Sr. Rector de la Universidad San Carlos, Guatemala, Lic. Estuardo Gálvez Barrios;
Sra. Presidenta del Instituto de la Mujer, de la Universidad de San Carlos, Licda. Miriam Maldonado;
Autoridades de Gobierno;
Honorables Miembros del Cuerpo Diplomático;
Representante de Organismos Internacionales;
Sr. Secretario General del CSUCA, Ing. Efraín Medina;
Sr. Rector de la Universidad de El Salvador, Ing. Rufino Antonio Quezada;
Sra. Presidenta de la Asamblea General Universitaria, Dra. Claudia Cerna;
Compañeros y compañeras Universitarias de las Universidades Centroamericanas, Universidad de San Carlos y Universidad de El Salvador;
Amigos y Amigas y familia que me acompaña.
Sean mis primeras palabras para expresar mi profundo agradecimiento a la Universidad San Carlos y en particular a su distinguido Rector Lic. Estuardo Gálvez Barrios y al Honorable Consejo Superior Universitario por el alto honor que me confieren al otorgarme el más alto grado académico, el Doctorado Honoris Causa de esta Ilustre Casa, la más antigua y emblemática Universidad de nuestra región centroamericana, cuya lucha por lo académico ha ido siempre paralela a su compromiso con las ideas libertarias en la construcción de esta Centroamérica nuestra, tan sufrida, tan golpeada, pero al mismo tiempo siempre rebelde y comprometida con el pasado, presente y futuro de nuestros pueblos. Quiero, al mismo tiempo presentar mis agradecimientos a las queridas compañeras del Instituto Universitario de la Mujer, en particular a su presidenta la Dra. Miriam Maldonado, de quienes partió la iniciativa de solicitar al Consejo Superior Universitario, este grado académico que me honra y enaltece.
El papel de la Universidad San Carlos en la construcción de la Educación Superior en Centroamérica
La verdadera dimensión de mi respeto y reconocimiento a la Universidad que hoy me acoge en su seno como Doctora Honoris Causa, debiera poder expresarse en esta exposición que limitada por la inexorable cuenta de los minutos apenas me permitirá trazar unas frágiles pinceladas de esta maravillosa historia que, en un sin número de publicaciones, recogen el legado de grandes intelectuales y patriotas de esta gran patria centroamericana.
Específicamente voy a referirme al papel desempeñado por la Universidad San Carlos en la construcción de la Educación Superior Centroamericana, con especial énfasis en el desarrollo de nuestras dos universidades hermanas, San Carlos de Guatemala y Universidad de El Salvador.
Es habitual referirse a la fundación de una universidad a partir de la fecha clave de su decreto de creación, en este caso el 31 de enero de 1676 en que nace la Real Universidad de San Carlos, pero lo que habitualmente se omite, es la tesonera e incansable tarea que precede a su fundación y que en este caso corresponde sobre todo al Obispo de Guatemala Don Francisco Marroquín.
Mata Gavidia en su excelente obra sobre la Fundación de la Universidad San Carlos, le da vida en ese extraordinario capítulo sobre los esfuerzos del Obispo Marroquín a partir de su primera carta del 15 de marzo de 1545 en donde pide al Rey que se instalen los estudios universitarios en Guatemala y hace la propuesta concreta para que se “asiente un estudio a manera de Universidad”. La carta de Marroquín fue desoída y nuevamente el Obispo pide a gritos al Emperador el 4 de julio de 1554 que cree la institución universitaria, solicitud que se repite en 1556, 1558 y 1559.
Tal vez uno de los más importantes capítulos de esta historia, además del razonamiento sobre la justificación del insistente pedido de Guatemala sobre la creación de la universidad, según lo comenta Mata Gavidia, es el hecho de considerar que “la creación de una universidad supone un ambiente de cierta cultura para realizarse”, y que, “a nadie se le ocurriría ir a fundar una Universidad de estudios humanistas o jurídicos en una selva de analfabetas...” En ese sentido es reconocido por todos los historiadores que cuando sin cesar Guatemala pedía una Universidad a la corona ya constaba, según Mata Gavidia, con “el medio humano cultural capaz de ir a las aulas” y más aun “no iban a las aulas ignorantes sin letras algunas sino estudiantes que hubieran hecho estudios de primeras letras y de disciplinas humanistas”.
Después del importante papel desarrollado por Francisco Marroquín y otros en la búsqueda de la legitimización de los estudios universitarios por la corona, precedidos por los esfuerzos para la constitución del Colegio Santo Tomás, Marroquín muere sin haber logrado su propósito. Pero la lucha por la creación de la Universidad San Carlos sigue en el contexto de un ambiente cultural que justificaba su creación. Ese ambiente cultural, está en gran parte soportado durante más de medio siglo en el que “salen a la palestra cinco conatos de universidad el Colegio Santo Tomás, 1620; el Colegio de Santo Domingo 1625; el Colegio de San Lucas de los Jesuitas, 1622, 1626, 1640, 1676 y nuevamente el Colegio de Santo Tomás en 1669. Por eso Mata Gavidia plantea que la vida universitaria guatemalense marca su inicio a partir de 1620; esto es 56 años antes de la fundación de la Universidad San Carlos, lo que por fin se vuelve una realidad el 26 de octubre de 1676. Puede decirse que la universidad quedó definitivamente organizada bajo la rectoría del Dr. José Baños Salazar, a lo que Mata Gavidia llama plenitud académica el 10 de enero de 1687 y que para muchos es “ la magna fecha de la plena realización universitaria y el día que se considera que la historia cultural abre el capítulo universitario con categoría de Salamanca, Alcalá, Valladolid, México y Lima. Es lo que con tanto fervor pedía el Obispo Marroquín y la ciudad de Guatemala desde 1548.
En esta solemne fecha las Bulas del 18 de junio de 1687 otorgadas por el Papa Inocencio XI elevaron el rango de San Carlos a Alma Máter Guatemalteca y le otorgaron todos los privilegios de México y Lima y a sus graduados el derecho a incorporarse a cualquier universidad del mundo. La categoría de Pontificia le fue otorgada por Carlos II.
Detenerse a reflexionar sobre los pasos fundamentales que hacen posible el funcionamiento de la Universidad de San Carlos, sus estatutos y sus reglamentos implica conceder un reconocimiento especial a un personaje clave en el desarrollo de la Universidad de San Carlos. Me refiero a Don Francisco de Sarassa y Arce. Juez, Superintendente y Rector, calificado como fundador ideológico de la Universidad San Carlos, su verdadero Primer Rector. Sus propuestas sobre la fundación de un colegio universitario para universitarios pobres, sus realizaciones como amigo de los indígenas que lo llevaron a elevar al alto rango de Facultad la docencia de las lenguas indígenas. Las propuestas de Sarassa y Arce pueden ser consideradas de avanzada en nuestro tiempo.
A partir de estos antecedentes, es tiempo de analizar el papel de la Universidad San Carlos en la vida académica y política de las provincias centroamericanas. Es indudable que Guatemala es el punto de confluencia de los grandes líderes de Istmo y de cuya formación, pensamiento y accionar, van a enriquecerse tanto las diferentes provincias de la gran patria centroamericana como la propia capital. Jonh Tate Laninng, el gran estudioso de la ilustración de la Universidad de San Carlos, nos dice que “Guatemala fue a mediados de la década de 1790 el punto de convergencia de un grupo de distinguidos intelectuales hispanoamericanos que nada tenían que envidiar a los más sabios hombre de México y Lima”.
La reforma educativa ilustrada estudiada por Laninng orienta en el sentido que el movimiento de independencia está fundamentado en dicha reforma. Esta reforma iniciada con la enseñanza de la física newtoniana por el padre José Antonio de Liendo y Goicochea, originario de Cartago, Costa Rica, busca el desarrollo de la libertad, sustentado en el principio de la razón, la búsqueda del progreso y bienestar de los pueblos a través del conocimiento útil.
En el desarrollo de esta reforma que culmina con la independencia de 1821 a 1823, destacan en el ámbito intelectual y político diferentes figuras de las distintas provincias del reino de Guatemala, entre ellos Don José Matías Delgado, nacido en San Salvador, formado en Guatemala y quien fuera el eje alrededor del cual se generaron las ideas y movimientos revolucionarios que dieron por resultado la independencia centroamericana. Delgado fue Rector de la Real y Pontificia Universidad de San Carlos.
No podemos dejar de mencionar al gran patriota Don José Simeón Cañas, nacido en la ciudad de Zacatecoluca, El Salvador y quien también desempeñó el cargo de Rector de la Pontificia Universidad de San Carlos. Su lucha por la abolición de la esclavitud se da en el contexto de su visión y lucha por la igualdad de los seres humanos.
