jueves, 4 de marzo de 2010

Carta al Fiscal General de la República

Estimado Lic. Romeo Barahona:

Hoy sí estoy asustado. Aunque nos causa mal de estómago, ya nos habíamos acostumbrado a la extraña idea de un plan nacional de Seguridad que nadie conoce, pero del cual se habla mucho. Pero hoy en la mañana, en una entrevista suya en televisión, me doy cuenta que ni siquiera usted conoce el plan. O sea, el muy Fiscal General de la República no sabe más que cualquier otro pelón de lo que el ministro de Seguridad llama “una política de Estado, construida colectivamente, una política integral” (citado de la página Web de Casa Presidencial).

Ya me pareció sospechoso el tortuoso proceso de ‘consultas’ que el presidente y su gabinete de seguridad pusieron en escena durante una semana completa. Que al final no fueron consultas, sino presentaciones publicitarias: un día a los empresarios, otro a los diplomáticos, otro día a jueces, otro al ‘movimiento social’, otro a los alcaldes.

Ahora resulta que usted, como Fiscal General, no ha tenido ninguna vela en este entierro. Ha sido ‘consultado’ como cualquier periodista, cualquier alcalde o cualquier dirigente de una organización de homosexuales, representando al ‘movimiento social’ y las ONGs...

Era obvio que estas reuniones no eran para consultar, mucho menos para “construir colectivamente”, como nos trata de vender el ministro Melgar. Esta asambleas eran para que les cuenten. Lo que talvez no es tan grave en el caso del alcalde de la isla de Meanguera o del director de una ONG de Medio Ambiente. Pero sí es gravísimo en el caso del Fiscal General de la República.

Si Usted nos cuenta que como Fiscalía no han participado en la elaboración del Plan de Seguridad, y que incluso hasta la fecha no lo conocen en su totalidad, significa que no hay plan. Así de simple. Por lo menos no hay plan que sea ‘integral’, ni mucho menos ‘del Estado’.

Sospecho que todo lo que hay es un plan mediático. Y sigue la improvisación...

Paolo Lüers

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martes, 2 de marzo de 2010

Carta a mis colegas periodistas de deportes

¿Qué les pasa, colegas?

En Vancouver terminaron unos Juegos Olímpicos - y aquí ni nos dimos cuenta que empezaron, porque en los periódicos y noticieros simplemente no tuvieron lugar.

Los salvadoreños no han podido ver las batallas de hockey sobre hielo. No se han podido enamorar de la belleza de las parejas chinas de patinaje sobre hielo. No se nos paró el corazón viendo la audacia de los hombres voladores suizos, porque nadie transmitió el salto de esquí. No vimos como las chicas alemanas desafiaron las leyes de la gravedad en las carreras del eslalon alpino.

Okay, fueron olimpiadas de invierno, deportes del frío, de la nieve y del hielo. Son deportes que aquí no practicamos. Pero si esto fuera una razón válida, tampoco deberían transmitir en El Salvador el mejor fútbol del mundo. Porque este tampoco se practica en El Salvador.

Las carreras de patinaje de velocidad y de esquí alpino, las competencias de patinaje de parejas, y los saltos de esquí tienen una belleza universal. Esta bellaza la puede apreciar cualquiera, aunque nunca haya tocado la nieve. Para entender y amar el hockey sobre hielo no es necesario haberse deslizado sobre pistas de hielo...

Los Juegos Olímpicos de Vancouver han sido un espectáculo bellísimo. Un regalo de los países nórdicos para el mundo entero. Los salvadoreños se lo perdieron, por culpa de ustedes. ¡Qué lástima que nuestros medios son tan provincianos!

Me hubiera encantando poder compartir con mis compatriotas guanacos el dramatismo del esquí alpino y la belleza del patinaje. Lástima que aquí los editores de deporte no piensan más allá de la Liga Española...

Saludos, Paolo Lüers

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sábado, 27 de febrero de 2010

Carta a TIGO

Estimados señores:

Como miles de consumidores, me convertí en cliente de TIGO, no por decisión propia, sino porque ustedes se comieron AMNET, mi proveedor de televisión de cable.

De repente soy cliente de TIGO. Y lo primero que recibo de ustedes es un golpe bajo. Me quitaron a varios de los canales que a diario veo para informarme.

Cuando firmé el servicio de cable de AMNET, contraté la recepción de canales como Deutsche Welle, Globovisión, Antena 3, RAI, ABC, CBS, NBC y otros, que ustedes ahora suspenden del paquete básico. Sin previa consulta con sus clientes.

En vez de esto, nos ponen más canales de programas chatarra...

Buena parte de los canales informativos internacionales suspendidos por TIGO son de choto. No le cuesta nada a TIGO transmitirlos – y ahora nos quieren cobrarlos extra, pasándolos del paquete básico al paquete premium que cuesta más. En el lenguaje aguado de hoy, que siempre trata de ser políticamente correcto, esto se llama ‘abuso al consumidor’.

En el lenguaje de Más!, esto se llama robo. Punto.

Así que, queridos estrategas de mercadeo de TIGO, invéntense algo. Hay miles de suscriptores que quieren ver los canales informativos. Son los mismos que no se dejan mangonear tan fácil.

Saludos, Paolo Lüers

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viernes, 26 de febrero de 2010

Zapata, el irreductible

La Esquina Caliente le dicen los habaneros a un recodo del Parque Central donde suelen tener lugar acaloradas discusiones sobre béisbol. Algunos lo consideran el único espacio de discusión democrática que sobrevive en la isla, siempre y cuando los ardientes polemistas no se salgan del tema deportivo.

Ese fue el lugar que escogió Orlando Zapata Tamayo, miembro del Movimiento Alternativo Republicano (un pequeño grupo disidente, fundado en 2002, de orientación claramente pacífica) para quejarse públicamente de "lo mala que estaba la cosa". Ese mismo día, 6 de diciembre de 2002, dos agentes de la policía política lo detuvieron, y algunas horas después le impusieron cargos de desacato, desorden público y desobediencia. Estuvo recluido varios meses en la prisión de máxima seguridad de Guanajay, en las afueras de La Habana, de donde salió en libertad condicional el 7 de marzo del 2003.

Ni siquiera sus compañeros de la disidencia se explican cómo este modesto albañil y plomero de raza negra sacó valor para participar ese mismo mes en un ayuno opositor. Ya encausado, Zapata hubiera podido rehuir su asistencia. Pero actuó por convicción, y la llamada Primavera Negra se cobró así una nueva víctima.

Zapata fue enjuiciado junto a otros opositores el 18 de mayo de 2004 y condenado a tres años de prisión. Empezó entonces un largo calvario, una historia que podría leerse como un filme trepidante (subgénero "prisión") si no fuera porque Hollywood prefiere las historias con final feliz.

Atendamos, primero, al protagonista, nacido el 15 de mayo de 1967, año oficialmente bautizado como "del Vietnam Heroico", en Banes, un poblado del oriente de la isla donde ahora mismo lo están enterrando. Una madre, Reina, de escasa instrucción, un padre ausente, un padrastro que asumió su crianza... son algunos datos de la atmósfera semi-marginal que rodeó una infancia difícil. Como albañil, Zapata Tamayo se instaló en La Habana, y allí sufrió la marginación del emigrado sin permiso que deja las provincias orientales para tratar de sobrevivir en la capital. Tal vez todo eso tuvo algo que ver en su decisión de convertirse en opositor, en un país donde los disidentes son unos apestados sociales.

De Zapata Tamayo hay apenas dos fotos: una en blanco y negro, formato carnet, y otra, colectiva, del ayuno que le costó su ingreso en prisión, donde ni siquiera aparece mirando a la cámara. Su calvario en las prisiones está, sin embargo, muy bien documentado. Lo primero que llama la atención es la cantidad de prisiones por las que pasó en apenas 7 años. Esto se "explica" (y el eufemismo aquí raya lo indigno) con el argumento de que Zapata era un preso "problemático". Aunque todos sus compañeros de la disidencia coinciden en que se trataba de alguien amable, risueño y de pocas palabras, en la cárcel Zapata mostró un valor inusual y enseñó sistemáticamente un perfil indócil, animado por la convicción de esos obcecados que nunca han permitido que las autoridades "le metan el pie" o los "bajeen". Comportamiento muy semejante al de aquellos comunistas de la abortada Revolución del 30 contra Machado, o los miembros del Directorio Revolucionario en La Habana de los 50.

Los tres años de prisión con que Zapata Tamayo salió de la Primavera Negra parecían poca cosa comparado con las penas de sus compañeros. Pero la pasión política y una vocación que algunos definen como "estoica" desembocaron en actos posteriores de protesta carcelaria que elevaron su pena hasta 36 años.

Cumplió condena, primero, en la penitenciaría de Guanajay. En abril del 2004 peleó con el director del penal al reclamar la devolución de unas revistas incautadas durante una requisa. Los guardias lo esposaron y le propinaron una golpiza que le causó múltiples heridas en el rostro.

Poco después, delante de su madre, el director del penal, el coronel del MININT Wilfredo Velázquez Domínguez, volvió a golpear al preso, que fue recluido en la celda de castigo conocida como La Torre.

