lunes, 19 de diciembre de 2016

Debate: Acuerdos de Paz, ¿mentira o acierto?

La mentira de los Acuerdos de Paz


Manuel Hinds, 16 diciembre 2016 / EDH
Después de los Acuerdos de Paz mucha gente pensó que en el conflicto no había habido ganadores ni perdedores. El FMLN, que durante la guerra entera había demostrado que luchaba por establecer un régimen comunista y por hacer prevalecer los intereses cubanos de pronto, cuando la Unión Soviética cayó, cambió a decir que en realidad había luchado por establecer un régimen democrático, basado en el imperio del derecho, como quedó consignado en dichos acuerdos.

Con el tiempo, sin embargo, hay dos cosas que han ido quedando claras. Primero, que en realidad el FMLN perdió la guerra, y que su supuesto apoyo al establecimiento de un régimen democrático y del derecho fue nada más un truco, un cambio de táctica, la traslación de la guerra al terreno político dejando como fin último la eliminación de la democracia y el derecho para establecer un régimen tiránico controlado por las elites del FMLN. Segundo, ha quedado clarísimo que el FMLN nunca fue un proyecto orientado hacia el pueblo salvadoreño; siempre fue un proyecto personal para satisfacer el deseo desmedido de las elites del partido de figurar y obtener el poder total, político y económico.

Esto ha sido confirmado una y otra vez. En el congreso del partido llevado a cabo hace un año, volvieron a afirmar que la revolución rusa de octubre de 1917 sigue siendo su inspiración, que quieren establecer una economía sin propiedad privada, y que quieren obtener el poder total para ya no soltarlo jamás.

Todos estos eran los objetivos que el FMLN había tenido durante la guerra, y fue por esos objetivos que Fidel Castro los apoyó hasta que el comunismo cayó en el mundo entero excepto Cuba y Corea del Norte. Sólo fue en ese momento, cuando fueron derrotados en la guerra, que trataron de decir que habían ganado porque lo que habían querido era la democracia. Sólo fue un momento porque inmediatamente después de firmar la paz se pusieron a erosionarla con un partido que ha trabajado y sigue trabajando para subvertir el orden constitucional del país para poder adquirir el poder total para el FMLN.

Poco a poco el FMLN ha ido infiltrando a todas las instituciones democráticas del país, incluyendo a todos los partidos de oposición, para que, con un método u otro, con seducciones o amenazas, con promesitas o promesotas, todas hagan lo que el FMLN quiere que hagan en contra de los intereses del país. Así, el FMLN y su gobierno logran conseguir todo el dinero que necesitan para su proyecto de eliminar la democracia, sin tener que ceder a siquiera una condición, sin tener siquiera que presentar un presupuesto que diga la verdad, y sin tener que negar que el presupuesto es mentiroso en el proceso seguir amenazando a magistrados y fiscales. El FMLN ha corroído las bases mismas de todos los partidos y las instituciones que podrían oponérseles.

Ahora quedan sólo dos instituciones que defienden el imperio de la ley y los derechos inalienables de los salvadoreños: la Sala de lo Constitucional, que ha venido haciéndolo desde hace varios años, y la Fiscalía General de la República, que lo ha comenzado a hacer hace unos meses. Es ahora contra ellas que el FMLN y su gobierno están dirigiendo todos sus ataques, porque saben que es allí, sólo allí, y en los periódicos, en donde todavía existe el deseo, el valor y la capacidad de defender los ideales y las realidades de nuestra democracia.

Sin enfrentar ninguna oposición, el presidente de la república, sus funcionarios, y el FMLN siguen tratando de intimidar a la Sala y a la Fiscalía, demostrando así una vez más que sus objetivos nunca han sido la democracia y el imperio del derecho que dijeron apoyar al estar vencidos al final de la guerra, sino el establecimiento de una tiranía como la cubana y la venezolana, que ellos siguen declarando admirar. Para ellos, los Acuerdos de Paz fueron la Gran Mentira, la Gran Hipocresía que necesitaban construir para seguir erosionando la democracia. El pueblo salvadoreño no puede dejar que sigan acosando a la Fiscalía y a la Sala para lograr destruir la Constitución que en realidad siempre han querido destruir.

 

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Los aciertos de los Acuerdos de Paz 

 

Paolo Luers, 19 diciembre 2016 / EDH-Observadores
Coincido con mi amigo Manuel Hinds en muchos de las afirmaciones en su artículo ‘La mentira de los Acuerdos de Paz’. Es cierto que el partido FMLN no tiene vocación democrática, y ciertamente no está comprometido con el sistema republicano, con su división de poderes. Es cierto que en sus ataques a la Sala de lo Constitucional y la Fiscalía se manifiesta el menosprecio a la independencia de estos órganos.

