a ganar la guerra.” Comenzó a activar a los pasivos. Estaba en juego el futuro de la Universidad si los obstructores lograran ganar la rectoría. Todo el esfuerzo de ocho años de reconstruir la Universidad, de devolverle su capacidad de intervención crítica y propositiva en la sociedad, podía perderse.
Chabelita encontró eco. Sus más cercanos colaboradores se organizaron y juntos con otras agrupaciones progresistas lanzaron a Carlos Canjura como candidato a rector. Recuperaron importantes espacios en las elecciones para la Asamblea General Universitaria, que hoy ya no es dominada por los detractores de la rectora. Su triunfo contra la rectora en la lucha contra los préstamos del BID resultó siendo una victoria pírrrica. Muchos estudiantes y docentes se despertaron y están formando una alianza para defender su Universidad. En cambio, el frente común de los seudo-revolucionarios con los docentes y decanos vivianes se rompió. En las actuales elecciones se presentan divididos. Los seguidores de la BRES y otros encapuchados que tomaron violentamente la Universidad postulan como rector a su líder Rufino Quezada. El resto del movimiento que coordinó la oposición contra los préstamos del BID y las tomas del campus lanzó a Rafael Monterrosa y Joaquín Vanegas, representantes de la mafia de docentes mediocres que temen el desmantelamiento de sus feudos con la reforma académica promovida por la doctora y Carlos Canjura. La Tendencia Revolucionaria y el BPJ postulan su propio candidato, Ernesto Selva Sutter.
Existe un movimiento, encabezado por el actual vicerector académico, Joaquín Orlando Machuca, la actual decana de Humanidades y el actual vicerector administrativo. Este trio representa a los burócratas, decanos y vice-decanos que dejaron sola a la rectora en todas sus batallas. Quieren hacerse pasar como los herederos de la rectora, cuando la han abandonado cobardemente cada vez que se trataba de dar la cara por el Plan de Fortalecimiento Académico y su financiamiento.
La batalla por la UES ya no es de la Chabelita. La están librando los mejores de sus colaboradores, juntos con docentes que abrazan la visión de la excelencia académica con responsabilidad social, y juntos con un estudiantado harto de tanta politiquería en su Universidad.
(Publicado en El Diario de Hoy)