El 15 de enero del 2005 fue trasladado a la prisión Taco-Taco, en la provincia de Pinar del Río, donde declaró su primera huelga de hambre. Por esa fecha, un diputado francés, Thierry Mariani, que había sido nombrado "padrino" del preso cubano a través de mecanismos internacionales de solidaridad, se dirigió a Jacques Chirac, presidente de la República Francesa, y a René Mujica, encargado de negocios de la embajada de Cuba en París, para expresar su preocupación por el estado de salud de Zapata. Fue el primero de una larga serie de comunicados públicos sobre este caso espeluznante. Ninguno ha servido de nada.

Desde 2005, Zapata comenzó a comportarse como un "plantado", uno de esos presos que se niegan a vestirse como el resto de los convictos comunes y exigen ser tratados como prisioneros políticos. Ello le costó el segundo de los siete juicios a los que fue sometido. En ninguno se permitió la presencia de familiares durante las vistas orales ni hubo derecho a una defensa real.

Una descripción prolija de las humillaciones y los horrores del "sistema reeducativo" que ha terminado cobrándose esta vida disidente sería poco menos que interminable. Pero no quiero escatimar los nombres de varios miserables -y eso que se trata de una historia llena de miserables-.

Todas las veces que Zapata fue trasladado de prisión las autoridades ni siquiera se tomaron el trabajo de avisar a su madre. Ella se enteraba al llegar, luego de trasladarse con dificultad hasta las cárceles y llevar a su hijo bolsas de comida que en más de una ocasión le fueron confiscadas. Galletas, leche en polvo, cosas de ésas... En julio del 2007, cuando regresaba a Holguín después de la visita en Camaguey, Reina sufrió un accidente de carretera. Dos costillas le dañaron un pulmón, y tuvo que ser operada de urgencia.

Ya en Holguín, Zapata Tamayo fue la víctima preferida de una especie de ralea humana, presos-sicarios que a cambio de visitas, pabellones y rebaja de condena le hacen el trabajo sucio a los carceleros y se dedican a golpear e intimidar a los presos políticos. La golpiza más importante que sufrió tuvo lugar el 21 de marzo de 2008. Poco después, el 26 de julio de 2008, dos reos comunes, uno de Mayarí, y otro llamado Roberto González, alias El Potrico, le tiraron 10 cubos de agua en la celda y le pegaron con un palo de escoba. Como pago por el atropello los militares beneficiaron a El Potrico con un pabellón matrimonial de 72 horas.

Su último año de vida fue el peor. El viernes 15 de mayo del 2009, acusado de "desacato y desórdenes en establecimientos penitenciarios", le agregaron 10 años a la pena.

En octubre de 2009 los militares de la prisión provincial de Holguín le dieron una fuerte patada en la cabeza. Ese golpe acabó provocándole un hematoma interno que hubo que operar.

El 3 de diciembre de 2009 Zapata comenzó una nueva huelga de hambre en la prisión Kilo 8 de Camagüey, reclamando "los mismos privilegios que Fulgencio Batista le dio a Fidel Castro cuando estuvo preso en el presidio Modelo". Encerrado en solitario, las autoridades lo privaron de agua durante 18 días, lo que le ocasionó un fallo renal.

A mediados de febrero, mientras agonizaba tras más de setenta días de huelga de hambre, fue trasladado al hospital de la Prisión Combinado del Este en La Habana, donde no había las condiciones para un trato adecuado.

Zapata Tamayo falleció el 23 de febrero, poco después de las 15 horas, en el hospital Hermanos Ameijeiras, donde había sido ingresado la noche anterior, cuando su defunción era inminente.

Fue llevado a morir y, ni siquiera en esa circunstancia, la policía política se privó del escarnio. Según la madre, un oficial de la policía política bromeó: "Les tengo una noticia buena y una mala: la buena es que está en el hospital Ameijeiras; la mala es que se está muriendo".

Zapata no fue un invicto. Su historia no es la del libertario que consigue ver cumplidos sus ideales. Pero ese hombre que ahora están enterrando en medio de un aguacero en el cementerio de La Guira, representa algo superior en una escala moral que se acerca demasiado al martirologio. Un irreductible.

(El País/Madrid. Ernesto Hernández Busto, exilado cubano, es ensayista y premio Casa de América 2004 por Perfiles derechos. Fisonomías del escritor reaccionario. Desde 2006 edita el blog de asuntos cubanos penultimosdias.com)

¿Quién mató a Orlando Zapata?

El cuerpo enflaquece, la mente se va y los miembros inferiores comienzan a hincharse. Una huelga de hambre hace que la existencia se escape poco a poco, hasta que se desdibuja el rostro de la madre sentada frente a la cama y pierde fuerza el rayo de luz que entra por la ventana. Durante 86 días Orlando Zapata Tamayo transitó del desconsuelo a la muerte. Se fue apagando, con una voluntad que ha dejado consternados a los amigos y molestos a sus opresores. Acostumbrados a disponer de su cuerpo y del herrumbroso cerrojo de su calabozo, los carceleros sienten ahora que este hombre de 42 años se les ha ido por la única salida que ellos no pueden controlar: la muerte.

Juzgado a la velocidad del vértigo en marzo de 2003, Zapata Tamayo fue víctima de aquel escarmiento -conocido como la Primavera Negra- que el gobierno cubano quiso darle a la oposición. Era fundador del partido Alternativa Republicana y activista frecuente a la hora de demandar la liberación de sus compañeros de causa. Después de su llegada a prisión lo condenaron en nueve juicios sumarios a penas que llegaron hasta los 56 años. Un gesto "magnánimo" los redujo a 25 largos veranos tras las rejas. Todo esto fue dictaminado en tribunales que parecían obedecer más a códigos militares que civiles. Después llegó la soledad de una celda tapiada, los malos tratos, las palizas y con ello terminó la ilusión de que un preso no condenado a muerte tiene derecho a que le respeten la vida.

Al cancelarse la visita a Cuba del relator de las Naciones Unidas contra la tortura, terminó para muchos la esperanza de ser rescatados de los malos tratos en los penales. Aprovechándose de su impunidad, los guardas metieron a Orlando en un espacio breve, donde tenía que compartir el suelo con las ratas y las cucarachas. Le gritaban por la rendija de una puerta de hierro que no iba a salirse con la suya, pues en una prisión revolucionaria un preso político equivale a los gorgojos que acompañan -permanentemente- al arroz. Se resistió a ponerse el uniforme de presidiario y eso le trajo otra andanada de golpes y el punzante castigo de reducirle las visitas de sus familiares. Cuando abrieron el sitio donde lo habían enterrado vivo, ya el daño era irreversible y la culpa salpicaba hasta la mismísima silla del actual presidente cubano.

A Zapata Tamayo no lo mató la huelga de hambre, sino el sombrío oficial que lo encerró en aquel hoyo y el director de la prisión Kilo 8 en Camagüey que ordenó su castigo. Contribuyeron también a su deceso las manos enfundadas en guantes de látex que prefirieron mantener el empleo en el hospital antes que denunciar el estado maltrecho al que habían dejado llegar su cuerpo. La máxima responsabilidad de su final la tiene un gobierno que prefirió mostrarse intransigente y enérgico antes que proveerle de ciertas mejorías en su vida carcelaria. Para confirmarnos en esa idea, un día después de ocurrida la muerte, Raúl Castro perdió la oportunidad de acortar la distancia entre lamentar su deceso y pedirles disculpas a sus familiares. Con sus breves palabras exentas de autocrítica, nos corroboró lo que muchos sospechábamos desde el principio, que el general no era ajeno al maltrato, la dejadez y el terror que terminaron con Orlando.

(El País/Madrid. Yoani Sánchez es editora del blog opositor generaciony de Cuba)

jueves, 25 de febrero de 2010

Credenciales cubanas

El presidente brasileño Lula da Silva inició ayer su cuarta visita oficial a Cuba, considerada como la de despedida. Poco antes de aterrizar en La Habana, supo de la muerte del preso político Orlando Zapata a consecuencia de una huelga de hambre mantenida durante 85 días. Su familia denunció malos tratos a lo largo de los años de cárcel y aseguró que no recibió atención médica adecuada hasta que su estado de salud empeoró de manera irreversible. La muerte de Zapata constituye un acta de acusación adicional, y un motivo de enérgica condena, contra la dictadura más longeva de América Latina y una de las más liberticidas de la historia del continente. Pero es también una prueba decisiva para la comunidad internacional y para el presidente Lula, que tiene en su mano ejercer como portavoz tanto por su ascendiente latinoamericano como por el hecho de encontrarse en la isla.

Con esta visita a La Habana, coincidente con la muerte de Zapata, Lula tiene la ocasión de demostrar que el creciente papel internacional de Brasil no significa sacrificar el principal capital político que ha cosechado: la opción por una izquierda capaz de ofrecer progreso y bienestar mediante el fortalecimiento y la gestión de las instituciones y los procedimientos democráticos. El silencio de Lula frente a una dictadura como la castrista -seguido de la timorata reacción de la UE, a empezar por el inane y críptico mensaje de Rodríguez Zapatero en Ginebra- empañaría lo que él representa, tan importante para América Latina y, en la medida en que Brasil afianza su posición de potencia emergente, para el resto del mundo.