La ilustración y el desarrollo de la patria centroamericana no puede tratarse sin ofrecer un puesto especial a la gran figura del máximo pensador centroamericano, alumno de Liendo y Goicochea, me refiero a José Cecilio del Valle, nacido en Choluteca, Honduras, abogado, filósofo y estudioso de las ciencias y las letras. Creador, innovador y reformador educativo. Valle es el artífice y quien redacta el Acta de Independencia en 1821, precisamente en este histórico salón en que hoy nos encontramos.
Concebir al hombre que juega papel trascendental en la independencia de su patria y a su vez el pensador de la ciencia y la educación, no es nada fácil. Pero en la vida de Centroamérica deben resonar siempre las frases de Cecilio del Valle que como aquella en que inicia su memoria sobre la educación dice: “las ciencias son el origen primero de todo bien. No hay en las sociedades políticas uno solo que no emane de ellas. Lo más bello, lo más grande, lo más sublime, es obra suya”.
En su introducción a las Memorias de la Sociedad Económica de Amantes de Guatemala, José Cecilio del Valle les dice: “Los sabios descienden de las alturas mas elevadas a los principios más humildes de las artes y ciencias para formar y dar luz a los alfabetos de ellos mismos”.
En las mismas memorias plantea que “si queremos que subsista lo político, pensemos, como corresponde en lo económico. Tener derechos y vivir desnudos, sería muy triste vivir. Ya sabemos que nuestra nación es independiente, libre y soberana. Volvamos la vista a los ramos de riqueza que deben ser base sólida de la independencia, libertad y soberanía. Aprendamos a ser verdaderos agricultores, artistas y comerciantes. Cuanto más observo nuestras tierras, minerales, vegetales y animales, tanto más admiro la riqueza de las producciones naturales.
Para finalizar en sus escritos sobre Las Matemáticas en sus Relaciones con la Prosperidad de los Estados, Valle plantea: “Un individuo que no sabe pensar, leer, medir, ni contar, es un ser dependiente de los que tienen estas aptitudes. Una nación ignorante, estará también en dependencia proporcional a su ignorancia.
La verdadera libertad exige ilustración: la educación de la ilustración que se necesita; y el estudio de las matemáticas es parte inmanente de la educación”.
En esa lista de figuras representativas de la intelectualidad centroamericana forjada en la Universidad San Carlos, no puede faltar la recia figura de Juan José de Aycinena, quien fuera rector de la Universidad San Carlos durante 21 años en una época difícil de luchas ideológicas y graves problemas que enfrentaba la Universidad en su refundación. De hecho a pesar de haber adquirido una reputación como centro de avanzada en la Ilustración, durante la administración del Lic. Mariano Gálvez se cerró para dar paso a la Academia de Ciencias en Septiembre de 1832, la cual llegó a funcionar como un Ministerio de Educación. Dicha institución no logró consolidarse y la caída de Gálvez en 1840 lleva de nuevo a la apertura de la Universidad Nacional y Pontificia de San Carlos y a la elección de Aycinena como Rector. La larga y dura tarea de Aycinena mediante la cual no dejó morir la universidad, llevó consigo la lucha por lo académico, pero al mismo tiempo la pelea por su financiamiento.
Para muchos estudiosos de la Universidad de la época, pese a las dificultades económicas, la Universidad de San Carlos, entró en un periodo de intensa actividad educativa a grado tal que para Chandler, del Centro de Investigaciones Regionales de Meso América de Antigua Guatemala “Cualesquiera que hayan sido las limitaciones de la educación universitaria entre 1840 y 1865 Aycinena merece ser reconocido por su distinguida carrera como Rector, ya que enfrentándose a los obstáculos que habrían vencido a individuos de menos ingenio, mantuvo activa la universidad durante un largo periodo de crisis a un nivel de rendimiento cuantitativo incomparable en su historia”.
Dentro de los muchos estudiosos y luchadores de la educación y la cultura, la independencia y la construcción de la patria centroamericana que se nos quedan en el tintero, hay una figura de grandes proporciones que apenas dejaremos consignada, pero que no podemos olvidar porque sus ideas y su pensamiento, impactan antes en mayor proporción a la provincia de Guatemala, que a su propia ciudad natal en El Salvador, me refiero a Alberto Masferrer.
Parte importante de la vida y obra de Masferrer ocurre en Guatemala. Es importante señalar que este gran pensador centroamericano tuvo un impacto importante en las élites guatemaltecas y en grupos estudiantiles, campesinos, ligas obreras, maestras, mujeres, élites intelectuales y grupos políticos de las generaciones de 1898, 1910 y 1920 y según algunos de sus biógrafos perduró hasta la revolución de 1944. Se considera que la presencia de Masferrer en la región fue más allá de la simple influencia intelectual del “maestro”: tuvo importante implicaciones políticas en la creación de sociedades, círculos y partidos políticos, en la modificación de normas y legislación en materia de educación y regeneración moral del individuo y de la sociedad y, sobre todo, fomentó la creación y movilización de la opinión pública, abriendo nuevos debates relacionados con la ampliación de los derechos políticos y sociales, de la ciudadanía de las mujeres y grupos subalternos.
Quedamos en deuda con otros grandes pensadores e integrantes de las luchas libertarias que han jugado un papel principal en la construcción de nuestra patria.
Vidas paralelas y profundamente interrelacionadas (1841 - 1944)
A partir de la creación de la Universidad de El Salvador en febrero de 1841, las comunidades académicas de nuestras dos universidades siguen caminos paralelos en su desarrollo académico, en la lucha por sus derechos y en la lucha por las libertades nacionales. Comparten los efectos de la problemática criolla de sus respectivos países, constituyéndose en elementos centrales de su quehacer, la lucha por su autonomía y el papel crucial desempeñado por el sector estudiantil tanto en la lucha universitaria como en la nacional, particularmente en las cruentas luchas contra las dictaduras.
La lucha por la autonomía, tal como ha sido considerado a nivel latinoamericano implica:
- El reconocimiento del derecho de la comunidad universitaria a elegir a sus autoridades universitarias sin interferencias extrañas;
- La libertad de cátedra y la designación de los profesores mediante procedimientos meramente académicos que garanticen su idoneidad;
- La dirección y gobierno de la universidad por sus propios directivos;
- La Participación estudiantil
- La aprobación de planes y programas de estudios;
- La Elaboración y aprobación del presupuesto universitario;
- La búsqueda de mecanismos que permitan a la universidad su autofinanciamiento y
- La inviolabilidad de los recintos universitarios.
Para Guatemala, el primer reconocimiento de la autonomía se da en 1921, esto es a los 245 años de existencia, mientras que en El Salvador el primer decreto de autonomía surge en 1871, sin que estuviese muy claro para la dirigencia universitaria el ejercicio de dicho derecho; no es sino hasta posteriormente que la Universidad toma conciencia sobre su significado.
Los altibajos en el goce de la autonomía son evidentes en el caso de Guatemala cuando dicha autonomía es suprimida en la reforma constitucional de 1927 y rescatada en 1929. De nuevo la dictadura de Ubico suprime la autonomía el 14 de mayo de 1931.
Al mismo tiempo El Salvador pierde su autonomía con la instalación de la dictadura de los 13 años del General Maximiliano Hernández Martínez en el mismo año de 1931.
Ambos pueblos se enfrascan simultáneamente en la lucha crucial contra sus respectivas dictaduras. Guatemala logra la caída de Ubico el 21 de octubre de 1944 a través de un movimiento social encabezado por el sector estudiantil y es la Junta Revolucionaria quien decreta la Autonomía de la Universidad de San Carlos en 1944. Siguiendo un proceso paralelo de lucha que culmina con una huelga de brazos caídos que genera la caída del General Martínez, la Universidad de El Salvador recupera su autonomía en 1944 e igualmente el estudiantado de la Universidad de El Salvador juega un papel protagónico en la caída de la dictadura y el consiguiente impacto en la Universidad.
La caída simultanea de la dictadura en nuestros respectivos países, trajo consigo el desarrollo de un proceso de democratización que, aun existiendo factores que amenazaban su estabilidad, ofrecieron el clima para el desarrollo de un fructífero intercambio y de unidad, particularmente manifiesto entre las asociaciones estudiantiles de las dos universidades.
