El reportaje publicado en el Dominical de La Prensa Gráfica titulado “Los bosques de la guerra” me alegró y entristeció al mismo tiempo. Me alegra ver publicadas noticas ambientales un poco más de fondo, que sean sobre el área “verde” del medio ambiente y no solo sobre contaminación, permisos y desastres. Pero me entristece que el análisis sea superficial y que los titulares sean tan malos, da la impresión que el artículo habla sobre que una consecuencia positiva de la guerra es el aumento de los bosques en El Salvador, esto es una sobre simplificación.
El aumento de los bosques en El Salvador es difícil de medir con los datos presentados y sobre todo no se le puede atribuir a la guerra su aumento, sobre todo en genérico. Los estudios en la actualidad, sobre todo después de la guerra, han aumentado por tanto nuestra información es más completa. Esa es una de las explicaciones por la cual tenemos más reportes de fauna silvestre y un mejor entendimiento de que se considera un bosque. Como bien cita el artículo, en los actuales mapas de vegetación se incluye como bosque a los cafetales y otras actividades productivas, que aunque importantes proveedores de servicios ambientales, difícilmente se pueden comparar con los bosques naturales o recuperados.
También hay que entender que el concepto de bosque esta muy mal empleado. Comúnmente asociamos este concepto a grandes extensiones arboladas, que se vean verdes. Bosques como San Diego-La Barra en los alrededores del Lago de Guija no son considerados como tal, por ser cafés y secos. La percepción común es que los matorrales naturales, los morrales o algunas extensiones de sucesiones sobre rocas no son naturales, por tanto carecen de importancia. Esto es falso, la vegetación que existe en esos lugares es la que naturalmente debería de existir, por tanto es también un objeto de conservación.
Así que el aumento de la cobertura forestal no equivale al aumento de la vegetación natural. Es esto último lo que deberíamos de buscar. Podemos tener muchos árboles y tener un bosque desierto, que dentro de él no exista un solo animal o no preste todos los servicios ambientales necesarios, un bosque es más que arboles grandes. Por eso es que cuando escucho de proyectos de reforestación o “plantemos un arbolito por el medio ambiente” me alegro por la medida educativa, pero el reto de verdad es la recuperación de la vegetación natural. Por ejemplo como han hecho en el área natural protegida de Chaguantique.
El aumento de bosques de pino-roble en el norte de El Salvador es un éxito de una combinación de factores y no todo esto se debe a la guerra, en sí. Porque las bombas y el napalm seguramente no son la receta para la regeneración de bosques. La migración que ocurrió si ha sido un factor muy importante para la recuperación de zonas como La Montañona, Cinquera o el norte de Morazán, pero no es la única explicación. Las remesas han provocado un abandono de las actividades agrícolas, quedando más “tierras ociosas” donde ha ocurrido regeneración natural, pero tampoco es toda la explicación de este fenómeno.
Yo trabaje algunos años como el enlace del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales para la zona norte del país. Y algo que siempre me asombro es el grado de conciencia, organización y sistema comunitario de las poblaciones del norte. Esto si es radicalmente distinto del resto del país. Porque existen muchas otras zonas, como por ejemplo en La Paz donde ha existido una alta migración post-guerra y una de las tasas de remesas más altas del país y no existe una recuperación ambiental como la del norte.
La organización social del norte de El Salvador, ha creado comunidades que han buscado alternativas de solución a sus problemas pensando en el territorio, esta organización es un factor muy importante para la conservación de estos territorios. Ejemplos de comunidades campesinas u organizaciones de base, que han decido conservar sus bosques y rentabilizar la conservación mediante actividades turísticas o de otras índoles las encontramos en Río Sapo (norte de Morazán), La Montañona (Chalatenango) o Cinquera (Cabañas), por mencionar algunas, estos son verdaderos ejemplos de gestión sostenible del territorio. Donde hace falta mucho esfuerzo y muchos más recursos, pero si son los principales responsables de que existan los bosques del norte.
Estos bosques que no son de la guerra sino del proceso de paz, tienen que servir de ejemplo para la estrategia ambiental más importante de El Salvador, la recuperación de hábitat y la conservación de tierras privadas. El norte que tiene las fuentes de agua más importantes del país, que tienen una organización social envidiable son los un ejemplo para el resto del país. Estos bosques del norte tienen peligros al acecho, como la extracción minera y otros proyectos, los fondos de Milenio tienen que actuar para preservar estos valores, no para que retrocedan. Es estratégico.