Un grupo de disidentes cubanos ha solicitado al presidente Lula que interceda por la suerte de los presos. El compromiso que Brasil ha demostrado con los derechos humanos sería suficiente para justificar esta gestión, pero la muerte de Zapata la hace inexcusable. El trato con La Habana y, sobre todo, con el mito que la revolución castrista sigue representando para parte de la izquierda latinoamericana, sitúa en una difícil posición a cualquier dirigente de la región, pero más todavía al presidente brasileño. Pero las dificultades para gestionar las relaciones con ese mito no pueden llevar a cerrar los ojos ante los atropellos que se cometen en Cuba, y que en este caso se han saldado con la muerte de un preso político. El castrismo ya no puede extender credencial alguna de progresismo. Por el contrario, es su gestión al frente de Brasil la que constituye el ejemplo alternativo.

Sin las cortapisas regionales de Brasil, y sin los equilibrios que exige una visita oficial, es inaceptable que la Europa en la que España ejerce la presidencia se limite a lamentar la muerte por inanición de un preso político. El régimen cubano es responsable de la vida y la integridad de quienes ha condenado a pudrirse en sus mazmorras. Mucho más cuando esa condena sólo obedece a decisiones tiránicas de una saga familiar.

(El País/Madrid)

¡Imagine!

"You may say that I'm a dreamer
But I'm not the only one..."
John Lennon

Las próximas elecciones presidenciales en El Salvador se celebrarán en marzo de 2014. Ahí vamos a decidir si Mauricio Funes entra a la historia como el presidente que abrió la puerta a una época de gobiernos de izquierda, o simplemente a una época de alternancia.

Tratemos de imaginarnos el contexto de estas elecciones: ¿Cómo será el mundo en el año 2014? Lo más probable es que Fidel haya muerto y Cuba se encuentre en medio de su transición democrática; que en Venezuela esté gobernando un presidente de tendencia socialdemócrata; en Nicaragua, un liberal; en Brasil, un personaje de centroderecha; en Guatemala, un ex-militar derechista. En Honduras, Chile y Panamá todavía gobernarán los presidentes-empresarios liberales electos en 2009-2010; en Costa Rica todavía gobernarán los liberacionistas, que más que socialdemócratas son liberales. En Estados Unidos, Obama habrá logrado su segundo mandato, pero perdido la mayoría en ambas cámaras del Congreso.

¿Este escenario les parece el ideal para que en El Salvador gane las elecciones presidenciales un dirigente del FMLN que se presente, a diferencia a las elecciones de 2009, con su propio programa, sus propios colores y su propia cara? A mí no.

Veamos el contexto interno de las elecciones de 2014. El FMLN se habrá fortalecido en las elecciones legislativas y municipales de 2012. Pero ARENA también. Los dos lograron fortalecerse, pero por vías muy diferentes: el FMLN, para fortalecerse, tuvo que cerrar filas y atrincherarse en sus posiciones ideológicas tradicionales. ARENA, para fortalecerse, tuvo que reinventarse y abrirse.

El bloque opositor de ARENA-PDC-PCN salió de las elecciones de 2012 suficiente fuerte para evitar que el FMLN pueda tomar decisiones que requieren mayoría calificada, ni siquiera juntando votos con GANA. Este grupo, comandado abiertamente por el ex-presidente Saca desde la campaña de 2012, logró establecerse como proveedor de mayoría. A veces para la izquierda, a veces para la derecha.

Las contradicciones entre el FMLN y el grupo Funes en Casa Presidencial no habrán llegado al punto de ruptura del gobierno, pero sí al punto de desgaste tal que vuelve impensable una nueva edición de la alianza que llevó al poder a Funes en 2009. La izquierda democrática que en el 2009 se unió a la alianza FMLN-Funes no logró traducir su participación en el gobierno en poder político-electoral propio. A partir de 2012 quedó definitivamente claro el fracaso del sueño de mucha gente de la izquierda democrática que acompañó a Mauricio Funes. Estoy hablando del sueño de poder cambiar la correlación de fuerzas dentro de la izquierda a favor de la tendencia moderada y reformista. Ni han podido modificar las posturas del FMLN ni crear una izquierda moderada con capacidad de competir con el FMLN. La idea de acostarse con el monstruo, consumar el matrimonio y despertarse al lado de una bella doncella, resultó un sueño muy ingenuo, que terminó en una pesadilla, dicen algunos.

Otra vez la misma pregunta: ¿Este escenario será propicio para un triunfo electoral del FMLN en el 2014?

Es obvio que Funes y sus amigos no van a jugar ningún rol en estas elecciones. El FMLN, que desde hoy está insistiendo y prometiendo a sus bases que el próximo gobierno será verdaderamente de izquierda, estará solo en 2014. Fuerte, pero solo.

¿Será posible una alianza del FMLN con GANA y Saca? Difícilmente en elecciones presidenciales. Después de cinco años de sufrir la necesidad de compartir el poder con Funes y sus amigos, no hay manera de que los militantes estén dispuestos a encarar cinco años de compartir el poder con Saca y sus amigos. Y para Saca, una alianza electoral con el Frente significaría abandonar su marca de "derecha popular" y perder lo que ha podido preservar de credibilidad con un electorado conservador. Es una cosa hacer pactos con un gobierno como el de Funes, supuestamente creando gobernabilidad, y otra cosa diferente plantear un gobierno compartido con el FMLN. Pero Funes en el 2014 ya no existe como actor electoral. Para GANA y Saca, el 2014 significa bajarse los pantalones: o están abiertamente con el Frente, o siguen compitiendo con ARENA en el terreno de la derecha.

Quedarían dos opciones para GANA y Saca: pueden lanzar a un tercer candidato, para dividir y hacer perder a la oposición. O pueden apoyar a un candidato unitario de la oposición. La primera opción sería un paso al vacío, un suicidio político; la segunda les abre la posibilidad de luchar por lugar dentro de un mapa redibujado de la derecha salvadoreña. No estoy seguro si habrá un lugar para Saca en este mapa. Lo que sí es seguro es que afuera no habrá lugar ni para esconderse.

Regreso por tercera vez a la misma pregunta: ¿Existe un escenario favorable para el FMLN para ganar las próximas elecciones presidenciales, sin disfraz, sin aliados que le prestan credibilidad? Usted decida.

(El Diario de Hoy)

Carta al ministro de defensa

Estimado David Munguía Payéz:

Lástima que a usted no le dejaron hablar ni una sólo palabra en toda la ronda de espectáculos que el gabinete de seguridad hizo para presentar su plan de seguridad. Todos hablando horas y horas – y usted y sus compañeros de armas callados con cara de póquer...

Lástima, porque a todos nos hubiera gustado saber cómo vamos a quedar con el Estado de Emergencia que ustedes propusieron. Ya nadie habló de esto. Ni una palabra. Así que se supone que siempre que no y sigamos igual...

Tampoco tengo claro si al final la PNC le dio al ejército las miles de órdenes de captura pendientes, para que los soldados en los barrios pueden recoger a los maleantes.

Y cuando llegaron al punto de las cárceles, todo el mundo dijo: Hoy sí van a hablar los militares, porque a ellos les va a quedar este gran huevo de poner orden y control y disciplina en las cárceles... Nada. Silencio. Dicen que ustedes van a poner la seguridad del perímetro. ¡Como si el problema de las cárceles viene de afuera!, cuando todos sabemos que viene de adentro.

Así que ustedes va a poner un perímetro a las cárceles para que nadie lance un operativo desde afuera para liberar a los pandilleros. Cuando el problema es que nadie se quiere fugar de las cárceles porque es la retaguardia de la delincuencia...

Así que, mi general, todo seguirá igual. La tropa en la calle, pero con las manos amarradas. ¡Qué lástima! Y qué desgaste para la Fuerza Armada.

Saludos, Paolo Lüers

(Más)

martes, 23 de febrero de 2010

Nuevamente hablan de tregua

¿Cómo puede un presidente ‘celebrar’ un acuerdo entre dos pandillas criminales, responsables de la mayor parte de los homicidios en el país? Supuestamente se trata de un acuerdo en que la MS y la 18 ordenan a sus miembros a suspender la guerra entre las dos pandillas.

‘Supuestamente’, porque nada garantiza que el comunicado publicado por el ‘Diario CoLatino’ sea auténtico. Y segundo, porque en este comunicado no se menciona una tregua entre las pandillas. Dice más bien: “Las pandillas han llegado a establecer como prohibiciones a sus miembros en las calles lo siguiente: secuestros, extorsiones, masacres, quema de buses y microbuses, el asesinato de motoristas, asesinatos de mujeres, estudiantes y atentados a pandilleros cuando estén con niños.”

El mismo día que salió publicado este comunicado, el presidente de la República lo comentó en Canal 12: "Celebro el acuerdo, pero no es suficiente, no podemos estar a expensas de que las pandillas y sus principales líderes den una tregua.”

¿A título de qué un presidente, máximo encargado de la seguridad pública y de defender el estado de derecho, ‘celebra’ un acuerdo entre mafias de abstenerse de asesinar a motoristas, mujeres y estudiantes, lo que significa que seguirán asesinando al resto de ciudadanos?