El clima creado por la llegada de la Junta de Gobierno Revolucionaria fue para los jóvenes de aquella época un regalo de la vida. Ese proceso seguido del ascenso a la presidencia de la republica del presidente Juan José Arévalo, fortaleció el ambiente democrático, en el cual nuestras representaciones estudiantiles encontrábamos en el palacio de gobierno guatemalteco, un ambiente de amistad, de entendimiento, de hermandad y de solidaridad propicio para estimular la construcción de nuestras nacientes democracias, con lo cual soñábamos.
Nos toco ser parte de esa maravillosa primavera en la cual nuestros encuentros en las visitas reciprocas de la Asociación General de Estudiantes Universitarios Salvadoreños AGEUS y Guatemaltecos AEU nos hicieron crecer. Distinguidos universitarios guatemaltecos que luego fueron personajes famosos a nivel nacional fueron nuestros anfitriones.
Aun vibran en mis oídos, los brillantes discursos de nuestros grandes oradores en el elegante ámbito del Palacio Presidencial. Me parece todavía escuchar al gran orador guatemalteco Manuel Galich, posteriormente un excelente Ministro de Educación a quien respondía con gran elegancia y brillantez nuestro orador estrella Reynaldo Galindo Polh. Alfonso Bauer Paiz, los entonces estudiantes Francisco y Marco Antonio Villamar entre otros, los Villagran nos hicieron vivir la nueva Guatemala. Con todos aquellos queridos compañeros de entonces, muchos de los cuales ya han desaparecido, quiero compartir la distinción que esta querida Universidad me ofrece este día.
La autonomía por la cual luchábamos estuvo sometida a muchos altibajos. La Junta de Gobierno Revolucionario concedió la Autonomía a la Universidad de San Carlos en 1944, la Asamblea Nacional Constituyente de 1945 estipulo que el Estado debía contribuir a asegurar y acrecentar el patrimonio universitario.
La Constitución de 1956, pese al ambiente hostil creado por la caída de Arbenz mantiene y amplía la atribución de la Universidad para organizar, dirigir y desarrollar la enseñanza superior y la educación profesional, dándole fondos a través de una asignación del dos por ciento del presupuesto nacional. La Constitución del 15 de septiembre de 1965 determino el carácter nacional y autónomo de la Universidad de San Carlos, configurándola como institución descentralizada del estado con capacidad para darse sus propios estatutos y reglamentos. La Constitución Política de 1985 ratifico que la Universidad de San Carlos de Guatemala es una Institución Autónoma con personalidad jurídica, reiterando que como única universidad estatal, dirige, organiza y desarrolla la educación superior del Estado y la educación superior universitaria estatal. Asimismo, le dio la potestad de promover la investigación en todas las esferas del conocimiento y cooperar en el estudio y solución de los problemas nacionales. Le corresponde una asignación no menor del cinco por ciento del presupuesto general de ingresos ordinarios del Estado.
En el caso de El Salvador, aun cuando la autonomía universitaria había sido reconocida y arrebatada por decretos ejecutivos, no había alcanzado la calidad de disposición constitucional. Con la participación de los estudiantes universitarios en las discusiones de la Asamblea Constituyente y como culminación de una lucha de más de 100 años, se logró la inclusión del artículo 205 en la Constitución Política del 7 de septiembre de 1950. Ese artículo reza así: “La Universidad es Autónoma en los aspectos administrativos y económicos, y deberá prestar un servicio social. Se regirá por Estatutos enmarcados en una Ley que sentara los principios generales para su organización y funcionamiento. El Estado contribuirá a asegurar y acrecentar el patrimonio universitario y consignara anualmente en el presupuesto las partidas asignadas al sostenimiento de la universidad”. Pese a ello durante el gobierno del Coronel José Maria Lemus el 19 de septiembre de 1960, las fuerzas de seguridad irrumpieron en el recinto universitario, golpeando brutalmente a sus autoridades lo cual contribuyó en parte a la caída del presidente Lemus. Este hecho trajo de nuevo la necesidad de una nueva Constitución Política decretada el 8 de enero de 1962 en la que se conservo intacto el principio de autonomía universitaria consagrado en la constitución de 1950.
El embate contra la Educación Superior en el contexto de los movimientos nacionales contra las grandes inequidades y desigualdades sociales
La década de los setenta con los antecedentes inmediatos de los últimos años del sesenta, como el Tlatelolco mexicano de octubre del 68, el Mayo Francés también de 1968 y en nuestras universidades el impacto de la ola represiva que violento los principios básicos de nuestras autonomías, inicia un periodo particularmente difícil para las universidades públicas en el mundo.
Guatemala registra este periodo, recordando el embate brutal de las fuerzas de seguridad, no solo de las fuerzas regulares sino de grupos clandestinos, pero también nos dice que a partir de estos procesos se “abrieron corrientes progresistas y revolucionarias que buscaban un cambio en el país a través de distintas formas de lucha incluyendo la armada.
Para Guatemala es en 1978 cuando se inicia la peor ola represiva en su historia. El Gobierno de Lucas García califica a la Universidad de San Carlos como “centro de subversión” e igual que en el caso salvadoreño tales epítetos sirven de excusa para las intervenciones. Para 1980 el gobierno desato una oleada de violencia en contra de la Universidad de San Carlos en la que cientos de universitarios fueron asesinados o desaparecidos. El movimiento estudiantil fue duramente reprimido, al extremo de haber perdido en forma completa generaciones de líderes. El conflicto se da por terminado con la firma de los Acuerdos de Paz en 1996.
Por su parte en el caso de El Salvador, es el 19 de julio de 1972 cuando la Universidad sufre una embestida brutal más en contra de su autonomía con la intervención del Campus universitario; la destrucción de la estructura docente y de investigación; el saqueo y destrucción de bibliotecas y laboratorios; el asesinato, persecución y consiguiente fuga de personal. Además de ello mediante un decreto de la Asamblea Legislativa se dejo sin efecto el nombramiento de las autoridades universitarias, personal docente y administrativo. Fue ocupada por el ejército y se nombro una Comisión Normalizadora de la universidad.
En marzo de 1977 la Asamblea Legislativa aprobó el Consejo de Administración de la Universidad de El Salvador (CAPUES), fatídico organismo que asumió las funciones del Consejo Superior Universitario y la Asamblea General Universitaria.
Una nueva constitución se promulgo en el año 1983 que en su Artículo 61 mantiene la autonomía de la Universidad en los aspectos docentes, administrativos y económicos, respeta la libertad de cátedra, pero ya incorpora la Ley especial para la creación y funcionamiento de las universidades privadas.
La Ley Orgánica de la Universidad publicada en el Diario Oficial del 25 de mayo de 1999 reconoce y ratifica la autonomía en los aspectos docentes, administrativos y económicos. Una nueva interrogante surge a partir de este periodo ¿Realmente se están respetando los principios que garantizan la autonomía universitaria?
En el contexto de este aparente ejercicio de autonomía universitaria, surgen situaciones que ponen en duda el ejercicio pleno de dicha conquista. De hecho una fragante violación a la autonomía con invasión de los recintos universitarios tuvo lugar el 5 de julio de 2005 lo cual fue un nuevo signo de la fragilidad de dicha autonomía.
Siguiendo caminos paralelos, con las crisis de nuestras guerras civiles desarrolladas en el periodo 1970- 1990 se cierra oficialmente el conflicto en El Salvador con la firma de los Acuerdos de Paz en 1992.
Ante tal situación cabe preguntarnos cual debe ser el camino para que nuestras universidades, cumpliendo con su cometido al servicio de la sociedad, identifiquen las nuevas formas de intervención y violación de su autonomía. Podrían ya no ser las balas y la violencia destructora de nuestras instalaciones físicas, podría no haber saqueo ni atropello a nuestros docentes, autoridades o estudiantes, pero existen formas más sutiles como son el estrangulamiento económico, el aislamiento de los problemas trascendentes de la vida nacional, la prioridad concedida a las universidades e instituciones educativas con fines de lucro y otras formas de intervención.
El contexto de la Integración Centroamericana
Este año Centroamérica conmemora 60 años de existencia de la Confederación Universitaria Centroamericana y su máximo organismo directivo, el Consejo Superior Universitario (CSUCA).
Es bueno recordar que nuestro máximo organismo de coordinación, integración y conducción de la Educación Superior Publica de Centroamérica, es el primer organismo de integración de la Educación Superior que se crea a nivel internacional. Producto de largos periodos de reflexión y anhelos de los pueblos del Istmo, el CSUCA se crea en El Salvador por resolución del Primer Congreso Universitario Centroamericano convocado por un ilustre salvadoreño, el Dr. Carlos Llerena, Rector para entonces de la Universidad de El Salvador. El Dr. Llerena convoco a las Universidades Centroamericanas para estudiar los Convenios Internacionales sobre el ejercicio de las profesiones liberales y los planes de estudio de las diversas universidades del área con miras a su unificación.
