viernes, 9 de septiembre de 2016

Columna transversal: Lo que hace falta es medir las fuerzas

Igual que en 1989, el país necesita que se defina la correlación de fuerzas. Y sobre la nueva correlación de fuerzas que salga, se podrá seriamente negociar para llegar a acuerdos de país. Antes no.

En ciertas coyunturas –y hoy parece que estamos en una de ellas- las páginas de los periódicos y los espacios de entrevistas en televisión se llenan de llamados al diálogo, a la concertación, a llegar a ‘acuerdos de país’, y a ‘superar la polarización’. Algunos, incluso, hablan de la oportunidad para  ‘un acuerdo de paz de segunda generación’. Mucha gente inteligente difundiendo humo…

Irónicamente, casi siempre cuando estos llamados suenan más alto, son los momentos cuando menos es realista pensar que se puede llegar a este tipo de acuerdos. Hay una verdad que muchos o no entienden o frecuentemente olvidan: Para que pueda haber acuerdos sostenibles, tiene que estar clara la correlación de fuerzas – porque si no, se negocia sobre ilusiones, pretensiones falsas o apariencias, y no sobre realidades.

Acordémonos: para que la negociación como método para terminar la guerra se convierta de  una idea en un proyecto político realista y viable, primero había que pasar por una medición de fuerzas en noviembre del 1989. La idea nació con el triunfo electoral de Cristiani, pero la negociación seria comenzó luego de que en noviembre de 1989 se comprobó que ninguno de los dos bandos podía ganar la guerra.

Los acuerdos de paz de Colombia se hicieron realidad luego de que, en el terreno militar, resultó evidente que Uribe había logrado debilitar a las FARC al punto que ya no podían aspirar a romper el aislamiento político y social con métodos militares o terroristas – pero igualmente se había hecho evidente que tampoco el estado tenía la capacidad de aniquilar a la guerrilla. Estando las cosas claras y las fuerzas medidas, valió la pena sentarse y negociar. El resultado está sobre la mesa.

Bueno, nosotros no estamos en guerra. Pero sí estamos en una situación de fuerte polarización entre gobierno y oposición – tan fuerte que en buena parte paraliza la política y no permite solucionar los graves problemas del país.

Mi tesis: Igual que en 1989, el país necesita que se defina la correlación de fuerzas. Y sobre la nueva correlación de fuerzas que salga, se podrá seriamente negociar para llegar a acuerdos de país. Antes no.

Para decirlo de otra manera: Luego de 7 años de gobiernos del FMLN; luego del colapso del entusiasmo de la alternancia y de ‘el cambio’; luego que el fenómeno Funes haya llegado a su triste final con su fuga a Nicaragua para evadir la justicia; luego de todo el impacto que todo esto tiene sobre el FMLN y sus relaciones con la sociedad civil; luego de que ARENA comienza a salir de la prolongada crisis que le provocaron el fenómeno Saca y la pérdida del poder, no se pueden tomar decisiones políticas de gran trascendencia ni pactar soluciones serias sin antes medir la verdadera correlación de fuerzas entre el FMLN y ARENA – y el respaldo que cualquiera de los dos tiene en la sociedad civil, no solo en cuanto a votos, sino en cuanto a sinergia que pueda movilizar para recomponer al país, su economía y su convivencia cívica.

Bueno, pero no tenemos elecciones hasta en el 2018 para medir la nueva correlación de fuerzas. ¿Qué hacemos mientras tanto? Mientras tanto, las fuerzas políticas del país, sobre todo los polos FMLN y ARENA, van a tener una sola prioridad: ganar las elecciones del 2018 y del 2019. Y tienen toda la razón. Lo más importante es que en estas dos elecciones se defina la correlación de fuerzas y que salga un gobierno fuerte, con un mandato claro en cuanto al rumbo que hay que dar al país. Y esto es importante para el país, no solo para los partidos. De esto depende la posibilidad de abrir, una vez definida la correlación real de fuerzas, una negociación seria para llegar a las políticas del Estado necesarias para regenerar al país.

Pero ojo: Un mandato suficientemente claro solo va a surgir de un proceso electoral de gran altura donde la gente realmente podrá optar por propuestas políticas claramente definidos. Generar estas tiene que ser parte de la prioridad de los partidos de aquí al 2019. Por que si no hay claridad sobre las diferentes opciones,  no hay manera que una negociación política tenga éxito.

¿Esto significa que mientras tanto estamos condenados a la paralización de la política que conlleva la polarización? No. Nada impide que gobierno y oposición lleguen a acuerdos parciales, por ejemplo sobre cómo evitar que la crisis fiscal lleve a una crisis social y económica. Se puede llegar a acuerdos sobre cómo sentarse con el Fondo Monetario para mantener al estado a flote. Se puede llegar incluso a algunos acuerdos en cuanto a seguridad pública. Lo que no se puede esperar, antes de que se defina la nueva correlación de fuerzas, son acuerdos sobre el rumbo del país.
(El Diario de Hoy)