¿A título de qué el presidente ‘celebra’ el anuncio que los pandilleros sólo se van a matar entre ellos cuando no anden con niños?

Pero incluso si fuera cierto que hayan declarado una tregua en la guerra entre pandillas, no habría nada que celebrar. Más bien significaría un mayor peligro para el Estado y la sociedad. Significaría que las pandillas, en vez de matarse entre ellas, se unen para hacer más efectiva su labor criminal contra la ciudadanía y el Estado. ¿Qué hay que celebrar cuando los enemigos del Estado y de la sociedad de ponen de acuerdo?

Claro, el presidente agrega: “Se debe trabajar por desmontar estas organizaciones pandilleriles.” Correcto, pero el primer paso sería dejar de ‘celebrar’ sus supuestas ‘treguas’ y dejar de consentirlos en las cárceles.

¿Hay detrás de todo esto una negociación del gobierno (o partes del gobierno, probablemente sin conocimiento del presidente) con los líderes de las pandillas o con los familiares y los abogados de los líderes encarcelados? No sabemos.

Lo que sí sabemos que los familiares de los pandilleros encarcelados se han reunido en las instalaciones de FESPAD, una ONG de Derechos Humanos, de cuyas filas han salido varios funcionarios altos del gobierno, específicamente en el área de Seguridad. Lo que también sabemos que el comunicado fue entregado por FESPAD al CoLatino para su publicación.

El director del CoLatino, Francisco Valencia, ha defendido públicamente su práctica de publicar en su periódico comunicados firmados por las pandillas, a pesar de que no hay forma de confirmar su autenticidad. Con eso, Valencia y el CoLatino se meten en un problema serio, no de carácter legal, pero sí ético y político. Sobre todo cuando al mismo tiempo deciden suprimir su suplemento cultural 3000 para evitar que en su periódico salgan críticas a la decisión presidencial de descabezar la Secretaría de Cultura. Así que en el CoLatino pueden salir comunicados de pandilleros, pero jamás críticas a Mauricio Funes.

(El Diario de Hoy)

lunes, 22 de febrero de 2010

Carta a Hugo Chávez

El gobernador del estado de Lara, Henri Falcón, en una carta al presidente Hugo Chávez, explica porqué reuncia al Partido Socialista Unido de Venezuela PSUV, liderado por el presidente.

Septiembre en el horizonte

Al referirse a las elecciones de 1998, Alberto Müller Rojas, jefe de campaña de Hugo Chávez, realizó hace años este drástico balance: "La campaña se ganó relativamente fácil. Se ganó más por la gran cantidad de errores políticos que cometieron sus adversarios que por la calidad de nuestra campaña electoral".

Doce años después, de pronto, en la esquina de este miércoles, me pregunto si esa frase podría este año volver a tener sentido.

Obviamente, han pasado muchas cosas durante todo este tiempo. Entre otras, hemos visto cómo un gobierno traiciona la voluntad de cambio de la mayoría del país, secuestra el Estado y las instituciones, e inventa una "revolución" para constituirse en una nueva élite dominante que aspira a controlar de manera absoluta la sociedad. No estamos, además, ante una agenda oculta.

Todo este proyecto no sólo se publicó sino que tiene vocación de rating. Estamos ante un modelo autoritario que hace lo imposible por gozar de alta popularidad.

Para lograr este objetivo, una de las tareas iniciales del Gobierno fue bombardear y liquidar el sentido de alternancia en el país. Lentamente han impuesto una noción de tiempo diferente. Es, incluso, un proyecto retórico distinto. El país habla otro idioma, un idioma que tiene cada vez menos vocabulario civil, que ha desechado el diccionario de las variables democráticas.

El discurso heroico y militar, donde gotean persistentemente palabras como "revolución" o "comandante", no hace sino crear otra idea del tiempo y de poder: el "no volverán" es fundamentalmente un "no nos iremos". No son un gobierno.

Son una nueva clase social. El bolivarianismo, más que una ideología, es sobre todo un estatus, un privilegio.

Vaclav Havel, al referirse a este tipo de proyectos, ha hablado de las sociedades postotalitarias. Una de sus características, según señala el ex presidente checo, reside en las dificultades que construye el poder para ejercer cualquier tipo de disidencia. No se trata ya de la represión descarnada, de la violencia directa del Estado sobre los ciudadanos, sino un tipo de sometimiento más elaborado, igual de violento y brutal, pero menos evidente, adornado de legalidad, legitimado por mecanismos y procedimientos más sutiles, por una constante producción simbólica que terminan, incluso, siendo todavía más eficaces que la fuerza física.

Basta con asomarse al Gobierno para captar la dinámica de segregación que promueve este supuesto proceso revolucionario. La paranoia que vive y distribuye el poder con respecto a su propio entorno es una muestra perfecta del metabolismo que se expande por todos lados. Cualquiera puede ser excomulgado el próximo segundo. Cualquier puede quedarse sin trabajo, sin documentos, sin Estado, sin libertad de acción, sin palabras... Cualquiera es un pretraidor, un delincuente en potencia. Incluso los más devotos, en un instante pueden perder la gracia divina. La habilidad y la perversión del Gobierno bolivariano reside justo ahí: en no ser lo que es. En transformar la represión y la censura en un orden natural, en una serena normalidad.

A esto, por supuesto, hay que sumarle también las miserias de cierta élite que dirige o que aspirar dirigir la disidencia que existe en el país.

Sobran los ejemplos. Uno de ellos: lo ocurrido recientemente con Globovisión. Más allá de las declaraciones de los supuestos protagonistas del conflicto, lo verdaderamente importante es lo que no se ve, lo que no puede probarse. La mano invisible del Gobierno es tan salvaje como la mano invisible del mercado. En todo, termina habiendo entonces demasiados cómplices. Y las verdaderas víctimas siempre son las mismas: los usuarios, los trabajadores, el periodismo que necesita sobrevivir a un país que ha convertido la política en un género televisivo.

No es fácil ser de oposición.

No es fácil asumirse como parte de una disidencia en pugna con un poder que descaradamente te descalifica, te amenaza, te excluye. Pero tampoco es fácil reconocerse como alguien de oposición si no existe una dirigencia capaz de superar sus pequeños intereses, capaz de representar la diversidad y de asumir el desafío de reinventarse.

No es fácil pero, a pesar de todo esto, quienes no aceptamos el proyecto del poder y rechazamos a un Gobierno que pretende eternizarse, seguimos siendo, por lo menos, casi la mitad del país.

Seguimos siendo muchos, demasiados.

"Las elecciones se ganan más por omisión de la oposición que por acción del chavismo. De eso estoy convencido", dijo Müller Rojas. Doce años después, y con septiembre en el horizonte, ¿volverá a perseguirnos esa frase?

(El Nacional/Venezuela)

sábado, 20 de febrero de 2010

Carta a un chero-amigo-compañero de miles de batallas

Querido amigo:

Recibí tu carta: “No he llegado últimamente a verte, porque no he querido ser hipócrita con vos y no contarte los detalles de lo que ando haciendo y lo que estamos proyectando hacer en El Salvador. Me preocupa como usas la información que los amigos comparten con vos en tus criticas políticas públicas y tus famosas cartas. Tenés que tener mucho cuidado en esto, ya que podes arruinar amistades de muchos años...”

Brother, te puedo asegurar que jamás uso en mis cartas o columnas detalles que amigos me cuentan en confianza. Lo que sí hago (y seguiré haciendo) es criticar a quién pienso que hay que criticar, no importa si es amigo o amigo de un amigo.

He perdido amigos queridos que no aguantan que yo estoy criticando a sus amigos, correligionarios o socios. No me puedo imaginar que esto me puede pasar con vos. Porque yo sí me he enfrentado a amigos muy cercanos para defenderte a vos. Si alguien de tus amigos se siente agravado por algo que yo escribo, no tenés porque defenderme. Sólo espero que defiendes mi derecho de criticarlo aunque sea tu mejor amigo, tu compadre o tu socio.

Así que no te hagás responsable de las babosadas que yo escribo – yo tampoco te voy a hacer responsable de las cagadas de tus amigos.

No olvidés, brother, que nuestra gran amistad nació cuando juntos nos rebelamos contra la intolerancia de nuestros amigos y compañeros y mandamos al carajo a todos que no querían que nosotros trabajemos juntos.

Así que no hay pedo. Puedes dejarte ver conmigo en público. Nadie va a pensar que vos estás detrás de mis posiciones políticas. Todo el mundo sabe que yo soy un francotirador que opera sólo, sin cómplices.

Nos tomamos el próximo trago,

tu amigo Paolo

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jueves, 18 de febrero de 2010

¿Tregua con las pandillas?

La idea de negociar una tregua y posterior Acuerdo de Paz con las pandillas MS y 18 no ha muerto.

La sigue promoviendo Dagoberto Gutiérrez, el gurú de los grupos antisistema dentro y fuera del FMLN.

Uno podría decir: Bueno, es un teórico un poco excéntrico y bien al margen de la sociedad, ¿qué daño puede hacer? Lastimosamente, aunque así los conductores de debates televisivos les encanta presentarlo, no es así. El liderazgo de Dagoberto Gutiérrez va mucho más allá de la ‘Tendencia Revolucionaria’ y de grupos de choque como la BRES. Una buena parte del partido en el gobierno y la mayor parte del llamado ‘Movimiento Social’ responden al lineamiento político de este ideólogo de una revolución que se propone destruir y sustituir la democracia ‘burguesa’ y la economía del mercado.

