Con Lucas en Joateca. Nos escapamos sin permiso del campamento para comprar cigarros y comer. Foto: Paolo Luers |
Publicado en EL DIARIO DE HOY, domingo 20 septiembre 2020
Al fin el “gringo loco” no resultó tan loco. Cuando lo conocí en el campamento guerrillero de La Guacamaya en Morazán, en 1981, Lucas me contó que estaba anotando en un diario todo lo que le pasó para luego escribir “la gran novela americana” de un aventurero que luego de viajar por todo el mundo, llegó a El Salvador y decidió abandonar su vida de vagabundo hippie y hacerse guerrillero.
En una de mis largas pláticas con Lucas, compartiendo cigarros y café, le dije: “Por lo menos no pongas nada escrito sobre mi, cabrón. Yo no existo. Yo voy y vengo entre la zona guerrillera y la capital. Por un descuido tuyo me pueden matar.”
Y cumplió. Ahora que leí el libro que Héctor Tobar, un periodista y escritor guatemalteco-gringo, escribió en base de las cartas y los diarios de Lucas, me doy cuenta que Lucas cumplió. Ni una palabra que me hubiera podido delatar. No existía. Y mi otro descubrimiento: Qué suerte que Lucas, aunque rompiendo los protocolos de seguridad, pudiera escribir estas cartas y estos diarios; qué suerte que no se perdieran en ninguna batalla, ninguna guinda, ningún captura de uno de los compas correos que llevaban papeles de Morazán a la capital; qué bueno que al fin llegaran a manos de un escritor como Tobar; qué bueno que así se convirtieran en la novela llamada “The Last Great Road Bum” (“El Último Gran Vagabundo Trotamundos”), que Lucas había soñado toda su vida.
Lo que Héctor Tobar hizo es algo sumamente difícil: Escribir una novela, construyendo un personaje de ficción y sus aventuras, lo más cercano posible a lo que el personaje real dejó escrito, pero sin limitarse a sus testimonios. Salió un híbrido bien logrado entre ficción y documentación. Es más: Salió al fin la novela americana, en la tradición del BeatnikJack Kerouac, pero también Ernest Hemingway, que Joe Sanderson (alias Lucas) siempre tenía en mente en su paso por el mundo, y luego por la guerra salvadoreña, llenando obsesivamente cuaderno tras cuaderno.
Lucas cayó en abril del 1982, en un combate contra tropas del batallón Atlacatl en el cantón Poza Honda. Joe Sanderson de Urbana/Illinois nunca tuvo oportunidad de escribir su novela - y leyendo sus escritos, que Tobar usó para tejer su novela, no creo que hubiera podido cumplir su sueño. Era un gran aventurero, y al final un excelente combatiente, pero no el gran escritor que soñaba ser. Sin embargo, su libro salió, a manos de otro quien supo detectar en el caos de las narraciones y reflexiones que llenaban las cartas y los cuadernos de Lucas la materia prima para una gran novela. Y “The Last Great Road Bum,” es una grana novela. Lucas resultó no ser novelista, pera la figura de una novela.
Cortesía de la familia Sanderson y del LA Times |
La manera como Tobar teje la historia de Joe Sanderson entre ficción y documentación me ha tocado profundamente. No sólo porque fui amigo de Lucas, compartiendo con él días durísimos, días alegres y locuras; no sólo porque muchos hechos contados en los capítulos sobre El Salvador son parte de mi propia historia. Es más: Este libro interviene en un problema mío no resuelto: ¿Cómo terminar el libro que comencé a escribir sobre mis 12 años en la guerra salvadoreña? ¿Cómo lidiar con las traiciones que me juega mi memoria, que es tan subjetiva y tan parcial? Recuerdo algunos hechos como si fue ayer, pero de repente me topo con meses de mi vida en blanco. No quiere escribir la historia de la guerra, basada en investigaciones y documentaciones y entrevistas, sino narrar lo que yo viví, cómo lo viví. Mi guerra. No puedo, como hace Héctor Tobar, recurrir a la ficción donde no me alcanza la memoria. ¿O puedo, y sólo no me atrevo o no sé como hacerlo? Leyendo este libro, me siento obligado a repensar mi método de escribir. Esto es molesto y arriesgado, pero también una gran oportunidad. Gracias, Lucas. Gracias, Héctor Tobar.
Héctor Tobar: The Last Great Road Bum. Macmillan, 2020