domingo, 27 de julio de 2025

En tiempos de opresión, el periodismo se eleva a la altura del desafío. Columna Transversal de Paolo Luers

 

Tiempos de crisis, opresión, guerra o dictadura vuelven más peligroso el oficio del periodismo - pero también provocan mejor calidad. 

Publicado en  El DIARIO DE HOY, domingo 27 julio 2025

 

(Este artículo es parte de la edición especial de El Diario de Hoy del domingo 27 de julio 2025 sobre el periodismo en El Salvador)



I.
El Martinato

La dictadura del Gral. Maximiliano Hernández Martínez provocó el surgimiento de un periodismo que antes no existía en el país: crítico, valiente, combativo. Sufrió, pero se levantó a nuevas alturas. Al fin, el periodismo ganó la batalla contra la dictadura. Este Diario surgió de esta prueba como periódico de referencia del país.


 

II.
De la represión a la guerra

Cuando el país cayó en caos en los años 70 y 80, con fraudes electorales, movimientos populares, represión, terrorismo del Estado y guerra civil, surgió otro tipo de periodismo. Pero esta vez, no fueron los periódicos de referencia los que respondieron al desafío y dieron un nuevo impulso al periodismo. Por lo contrario, tomaron un papel de complicidad con el poder militar que mantenía el control del país y su gobierno. 

Pero en situaciones de crisis y emergencia, no puede haber un vacío de opinión critica, disidencia – y periodismo. Así como nacieron otras formas de oposición (movimientos populares más masivos y beligerantes - y al fin, la guerrilla) y otras formas de liderazgo (monseñor Romero), también nacieron nuevas formas de periodismo, antes nunca vistas: periódicos alternativos como El Independiente y La Crónica del Pueblo; la radio YSAX del arzobispado de San Salvador. Todos perseguidos y bombardeados para callarlos. Entonces, para llenar el vacío, surgieron -ya en plena guerra- las dos radios guerrilleras, Venceremos y Farabundo Martí. Nunca hubo silencio, nunca el periodismo se rindió. Igual que bajo el Martinato, sufrió represión, bajas, exilios y reveses, pero sólo para levantarse a nuevas alturas.

La guerra civil atrajo la atención del periodismo internacional. En el 1981, el Camino Real se llenó de oficinas de agencias de noticias, cadenas televisoras, grandes periódicos. Corresponsales de todo el mundo comenzaron a trabajar con asistentes, stringers y periodistas salvadoreños. Fue una escuela de periodismo. Bajo la tutela y protección de grandes medios internacionales surgió una nueva generación de reporteros, un periodismo más profesional y consciente de su rol como contrapeso al poder. 


 

III.
La aventura de
libertad y democracia

Cuando al terminar la guerra comenzó la transición democrática, hubo una generación de periodistas, conformada por quienes habían trabajado con los corresponsales y quienes habían trabajado con la guerrilla, ansiosa a transformar el periodismo nacional y convertirlo en un motor de la democratización. Querían hacer un periodismo a la altura de los medios con los cuales habían trabajado durante la guerra: El NY Times, Time, El País, Le Monde, Reuters, CBS y BBC, etc.

 

De repente todo parecía posible: en la política, en la reconstrucción y reconciliación del país – y en el periodismo. Hubo mucho entusiasmo, pero también límites, errores, reveses. Los medios tradicionales, en vez de abrazar a la nueva generación de periodistas, se encerraron en sus esquemas de un periodismo conservador cercano al poder. Los experimentos editoriales alternativos, que se emprendieron con gran entusiasmo, se toparon con la falta de recursos, pero también de experiencia gerencial. A puro idealismo no se levantan medios de comunicación nuevos. También se toparon con la resistencia de los liderazgos de izquierda de apoyar a un periodismo independiente, profesional y crítico frente a todo el espectro político. Quedaron trabados en el concepto de medios partidarios al estilo de Radio Sandino y Barricada en Nicaragua. Por todos estos factores fracasó el intento de convertir las radios guerrilleras en medios autónomos, dirigidos por editores profesionales con criterios de ética periodística, no por cúpulas partidarias. Cuando al fin se lograron liberar del yugo partidario, se toparon con las limitaciones económicas. En el camino perdieron todo el enorme prestigio que habían acumulado durante la guerra. Al fin, se convirtieron en radios puramente comerciales, y aun así fracasaron. Unas oportunidades muy grandes, perdidas.

