En un país vulnerable siempre habrá
emergencias. Porque siempre hay problemas impredecibles, como destares
naturales. Pero la mayoría de las emergencias que enfrentamos -y que el
gobierno no sabe atender- surgen de problemas previsibles y prevenibles. Nadie
critica al gobierno cuando se ve obligado a declarar estado de emergencia para
atender un terremoto o tormentas. Por lo contrario: Todos nos sumamos al
esfuerzo de superar este tipo de crisis.
Pero la emergencia carcelaria, aunque fue
declarada hasta ahora, tiene décadas de existir. Muchos han advertido que se
volverá insostenible. Un país no puede tener una política de seguridad que
principalmente descansa en arrestar diariamente a docenas de personas sin
invertir en nuevas cárceles. Por esto tenemos un sistema carcelario apto para
10 mil internos, pero metimos a más de 30 mil y nos sobran unos 4 mil que están
en bartolinas de la policía - y a ellos el Estado ni siquiera puede garantizar
la comida diaria y un lugar para dormir acostado. Ni hablar de asistencia de
salud o de justicia pronta.
La emergencia del agua no es debida a un desastre
natural que nos agarró de sorpresa. Es la suma de todas las negligencias y
corrupciones de décadas.
La emergencia de medicamentos para
administrar quimioterapia a los pacientes con leucemia no es resultado de que
de repente nos hayan salido más pacientes, sino refleja la incapacidad del
Ministerio de Salud de no programar algo perfectamente calculable. Saben cuántos
pacientes hay, saben qué medicamentos necesitan a qué frecuencia – y no logran
administrarlos…
La emergencia del café sí tiene que ver
con una causa natural, la plaga de la roya, pero tampoco era imprevisible.
Otros países han renovado a tiempo sus cultivos de café logrando un parque
menos vulnerable a la roya. En El Salvador no hemos tenido políticas para
asegurar la sostenibilidad de las fincas de café – y el precio de esta
negligencia no solo pagarán los caficultores y sus trabajadores, sino todo el
país con el impacto ecológico de la crisis del café.
La crisis de las pensiones, con la
medicina que quiere administrar el gobierno, se convertirá en emergencia, con
toda seguridad. Si regresamos al sistema de reparto, donde el Estado tiene que
asumir la totalidad de las pensiones, programamos una emergencia que tendrían
que atender los siguientes gobiernos. Y será no sólo una crisis de pensiones,
sino una profunda crisis fiscal del Estado.
La crisis de energía es previsible para
los próximos años, porque ya tenemos el tercer gobierno que no ha invertido en
fuentes de energía sostenibles. No se ha terminado ninguna presa hidroeléctrica,
y los dos proyectos diseñados (Chaparral y la ampliación de la 5 de noviembre)
son tan infestados de mala planificación y de corrupción que al final tendrán
costos que en vez de bajar el precio de la energía lo dispararán. Al mismo
tiempo hemos sacado del país al socio internacional que tenía la capacidad de
ampliar nuestra capacidad de generación geotérmica…
Nuestro aeropuerto internacional, hace 30
años el más moderno de Centroamérica, ahora ya es obsoleto y al punto de perder
las clasificaciones internacionales de seguridad.
¿Cuántas “emergencias” hacen un estado
fallido?
(El Diario de Hoy)