Ir contra corriente no me importa. Me
preocuparía lo contrario: seguir la corriente. Esta columna de opinión se llama
“transversal” porque creo en la necesidad de ir (y escribir) diagonal a las
acostumbradas coordenadas izquierda-derecha. El concepto de esta columna no
nació hace pocos años cuando comencé a escribir en El Diario de Hoy. Nació en
1979, cuando fundamos en Alemania un periódico nuevo, rebelde e irreverente
llamado “Die Tageszeitung”. Fui editor de internacionales y comencé una columna
llamada “Querspalte”: columna transversal.
Cuando 25 años y 1 guerra más tarde volví
a atreverme a publicar una columna de opinión, a invitación de Carlos Dada de
El Faro, no fue casualidad que la bauticé con el mismo nombre. Quise retomar mi
labor de columnista precisamente donde la había interrumpido para irme a la
militancia guerrillera – y con la misma concepción: independencia, crítica,
polémica, provocar debate... pensar transversal.
Si con esto he acumulado en el transcurso
de los años “capital político”, como dice mi amigo, ¿en qué consiste? Consiste
en credibilidad basada en independencia; en la disposición de tocar temas y
fibras que causan reacciones adversas; en no callarse, ir contra corriente,
asumir riesgos...
Así que le dije a mi amigo: “El capital
de un escritor (pero también de un político, un académico, un líder...), ¿para
qué sirve si no estamos dispuestos a invertirlo y ponerlo a trabajar para una
causa necesaria, pero impopular?”
Y este es el caso con la tregua. Aunque
“tregua” es un mal término para describir el fenómeno. Es un proceso complejo y
contradictorio de las pandillas y sus contornos sociales de repensar la
mecánica de exclusión-autoexclusión, que ha desencadenado en una escalada loca
de exclusión-violencia-represión-más violencia-más exclusión. La tregua nos
confronta con una pregunta: ¿Cómo hacemos, como sociedad, para volver a
integrar a la vida productiva y al sistema de valores compartidos a esta
minoría que subsiste fuera de la ley?
Muchos han criticado los primeros pasos
que se han hecho en esta dirección: la tregua entre pandillas, con la cual se
logró reducir los homicidios; los acuerdos municipales y comunitarios, con los
cuales se logró reducir las extorsiones, si no de manera general, por lo menos
en los lugares donde hay condiciones; y todo el sistema de mediación e
intervención social que incluye el trabajo de los dos mediadores iniciales
(monseñor Fabio Colindres y Raul Mijango), pero donde participan alcaldes,
concejales, líderes comunitarios y religiosos, la Fundación Humanitaria y otras
ONGs – además de docenas de pandilleros convencidos que se está abriendo una
puerta a la reinserción de su gente. Mediante este sistema de solución de
conflictos se han salvado vidas, negocios, comunidades. Pregunten en Apulo o en
Valle del Sol.
Dicen que en este esfuerzo se han
cometido errores. Por supuesto, no podía ser de otra manera: Es un proceso
inédito, para el cual nadie ha escrito manuales o guiones. Uno de los errores
principales ha sido presionar al gobierno a tomar protagonismo en este proceso.
El gobierno ha hecho mucho daño a este proceso, tanto con su inicial postura de
querer capitalizar los logros; como con su actual postura de querer asumir el
control de los mecanismos de mediación que la sociedad civil ha desarrollado –
y de obstaculizar a los mecanismos independientes que no se dejan controlar por
el gobierno. El principal error del gobierno: Hablar mucho de la tregua y sus
logros, pero no cumplir en nada con sus promesas de invertir en las
comunidades.
No le voy a hacer caso a mi buen amigo -
y mucho menos a todas las presiones y amenazas que uno recibe. No voy a dejar
solos a los que se están jugando la vida para mantener funcionando este proceso
inédito y peligroso de reducir la violencia y de crear condiciones para que,
entre todos sin exclusión, podamos comenzar a rehabilitar las comunidades y a
rehacer el tejido social. Hay confianzas construidas en casi dos años de
discusión, diálogo y construcción de soluciones alternativas a la violencia y
la represión. Desde mi trabajo de periodista, así como desde mi participación
en la Fundación Humanitaria y en los esfuerzos de mediación, voy a seguir
aportando para que se construyan puentes de entendimiento y se abran canales de
debate nacional.
Estoy seguro que el siguiente gobierno no
está condenado a repetir los errores del actual gobierno que no supo definir su
rol: facilitar los procesos de entendimiento que surgen de la sociedad civil; y
focalizar su inversión social en las comunidades donde desde décadas se está
reproduciendo la mecánica exclusión-violencia.
(El Diario de Hoy)