Es en otra importantísima reunión por iniciativa del gran rector de la Universidad de San Carlos, Carlos Martínez Duran, quien convoca a las Universidades Latinoamericanas en Guatemala en 1949 en donde se crea la Unión de Universidades de América Latina UDUAL. Justo es ofrecer nuestro reconocimiento estos dos ilustres personajes que jugaron un papel trascendental en la vida de nuestras universidades no solo en cuanto sus reformas académicas, sino en el fundamental proceso de integración de nuestras casas de estudio y de nuestra comunidad universitaria en el contexto de los esfuerzos por la unidad Centroamericana.
A los 60 años de vida del CSUCA, es justo que reiteremos nuestro reconocimiento al papel que ha jugado en el desarrollo armónico de nuestra Educación Superior pero resulta mas importante aun pensar, y por ello les invito a reflexionar, sobre el reto a que se enfrenta nuestra Confederación en esta coyuntura grave no solo en el campo regional sino mundial, frente a un mundo desigual, un mundo de desigualdades en lo económico, en lo social, pero fundamentalmente para nuestra comunidad educativa enfrentada a una llamada sociedad del conocimiento y de la información en la que muy poco contamos.
Es imperativo trabajar por la identidad Centroamericana. Es tiempo de ayudarnos a crecer juntos y luchar porque la región ofrezca un solo frente en lo económico, político, científico y cultural.
Es tiempo de retomar la bandera de la Unión Centroamericana destrozada históricamente por guerras de independencia e intereses separatistas que la llevaron como señala Jorge Sol, trayendo a cuenta palabras de Sarmiento “a hacer un Estado soberano de cada Aldea”. Debemos invitar a las nuevas generaciones a repensar y retomar el desarrollo regional integral como la gran meta de la Confederación Centroamericana, en el contexto de lo cual, las Universidades Publicas de Centroamérica están llamadas a jugar un relevante papel a través del desarrollo de su potencial humano, de la producción de nuevo conocimiento y de la articulación con su sociedad, la sociedad de la patria grande.
UNA CONFEDERACIÓN CENTROAMERICANA DE UNIVERSIDADES, FUERTE, COMPROMETIDA Y ÚTIL A LA SOCIEDAD VOLVERÁ IMPOSIBLE QUE SE LE ATROPELLE, QUE SE LE IGNORE O SE LE IRRESPETE.
La lucha por la equidad de Género en la construcción de una nueva sociedad
Las consideraciones sobre Universidad Pública y Autónoma, sobre su vida política y académica se quedarían truncas si no hacemos presente nuestro reconocimiento al esfuerzo que en nuestras dos Universidades han venido realizando grupos importantes de compañeras, pioneras en la apertura de un espacio que parecía cerrado a nuevas corrientes de pensamiento y acción sobre la equidad de género, trabajo que fue más allá del realizado por líderes o por grupos aislados u organismos no gubernamentales que han trabajado intensamente en la defensa de los derechos de las mujeres.
La visión solidaria de las compañeras del Instituto Universitario de la Mujer de la Universidad de San Carlos, merecen todo mi respeto y mi especial agradecimiento por haber pensado que esta modesta compañera salvadoreña podía ser acreedora a esta distinción. Su selección me honra y me compromete, al igual que me siento profundamente honrada con venir a engrosar la lista de mujeres galardonadas con el Doctorado Honoris Causa de esta Universidad: Gabriela Mistral, Rigoberta Menchú, Michelle Bachelet, Annette Hsiu Lien Lu.
Si bien es cierto que algunos grupos de avanzada en nuestras universidades no han sido ajenos al movimiento mundial por la equidad de género, podemos decir que el panorama no es todo lo estimulante que quisiéramos. Nuestras Universidades se han incorporado tardíamente en la lucha por los derechos de las mujeres, cuando muchos movimientos ya habían avanzado fuera de ella. Pese al reconocimiento mundial que urge a construir la plataforma en que descanse la defensa de los Derechos de la Mujer, que no se quede en la declaración sino que se realice en acciones precisas, aún encontramos en nuestras universidades resistencias considerables, a veces cómplices de la apatía y el no reconocimiento a la equidad de género, pese a la observación permanente de las condiciones de desigualdad e inequidad en que la mujer se mueve.
La Conferencia Mundial sobre Educación Superior concluyó que era necesario “definir y aplicar políticas destinadas a eliminar de la enseñanza superior todos los prejuicios fundados en el género y consolidar la participación de la mujer en todos los niveles y en todas las disciplinas en que está poco representada en la actualidad y especialmente su intervención activa en la adopción en las decisiones”.
Ambas organizaciones, el Instituto Universitario de la Mujer en Guatemala, y el Centro de Estudios de Género en El Salvador han logrado formular, y están en vías de lograr, el cumplimiento de sus políticas de equidad de género a nivel universitario.
La historia nos muestra el fuerte retraso que nuestras universidades exhiben en la participación real de la mujer. Las compañeras salvadoreñas han mencionado como un ejemplo de la dificultad de acceso de la mujer a los estudios universitarios el hecho que se tuvo que esperar 43 años después de la fundación de la Universidad para que se graduara la primera mujer la Ingeniera Topógrafa Antonia Navarro, la primera mujer Centroamericana en obtener un título universitario.
Es hasta 1919 cuando Olimpia Altuve se constituye en la primera mujer graduada en Guatemala en la Universidad de San Carlos, 243 años después de fundada la Universidad.
Si consideramos aisladamente el número de graduadas mujeres como un indicador del progreso en el acceso de la mujer a la vida universitaria, podríamos estar cerrando los ojos al hecho de que frente al crecimiento de matriculadas y graduadas universitarios a nivel de licenciatura, su ubicación en la estructura docente es opuesta; las estadísticas se invierten no solo en el cuadro de profesores sino también en los postgrados así como en las listas de investigadores. Si el estudio se extiende al mercado laboral tendremos la oportunidad de palpar con mayor claridad las injusticias hasta en las remuneraciones con base al género y muchas otras diferencias más.
Si bien es cierto que no ha sido fácil la apertura de un espacio universitario ahora ocupado por institutos, facultades, unidades o centros que tendrían la responsabilidad de impulsar las políticas ahora aprobadas por nuestros máximos organismos de dirección. Para ello requeriríamos impulsar la formación de masas críticas y un nuevo tipo de personal que incorpore el enfoque de la equidad de género como eje curricular.
Al meditar sobre los excelentes documentos producidos por nuestras queridas dirigentes de Guatemala y El Salvador, no nos queda la menor duda que nuestras unidades de género están en el camino de lograr que la Universidad San Carlos y la Universidad de El Salvador puedan desempeñar un papel protagónico en la construcción de una nueva sociedad, lo que no podrá lograrse sin ubicar a la mujer en el papel que le corresponde.
“Todo es posible hasta que se pruebe que es imposible. Y aún entonces lo imposible puede serlo solo por ahora.” Pearl S Buck.
Quisiera terminar esta reflexión adhiriéndome al esfuerzo que en las Cumbres de Rectores de Universidades Publicas Iberoamericanas hemos venido realizando en defensa de nuestras universidades, planteamiento que esta sintetizado en dos fragmentos de la Carta de San Salvador aprobada en la IV Cumbre, realizada en San Salvador en diciembre del año 2003 que literalmente dice.
“ ...Las Instituciones de Educación Superior Publicas son hoy mas que nunca las vías únicas y esenciales con que cuentan las sociedades de la región para generar, transmitir y acumular el conocimiento, promover las capacidades humanas y desarrollar la creatividad social, tareas imprescindibles para impulsar el desarrollo humano sostenible y contrarrestar los efectos de la globalización neoliberal ....
... La misión de la universidad pública y el ejercicio de su responsabilidad social se encuentran doblemente amenazados. De una parte por la tendencia sostenida de los gobiernos a reducir el financiamiento dedicado a la Educación Publica, de otra parte por la agresiva desregulación y liberalización de los mercados que aprovechan las empresas llamadas educativas cuyo fin ultimo es el lucro”.
Les invito a luchar por la defensa de nuestra Educación Superior Publica Centroamericana y su accionar en el contexto Iberoamericano e Internacional.
Gracias de nuevo a la Universidad de San Carlos, al Instituto Universitario de la Mujer de esta Universidad y a esta distinguida audiencia que comparte conmigo este generoso gesto de la Universidad de San Carlos al incorporarme a su seno con su más alto grado académico.
