miércoles, 6 de enero de 2010

La doctrina Chavezjad: Entre el mito y la especulación

Durante sus once años de gestión, Hugo Chávez, el experto provocador, ha forjado alianzas políticas con una colección de gobiernos que comparten su celo y la necesidad de desafiar a Estados Unidos. La estrategia política de Chávez, en definitiva, consiste en la acumulación de poder. A pesar de sus considerables dificultades y relativo declive, Estados Unidos sigue siendo la potencia más poderosa del mundo. Dado que América Latina (sin mencionar a Venezuela) es un actor demasiado pequeño para sus excesivas ambiciones, Chávez ha intentado hacer amigos en todas partes el mundo, acaso con el único propósito de molestar a Washington. En este sentido, no hay alianza tan satisfactoria para Chávez como la que ha desarrollado con Irán, relación que ha crecido especialmente desde que Mahmoud Ahmadinejad llegó a la presidencia en 2005.

La relación entre Venezuela e Irán precede a Ahmadinejad y Chávez, viene desde los años 60 cuando ambos gobiernos eran miembros fundadores de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo). Sin embargo, fue después de importantes cambios políticos en cada uno de estos países –la Revolución Iraní en 1979 y la ascensión de Chávez al poder dos décadas más tarde– que los intereses compartidos más allá del mercado del petróleo ganaron prominencia. Irán y Venezuela comenzaron a aprovecharse de sus recursos, no sólo para sentirse bien como actores relevantes en el plano internacional, sino también para apoyar la meta compartida de disminuir la influencia de los Estados Unidos en todo el mundo. Actualmente, no están muy claras las metas geopolíticas perseguidas por ambos mandatarios. Su enemigo común es Estados Unidos y la posición de cada uno de estos presidentes hacia ese país podría resultar en conductas temerarias.

La pregunta clave es si la relación Venezuela-Irán se podría entender como una simple alianza política –es decir, un engañabobos interesado en cambiar rápidamente los polos de poder en el mundo– o quizás algo más siniestro que merezca una respuesta más enérgica por parte de Estados Unidos y de otros gobiernos. ¿Aparte de irritar a Washington, qué gana Venezuela con esta alianza? ¿Y cuáles son las posibles ventajas para Irán en su estrategia global?

Relación oscura
Tales preguntas no son fáciles de responder. La relación Venezuela-Irán sigue siendo oscura y el tema es centro de la especulación y del mito sin fin. Las suspicacias abundan, por ejemplo, sobre el propósito de los vuelos semanales entre Caracas y Teherán –hay incluso un cierto rumor que circula sobre el entrenamiento de Hezbollah en el estado Zulia– pero tales rumores no están confirmados y hasta parecen un poco inverosímiles.

Lo que sí se sabe es –de lo cual ambos líderes están orgullosos– es que Chávez y Ahmadinejad se han visitado con frecuencia estos últimos años, y que los dos gobiernos han firmado innumerables acuerdos de cooperación para desarrollar futuros proyectos económicos. Sin duda alguna, Chávez es el principal punto de entrada para el régimen de Ahmadinejad a América Latina, pues aparentemente él ha facilitado algunas visitas iraníes y también relaciones económicas incipientes con los países de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) tales como Nicaragua, Bolivia, y Ecuador.

Irán también está intentando extender su presencia e influencia en diferentes países de la región, algunos de ellos fuera del ámbito de influencia de Chávez, como Brasil e incluso Colombia (hoy no muy aliada de Chávez). Ahmadinejad hizo una controversial y muy publicitada visita a Brasil el pasado 23 de noviembre (ver recuadro), que sirvió como introducción formal de Irán a la potencia más fuerte de Suramérica y como mensaje de Lula a Washington en cuanto a su política exterior. Está claro que Brasil se encontrará con quienquiera que desee. Pero es Chávez y no Lula, el principal interlocutor de Ahmadinejad en el hemisferio y su afinidad ideológica es la más pronunciada.

Fastidio y amenaza
El problema es que mientras que Chávez es visto por gran parte de la comunidad internacional como un fastidio, a Ahmadinejad lo ven como una amenaza porque creen que desarrolla un programa de armas nucleares y simultáneamente obstruye las inspecciones de la Organización de Naciones Unidas a las instalaciones iraníes. Su repetida negativa del Holocausto, sus virulentas observaciones contra Israel, la ayuda para los grupos de terroristas como Hezbollah y Hamas, así como el ataque sistemático a la oposición iraní después del disputado resultado de las elecciones de junio, deja constancia del carácter infame del régimen iraní.