Y también parte del gobierno del presidente Funes responde a Dagoberto Gutiérrez y su teoría de que la violencia de los pandilleros es un fenómeno de ‘guerra social’ y sólo se puede resolver negociando con ellos, así como se hizo con la guerrilla. Como el director general de Centros Penales o el director de la Academia Nacional de Seguridad Pública, institución encargada de la formación de nuestros agentes y jefes policiales. O sea, piezas claves del aparato de Seguridad Pública, están comprometidos con la idea errónea que el gobierno debería negociar una tregua con los pandilleros.

Cualquier plan de seguridad del presidente, para que tenga viabilidad, tiene que partir de la sustitución de los funcionarios que comparten el concepto de buscar una tregua con los pandilleros, negociando con ellos las condiciones y los reglamentos adentro de las cárceles.

Lo que esta concepción enquistada en el gabinete de Seguridad del gobierno Funes ha provocado es que el Estado no sólo ha perdido el control de las cárceles, sino algo mucho más grave: el Estado ahora es sujeto de chantaje de las pandillas.

Una vez que las autoridades gubernamentales cometen el error de ofrecerles a los pandilleros la idea de una tregua (o sea, de dejar de aplicarles la ley), les entregan la palanca ideal para chantajear a toda la sociedad.

Es ingenuo pensar que es casualidad el crecimiento sistemático de la taza de homicidios que ha sufrido el país luego de la toma de poder del nuevo gobierno y nuevamente a principios de este año, cuando el presidente anuncia un plan de combate a la delincuencia de las pandillas. La más lógica explicación del sistemático crecimiento de la taza de homicidios es esta: Los jefes pandilleros, desde su retaguardia segura en las cárceles, están cocinándonos a fuego lento. El mensaje es claro: “¿Hasta dónde va a aguantar la ciudadanía? ¿15 asesinatos diarios, 16, 17, 18, 20...? Más vale al gobierno negociar con nosotros. Mejor pactemos una tregua: Nosotros controlamos las cárceles y las comunidades bajo nuestra influencia, y ustedes pueden anunciar una reducción en la tasa de homicidios...”

Dentro del gabinete de seguridad hay quienes promueven y facilitan esta negociación. Más bien, este chantaje. Su presencia en el gobierno es obstáculo para cualquier plan de combate a la delincuencia. Porque en el fondo no quieren combatir a las pandillas, sino pactar con ellos. Algunos, porque existen vasos comunicantes entre los pandilleros y las bases locales del ‘Movimiento Social’. Otros, porque simplemente están convencidos de los argumentos de Dagoberto Gutiérrez que la violencia es expresión de una rebelión juvenil contra un sistema que oprime y margina a amplios sectores de la sociedad. Una rebelión juvenil comparable a los movimientos insurgentes de los años 70 y 80.

Dagoberto Gutiérrez lo volvió a decir el miércoles en la mañana en una entrevista televisiva: La violencia de las pandillas es una forma de guerra social que no se resuelve con represión, sino con negociación. Claro, si estoy convencido que las pandillas son expresión de una rebelión social que yo comparto, no las quiero eliminar sino preservar su potencial para las luchas populares....

Lastimosamente, este predicador tiene mucha influencia en el gabinete de seguridad.
Toda la discusión ahora promovida por el presidente Funes sobre la combinación de prevención y represión y todos los planes de combate a la delincuencia caerán en saco roto, mientras dentro del gabinete de Seguridad se mantienen funcionarios que siguen obstruyendo este combate porque ven a los pandilleros como víctimas de un sistema injusto y por tanto como posibles aliados para transformarlo.

(El Diario de Hoy)

Carta al director de Centros Penales

Estimado licenciado Moreno:

La única manera que el plan de seguridad del presidente tenga la posibilidad de funcionar, es que usted ponga su renuncia. Usted y todos los funcionarios que comparten la política suya de buscar llegar a una tregua con los pandilleros, negociando con ellos las condiciones y los reglamentos adentro de las cárceles.

Lo único que ustedes han provocado es que el Estado no sólo ha perdido el control de las cárceles, sino algo mucho más grave: el Estado ahora es sujeto de chantaje de las pandillas.

Una vez que el gobierno comete el error de ofrecerles la idea de una tregua (o sea, de dejar de aplicarles la ley), los pandilleros tienen la palanca para chantajear a toda la sociedad.

En este sentido, la más lógica explicación del sistemático crecimiento de la tasa de homicidios es esta: Los jefes pandilleros, desde su retaguardia segura en las cárceles que usted está administrado, están cocinándonos a fuego lento. El mensaje es claro: “¿Hasta dónde van a aguantar? ¿15 asesinatos diarios, 16, 17, 18...? Más vale al gobierno negociar con nosotros. Mejor pactemos una tregua: Nosotros controlamos las cárceles y las comunidades bajo nuestra influencia, y usted puede decir que logró bajar la taza de homicidios...”

Usted y otros en el gabinete de seguridad son los facilitadores de esta negociación. Más bien de este chantaje. La presencia suya en el gobierno es obstáculo para cualquier plan de combate a la delincuencia. Porque en el fondo no quieren combatir a las pandillas, sino negociar con ellos.

Su máximo gurú Dagoberto Gutiérrez (líder de la tendencia antisistema dentro y fuera del FMLN y del gobierno) lo volvió a decir hoy en la mañana en televisión: La violencia de las pandillas es una forma de guerra social que no se resuelve con represión, sino con negociación...

Lastimosamente, este predicador tiene mucha influencia en el gabinete de seguridad...

Adiós, Paolo Lüers

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miércoles, 17 de febrero de 2010

Onofre

Discurso de Sergio Ramírez en la presentación del libro "Volver con el Frente Marchito" de Onofre Guevara

De entre mis recuerdos de infancia en Masatepe no se aparta nunca el taller de zapatería de los hermanos Sosa en la calle que llevaba al cementerio, donde las conversaciones entre bromas no cesaban nunca, y había allí encendidas discusiones teóricas, libros descuadernados que pasaban de mano en mano, unos pecaminosos, otros sediciosos, blasfemias pronunciadas alegremente, reservas severas acerca de la veracidad de los hechos narrados por el Antiguo Testamento, propuestas de ateísmo y cuando menos, profesiones de fe en el escepticismo, lo que se llamaba ser un libre pensador, calidad peligrosa que lindaba en la subversión de valores; alguien que lezna en mano explicaba los misterios del rito de la masonería, otro que lanzaba denuestos contra el falso celibato de los curas, y la palabra socialismo que saltaba de uno a otro banco como una piedra encendida.

Los hermanos Sosa trabajaban como dos zapateros más entre todos los operarios, y al final de la tarde, ya terminada la faena, se vestían de blanco con toda elegancia, los zapatos combinados en blanco y café, y se sentaban en los muros del parque central, después de desplegar el pañuelo perfumado, para continuar la tertulia sin abandonar los temas rebeldes que les habían ocupado todo el día, agudos en sus argumentos y locuaces en su iconoclastia.

¿Por qué, entre los artesanos de Nicaragua, los zapateros eran los intelectuales? Lo mismo decía de los talleres de zapatería de Estelí el comandante Francisco Rivera, el inolvidable Zorro de las insurrecciones legendarias, verdaderas forjas de autodidactas que aprendían de la lectura de los libros que caían en sus manos, de Víctor Hugo a Carlos Marx, y aprendían de la realidad, escuelas de dirigentes obreros, de líderes sindicales y de militantes revolucionarios.

Pero este es un asunto que los zapateros nicaragüenses llevaron más allá de las fronteras. En los años treinta del siglo pasado vivía en Costa Rica un zapatero de manos prodigiosas, originario de Chichigalpa, al que llamaban Caballón, alistador en la zapatería Record de la Avenida Central de San José. Mientras trabajaba en su banco del taller, al son del martillo cantaba un solo del coro de los gitanos de El Trovador con voz tan de trueno que hacía estremecer las vitrinas donde se exhibían los zapatos y detenía a las gentes en la acera; y con la misma voz urdía historias asombrosas, o las repetía al dedillo de cosecha ajena, escogidas de las novelas de Alejandro Dumas o Javier de Montepin, manteniendo en embeleso a los obreros. Era un gigante en estatura física y moral, y solía decir discursos completos mientras dormía, tan obsesionado se hallaba con la defensa de los derechos de los trabajadores. Organizó los sindicatos de zapateros en San José, y luego el partido Vanguardia Popular lo envió a Golfito para iguales tareas proselitistas, y allí falleció de una mordedura de serpiente terciopelo; pero como era tan gigante, el veneno tardó tres días en llevarlo a la muerte.