Muchas Gracias.
Sra. Presidenta del Instituto de la Mujer, de la Universidad de San Carlos, Licda. Miriam Maldonado;
Autoridades de Gobierno;
Honorables Miembros del Cuerpo Diplomático;
Representante de Organismos Internacionales;
Sr. Secretario General del CSUCA, Ing. Efraín Medina;
Sr. Rector de la Universidad de El Salvador, Ing. Rufino Antonio Quezada;
Sra. Presidenta de la Asamblea General Universitaria, Dra. Claudia Cerna;
Compañeros y compañeras Universitarias de las Universidades Centroamericanas, Universidad de San Carlos y Universidad de El Salvador;
Amigos y Amigas y familia que me acompaña.
Sean mis primeras palabras para expresar mi profundo agradecimiento a la Universidad San Carlos y en particular a su distinguido Rector Lic. Estuardo Gálvez Barrios y al Honorable Consejo Superior Universitario por el alto honor que me confieren al otorgarme el más alto grado académico, el Doctorado Honoris Causa de esta Ilustre Casa, la más antigua y emblemática Universidad de nuestra región centroamericana, cuya lucha por lo académico ha ido siempre paralela a su compromiso con las ideas libertarias en la construcción de esta Centroamérica nuestra, tan sufrida, tan golpeada, pero al mismo tiempo siempre rebelde y comprometida con el pasado, presente y futuro de nuestros pueblos. Quiero, al mismo tiempo presentar mis agradecimientos a las queridas compañeras del Instituto Universitario de la Mujer, en particular a su presidenta la Dra. Miriam Maldonado, de quienes partió la iniciativa de solicitar al Consejo Superior Universitario, este grado académico que me honra y enaltece.
El papel de la Universidad San Carlos en la construcción de la Educación Superior en Centroamérica
La verdadera dimensión de mi respeto y reconocimiento a la Universidad que hoy me acoge en su seno como Doctora Honoris Causa, debiera poder expresarse en esta exposición que limitada por la inexorable cuenta de los minutos apenas me permitirá trazar unas frágiles pinceladas de esta maravillosa historia que, en un sin número de publicaciones, recogen el legado de grandes intelectuales y patriotas de esta gran patria centroamericana.
Específicamente voy a referirme al papel desempeñado por la Universidad San Carlos en la construcción de la Educación Superior Centroamericana, con especial énfasis en el desarrollo de nuestras dos universidades hermanas, San Carlos de Guatemala y Universidad de El Salvador.
Es habitual referirse a la fundación de una universidad a partir de la fecha clave de su decreto de creación, en este caso el 31 de enero de 1676 en que nace la Real Universidad de San Carlos, pero lo que habitualmente se omite, es la tesonera e incansable tarea que precede a su fundación y que en este caso corresponde sobre todo al Obispo de Guatemala Don Francisco Marroquín.
Mata Gavidia en su excelente obra sobre la Fundación de la Universidad San Carlos, le da vida en ese extraordinario capítulo sobre los esfuerzos del Obispo Marroquín a partir de su primera carta del 15 de marzo de 1545 en donde pide al Rey que se instalen los estudios universitarios en Guatemala y hace la propuesta concreta para que se “asiente un estudio a manera de Universidad”. La carta de Marroquín fue desoída y nuevamente el Obispo pide a gritos al Emperador el 4 de julio de 1554 que cree la institución universitaria, solicitud que se repite en 1556, 1558 y 1559.
Tal vez uno de los más importantes capítulos de esta historia, además del razonamiento sobre la justificación del insistente pedido de Guatemala sobre la creación de la universidad, según lo comenta Mata Gavidia, es el hecho de considerar que “la creación de una universidad supone un ambiente de cierta cultura para realizarse”, y que, “a nadie se le ocurriría ir a fundar una Universidad de estudios humanistas o jurídicos en una selva de analfabetas...” En ese sentido es reconocido por todos los historiadores que cuando sin cesar Guatemala pedía una Universidad a la corona ya constaba, según Mata Gavidia, con “el medio humano cultural capaz de ir a las aulas” y más aun “no iban a las aulas ignorantes sin letras algunas sino estudiantes que hubieran hecho estudios de primeras letras y de disciplinas humanistas”.
Después del importante papel desarrollado por Francisco Marroquín y otros en la búsqueda de la legitimización de los estudios universitarios por la corona, precedidos por los esfuerzos para la constitución del Colegio Santo Tomás, Marroquín muere sin haber logrado su propósito. Pero la lucha por la creación de la Universidad San Carlos sigue en el contexto de un ambiente cultural que justificaba su creación. Ese ambiente cultural, está en gran parte soportado durante más de medio siglo en el que “salen a la palestra cinco conatos de universidad el Colegio Santo Tomás, 1620; el Colegio de Santo Domingo 1625; el Colegio de San Lucas de los Jesuitas, 1622, 1626, 1640, 1676 y nuevamente el Colegio de Santo Tomás en 1669. Por eso Mata Gavidia plantea que la vida universitaria guatemalense marca su inicio a partir de 1620; esto es 56 años antes de la fundación de la Universidad San Carlos, lo que por fin se vuelve una realidad el 26 de octubre de 1676. Puede decirse que la universidad quedó definitivamente organizada bajo la rectoría del Dr. José Baños Salazar, a lo que Mata Gavidia llama plenitud académica el 10 de enero de 1687 y que para muchos es “ la magna fecha de la plena realización universitaria y el día que se considera que la historia cultural abre el capítulo universitario con categoría de Salamanca, Alcalá, Valladolid, México y Lima. Es lo que con tanto fervor pedía el Obispo Marroquín y la ciudad de Guatemala desde 1548.
En esta solemne fecha las Bulas del 18 de junio de 1687 otorgadas por el Papa Inocencio XI elevaron el rango de San Carlos a Alma Máter Guatemalteca y le otorgaron todos los privilegios de México y Lima y a sus graduados el derecho a incorporarse a cualquier universidad del mundo. La categoría de Pontificia le fue otorgada por Carlos II.
Detenerse a reflexionar sobre los pasos fundamentales que hacen posible el funcionamiento de la Universidad de San Carlos, sus estatutos y sus reglamentos implica conceder un reconocimiento especial a un personaje clave en el desarrollo de la Universidad de San Carlos. Me refiero a Don Francisco de Sarassa y Arce. Juez, Superintendente y Rector, calificado como fundador ideológico de la Universidad San Carlos, su verdadero Primer Rector. Sus propuestas sobre la fundación de un colegio universitario para universitarios pobres, sus realizaciones como amigo de los indígenas que lo llevaron a elevar al alto rango de Facultad la docencia de las lenguas indígenas. Las propuestas de Sarassa y Arce pueden ser consideradas de avanzada en nuestro tiempo.
A partir de estos antecedentes, es tiempo de analizar el papel de la Universidad San Carlos en la vida académica y política de las provincias centroamericanas. Es indudable que Guatemala es el punto de confluencia de los grandes líderes de Istmo y de cuya formación, pensamiento y accionar, van a enriquecerse tanto las diferentes provincias de la gran patria centroamericana como la propia capital. Jonh Tate Laninng, el gran estudioso de la ilustración de la Universidad de San Carlos, nos dice que “Guatemala fue a mediados de la década de 1790 el punto de convergencia de un grupo de distinguidos intelectuales hispanoamericanos que nada tenían que envidiar a los más sabios hombre de México y Lima”.
La reforma educativa ilustrada estudiada por Laninng orienta en el sentido que el movimiento de independencia está fundamentado en dicha reforma. Esta reforma iniciada con la enseñanza de la física newtoniana por el padre José Antonio de Liendo y Goicochea, originario de Cartago, Costa Rica, busca el desarrollo de la libertad, sustentado en el principio de la razón, la búsqueda del progreso y bienestar de los pueblos a través del conocimiento útil.
En el desarrollo de esta reforma que culmina con la independencia de 1821 a 1823, destacan en el ámbito intelectual y político diferentes figuras de las distintas provincias del reino de Guatemala, entre ellos Don José Matías Delgado, nacido en San Salvador, formado en Guatemala y quien fuera el eje alrededor del cual se generaron las ideas y movimientos revolucionarios que dieron por resultado la independencia centroamericana. Delgado fue Rector de la Real y Pontificia Universidad de San Carlos.
No podemos dejar de mencionar al gran patriota Don José Simeón Cañas, nacido en la ciudad de Zacatecoluca, El Salvador y quien también desempeñó el cargo de Rector de la Pontificia Universidad de San Carlos. Su lucha por la abolición de la esclavitud se da en el contexto de su visión y lucha por la igualdad de los seres humanos.