En este sentido, Chávez queda como el moderado en esta relación. Mientras que sus propias tendencias autoritarias en Venezuela son preocupantes, el sistema político se puede caracterizar como opresor, ante el abiertamente sistema represivo de Irán. Retórica, sin embargo, las semejanzas saltan a la vista y las coincidencias de opiniones quedaron muy claras durante la última visita de Ahmadinejad a Caracas el 27 de noviembre. Con el presidente iraní en su lado, Chávez lo elogió como “gladiador del anti-imperialismo” y denunció a Israel como el “brazo asesino del imperio yanqui”.

Como una muestra de la preocupación en Washington ante los riesgos asociados a la relación entre Venezuela e Irán, el 27 de octubre de 2009 la Cámara del Subcomité del Hemisferio Occidental convocó una audiencia sin precedente para tratar este tema. El presidente del comité Eliot Engel, del Partido Demócrata, señaló que “dada la naturaleza del régimen puede asumirse que (Irán) está en la región para nada bueno”. Asimismo, Negel estaba preocupado por “el expediente del engaño de Irán especialmente sobre el programa nuclear”. Engel aceptó que es mucho lo que no se conoce sobre la relación de Venezuela-Irán.

La audiencia fue seis semanas después de una conferencia especial celebrada en el Instituto Brookings con sede en Washington dada por el Fiscal del Distrito de Nueva York, Roberto Morgenthau, la cual tituló: “La conexión entre Irán y Venezuela: Una crisis en la estructura?” Para la mayoría de los asistentes conocedores de esta relación bilateral, Morgenthau destacó particularmente la pregunta sobre operaciones de posible lavado de dinero para apoyar a grupos terroristas en el Medio Oriente. Aunque los informes no eran nuevos, el hecho de que fueran presentados por alguien del nivel y la reputación de Morgenthau, otorgó mayor seriedad a este asunto. Para muchos observadores, el posible lavado de dinero por parte de Irán dentro del sistema bancario venezolano, aunque no está confirmado, podría ser en cierta medida posible, pues la práctica es un problema desafortunado pero extendido en muchos países de las Américas.

Y en un informe del Departamento de Estado sobre América Latina el 11 de diciembre de 2009, la secretaria de Estado Hillary Clinton manifestó la advertencia más enérgica que hasta ahora haya hecho su gobierno en cuanto a las relaciones de Irán en la región, especialmente con Venezuela y Bolivia. “Y yo pienso que si la gente quiere coquetear con Irán”, advirtió Clinton, “debe dar una mirada a lo que pudieran ser las consecuencias para ellos”. Como era de esperarse, esas severas palabras provocaron una reacción de Chávez y tres días más tarde, en una reunión ALBA en La Habana, al despedirse, el Presidente calificó tales “amenazas” como parte de una “ofensiva imperial.”

¿Aparte de las oportunidades para el espectáculo y los gestos simbólicos, qué consigue Chávez de la relación? La respuesta corta es, al parecer, no demasiado. La alianza de Chávez con Ahmadinejad le da otra razón más para manosear alegremente su nariz con los dedos ante los Estados Unidos, pero existe la duda de que hayan otras ventajas de esta alianza. El comercio entre los dos países es notablemente modesto (apenas 52 millones de dólares en 2008) y el arsenal de proyectos económicos comenzados por los dos presidentes, van desde ventas de leche a la producción de automóviles. Según se informa esto podría ser más un problema que una ventaja (lo mismo se puede decir de Nicaragua, donde las promesas hechas por el régimen iraní para mejorar la inversión no se han llevado a cabo). No es la relación con Irán la que va a rendir dividendos económicos para Chávez en otros sectores, aunque sí le permite mantener altos los precios del petróleo.

