La escuela, que principalmente sirve a las comunidades incrustadas en La Escalón, había perdido a un hombre que se resistía a aceptar que sus alumnos, por su condición social y su lugar de vivienda, estaban condenados a vivir en miseria y violencia.
La Concha Viuda de Escalón, como muchas escuelas en nuestro país, es asediada por la violencia con la cual las pandillas tratan de institucionalizar su control las comunidades y su población, sobre todo la población joven. Pero gracias a la labor de docenas de profesores como vos, Ernesto, sólo una muy reducida minoría de alumnos de la Concha Viuda comparten los antivalores y la vida loca de los pandilleros.
Igual como, gracias al esfuerzo de cientos de madres y padres responsables y trabajadores, las comunidades de La Escalón son casi libres del cáncer de la violencia de las pandillas.
Esto es así también gracias a que estas comunidades no se encuentran en Mexicanos o Soyapango, sino en medio de La Escalón, de alguna manera favorecidos del desarrollo económico y de la armonía social de esta colonia.
Con vos, profe Ernesto, se ha ido un educador que llevó el trabajo por el futuro de sus alumnos más allá de la escuela: cuando empresarios y residentes de La Escalón lanzaron una iniciativa ciudadana para promover el desarrollo y la armonía social de su colonia, vos inmediatamente te incorporaste, para asegurar que tus alumnos fueran partícipes de estos logros.
Te fuiste, Ernesto, pero otros vamos a seguir construyendo este tu sueño que los jóvenes pueden crecer en un contorno sano, seguro y lleno. Los empresarios y residentes de La Escalón comparten este sueño, Ernesto, porque sabemos que donde no hay futuro para tus alumnos, tampoco lo habrá para nosotros.
Adiós, Ernesto, te dice Paolo Lüers
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