La ilustración y el desarrollo de la patria centroamericana no puede tratarse sin ofrecer un puesto especial a la gran figura del máximo pensador centroamericano, alumno de Liendo y Goicochea, me refiero a José Cecilio del Valle, nacido en Choluteca, Honduras, abogado, filósofo y estudioso de las ciencias y las letras. Creador, innovador y reformador educativo. Valle es el artífice y quien redacta el Acta de Independencia en 1821, precisamente en este histórico salón en que hoy nos encontramos.
Concebir al hombre que juega papel trascendental en la independencia de su patria y a su vez el pensador de la ciencia y la educación, no es nada fácil. Pero en la vida de Centroamérica deben resonar siempre las frases de Cecilio del Valle que como aquella en que inicia su memoria sobre la educación dice: “las ciencias son el origen primero de todo bien. No hay en las sociedades políticas uno solo que no emane de ellas. Lo más bello, lo más grande, lo más sublime, es obra suya”.
En su introducción a las Memorias de la Sociedad Económica de Amantes de Guatemala, José Cecilio del Valle les dice: “Los sabios descienden de las alturas mas elevadas a los principios más humildes de las artes y ciencias para formar y dar luz a los alfabetos de ellos mismos”.
En las mismas memorias plantea que “si queremos que subsista lo político, pensemos, como corresponde en lo económico. Tener derechos y vivir desnudos, sería muy triste vivir. Ya sabemos que nuestra nación es independiente, libre y soberana. Volvamos la vista a los ramos de riqueza que deben ser base sólida de la independencia, libertad y soberanía. Aprendamos a ser verdaderos agricultores, artistas y comerciantes. Cuanto más observo nuestras tierras, minerales, vegetales y animales, tanto más admiro la riqueza de las producciones naturales.
Para finalizar en sus escritos sobre Las Matemáticas en sus Relaciones con la Prosperidad de los Estados, Valle plantea: “Un individuo que no sabe pensar, leer, medir, ni contar, es un ser dependiente de los que tienen estas aptitudes. Una nación ignorante, estará también en dependencia proporcional a su ignorancia.
La verdadera libertad exige ilustración: la educación de la ilustración que se necesita; y el estudio de las matemáticas es parte inmanente de la educación”.
En esa lista de figuras representativas de la intelectualidad centroamericana forjada en la Universidad San Carlos, no puede faltar la recia figura de Juan José de Aycinena, quien fuera rector de la Universidad San Carlos durante 21 años en una época difícil de luchas ideológicas y graves problemas que enfrentaba la Universidad en su refundación. De hecho a pesar de haber adquirido una reputación como centro de avanzada en la Ilustración, durante la administración del Lic. Mariano Gálvez se cerró para dar paso a la Academia de Ciencias en Septiembre de 1832, la cual llegó a funcionar como un Ministerio de Educación. Dicha institución no logró consolidarse y la caída de Gálvez en 1840 lleva de nuevo a la apertura de la Universidad Nacional y Pontificia de San Carlos y a la elección de Aycinena como Rector. La larga y dura tarea de Aycinena mediante la cual no dejó morir la universidad, llevó consigo la lucha por lo académico, pero al mismo tiempo la pelea por su financiamiento.
Para muchos estudiosos de la Universidad de la época, pese a las dificultades económicas, la Universidad de San Carlos, entró en un periodo de intensa actividad educativa a grado tal que para Chandler, del Centro de Investigaciones Regionales de Meso América de Antigua Guatemala “Cualesquiera que hayan sido las limitaciones de la educación universitaria entre 1840 y 1865 Aycinena merece ser reconocido por su distinguida carrera como Rector, ya que enfrentándose a los obstáculos que habrían vencido a individuos de menos ingenio, mantuvo activa la universidad durante un largo periodo de crisis a un nivel de rendimiento cuantitativo incomparable en su historia”.
Dentro de los muchos estudiosos y luchadores de la educación y la cultura, la independencia y la construcción de la patria centroamericana que se nos quedan en el tintero, hay una figura de grandes proporciones que apenas dejaremos consignada, pero que no podemos olvidar porque sus ideas y su pensamiento, impactan antes en mayor proporción a la provincia de Guatemala, que a su propia ciudad natal en El Salvador, me refiero a Alberto Masferrer.
Parte importante de la vida y obra de Masferrer ocurre en Guatemala. Es importante señalar que este gran pensador centroamericano tuvo un impacto importante en las élites guatemaltecas y en grupos estudiantiles, campesinos, ligas obreras, maestras, mujeres, élites intelectuales y grupos políticos de las generaciones de 1898, 1910 y 1920 y según algunos de sus biógrafos perduró hasta la revolución de 1944. Se considera que la presencia de Masferrer en la región fue más allá de la simple influencia intelectual del “maestro”: tuvo importante implicaciones políticas en la creación de sociedades, círculos y partidos políticos, en la modificación de normas y legislación en materia de educación y regeneración moral del individuo y de la sociedad y, sobre todo, fomentó la creación y movilización de la opinión pública, abriendo nuevos debates relacionados con la ampliación de los derechos políticos y sociales, de la ciudadanía de las mujeres y grupos subalternos.
Quedamos en deuda con otros grandes pensadores e integrantes de las luchas libertarias que han jugado un papel principal en la construcción de nuestra patria.
Vidas paralelas y profundamente interrelacionadas (1841 - 1944)
A partir de la creación de la Universidad de El Salvador en febrero de 1841, las comunidades académicas de nuestras dos universidades siguen caminos paralelos en su desarrollo académico, en la lucha por sus derechos y en la lucha por las libertades nacionales. Comparten los efectos de la problemática criolla de sus respectivos países, constituyéndose en elementos centrales de su quehacer, la lucha por su autonomía y el papel crucial desempeñado por el sector estudiantil tanto en la lucha universitaria como en la nacional, particularmente en las cruentas luchas contra las dictaduras.
La lucha por la autonomía, tal como ha sido considerado a nivel latinoamericano implica:
- El reconocimiento del derecho de la comunidad universitaria a elegir a sus autoridades universitarias sin interferencias extrañas;
- La libertad de cátedra y la designación de los profesores mediante procedimientos meramente académicos que garanticen su idoneidad;
- La dirección y gobierno de la universidad por sus propios directivos;
- La Participación estudiantil
- La aprobación de planes y programas de estudios;
- La Elaboración y aprobación del presupuesto universitario;
- La búsqueda de mecanismos que permitan a la universidad su autofinanciamiento y
- La inviolabilidad de los recintos universitarios.
Para Guatemala, el primer reconocimiento de la autonomía se da en 1921, esto es a los 245 años de existencia, mientras que en El Salvador el primer decreto de autonomía surge en 1871, sin que estuviese muy claro para la dirigencia universitaria el ejercicio de dicho derecho; no es sino hasta posteriormente que la Universidad toma conciencia sobre su significado.
Los altibajos en el goce de la autonomía son evidentes en el caso de Guatemala cuando dicha autonomía es suprimida en la reforma constitucional de 1927 y rescatada en 1929. De nuevo la dictadura de Ubico suprime la autonomía el 14 de mayo de 1931.
Al mismo tiempo El Salvador pierde su autonomía con la instalación de la dictadura de los 13 años del General Maximiliano Hernández Martínez en el mismo año de 1931.
Ambos pueblos se enfrascan simultáneamente en la lucha crucial contra sus respectivas dictaduras. Guatemala logra la caída de Ubico el 21 de octubre de 1944 a través de un movimiento social encabezado por el sector estudiantil y es la Junta Revolucionaria quien decreta la Autonomía de la Universidad de San Carlos en 1944. Siguiendo un proceso paralelo de lucha que culmina con una huelga de brazos caídos que genera la caída del General Martínez, la Universidad de El Salvador recupera su autonomía en 1944 e igualmente el estudiantado de la Universidad de El Salvador juega un papel protagónico en la caída de la dictadura y el consiguiente impacto en la Universidad.
La caída simultanea de la dictadura en nuestros respectivos países, trajo consigo el desarrollo de un proceso de democratización que, aun existiendo factores que amenazaban su estabilidad, ofrecieron el clima para el desarrollo de un fructífero intercambio y de unidad, particularmente manifiesto entre las asociaciones estudiantiles de las dos universidades.