Una alianza con Ahmadinejad tampoco ayuda a Chávez en su pretendido papel de líder de la paz global. En la actualidad perjudica las relaciones del presidente venezolano con los potenciales aliados en Europa e incluso en América Latina que están preocupados por los proyectos nucleares de Irán. Y mucho menos claro está que ayude políticamente a Chávez en su país. Las culturas venezolanas e iraníes no pueden ser más diferentes de lo que son. Los dos gobiernos comparten actualmente una antipatía por Estados Unidos (sin embargo, es curioso que históricamente hayan habido sentimientos de rechazo en sus respectivas regiones hacia lo que llama Chávez el “imperio”), pero Ahmadinejad se siente como pez fuera del agua en Venezuela, en donde él no parece despertar mucho entusiasmo, incluso entre los partidarios chavistas de base.

En cambio, para Ahmadinejad las ventajas de la relación parecen estar un poco más claras. La amistad de Chávez le abre la puerta al hemisferio occidental, así irrita a Washington y proyecta una presencia más global. También ayuda a Irán a superar su estatus de paria internacional y a ganar cierta legitimidad en una región que es vista como la más democrática. No obstante, mientras Venezuela ofrece a Irán la hospitalidad para conseguir sus objetivos estratégicos, es difícil sostener que Venezuela sea fundamental para la agenda de la política exterior iraní. Cualquiera que sean las metas geopolíticas de Irán, sólo por la alianza con Venezuela puede tener en el mejor de los casos un avance marginal. Y las ventajas económicas de la relación para Irán son aún más evasivas.

¿Qué busca Irán?
Muchas de las últimas conjeturas sobre esta relación se centran en la posibilidad que Irán esté buscando depósitos de uranio en Venezuela, y que allí hay cierta colaboración entre los dos gobiernos para desarrollar las capacidades del arma nuclear. No se ha revelado ninguna evidencia convincente sobre tales proyectos, sin embargo, y a la luz de las dificultades que tiene el gobierno de Venezuela para ejecutar las funciones gubernamentales elementales, nos preguntamos si el país tiene la capacidad o los recursos técnicos para lograr una tarea tan sofisticada. No obstante, dada la sensibilidad del asunto, Estados Unidos junto a otros países de la comunidad internacional han solicitado una estricta vigilancia, que se está practicando sin duda alguna en la medida de lo posible.

También existe una considerable preocupación sobre el apoyo que Irán podría estar dando a grupos terroristas como Hezbollah y Hamas, los cuales estarían recibiendo algún tipo de ayuda financiera o logística para posibles operaciones en el hemisferio occidental. Esta posibilidad está siendo seguida muy de cerca ya que hay informes que señalan que estos grupos están estableciéndose en algunos países del hemisferio occidental. Este tipo de grupos forman parte de redes globales con un gran alcance, así que los contactos que ellos pudieran tener en Latinoamérica no necesariamente se limitan sólo a Venezuela.

Sin embargo, hay dos factores a considerar al determinar la posible implicación terrorista en la región. El primero es la vergonzosa relación que existe entre el gobierno de Chávez y las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), grupo terrorista que pretende derribar al gobierno colombiano desde hace más de cuatro décadas. Mientras la “prueba irrefutable” que relaciona a Chávez y las FARC puede que no exista, hay muchas evidencias indirectas de la colaboración entre ambos.

Existen numerosos informes que han documentado el uso del territorio venezolano para dar abrigo a la guerrilla, así como la ayuda financiera que Chávez proporciona a este movimiento, como lo sugieren algunos archivos encontrados en la computadora que pertenecía al anterior líder de las FARC, Raúl Reyes (autenticada por Interpol), descubierta después del ataque de militares colombianos en territorio ecuatoriano el 1 de marzo de 2008. Chávez no ha ocultado su simpatía por la lucha de la guerrilla, como lo constata el monumento dedicado al fundador de ese movimiento, Manuel “Tirofijo” Marulanda, en el 23 de Enero en Caracas, una acción que sería difícil de imaginar sin su bendición, especialmente debido al deterioro progresivo de las relaciones con el presidente colombiano Álvaro Uribe. Después de las belicosas declaraciones de Chávez –a menudo ha llamado a los militares “a prepararse para la guerra”– es poco probable que el presidente venezolano se distancie en un futuro cercano de la insurrección más significativa del hemisferio occidental.

El segundo factor importante es el historial de Irán en América, que es un tema preocupante. Se cree que Irán y Hezbollah fueron cómplices en los bombardeos contra la embajada israelí en Buenos Aires en 1992 y la Asociación Mutual Judía de Argentina (AMIA) en 1994, que dejó 115 muertos y más de 500 heridos. Un informe emitido por el Ministerio de Justicia de Argentina indica que en el bombardeo de la AMIA se identificaron como los autores materiales y operacionales del ataque a varios funcionarios iraníes de alto nivel y a un miembro del Hezbollah.