 

Pero surgieron otros proyectos editoriales, diseñados con más claridad sobre el tipo de periodismo que necesitaba el país. Exmilitantes del Frente, juntos con un grupo de periodistas jóvenes independientes, fundaron un periódico, con apoyo de la cooperación alemana: Primera Plana, un semanario con intención de convertirse en diario. Durante su corta existencia (1 año), PP se convirtió en un ensayo de cómo podía ser el nuevo periodismo de la posguerra: irreverente, alérgico a influencias partidarias, ejerciendo crítica tanto a la derecha como la izquierda. Otra escuela del periodismo. Tuvo éxito editorial, creció en su circulación, su venta de anuncios y su influencia, pero no lo suficiente. Dirigentes de la izquierda partidaria, incapaces de aceptar que un periódico de izquierda los criticara, presionaron a la cooperación internacional a suspender el financiamiento para PP. Los alemanes habían firmado un convenio de financiar al proyecto por tres años: 100% para la inversión; 75% en el primer año; 50% en el segundo; 25% en el tercero. Luego, tenía que ser auto sostenible, igual que cualquier periódico nacido de una inversión capitalista. Nunca se supo si esto, en el caso de Primera Plana, hubiera funcionado, porque los alemanes suspendieron el financiamiento luego de sólo un año, a pesar de que PP había cumplido con superávit la meta de lograr 25% de sostenibilidad. No se logró nuevos financiamientos, tampoco la entrada de inversionistas nacionales. Primera Plana cerró. Fueron decisiones políticas que causaron este fracaso. Una gran pérdida para la izquierda, que urgentemente necesitaba un medio de izquierda que la criticara.

 

Sin embargo, este ensayo, aunque fracasado, logró impulsar un renovado periodismo, incluso dentro de los periódicos grandes. Sus reporteros fueron absorbidos por los diarios y de repente salieron revistas dominicales que se parecían mucho a PP. Otra vez se comprobó que la demanda de periodismo bueno es tan imperante que no puede quedar un vacío. Surgió otro proyecto: El Faro. Sus fundadores apostaron a la nueva tecnología, convirtieron El Faro en el primer periódico digital de Latinoamérica – y lograron romper el nicho de periodismo alternativo y poco a poco convertirse en el medio de referencia del periodismo investigativo. 

 

A paso lento los periódicos tradicionales se modernizaron y se abrieron a un pluralismo político, que antes estaba vetado. Jugaron un rol importante en el escrutinio de abusos gubernamentales, tanto de los gobiernos de derecha como de izquierda, y profesionalizaron su planta de editores y reporteros. Tuvieron sus conflictos con los gobiernos, sobre todo los de Saca, Funes y Sánchez Cerén, en temas de política fiscal, de seguridad pública y, sobre todo, de corrupción. Sus posturas los hizo crecer, por lo menos en credibilidad. Esto, en tiempos que los medios televisivos, bajo la presión de lo respectivos gobiernos, paulatinamente abandonaron el periodismo crítico y se alinearon con el poder de turno.


 

IV.
El nuevo desafío
para el periodismo


Esta es la situación del periodismo nacional en el momento que el país entra en una nueva fase: el retorno al autoritarismo, que tiene nombre: el Bukelismo. Nuevamente se comprueba la experiencia: Bajo situación de hostilidad y represión, el periodismo sufre, pero también crece. Sufre pérdidas financieras, persecución fiscal, boicot gubernamental, chantajes, amenazas - pero sigue cumpliendo su misión. Hay una falta total de transparencia gubernamental, pero los medios independientes logran abrir fuentes, incluso dentro del aparato estatal. El buen periodismo, ahora que es más necesario que nunca, da frutos. El rol de El Faro en esta faena lo obliga a ir al exilio. Pero el periodismo sigue trabajando y aportando información necesaria, tanto desde el exilio como en el interior. El exilio no debilita al periodismo. Hay redes de información que siguen funcionando, incluso se amplían y posibilitan que el periodismo puede seguir investigando, a pesar de la total opacidad del Estado. 

Está vivo el periodismo salvadoreño.





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