Carta de Eric López, referente al artículo de Rodrigo Samayoa "El agua y Suchitoto"
Los recientes eventos en Suchitoto nos demuestran: uno, las contradicciones paradigmáticas de los conceptos de desarrollo; dos, los problemas de la descentralización institucional; tres, los impactos sociales en lo “local”. Mientras el ejecutivo presenta la descentralización institucional del servicio del agua como una forma más de desarrollo y la vía hacia la modernidad, los usuarios que no han recibido o han recibido el servicio de forma irregular lo ven como un episodio más en la privatización de los servicios públicos.
En un continente donde se dan los porcentajes mas altos de polarizacion social y disparidad económica, a nivel mundial (Sachs, 2005), desarrollo puede significar muchas cosas diferentes en un universo infinito de conceptos e ideas. Además, ¿cómo nos aseguramos que ese desarrollo del que tanto hablamos y que tanto necesitamos se de equitativamente, o al menos en forma pragmática o tangible, de tal manera que pueda medirse cualitativamente en la condición de vida de los salvadoreños?
Desde ese concepto, la descentralización institucional de un servicio publico como el agua más parece un concepto foráneo que una política gubernamental bien hecha o un modelo de desarrollo. En un país, donde la mitad de la población o un porcentaje mayor depende de la compra de agua embotellada para satisfacer la demanda de consumo diario, la idea de una descentralización suena como una “pesadilla”.
Si fuéramos serios con nuestras ideas de descentralización y desarrollo, deberíamos de asegurarnos que el servicio de agua que se brinda, aunque limitado, estuviera limpio de contaminantes o material orgánico. De esa manera nos aseguraríamos que los productos manufacturados cumplen con los estándares y normas de calidad internacional.
Desde el punto de vista de una economía globalizada, donde los estándares son los que rigen en muchos casos la viabilidad, calidad y aceptación de las exportaciones, la calidad de nuestra agua puede condicionar si nuestros productos entran a un mercado o no. Además, ¿cómo nos aseguramos que al descentralizar las instituciones existen los mecanismos necesarios que garanticen los estándares de calidad a nivel nacional, dado que la exportación es supuestamente nuestro vehículo hacia el futuro.
Alternativamente, ¿cómo les garantizamos a los inversionistas que tenemos polos de desarrollo a nivel nacional con un servicio adecuado de agua, donde ellos pueden establecerse? Adjuntamente, ¿cómo les decimos a nuestros conciudadanos en las micro-regiones que ellos también pueden ser participes de milagro económico, sin tener que buscar fuentes alternas de abastecimiento?
El problema del agua en El Salvador es un problema muy serio, tan serio que requiere soluciones drásticas e innovativas, aún sin considerar los cambios climáticos. Sin embargo, hablan de descentralización cuando no somos capaces ni de adecuadamente manejar los desechos sólidos que producimos (basura) a nivel nacional, ni mucho menos elaborar una política realista y concisa que proteja los recursos naturales y regule los botaderos a cielo abierto, los cuales son la causa principal de la contaminación del agua superficial y los mantos acuíferos subterráneos.
Similarmente, carecemos de un plan maestro de ordenamiento del espacio que garantice un desarrollo urbano compacto, regulado y respetuoso de las zonas ecológicas de infiltración. Inversamente, debilitamos y aislamos aquellas instituciones que luchan por detener el desorden urbano prevalente por considerarlas un obstáculo al inalcanzable y lucrativo mercado inmobiliario, como es el caso de la OPAMS.
Esencialmente, si fueran serios los planes de descentralización y desarrollo, deberíamos de analizar sin sesgos ideológicos los impactos de la explotación minera y cancelar los permisos de extracción por los daños ecológicos que causan a los recursos hídricos.
Las políticas de desarrollo tienen que estar informadas por la realidad física, recursos, capacidad y desafíos, de eso tendría que depender si se descentralizan o no las instituciones. En el caso de gobiernos municipales o micro-regiones dotados de una capacidad administrativa, con los mecanismos legales y financieros para financiar sus propios proyectos de desarrollo, la descentralización es lo correcto. Simplemente porque ellos son los que conocen las necesidades primarias de sus habitantes, eso parece ser el caso con los habitantes de la zona urbana de Suchitoto.
¿Pero que pasa con los habitantes de las zonas rurales a nivel nacional que no cuentan con los recursos económicos o la capacidad institucional para financiar sus proyectos de desarrollo? En ese caso una institución centralizada es la única con los recursos y capacidad para suministrar en forma adecuada un recurso tan vital como el agua.
Para muchos salvadoreños, no caminar dos kilómetros y tener acceso a un servicio de agua regularmente sin temor a enfermarse, es una forma de desarrollo. ¿Estamos seguros que hablamos del mismo desarrollo cuando hablamos de “desarrollo”? No estoy seguro.