El clima creado por la llegada de la Junta de Gobierno Revolucionaria fue para los jóvenes de aquella época un regalo de la vida. Ese proceso seguido del ascenso a la presidencia de la republica del presidente Juan José Arévalo, fortaleció el ambiente democrático, en el cual nuestras representaciones estudiantiles encontrábamos en el palacio de gobierno guatemalteco, un ambiente de amistad, de entendimiento, de hermandad y de solidaridad propicio para estimular la construcción de nuestras nacientes democracias, con lo cual soñábamos.
Nos toco ser parte de esa maravillosa primavera en la cual nuestros encuentros en las visitas reciprocas de la Asociación General de Estudiantes Universitarios Salvadoreños AGEUS y Guatemaltecos AEU nos hicieron crecer. Distinguidos universitarios guatemaltecos que luego fueron personajes famosos a nivel nacional fueron nuestros anfitriones.
Aun vibran en mis oídos, los brillantes discursos de nuestros grandes oradores en el elegante ámbito del Palacio Presidencial. Me parece todavía escuchar al gran orador guatemalteco Manuel Galich, posteriormente un excelente Ministro de Educación a quien respondía con gran elegancia y brillantez nuestro orador estrella Reynaldo Galindo Polh. Alfonso Bauer Paiz, los entonces estudiantes Francisco y Marco Antonio Villamar entre otros, los Villagran nos hicieron vivir la nueva Guatemala. Con todos aquellos queridos compañeros de entonces, muchos de los cuales ya han desaparecido, quiero compartir la distinción que esta querida Universidad me ofrece este día.
La autonomía por la cual luchábamos estuvo sometida a muchos altibajos. La Junta de Gobierno Revolucionario concedió la Autonomía a la Universidad de San Carlos en 1944, la Asamblea Nacional Constituyente de 1945 estipulo que el Estado debía contribuir a asegurar y acrecentar el patrimonio universitario.
La Constitución de 1956, pese al ambiente hostil creado por la caída de Arbenz mantiene y amplía la atribución de la Universidad para organizar, dirigir y desarrollar la enseñanza superior y la educación profesional, dándole fondos a través de una asignación del dos por ciento del presupuesto nacional. La Constitución del 15 de septiembre de 1965 determino el carácter nacional y autónomo de la Universidad de San Carlos, configurándola como institución descentralizada del estado con capacidad para darse sus propios estatutos y reglamentos. La Constitución Política de 1985 ratifico que la Universidad de San Carlos de Guatemala es una Institución Autónoma con personalidad jurídica, reiterando que como única universidad estatal, dirige, organiza y desarrolla la educación superior del Estado y la educación superior universitaria estatal. Asimismo, le dio la potestad de promover la investigación en todas las esferas del conocimiento y cooperar en el estudio y solución de los problemas nacionales. Le corresponde una asignación no menor del cinco por ciento del presupuesto general de ingresos ordinarios del Estado.
En el caso de El Salvador, aun cuando la autonomía universitaria había sido reconocida y arrebatada por decretos ejecutivos, no había alcanzado la calidad de disposición constitucional. Con la participación de los estudiantes universitarios en las discusiones de la Asamblea Constituyente y como culminación de una lucha de más de 100 años, se logró la inclusión del artículo 205 en la Constitución Política del 7 de septiembre de 1950. Ese artículo reza así: “La Universidad es Autónoma en los aspectos administrativos y económicos, y deberá prestar un servicio social. Se regirá por Estatutos enmarcados en una Ley que sentara los principios generales para su organización y funcionamiento. El Estado contribuirá a asegurar y acrecentar el patrimonio universitario y consignara anualmente en el presupuesto las partidas asignadas al sostenimiento de la universidad”. Pese a ello durante el gobierno del Coronel José Maria Lemus el 19 de septiembre de 1960, las fuerzas de seguridad irrumpieron en el recinto universitario, golpeando brutalmente a sus autoridades lo cual contribuyó en parte a la caída del presidente Lemus. Este hecho trajo de nuevo la necesidad de una nueva Constitución Política decretada el 8 de enero de 1962 en la que se conservo intacto el principio de autonomía universitaria consagrado en la constitución de 1950.
El embate contra la Educación Superior en el contexto de los movimientos nacionales contra las grandes inequidades y desigualdades sociales
La década de los setenta con los antecedentes inmediatos de los últimos años del sesenta, como el Tlatelolco mexicano de octubre del 68, el Mayo Francés también de 1968 y en nuestras universidades el impacto de la ola represiva que violento los principios básicos de nuestras autonomías, inicia un periodo particularmente difícil para las universidades públicas en el mundo.
Guatemala registra este periodo, recordando el embate brutal de las fuerzas de seguridad, no solo de las fuerzas regulares sino de grupos clandestinos, pero también nos dice que a partir de estos procesos se “abrieron corrientes progresistas y revolucionarias que buscaban un cambio en el país a través de distintas formas de lucha incluyendo la armada.
Para Guatemala es en 1978 cuando se inicia la peor ola represiva en su historia. El Gobierno de Lucas García califica a la Universidad de San Carlos como “centro de subversión” e igual que en el caso salvadoreño tales epítetos sirven de excusa para las intervenciones. Para 1980 el gobierno desato una oleada de violencia en contra de la Universidad de San Carlos en la que cientos de universitarios fueron asesinados o desaparecidos. El movimiento estudiantil fue duramente reprimido, al extremo de haber perdido en forma completa generaciones de líderes. El conflicto se da por terminado con la firma de los Acuerdos de Paz en 1996.
Por su parte en el caso de El Salvador, es el 19 de julio de 1972 cuando la Universidad sufre una embestida brutal más en contra de su autonomía con la intervención del Campus universitario; la destrucción de la estructura docente y de investigación; el saqueo y destrucción de bibliotecas y laboratorios; el asesinato, persecución y consiguiente fuga de personal. Además de ello mediante un decreto de la Asamblea Legislativa se dejo sin efecto el nombramiento de las autoridades universitarias, personal docente y administrativo. Fue ocupada por el ejército y se nombro una Comisión Normalizadora de la universidad.
En marzo de 1977 la Asamblea Legislativa aprobó el Consejo de Administración de la Universidad de El Salvador (CAPUES), fatídico organismo que asumió las funciones del Consejo Superior Universitario y la Asamblea General Universitaria.
Una nueva constitución se promulgo en el año 1983 que en su Artículo 61 mantiene la autonomía de la Universidad en los aspectos docentes, administrativos y económicos, respeta la libertad de cátedra, pero ya incorpora la Ley especial para la creación y funcionamiento de las universidades privadas.
La Ley Orgánica de la Universidad publicada en el Diario Oficial del 25 de mayo de 1999 reconoce y ratifica la autonomía en los aspectos docentes, administrativos y económicos. Una nueva interrogante surge a partir de este periodo ¿Realmente se están respetando los principios que garantizan la autonomía universitaria?
En el contexto de este aparente ejercicio de autonomía universitaria, surgen situaciones que ponen en duda el ejercicio pleno de dicha conquista. De hecho una fragante violación a la autonomía con invasión de los recintos universitarios tuvo lugar el 5 de julio de 2005 lo cual fue un nuevo signo de la fragilidad de dicha autonomía.
Siguiendo caminos paralelos, con las crisis de nuestras guerras civiles desarrolladas en el periodo 1970- 1990 se cierra oficialmente el conflicto en El Salvador con la firma de los Acuerdos de Paz en 1992.
Ante tal situación cabe preguntarnos cual debe ser el camino para que nuestras universidades, cumpliendo con su cometido al servicio de la sociedad, identifiquen las nuevas formas de intervención y violación de su autonomía. Podrían ya no ser las balas y la violencia destructora de nuestras instalaciones físicas, podría no haber saqueo ni atropello a nuestros docentes, autoridades o estudiantes, pero existen formas más sutiles como son el estrangulamiento económico, el aislamiento de los problemas trascendentes de la vida nacional, la prioridad concedida a las universidades e instituciones educativas con fines de lucro y otras formas de intervención.
El contexto de la Integración Centroamericana
Este año Centroamérica conmemora 60 años de existencia de la Confederación Universitaria Centroamericana y su máximo organismo directivo, el Consejo Superior Universitario (CSUCA).
Es bueno recordar que nuestro máximo organismo de coordinación, integración y conducción de la Educación Superior Publica de Centroamérica, es el primer organismo de integración de la Educación Superior que se crea a nivel internacional. Producto de largos periodos de reflexión y anhelos de los pueblos del Istmo, el CSUCA se crea en El Salvador por resolución del Primer Congreso Universitario Centroamericano convocado por un ilustre salvadoreño, el Dr. Carlos Llerena, Rector para entonces de la Universidad de El Salvador. El Dr. Llerena convoco a las Universidades Centroamericanas para estudiar los Convenios Internacionales sobre el ejercicio de las profesiones liberales y los planes de estudio de las diversas universidades del área con miras a su unificación.