Es algo que pienso preguntarle a Onofre Guevara cuando tengamos una de esas tantas conversaciones que nos debemos. Por qué los zapateros, y no los albañiles, los carpinteros o los hojalateros, o por qué también los tipógrafos de antaño de los que conocí en la Imprenta La Antorcha de León, cuando imprimíamos allí la revista Ventana, y se llamaban entre ellos camaradas, no sé si por militantes comunistas o por costumbre bromista, porque todos eran bromistas de marca mayor, y discutían desnudos de la cintura para abajo en aquel calor de fragua mientras, de pie, sacaban los tipos de plomo de los chibaletes con velocidad de rayo para ir formando las galeradas, y dividían su mente entre el original colocado a su lado y los temas de la incesante conversación en la que Fernando Gordillo y yo entrábamos, tratados con el respetuoso título de bachiller.

Onofre, que conoció esos talleres de zapatería por oficio, sabe que fue en sus bancos y no en las fábricas, que no existían, donde se empezaron a formar los movimientos sindicales y los partidos de los trabajadores, quizás porque las zapaterías estaban conformadas como verdaderas aulas fraternales, con estrecha vecindad entre los zapateros, y no había ningún fragor de máquinas que se impusiera a la palabra, con lo que recuerdo las fábricas de puros habanos de Cuba donde el silencio era tan conventual que dio paso a la costumbre de un lector que se instalaba en un atril a leer en voz alta novelas que se sucedían por capítulos, dejando el suspenso para el día siguiente.

Tipógrafo fue Pancho Bravo, personaje legendario en las luchas sociales de Nicaragua, y zapatero fue Emilio Quintana, autor de la novela Bananos, porque también fue trabajador de las plantaciones bananeras en Costa Rica junto con Manolo Cuadra, y zapatero Onofre Guevara, que se forjó como intelectual en las lides obreras, y pronto pasó al periodismo combatiente, que es otro de los caminos misteriosos acerca de los que me gustaría averiguar. De los tallares de tipografía a las mesas de redacción, pase, porque eran a veces lugares vecinos, y oficios de manipular letras ambos. ¿Pero de los talleres de zapatería a los periódicos? ¡Qué mejor contradicción al viejo adagio conservador de “zapatero a tu zapato”, que recuerda la inamovilidad en la corporación de oficios de la edad media!

No hay que olvidar que estamos de cara al intelectual que ha entrado al mundo de las letras por una puerta poco acostumbrada, que no es la de la academia, o la de la universidad, sino la del taller donde todos aprenden y enseñan, el ágora que huele a cuero y a pegamentos; de cara al autodidacta que aprende a formarse solo, dueño de su propio programa de lecturas porque leer es la única manera de aprender a escribir, eso ya se sabe, y sin aprender a escribir bien, nadie puede hacerse nunca periodista verdadero, así se venga de las aulas.

Del banco de zapatería a la mesa de redacción, y al mismo tiempo a la militancia, un camino arduo que se abre en la vida de Onofre a través del compromiso, de las convicciones, de los principios, de esas escogencias que se hacen en la juventud y ya nunca cambian, y cuando cambian, convierten la existencia en un verdadero descalabro moral. De eso tenemos, por desgracia, numerosas pruebas en la Nicaragua contemporánea asechada por los demonios de la dualidad y del engaño.

A Onofre la revolución lo halló en plena madurez, y la entendió como un fenómeno que habría de cambiar para siempre su vida, como habría de cambiar la vida de muchos otros. No era una circunstancia política más en la historia de Nicaragua, sino la oportunidad de que el país cambiara desde sus raíces en base a una propuesta que era antes de nada ética, y quiero subrayar desde ahora esta palabra clave. Él la entendió como lo que era, una oportunidad de lograr que la historia dejara atrás su fatídico comportamiento regresivo y repetitivo, lleno de constantes falacias y mentiras. Una historia que hasta entonces no era ética, y por eso se hallaba preñada de falsedades, de histrionismos de la peor calaña, de corrupción y de veleidades.

Una de las maneras de pensar la historia con esperanza en tiempos de conmociones, como ocurre en una revolución, es que todo cambie de manera que la historia nunca vuelva a repetirse como antes, y que los viejos presupuestos sean sustituidos para siempre por otros nuevos hasta que, y ésta es la desgracia, esos viejos presupuestos de conducta que se han quedado agazapados vuelven a surgir con vigores renovados para terminar imponiéndose otra vez. Un cambio de actores, nada más, que vuelven a vestir los mismos disfraces. Y, Onofre lo sabe, es algo que nos ha ocurrido en el curso de nuestras propias vidas, para nuestro propio asombro, de modo que hemos sido testigos, al mismo tiempo, del amanecer y del ocaso, sin que la historia haya aguardado a poner distancia entre la esperanza y la decepción. Esto es lo que debemos llamar la catástrofe ética.

La ética, que a muchos ha llegado a parecer pasado de moda, sigue siendo un concepto vital para entender los fundamentos de la revolución, y, obviamente, los fundamentos de nuestras propias vidas. Una revolución no es sino vidas en movimiento. Una revolución que en su momento representó una verdadera epifanía, un encuentro con el milagro, que recogió en su fundamento moral una corta pero intensa tradición formada en los cuarteles guerrilleros clandestinos donde la guía de conducta era el desapego a cualquier otro interés que no fuera la revolución misma, con toda su cauda seductora de futuro ante el que había que sacrificar el pasado oneroso que los jóvenes habían recibido en herencia.

Fue el tiempo cuando los jóvenes tenían mucho que enseñar a sus mayores, y lo hacían procurando, como el más intransigente de sus empeños, que la prédica calzara con los actos, lo primero de todo la renuncia a los bienes materiales, lo que quería decir, a la vez, la renuncia a la riqueza injusta, a la acumulación de poder económico, a la cultura del dinero fácil, de los negocios amañados, de las coimas, del provecho de los negocios con el estado. Vivir como los santos, según el santo decir de Leonel Rugama, era la única manera de hacer posible la revolución. Cuando el espejo nos devuelve la imagen contraria, y todo se vuelve rapiña, ventaja, arribismo, ambición de acumular cada vez más, la idea ética de la revolución viene a resultar ultrajada y humillada, y se vuelve fácilmente una caricatura. A alguien he escuchado decir por allí que en esta etapa del regreso al poder del Frente Sandinista, toca crear una burguesía verdadera para que la historia pueda seguir su curso, de modo que las nuevas fortunas que vemos crecer como los hongos después de la lluvia, tienen una justificación dialéctica.

Onofre ya traía consigo esa sustancia ética en sus huesos cuando entró en la revolución, se reconoció en ella, y lo que era la propuesta de su vida, la aceptó como la propuesta de la sociedad, que debía de cambiar de manera radical, un verdadero cambio moral. Y defendió y promovió el nuevo orden de cosas desde su trinchera de parlamentario, y desde su trinchera de periodista, y, claro está, desde su conciencia de clase afirmada en la brega de las luchas obreras, que era parte de todo su presupuesto ético personal.

A lo largo de los años de la revolución, inmerso en todos sus desafíos, Onofre no fue un testigo simplemente, sino un actor. Y desde el fin de los años de la revolución, cuando han pasado ya veinte años, también ha seguido siendo un actor. Un terco actor que regresa siempre a un escenario ya en ruinas y no cambia el sentido de su pensamiento, ni de las palabras que responden de manera estricta a ese pensamiento. Y cuando lo oímos hablar, y leemos lo que dice, podemos identificar una preocupación central y muy profunda que tiene que ver con la ética del poder.

Hay quienes ven el asunto de la ética como algo pasado de moda, y otros como algo que corresponde a los valores tradicionales, valores burgueses, se dice, que no son compatibles con los valores revolucionarios. A alguien he oído decir también que los revolucionarios no tienen por qué caer en el juego de sus enemigos que rechazan la corrupción, porque eso de la ética pertenece a los valores burgueses, y no se puede caer en ese juego. Lo importante es la acumulación de poder, y no hay poder verdadero sin el sustento del poder económico.

Estos no son más que adornos de la máscara de plomo que asfixia a Nicaragua en estos días. Si la revolución se perdió como proyecto de redención, fue precisamente porque su sustento ético resultó carcomido y ahora lo que se representa en el escenario donde se libró una vez la gesta más trascendental de la historia de Nicaragua, es una parodia. La palabra revolución, despojada de toda su sustancia, suena con ecos de falsedad, de engaño, a veces de burla. Es como un gran hueco por el cual se cuelan los pactos políticos obscenos, la repartición de cargos públicos y de granjerías, el atropello a las instituciones del estado, la concentración ilegal de poder personal, la corrupción en todo su abanico de manifestaciones degradantes.

Y de todas las preguntas que la pregunta fundamental de Onofre abre, acerca de la ética del poder, hay una que siempre me inquieta, desde una perspectiva ideológica, siguiendo el hilo de sus propias reflexiones: ¿se puede dejar de un lado la ética y seguir siendo de izquierda? ¿Es la izquierda compatible con el enriquecimiento ilícito, los fraudes electorales, los abusos de poder, la burla al sistema democrático, las ambiciones del poder para siempre a través de sucesivas reelecciones, el caudillismo de aura populista? No se puede. La única izquierda real posible es la que se asienta en un cúmulo de principios de sustancia ética entre los cuales se haya, de manera infaltable, el respeto a la voluntad popular libremente expresada. Esa voluntad de los ciudadanos no puede ser sustituida ni malversada.