Pero también es cierto que los gobiernos del FMLN son los primeros que han tenido que enfrentar una Sala independiente. Los anteriores gobiernos de la postguerra, conducidos por ARENA, no tuvieron que enfrentar esta prueba democrática. Más bien han establecido mecanismos que les garantizaron una Corte Suprema, una Fiscalía, una Corte de Cuentas supeditadas al gobierno de turno. Fue esta falta de institucionalidad que ha facilitado al FMLN, una vez que llegó al gobierno, poder aplicar el mismo sistema y perfeccionarlo. Hasta que llegó, por accidente, la actual Sala y mandó a parar…

En lo que no coincido con Manuel Hinds es en la apreciación de los Acuerdos de Paz. No es cierto que el FMLN, en las negociaciones de paz, haya engañado al otro bando de la guerra y al pueblo salvadoreño, diciendo que ya no va a buscar transformaciones del sistema político , social y económico. Mucho menos es cierto que el FMLN insurgente (que no hay que confundir con el actual partido FMLN) haya perdido la guerra. Si la hubiera perdido, ni ARENA, ni la Fuerza Armada ni los Estados Unidos hubieran aceptado la desmilitarización del país, la reducción y depuración de la Fuerza Armada, la incorporación de la insurgencia en el sistema político, la amnistía, ni muchos menos el desmontaje de todos los cuerpos de seguridad y la creación de una nueva policía con amplia participación de cuadros del FMLN.

Todos los actores internos y externos del proceso de negociación tenían claro que el Acuerdo de Paz significaba precisamente esto: el traspaso del conflicto bélico al terreno político y electoral. Siempre perduraría el conflicto, pero ahora como conflicto político, bajo las reglas de la democracia y de la ley. El Acuerdo de Paz no significaba que las fuerzas en pugna tenían que abandonar sus posiciones ideológicas. Tenían que dejar las armas y el uso de la violencia para imponer sus respectivas ideologías, y usar, dentro del marco constitucional redefinido en 1992, la lucha política, electoral, y el ejercicio de la libertad de expresión, organización y manifestación.

No tiene sentido denunciar ahora lo que Manuel Hinds llama “la traslación de la guerra al terreno político”. Esto fue precisamente la esencia de una paz sin ganadores y perdedores. Y era lo correcto hacerlo. Lo único posible. El mismo presidente Cristiani dijo: Una de las causas de la guerra fue que a la izquierda se había cerrado el espacio político dentro del sistema.

Quien revisa los documentos y los discursos del FMLN en este período de transición se da cuenta que sus dirigentes siempre lo han dicho: La lucha no termina, lo que termina es la guerra, la violencia política, y lo que sigue es la lucha política, social y de ideas. De paso sea dicho: Los dirigentes de ARENA dijeron lo mismo – y ambos estaban con todo el derecho. Esta era la lógica de los Acuerdos de Paz. Es por esta razón que, sabiamente, ambos bandos se pusieron de acuerdo de dejar fuera de los Acuerdos de Paz la parte económica. No porque no había contradicciones y contraposiciones ideológicas, sino para canalizarlas dentro de las nuevas reglas de la competencia política, electoral y social.

Una vez insertada dentro de la nueva realidad de pluralismo, inclusión política, respeto a los derechos humanos, la izquierda salvadoreña se comenzó a dividir sobre la esnecia de la paz lograda: Unos aceptaron la democracia representativa, el orden constitucional-republicano y el pluralismo creados por la guerra y los Acuerdos de Paz, y los asumieron – otros los aceptaron sólo como nuevas condiciones y modalidades de lucha, pero siempre buscando erosionar esta Constitución y el pluralismo para establecer un régimen de ‘democracia directa’, sin división de poderes, de corte socialista. En última instancia, la disyuntiva de a izquierda fue: ¿Nos incorporamos dentro de un sistema pluralista, luchado por más justicia social, o buscamos una hegemonía de clase y partido – en fin, una dictadura?

Lastimosamente no se dio una división limpia, creando dos partidos: uno comunista y uno socialdemócrata, sino la división se dio de forma paulatina. Primero salieron 2 de las 5 organizaciones que habían formado el FMLN histórico (ERP y RN), para formar el Partido Demócrata, y negociaron con ARENA el ‘Pacto de San Andrés’. Luego salieron los Renovadores de Facundo Guardado, años más tarde los que formarían el FDR, y de último el grupo de Héctor Silva. Siempre fueron divisiones de cúpula, y el FMLN restante, que en esencia es el Partido Comunista, se quedó con la marca y con las bases. Un bloque socialdemócrata, que hubiera podido disputar al FMLN la representación de la izquierda, nunca se articuló.

El FMLN actual es esencialmente la refundación del Partido Comunista, superando las división entre FPL y PC que en los años 70 se había dado sobre la cuestión de la lucha armada. No es casualidad que en el FMLN depurado surgiera como figura principal Schafik Handal, el líder del PC, y que las cabezas restantes de las FPL, Medardo González y Salvador Sánchez Cerén, se ven como discípulos de él.

Y ahí regreso a las coincidencias con Manuel Hinds: El FMLN actual busca remover los obstáculos que le impiden perpetuarse en el poder – y en este momento la barrera principal es la consolidación de órganos del Estado independientes, que defienden la Constitución. El FMLN estaba bien contento con la herencia de ARENA: un Estado con órganos corruptos o corruptibles; y toda su ira se concentra contra la Sala, que rompió con este esquema, y contra una ciudadanía que logró arrastrar a ARENA, ya en oposición, a comprometerse con la institucionalidad

(El Diario de Hoy)