Es en otra importantísima reunión por iniciativa del gran rector de la Universidad de San Carlos, Carlos Martínez Duran, quien convoca a las Universidades Latinoamericanas en Guatemala en 1949 en donde se crea la Unión de Universidades de América Latina UDUAL. Justo es ofrecer nuestro reconocimiento estos dos ilustres personajes que jugaron un papel trascendental en la vida de nuestras universidades no solo en cuanto sus reformas académicas, sino en el fundamental proceso de integración de nuestras casas de estudio y de nuestra comunidad universitaria en el contexto de los esfuerzos por la unidad Centroamericana.
A los 60 años de vida del CSUCA, es justo que reiteremos nuestro reconocimiento al papel que ha jugado en el desarrollo armónico de nuestra Educación Superior pero resulta mas importante aun pensar, y por ello les invito a reflexionar, sobre el reto a que se enfrenta nuestra Confederación en esta coyuntura grave no solo en el campo regional sino mundial, frente a un mundo desigual, un mundo de desigualdades en lo económico, en lo social, pero fundamentalmente para nuestra comunidad educativa enfrentada a una llamada sociedad del conocimiento y de la información en la que muy poco contamos.
Es imperativo trabajar por la identidad Centroamericana. Es tiempo de ayudarnos a crecer juntos y luchar porque la región ofrezca un solo frente en lo económico, político, científico y cultural.
Es tiempo de retomar la bandera de la Unión Centroamericana destrozada históricamente por guerras de independencia e intereses separatistas que la llevaron como señala Jorge Sol, trayendo a cuenta palabras de Sarmiento “a hacer un Estado soberano de cada Aldea”. Debemos invitar a las nuevas generaciones a repensar y retomar el desarrollo regional integral como la gran meta de la Confederación Centroamericana, en el contexto de lo cual, las Universidades Publicas de Centroamérica están llamadas a jugar un relevante papel a través del desarrollo de su potencial humano, de la producción de nuevo conocimiento y de la articulación con su sociedad, la sociedad de la patria grande.
UNA CONFEDERACIÓN CENTROAMERICANA DE UNIVERSIDADES, FUERTE, COMPROMETIDA Y ÚTIL A LA SOCIEDAD VOLVERÁ IMPOSIBLE QUE SE LE ATROPELLE, QUE SE LE IGNORE O SE LE IRRESPETE.
La lucha por la equidad de Género en la construcción de una nueva sociedad
Las consideraciones sobre Universidad Pública y Autónoma, sobre su vida política y académica se quedarían truncas si no hacemos presente nuestro reconocimiento al esfuerzo que en nuestras dos Universidades han venido realizando grupos importantes de compañeras, pioneras en la apertura de un espacio que parecía cerrado a nuevas corrientes de pensamiento y acción sobre la equidad de género, trabajo que fue más allá del realizado por líderes o por grupos aislados u organismos no gubernamentales que han trabajado intensamente en la defensa de los derechos de las mujeres.
La visión solidaria de las compañeras del Instituto Universitario de la Mujer de la Universidad de San Carlos, merecen todo mi respeto y mi especial agradecimiento por haber pensado que esta modesta compañera salvadoreña podía ser acreedora a esta distinción. Su selección me honra y me compromete, al igual que me siento profundamente honrada con venir a engrosar la lista de mujeres galardonadas con el Doctorado Honoris Causa de esta Universidad: Gabriela Mistral, Rigoberta Menchú, Michelle Bachelet, Annette Hsiu Lien Lu.
Si bien es cierto que algunos grupos de avanzada en nuestras universidades no han sido ajenos al movimiento mundial por la equidad de género, podemos decir que el panorama no es todo lo estimulante que quisiéramos. Nuestras Universidades se han incorporado tardíamente en la lucha por los derechos de las mujeres, cuando muchos movimientos ya habían avanzado fuera de ella. Pese al reconocimiento mundial que urge a construir la plataforma en que descanse la defensa de los Derechos de la Mujer, que no se quede en la declaración sino que se realice en acciones precisas, aún encontramos en nuestras universidades resistencias considerables, a veces cómplices de la apatía y el no reconocimiento a la equidad de género, pese a la observación permanente de las condiciones de desigualdad e inequidad en que la mujer se mueve.
La Conferencia Mundial sobre Educación Superior concluyó que era necesario “definir y aplicar políticas destinadas a eliminar de la enseñanza superior todos los prejuicios fundados en el género y consolidar la participación de la mujer en todos los niveles y en todas las disciplinas en que está poco representada en la actualidad y especialmente su intervención activa en la adopción en las decisiones”.
Ambas organizaciones, el Instituto Universitario de la Mujer en Guatemala, y el Centro de Estudios de Género en El Salvador han logrado formular, y están en vías de lograr, el cumplimiento de sus políticas de equidad de género a nivel universitario.
La historia nos muestra el fuerte retraso que nuestras universidades exhiben en la participación real de la mujer. Las compañeras salvadoreñas han mencionado como un ejemplo de la dificultad de acceso de la mujer a los estudios universitarios el hecho que se tuvo que esperar 43 años después de la fundación de la Universidad para que se graduara la primera mujer la Ingeniera Topógrafa Antonia Navarro, la primera mujer Centroamericana en obtener un título universitario.
Es hasta 1919 cuando Olimpia Altuve se constituye en la primera mujer graduada en Guatemala en la Universidad de San Carlos, 243 años después de fundada la Universidad.
Si consideramos aisladamente el número de graduadas mujeres como un indicador del progreso en el acceso de la mujer a la vida universitaria, podríamos estar cerrando los ojos al hecho de que frente al crecimiento de matriculadas y graduadas universitarios a nivel de licenciatura, su ubicación en la estructura docente es opuesta; las estadísticas se invierten no solo en el cuadro de profesores sino también en los postgrados así como en las listas de investigadores. Si el estudio se extiende al mercado laboral tendremos la oportunidad de palpar con mayor claridad las injusticias hasta en las remuneraciones con base al género y muchas otras diferencias más.
Si bien es cierto que no ha sido fácil la apertura de un espacio universitario ahora ocupado por institutos, facultades, unidades o centros que tendrían la responsabilidad de impulsar las políticas ahora aprobadas por nuestros máximos organismos de dirección. Para ello requeriríamos impulsar la formación de masas críticas y un nuevo tipo de personal que incorpore el enfoque de la equidad de género como eje curricular.
Al meditar sobre los excelentes documentos producidos por nuestras queridas dirigentes de Guatemala y El Salvador, no nos queda la menor duda que nuestras unidades de género están en el camino de lograr que la Universidad San Carlos y la Universidad de El Salvador puedan desempeñar un papel protagónico en la construcción de una nueva sociedad, lo que no podrá lograrse sin ubicar a la mujer en el papel que le corresponde.
“Todo es posible hasta que se pruebe que es imposible. Y aún entonces lo imposible puede serlo solo por ahora.” Pearl S Buck.
Quisiera terminar esta reflexión adhiriéndome al esfuerzo que en las Cumbres de Rectores de Universidades Publicas Iberoamericanas hemos venido realizando en defensa de nuestras universidades, planteamiento que esta sintetizado en dos fragmentos de la Carta de San Salvador aprobada en la IV Cumbre, realizada en San Salvador en diciembre del año 2003 que literalmente dice.
“ ...Las Instituciones de Educación Superior Publicas son hoy mas que nunca las vías únicas y esenciales con que cuentan las sociedades de la región para generar, transmitir y acumular el conocimiento, promover las capacidades humanas y desarrollar la creatividad social, tareas imprescindibles para impulsar el desarrollo humano sostenible y contrarrestar los efectos de la globalización neoliberal ....
... La misión de la universidad pública y el ejercicio de su responsabilidad social se encuentran doblemente amenazados. De una parte por la tendencia sostenida de los gobiernos a reducir el financiamiento dedicado a la Educación Publica, de otra parte por la agresiva desregulación y liberalización de los mercados que aprovechan las empresas llamadas educativas cuyo fin ultimo es el lucro”.
Les invito a luchar por la defensa de nuestra Educación Superior Publica Centroamericana y su accionar en el contexto Iberoamericano e Internacional.
Gracias de nuevo a la Universidad de San Carlos, al Instituto Universitario de la Mujer de esta Universidad y a esta distinguida audiencia que comparte conmigo este generoso gesto de la Universidad de San Carlos al incorporarme a su seno con su más alto grado académico.
Muchas Gracias.