Lo contrario es despojar a la izquierda de su sentido de lucha por un mundo distinto más justo y más solidario. ¿Cómo se puede aspirar a construir un mundo justo y solidario en el frágil terreno sembrado de los vicios del pasado, de los vicios de siempre? La izquierda no tiene que ver tampoco nada con la mentira. Y la peor de las mentiras es tratar de ofrecer un mundo falso envuelto en la vieja retórica revolucionaria.

La tiranía, cualquier clase de tiranía, o de intento de tiranía, no tiene nada que ver con la izquierda. Ni la corrupción. Ni las fortunas nacidas de la noche a la mañana. Ni el afán de silenciar a quienes critican los actos de poder y critican a los poderosos a través de los medios de comunicación. Ni el vasallaje. Ni el culto a la personalidad. Ni la megalomanía. Ni el servilismo cortesano.

Es el sustento moral en la política el único que puede crear verdaderos estadistas, capaces de transformar la realidad, y transformar sus valores. Es la ética la única capaz de ofrecer una visión de nación, una visión de largo plazo.

A diferencia de la justicia, a la que se representa con los ojos vendados, la historia mantiene siempre los ojos bien abiertos y no se equivoca en sus juicios a la hora de escoger a quienes de verdad la hacen cambiar de curso. Y quiero poner un ejemplo con el que sin duda Onofre estará de acuerdo. El de Nelson Mandela, versus el de Robert Mugabe.

Mugabe, preso por diez años en las cárceles de la antigua Rodesia, fue aclamado como un héroe nacional durante la lucha armada en contra del régimen racista, al que terminó derrotando en 1980 para crear la república de Zimbawe y convertirse en el líder del país, primero como primer ministro y luego como presidente por los últimos treinta años tras sucesivas elecciones en las que no han faltado los fraudes electorales. A los 86 años de edad sigue sin querer apartarse del poder, y lejos ya de las hazañas de la lucha de liberación nacional, se sostiene gracias a la represión brutal y a la lealtad de un partido corrupto, y en su haber se haya la destrucción de la economía, y el empobrecimiento cada vez mayor de la población.

Mandela pasó en la cárcel 27 años de su vida en castigo por su lucha en contra del régimen racista de Sudáfrica, vecina a Zimbawe, hasta que fue electo el primer presidente negro de su país tras una de las luchas populares más heroicas y trascendentes de que el siglo veinte tuvo memoria. Mandela se encarnó en la conciencia de su pueblo oprimido como un líder natural, más allá de los votos, y pudo hacerse quedado en la presidencia todo el tiempo que hubiera querido, hasta hoy mismo, cuando ha llegado a los 92 años de edad, y como líder indiscutido del Congreso Nacional Africano, su partido.

Sin embargo, al término de su período presidencial de cinco años, Mandela dio paso a la escogencia de su sucesor, renunciando a la reelección, y dejó el poder en la plenitud de su prestigio mundial. Se apartó con humildad, y en su cuenta no hay abusos de poder, ni actos de corrupción, sino la visión de un hombre que quiso construir un país democrático y unido, más allá de las fronteras raciales. Un estadista verdadero, que basó su sentido del poder en la ética, y en la lealtad a sus principios, el mismo cuando estaba en la cárcel que cuando estaba en el palacio presidencial.

La historia no recordará a Mugabe sino como un tirano corrupto, de los que hay muchos, que frustró un proyecto de nación y falseó la palabra liberación y la palabra revolución en el más abyecto de los sentidos. Mientras tanto Mandela es un símbolo. La más valiosa de los figuras mundiales del siglo veinte, una figura ética por sobre todas las cosas.

¿Cómo puede hacerse una revolución sin un Mandela a la cabeza? Y peor que eso, ¿cómo puede pretender repetirse una revolución, lejos de lo que Mandela encarna?

Esa es la lección que estamos oyendo constantemente de los labios de Onofre Guevara cuando insiste en ligar la ética a los actos de poder. Sin la ética, todo se viene abajo.

Vale la pena haber vivido ochenta años en la forma en que Onofre Guevara lo ha hecho. Por la fidelidad de su conducta personal con sus ideas. Por la fidelidad de sus ideas con sus palabras. Por la ética de su vida, en armonía con su propuesta ética para la vida política.

Una vida que produce gozo al contemplarla, unas ideas que producen esperanza al leerlas en sus escritos. Cuando este país encuentra un día los cauces de la justicia, de la equidad y de la democracia, cuando el poder sea un instrumento que sirva para dar un sentido moral a la nación, habrá que recordar cuánto le debe Nicaragua a la lucidez de Onofre, a su visión de país democrático, a su terquedad de espíritu, a su dedo señalando el vicio público y reclamando las virtudes.

Un ciudadano fuera de época y fuera de serie que nos recuerda que si el poder se ha corrompido, y ha corrompido a sus protagonistas, abajo yace una nación a la que él representa con su pensamiento, que nunca ha perdido la guía de sus valores fundamentales, y que volverá por ellos, reclamándolos, a la hora llegada.

Sé que todo esto es demasiado para la modestia de Onofre, pero también sé que es poco para la justicia que debemos a los actos de su vida.

Escuchemos entonces a este hombre que no clamará en el desierto mientras nosotros no aceptemos ser el desierto.


martes, 16 de febrero de 2010

Carta a Robbie Salomón, director de teatro

Estimado Robbie:

Todo sabe que vos tendrás que ser el ministro de Cultura, si realmente queremos apostar a la cultura como motor de nuestro desarrollo.

Aparte de que vos no querés dejar lo que estás haciendo exitosamente como director de teatro en Europa y dirigiendo el Teatro Luis Poma, el problema es que han reducido Concultura en una dependencia de la Presidencia, en vez de darle mas autonomía y más peso. Con las consecuencias fatales que hemos visto con el despido de Breni Cuenca, quien se negó a permitir que el presidente y su esposa intervinieron en su trabajo.

Claro que vos no puedes repetir el mismo error de Breni Cuenca y aceptar convertirte en el secretario de Cultura de la Presidencia. Como dijo Breni luego de su sustitución por el presidente: “La cultura no debe estar tan cerca del poder...”

Pero vos, Robbie, tenés la solvencia de exigir que se crea un Ministerio de Cultura, con peso, con autoridad y con autonomía suficientes para desarrollar una política de cultura del Estado, del país - no del gobierno o del presidente de turno.

La alternativa es: O tendremos un secretario de Cultura dispuesto a dejarse mangonear por las ambiciones personales y políticas de la pareja presidencial. Por que el que ahora acepte este cargo sabe que este es el papelón que le espera. O presionemos todos al gobierno que separe Cultura del juego del poder y cree un Ministerio de Cultura como el país merece. Y que le encarguen su construcción a alguien con tu prestigio e independencia.

Saludos, Paolo Lüers

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lunes, 15 de febrero de 2010

Para epidemias especiales, remedios especiales

Nuestro país atraviesa un nivel desbordado de actividad criminal, que abruma la capacidad del estado y de la sociedad para poder enfrentar el problema, y por tanto, este ha adquirido características especiales, es imperativo que se ejecuten consecuentemente medidas especiales. Está absolutamente comprobado que las pandillas se constituyen como el principal problema para la seguridad pública en nuestro país. La violencia, muertes y zozobra que causa el accionar de las pandillas han llegado a niveles intolerables que no tienen precedentes. Criminólogos de renombre internacional como Peter Lupsha han planteado que el crimen organizado impacta en las sociedades y se desarrolla en fases que denotan su nivel de organización y afectación pública, siendo estas fases La Depredadora, La Parasítica y La Simbiótica. En nuestro país es alarmante ver como las pandillas están alcanzando un nivel de desarrollo y complejidad tal que ya casi alcanzan la fase simbiótica. Lo cual definitivamente podría contribuir a que El Salvador se convierta en un estado fallido donde el estado de derecho, la democracia, el desarrollo y la paz se verían dramática y catastróficamente golpeados. El criminólogo nacional, Carlos Ponce advirtió hace algún tiempo, el proceso evolutivo de las pandillas en nuestro país.

En la fase Depredadora los pandilleros se organizan, cometen delitos y actos de violencia, primordialmente como una forma de identidad o expresión grupal. En la fase Parasítica se prioriza la el delito lucrativo, los pandilleros y sus familiares dependen económicamente del producto de sus actividades criminales, ejercen dominio territorial y presión social. En esta fase el sentimiento de indefensión e impotencia de la población crece, la credibilidad y confianza en las instituciones disminuye, y el sentimiento de impunidad de las pandillas aumenta. En nuestro país la forma de extorsión mal llamada “Renta” se ha generalizado exorbitantemente, de tal modo que en la mayoría de zonas del país ha sobrepasado al robo común, convirtiéndose en el delito de mayor impacto actualmente. Las pandillas operan de manera abierta y comienzan a ser vistos como algo, aunque nefasto, cotidiano. En barrios, colonias, caseríos y mercados se conoce sobre las atrocidades de los pandilleros, es secreto a voces cómo, dónde, cuándo y quién comete los crímenes. En esta fase ya están las pandillas salvadoreñas, se han convertido en verdaderos parásitos de la sociedad que han alcanzado jerarquías supraterritoriales.