Estos asuntos vinculados con el terrorismo se convierten en una preocupación para EE UU, en la relación Venezuela-Irán. Barack Obama dijo en su famoso discurso inaugural el 20 de enero de 2009 que los Estados Unidos “le extendería una mano si usted estaba dispuesto a abrir su puño”. Pero hasta ahora la relación de Venezuela con Irán ha cambiado un poco a partir de los momentos de confrontación enorme y de tensión bajo la presidencia de George W. Bush. El contenido y el tono de las declaraciones hechas por Chávez y Ahmadinejad en Caracas el pasado mes de noviembre fueron similares a aquellas que se hicieran en los Estados Unidos cuando estaban bajo la administración distinguida por su unilateralismo militar, la disposición para el cambio del régimen y las alarmas sobre el llamado “eje del mal” (que, por supuesto, incluían a Irán).

Es verdad que con Obama el tono del discurso que venía de Washington se ha moderado considerablemente, y la imagen de Estados Unidos es mucho más favorable de lo que había sido. Pero aunque los embajadores de Caracas y Washington hayan vuelto a sus puestos después de ser expulsados a finales de la gestión de Bush, entre los dos gobiernos la cooperación es escasa y no se diga la comunicación. Aparte de la continua irritación sobre la relación de Irán con Venezuela, las diferencias de la política entre Washington y Caracas se resisten a tender puentes de diálogo particularmente, sobre la crisis de Honduras y el pacto de Estados Unidos y Colombia para el uso de bases militares en este último. Las perspectivas de un pronto acercamiento parecen nulas.

Vuelve la tensión
Es muy significativo el grado al cual ha llegado la relación entre Estados Unidos e Irán. La receptividad inicial del gobierno de Ahmadinejad a la sugerencia de Obama de abrir su programa nuclear al escrutinio internacional, parecía augurar un deshielo posible, pero esa insinuación ha sido tristemente infructuosa. De hecho, Irán ha llegado a ser más desafiante que nunca, determinado a seguir con su programa nuclear, sin importarle mucho que la opinión internacional se una contra ella.

En una votación realizada el 26 de noviembre de 2009, la AIEA emitió una declaración que reprendía a Irán, la cual fue apoyada de forma aplastante incluso por Rusia y China. Solamente tres gobiernos respaldaron a Teherán: Malasia, Cuba, y Venezuela. Los niveles de preocupación en Washington con la alianza política entre Venezuela e Irán se deben considerar dentro del contexto de la relación de deterioro total que existe entre Washington y Teherán.

Irán y Venezuela tienen actualmente muchas cosas en sus manos, no sólo en sus extensas regiones del Oriente Medio y de América Latina, sino también, quizás lo más crucial, en sus frentes domésticos, circunstancias que hacen muy difícil esta fuerte relación. Para Chávez y Ahmadinejad, la principal prioridad es la de perpetuarse en el poder de sus respectivos países. El gobierno de Ahmadinejad tiene problemas económicos, de disensión y oposición, según lo reflejan las protestas de la calle que siguieron a la elección pasada. Los expertos iraníes observan grietas dentro de la estructura de gobierno del país.

De igual forma Venezuela enfrenta problemas y vulnerabilidades cada vez mayores que requieren toda la atención del gobierno de Chávez: criminalidad incontrolada, la alta inflación, deterioro de la infraestructura, escasez de agua y racionamiento de la electricidad. Irán puede ofrecer un poco de ayuda en el manejo de tal deterioro. Las respuestas tendrán que venir dentro del modelo de Chávez de gobierno y de los pilares que lo han apoyado por más de una década en la prosecución de la llamada Revolución Bolivariana.

Pero, como lo demostró claramente la crisis bancaria ocurrida a principios de diciembre, uno de estos pilares –conocido como “Boliburguesía”, por ejemplo– está dando muestras de descontento con el actual régimen, lo que podría generar grietas importantes dentro de chavismo. Cuando tales semillas de decadencia adquieran una dinámica propia, ésta se hará cada vez más difícil de revertir, sin importar cuán seductora sea la retórica o temerarias las provocaciones.

(De la pagina Interamerican Dialogue)