Cuando escucho hablar a mis compatriotas en el extranjero acerca del país, por ejemplo, cuando responden a algún curioso que les pregunta cómo es El Salvador, hablan de un país que, desde mi punto de vista, sólo existe para unos cuantos privilegiados. Hablan de un país que está progresando a pasos agigantados, conclusión que sacan por la cantidad de centros comerciales y torres de apartamentos que se están construyendo. Mencionan que es un país donde el que quiere puede conseguir trabajo y donde el que se esfuerza puede crecer profesionalmente y hacer fortuna. De los índices de violencia dicen que las cifras que salen en la televisión son una exageración, que no es peligroso y que no es necesario tomar tantas precauciones cuando se sale.
Destacan sobre todo que es un país con “gran calidad de vida”, porque en El Salvador te puedes permitir lujos que en otros países no, como por ejemplo, tener dos empleadas domésticas, tener varios carros, casa en el lago, casa en la playa, casa con jardín, etc. En mi opinión es cuestionable el que esas “comodidades” sean equivalentes a tener calidad de vida.
Escuchando esta conversación sólo puedo pensar que mi compatriota está hablando de El Salvador de un pequeño grupo de privilegiados, seguramente porque él o ella es uno de ellos. Lo sorprendente es que no vean el otro El Salvador, en el que vive la mayor parte de salvadoreños, un país sin oportunidades de empleo pleno, sin protección social, con delincuencia, con un medioambiente degradándose cada día más, etc.
La única explicación que encuentro para entender la ceguera de estas personas es que no leen los periódicos, no escuchan noticias y no buscan información acerca de la situación del país. He llegado a escuchar frases de boca de salvadoreños como las siguientes: “siempre habrá pobres, el país necesita que haya gente así para que trabajen en el campo”, “los pobres son bien felices y tienen lo necesario para sobrevivir”, “los pobres son pobres porque son haraganes”, “los mareros son jóvenes que han nacido con el demonio adentro”, “habría que matar a todos los mareros”, y un sin fin de barbaridades más sin fundamento ni lógica alguna.
Constantemente también escucho a muchos compatriotas de mi generación opinar sobre la situación que vive nuestro país actualmente, sobre su pasado histórico y sobre sus expectativas a futuro. Pero tanto si hablan del pasado, como del presente o del futuro, sus opiniones se basan, casi siempre, en lo que un tercero les contó, en lo que escucharon por ahí, en lo que dicen los políticos del partido con el que se sienten identificados, en lo que escucharon comentar a sus padres, etc. No se cuestionan la autenticidad de la información que reciben, no verifican la fuente de lo que leen y escuchan, no investigan y no preguntan.
Generalmente, empiezan sus argumentos con un “a mí me contaron”, “yo escuché al alguien decir que”, “yo creo que”, etc. A continuación repiten alguna frase que llegó a sus oídos, pronunciada por alguien que ya ni recuerdan. Nunca citan un libro, un informe, una noticia o un dato estadístico que sirva de base a sus argumentos y opiniones personales, simplemente porque no se han preocupado por informarse.
Me preocupa el futuro de un país donde gran parte del selecto grupo de jóvenes que han tenido el privilegio de realizar estudios universitarios, algunos incluso en universidades de gran prestigio en el extranjero, manifieste una actitud tan pasiva y no muestren interés por conocer a fondo la situación que se vive en El Salvador y cómo podría mejorarse.
Destacan sobre todo que es un país con “gran calidad de vida”, porque en El Salvador te puedes permitir lujos que en otros países no, como por ejemplo, tener dos empleadas domésticas, tener varios carros, casa en el lago, casa en la playa, casa con jardín, etc. En mi opinión es cuestionable el que esas “comodidades” sean equivalentes a tener calidad de vida.
Escuchando esta conversación sólo puedo pensar que mi compatriota está hablando de El Salvador de un pequeño grupo de privilegiados, seguramente porque él o ella es uno de ellos. Lo sorprendente es que no vean el otro El Salvador, en el que vive la mayor parte de salvadoreños, un país sin oportunidades de empleo pleno, sin protección social, con delincuencia, con un medioambiente degradándose cada día más, etc.
La única explicación que encuentro para entender la ceguera de estas personas es que no leen los periódicos, no escuchan noticias y no buscan información acerca de la situación del país. He llegado a escuchar frases de boca de salvadoreños como las siguientes: “siempre habrá pobres, el país necesita que haya gente así para que trabajen en el campo”, “los pobres son bien felices y tienen lo necesario para sobrevivir”, “los pobres son pobres porque son haraganes”, “los mareros son jóvenes que han nacido con el demonio adentro”, “habría que matar a todos los mareros”, y un sin fin de barbaridades más sin fundamento ni lógica alguna.
Constantemente también escucho a muchos compatriotas de mi generación opinar sobre la situación que vive nuestro país actualmente, sobre su pasado histórico y sobre sus expectativas a futuro. Pero tanto si hablan del pasado, como del presente o del futuro, sus opiniones se basan, casi siempre, en lo que un tercero les contó, en lo que escucharon por ahí, en lo que dicen los políticos del partido con el que se sienten identificados, en lo que escucharon comentar a sus padres, etc. No se cuestionan la autenticidad de la información que reciben, no verifican la fuente de lo que leen y escuchan, no investigan y no preguntan.
Generalmente, empiezan sus argumentos con un “a mí me contaron”, “yo escuché al alguien decir que”, “yo creo que”, etc. A continuación repiten alguna frase que llegó a sus oídos, pronunciada por alguien que ya ni recuerdan. Nunca citan un libro, un informe, una noticia o un dato estadístico que sirva de base a sus argumentos y opiniones personales, simplemente porque no se han preocupado por informarse.
Me preocupa el futuro de un país donde gran parte del selecto grupo de jóvenes que han tenido el privilegio de realizar estudios universitarios, algunos incluso en universidades de gran prestigio en el extranjero, manifieste una actitud tan pasiva y no muestren interés por conocer a fondo la situación que se vive en El Salvador y cómo podría mejorarse.