Un triunfo electoral de Trump -posible
según las recientes encuestas- sería fatal para Estados Unidos. Pero más
fatal aún para el Partido Republicano. Si Trump llegara a ganar,
tomaría control del partido, no dejando espacio para los conservadores
moderados y comprometidos con los ideales históricos de este partido.
“Winner takes all” – el ganador se queda con todo. Un presidente Trump
cambiaría el ADN del partido, por lo menos por una década – si no es que
el daño ya esté hecho en el transcurso de la destructiva campaña
interna. Esto puede ser, pero todavía el daño no es irreversible. Con
Trump en la Casa Blanca, esta transformación del GOP en una fuerza
antidemocrática, anti-inmigración, aislacionista , anti-libre comercio, y
racista se volverá irreversible a mediano plazo, o indefinidamente…
Muchos
republicanos saben esto, como los Bush y la gran cantidad de personas
que gobernaron con ellos; los ex candidatos Mitt Romney y John McCain;
casi todo los ex precandidatos como Marco Rubio y John Kasich; el
speaker Paul Ryan y todo el liderazgo del partido en el Congreso…
Algunos han criticado a Trump, otros se han quedado callados a partir de
la coronación de Trump como candidato. Pero no se han puesto de acuerdo
para agresiva y conjuntamente parar a Trump, para salvar su partido.
Varios republicanos, viendo el peligro, han decidido a concentrarse en
las elecciones para el Congreso. No se meten en la campaña presidencial,
para no contaminarse, y esperan que muchos votantes conservadores, que
tal vez no votan por Trump, apostarán a crearle al próximo presidente
-sea Clinton o Trump- un poderoso contrapeso republicano en el Congreso.
Pero es una estrategia muy peligrosa, que tiene sentido en caso que
gane Clinton, pero es ilusoria en caso que gane Trump. Este, desde el
poder de la Casa Blanca, rápidamente tomaría control de las bancadas
republicanas en el Senado y la Cámara de Representantes. “Winner takes
all”.
Si los republicanos quieren salvar su partido, tienen que mostrar bandera y salir a bloquear la avalancha demagógica que ha impulsado Trump y que va a destruir la identidad y el futuro de su partido. Claro que esto también tiene riesgos y costos, pero estos riesgos son más calculables y los costos menos irreversibles que los que se producirían si se quedan callados y dejan ganar a Trump.
Para parar a Trump, no necesariamente tienen que apoyar a Clinton. Tienen dos alternativas: La primera sería no apoyar a nadie, pero enfrentar públicamente a Trump, dejando a sus bases la libertad de escoger entre abstención, votar por Clinton o votar por unos de los dos candidatos minoritarios; la otra sería hacer campaña contra Trump y Clinton y llamar al votante a manifestar su frustración con ambos candidatos votando por el libertario Gary Johnson. Este no tiene oportunidad de ganar, pero sí de parar a Trump. Ya tiene unos 10% de apoyo en las encuestas, que ya son expresión del voto anti Trump. Si este voto por Johnson se eleva a 15%, Trump pierde.
Ahora la alarmante noticia es que Trump está superando a Clinton en dos de los estados claves para ganar la presidencia: Florida y Ohio. Si Marco Rubio, senador republicano por Florida, y John Kasich, gobernador republicano de Ohio, rompen su silencio y en la recta final articulan públicamente su oposición a Trump, este no puede ganar a estos dos estados.
El otro que no se puede dar el lujo de quedar inactivo es Bernie Sanders. Trump está incursionando en el vacío que dejó Sanders entre los sectores demócratas que se sienten amenazados por la globalización y las consecuencias de las políticas de libre comercio. Hillary Clinton tiene serios problemas de llenar este vacío, por que está siendo percibida como representante del continuismo. Otra vez está haciendo estragos este concepto malditamente vacía y ambigua del ‘change’ (‘el cambio’, aquí en El Salvador de ingrata recordación de la campaña de Funes): pero esta vez no a favor de los demócratas, como en la campaña de Obama, sino a favor de Trump: “Usted no está contento – yo (y solo yo) soy el cambio.”
El antídoto a esto se llama Bernie Sanders, el otro dueño de la palabra ‘change’. Solo que ya no es candidato, y no le gusta la señora Clinton. Bueno, si Sanders no quiere un presidente Trump, que se ponga a la par de Clinton, mucho más activo que ahora, para no dejar un vacío que Clinton no puede llenar, pero que Trump ya está capitalizando.
Esta elección ya no es entre republicanos y demócratas. Es entre demagogia y racionalidad; entre sociedad cerrada y sociedad abierta; entre resentimientos y unidad-pluralidad. Si los Sanders, Rubio, Kasich y Ryan no entienden esto, Estados Unidos y el mundo corre peligro.
(El Diario de Hoy-Observador)