Uno de los aspectos más relevantes de la fase Parasítica es la manipulación que ejerce el crimen organizado sobre representantes comunitarios o funcionarios públicos, a través del soborno, el chantaje y la intimidación. Así mismo comienzan a utilizar sus fachadas de empresa y de organizaciones sociales, para buscar representación e influencia política. Aquí hemos ya visto conferencias de prensa y marchas de protesta organizadas por pandilleros, planificación de desordenes y fugas simultáneas en los centros penitenciarios, empresas de transporte que fueron arrebatadas a sus antiguos dueños y que ahora son operadas por clicas, pandilleros negociando participación en consejos municipales y ONGs claramente vinculadas - sino operadas- por pandilleros activos.

En la Fase Simbiótica, que es la más compleja, la interrelación alcanzada por el crimen organizado con los sectores político y económico es interdependiente. El ejemplo más visible de esto fue lo que sucedió en la ex Unión Soviética después de la Perestroika, donde las mafias del contrabando, cabecillas de las pandillas urbanas, narcotraficantes locales, ex militares, funcionarios y burócratas corruptos, y ex agentes de los servicios de inteligencia, dieron vida a la ahora mundialmente conocida Mafia Rusa. Esta última, ha logrado permear a los más altos niveles del mundo financiero, empresarial y político en las nuevas repúblicas ex Soviéticas.

Muchos pueden hacer burlas a este ejemplo, pero hay que notar que uno de los cabecillas más temidos de la mafia Rusa, recién capturado en España, comenzó en las calles de Moscú como un maleante de poca monta que se jactaba de sus tatuajes. Por otro lado, si lo vemos objetivamente, el impacto general en el día con día de la población rusa no tiene comparación con lo que soporta un alto porcentaje de nuestra población diariamente. Ya una pandilla, cuyo nombre tristemente evoca nuestro país, fue declarada por el Fiscal General de los Estados Unidos como amenaza a la seguridad nacional de ese país, donde varios de estos han sido incluidos en la lista de los más buscados por la justicia federal. Hemos visto pandilleros salvadoreños convertirse en cabecillas de narcotráfico y de grupos de secuestro a nivel regional; algunos de ellos podrían estar ya en la lista de los asesinos más prolíficos en la Historia Universal. Connotados asesinos en serie que se hicieron famosos inspirando conocidas obras literarias y películas, cometieron homicidios en números que se podían contar con los dedos de las manos. Aquí hemos conocido pandilleros, responsables de manera directa de más de 40 homicidios con lujo de barbarie.

Por otro lado si medimos el efecto relativo de cómo este flagelo afecta a nuestra población, y lo comparamos con el impacto de otros grupos criminales organizados en cualquier otro país democrático, no se me ocurre pensar en otro grupo criminal que se compare a las pandillas que aquí tenemos.
El problema es gravísimo. Los procesos judiciales y el encarcelamiento, lejos de reformarlos y contenerlos, les abona, según ellos mismos pregonan, a su experiencia, organización y prestigio. El accionar de las pandillas incluso involucra cosas tan abominables como los ritos satánicos, desmembramiento de víctimas, el homicidio aleatorio de iniciación, el reclutamiento y utilización sistemática de menores de edad, el fomento de antivalores y subculturas, actos continuos de terrorismo criminal y asesinatos en contra de transportistas, trabajadores y comerciantes; y, el sangriento desafío y burla al que diariamente someten a nuestro querido pueblo. No existe remordimiento ni culpa, el pandillero y en muchos casos hasta sus familias, viven de lo que arrebatan violentamente, y lo peor de todo es que se vanaglorian y se enorgullecen de ello. Retan al Estado y a la sociedad; se da un caso en el que utilizan una granada, y cuando cunde la alarma a nivel mediático, responden con andanadas de casos similares, igual ha sucedido con masacres y con los macabros paquetes que adrede dejan en lugares públicos.

Delitos como la distribución de drogas ilegales, robo de mercadería, secuestro y asaltos a viviendas y negocios, ya no solo involucra a pandilleros, sino que poco a poco se vuelve un monopolio de estos.

Es tiempo que atendamos como nación este grave problema pensando en el derecho a la seguridad de nuestros hijos y de futuras generaciones. Hay que dejar a un lado sesgos políticos e intereses partidarios, es tiempo que se retomen las buenas ideas que se han planteado hasta la saciedad, y que se planteen soluciones innovadoras. En la discusión de este tema ya no deben prevalecer los dogmatismos inflexibles, las imprácticas visiones meramente teóricas, y sobre todo la soberbia, tanto intelectual como ideológica. Si el Gobierno reconoce que carece de un verdadero plan, y junto a los otros Poderes del Estado, la Fiscalía General de la República, hacen lo propio, y se apoyan en los gobiernos municipales, el sector privado y la sociedad en general; se podrá impulsar un verdadero Plan de Nación contra las pandillas y la delincuencia. Un plan que sin reñir con los derechos de las personas, reconozca que se tiene que imponer el bien común y el derecho a la tranquilidad de la mayoría de salvadoreños, sobre el exacerbado derroche de garantías para los pandilleros y los maleantes de todo nivel. Un plan que ejecute medidas contundentes, y drásticas, pero que sean prácticas y aplicables. Es menester reformar las leyes que sea necesario, crear las que se requieran, e impulsar acciones operativas y administrativas efectivas, tanto a nivel policial y penitenciario, como para la FGR y Organo Judicial, combinando lo que ya dio resultado con lo novedoso, y apoyándose en todas las capacidades instaladas del Estado, incluyendo a la Fuerza Armada. Es imperativo que se reconozca que los planes preventivos, si bien necesarios, no lograrán nada por si solos, y que la dimensión real del problema abruma a las instituciones del Estado, tal cual se pretende funcionen hoy por hoy. La realidad exige que se reconozca oficialmente a las pandillas como CRIMEN ORGANIZADO y AMENAZA NACIONAL. Si esto no se hace, serán cada vez más las familias que sufrirán el dolor de ver a un ser querido asesinado, se seguirá frenando el desarrollo, y miles de niños y niñas serán víctimas, y luego…. victimarios, porque ineludiblemente se convertirán en pandilleros. Pero sobre todo, si no se hace lo que toca, no se podrá detener el claro y marcado camino que llevan las pandillas hacia la simbiosis con la sociedad salvadoreña.

(San Salvador, 2009)

domingo, 14 de febrero de 2010

'The Military Is Not Suited to Pursue Criminals'

Drug-related violence is once again on the rise in Latin America. Former Brazilian President Fernando Henrique Cardoso, 78, told SPIEGEL that the drug war has failed and that it is time to try a new strategy: decriminalization.

SPIEGEL: Mr. President, why do you and the former presidents of Mexico and Colombia, Ernesto Zedillo and César Gaviria, want to liberalize drug use?

Cardoso: The drug problem endangers the Latin American democracies. Addicts are a case for the doctor, not the police.

SPIEGEL: You even want to allow cocaine?


Cardoso: Many people in Brazil take drugs. During my term in office, we destroyed cannabis plantations, but it didn't do any good. With such a thriving market, there is always someone who will risk everything. We have to fight organized crime and, at the same time, decriminalize drug use for addicts.

SPIEGEL: But wouldn't that only further stimulate the demand for narcotics?

Cardoso: The only way to find out is to try.

SPIEGEL: Is the Brazilian government even prepared to handle an onslaught of addicts?

Cardoso: No, which is why it can't happen from one day to the next. If you don't reduce demand, the war is lost. We have to fight back with education. It's similar to the fight against AIDS: You can't ban sex, but you can make it safer. We were very successful with that in Brazil.

SPIEGEL: Washington spends billions of dollars on military and police assistance to fight the drug trade in Latin America. Is this a wise investment?

Cardoso: When I was in Colombia on a state visit, the general in charge of drug enforcement said to me: Although we are killing the smugglers here, we haven't managed to contain the smuggling. The profits are so immense that the ones who are killed are replaced right away.

SPIEGEL: Haven't the authorities succeeded in breaking apart the big cartels?

Cardoso: The drug trade today is no longer vertically structured. Instead, it operates in small cells that can be disbanded at any time. Such structures are much more difficult to combat. Besides, Mexicans have replaced the Colombian drug traders. The United States pursues a two-faced policy: It bans drugs, and yet it permits the sale of weapons. As a result, the Mexican gangs go across the border to get their guns.

SPIEGEL: How do you feel about the use of military force against the drug mafia?

Cardoso: When I was president, Washington wanted to set up a joint military supreme command in the fight against drugs, but we never accepted it. The military is not well suited for the pursuit of criminals.

SPIEGEL: So far the US has advocated a tough anti-drug policy. Does US President Barack Obama see things differently?

Cardoso: There are some indications that he does. The old approach has failed. Afghanistan is the best example of that. Despite the presence of US troops there, opium production is flourishing. And drug use hasn't declined in the United States, either, where hardly any marijuana is imported anymore. Most of it is produced domestically.

SPIEGEL: After the US, Brazil is the second-largest drug market in the Americas.

Cardoso: Drug consumers are primarily from the middle and upper classes. These people must recognize that they are partly responsible for violent crime. Cocaine is becoming a people's drug. In every society, there is a certain percentage of addicts who are lost causes. Many others, however, could be saved. These are the people we have to reach.

(SPIEGEL-Online, Alemania)