El 10 de agosto del presente año, la Prensa Gráfica publicó, en su edición especial para los jóvenes salvadoreños (elaborada en ocasión de la celebración del Día de la Juventud, 12 de agosto), el artículo de opinión “El Salvador en resumen” donde se hace una reflexión “macro” sobre la situación de los jóvenes en el país. Su autor, José Carlos Dutriz tiene 19 años, es estudiante de periodismo e hijo de José Roberto Dutriz, principal accionista y director ejecutivo de ese mismo periódico.
Uno de los puntos al que refería este artículo es el tema de la educación moral y los valores. De acuerdo al joven José Carlos, esta innegable responsabilidad debe estar en manos de los padres. Estoy de acuerdo, aunque yo creo, además, que le corresponde también al Estado la transmisión de esos valores en la escuela como parte de un proceso de aprendizaje y socialización del ser humano en su crecimiento.
Pero lo que hay que recordar aquí, es que la situación de la mayoría de nuestros jóvenes, no es una familia integrada por los dos padres, sino familias segregadas por la masiva emigración hacia Estados Unidos en busca de trabajo. Que hay una masa de jóvenes que, aunque reciben las remesas de sus familiares, se vuelven improductivos sin ninguna motivación más que viajar hacia Norteamérica en un futuro cercano. Otros muchos se unen a las pandillas.
No podemos hablar de responsabilidades que recaen en el núcleo familiar, cuando este casi no existe.
Es cierto, cuando en el artículo se afirma que una de las herramientas más poderosas para sacar al país adelante es la educación, que nuestra población necesita conocer conceptos políticos básicos para poder elegir, para poder emitir su voto.
El problema aquí son los jóvenes que simplemente no pueden ir a la escuela, los que desertan de la educación, porque tienen la obligación de ir a trabajar para mantener a sus familias. La pobreza que no deja más elección que trabajar o, simplemente, no se come. El problema son los jóvenes que reciben la "otra" educación en la pandilla, una familia que les enseña los “antivalores” que sirven para sobrevivir día a día con la realidad de las calles de nuestro pequeño país.
Yo también creo que los jóvenes deben estudiar lo que quieren, pero para llegar ahí, lo primero es que el Estado les proporcione esas oportunidades sin tener que preocuparse por las necesidades mínimas para sobrevivir. El problema es a nivel nacional, a nivel de un gobierno que debe asegurar el acceso a la educación y garantizar la calidad de los contenidos que se dan en las aulas. Un gobierno que debe conseguir que estas familias no emigren dándoles oportunidades de trabajo a todos para que dejemos de exportar gente.
En el artículo se habla de jóvenes profesionales preparados, pero antes debemos asegurar que los niños y niñas vayan a la escuela primaria y terminen su bachillerato. Después hablemos del ingreso a la educación “superior”. Superior resuena entre los jóvenes sin oportunidades como un eco vacío, como el último escalón de una larga escalera imposible de subir.
La “sobreproducción de graduados en ciertas carreras, elegidas por tradición o por perspectivas de lucro” que menciona Juan Carlos Dutriz en su artículo, no es debida a la mala elección de nuestros jóvenes, a nivel individual, sino a que la oferta académica de la educación superior es limitada y obsoleta. A eso, y a que una vez finalizada la carrera no se encuentra acceso al mercado laboral, condicionado por nuestra economía impulsadora de mano de obra barata y no especializada.
Finalmente, el artículo se refiere al tema de la libertad de expresión, o "derecho fundamental de todo individuo de expresar sus ideas libremente, por tanto sin censura", según al artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Sin duda el nivel de libertad de expresión que hemos logrado los salvadoreños después de los Acuerdos de Paz es enorme en comparación con la represión que existía durante y antes de la guerra civil. Pero esta idea de libertad de expresión es corta. Hay que seguir desarrollando este derecho recuperado en los Acuerdos. Hoy en día, es evidente que en las redacciones de este país se censuran notas periodísticas objetivas y de gran calidad de investigación por no seguir la línea editorial del propietario del periódico. Cualquier lector de periódicos puede observar que las notas periodísticas peor sustentadas, y más sospechosas de estar intencionadamente sesgadas, no suelen llevar firma de ningún periodista.
Yo creo que podemos decir que en un país hay libertad de expresión en la medida que los espacios de difusión (en nuestra sociedad, los medios de comunicación) están distribuidos equitativamente entre personas diversas, con condiciones y pensamientos diversos sin prevalencia de una sola posición, política, económica, étnica, territorial, etc. Es una mala señal, entonces, que quien reciba la posibilidad de escribir la primera de las notas de opinión de una edición de un periódico dedicada a los jóvenes, sea el hijo del dueño.
Uno de los puntos al que refería este artículo es el tema de la educación moral y los valores. De acuerdo al joven José Carlos, esta innegable responsabilidad debe estar en manos de los padres. Estoy de acuerdo, aunque yo creo, además, que le corresponde también al Estado la transmisión de esos valores en la escuela como parte de un proceso de aprendizaje y socialización del ser humano en su crecimiento.
Pero lo que hay que recordar aquí, es que la situación de la mayoría de nuestros jóvenes, no es una familia integrada por los dos padres, sino familias segregadas por la masiva emigración hacia Estados Unidos en busca de trabajo. Que hay una masa de jóvenes que, aunque reciben las remesas de sus familiares, se vuelven improductivos sin ninguna motivación más que viajar hacia Norteamérica en un futuro cercano. Otros muchos se unen a las pandillas.
No podemos hablar de responsabilidades que recaen en el núcleo familiar, cuando este casi no existe.
Es cierto, cuando en el artículo se afirma que una de las herramientas más poderosas para sacar al país adelante es la educación, que nuestra población necesita conocer conceptos políticos básicos para poder elegir, para poder emitir su voto.
El problema aquí son los jóvenes que simplemente no pueden ir a la escuela, los que desertan de la educación, porque tienen la obligación de ir a trabajar para mantener a sus familias. La pobreza que no deja más elección que trabajar o, simplemente, no se come. El problema son los jóvenes que reciben la "otra" educación en la pandilla, una familia que les enseña los “antivalores” que sirven para sobrevivir día a día con la realidad de las calles de nuestro pequeño país.
Yo también creo que los jóvenes deben estudiar lo que quieren, pero para llegar ahí, lo primero es que el Estado les proporcione esas oportunidades sin tener que preocuparse por las necesidades mínimas para sobrevivir. El problema es a nivel nacional, a nivel de un gobierno que debe asegurar el acceso a la educación y garantizar la calidad de los contenidos que se dan en las aulas. Un gobierno que debe conseguir que estas familias no emigren dándoles oportunidades de trabajo a todos para que dejemos de exportar gente.
En el artículo se habla de jóvenes profesionales preparados, pero antes debemos asegurar que los niños y niñas vayan a la escuela primaria y terminen su bachillerato. Después hablemos del ingreso a la educación “superior”. Superior resuena entre los jóvenes sin oportunidades como un eco vacío, como el último escalón de una larga escalera imposible de subir.
La “sobreproducción de graduados en ciertas carreras, elegidas por tradición o por perspectivas de lucro” que menciona Juan Carlos Dutriz en su artículo, no es debida a la mala elección de nuestros jóvenes, a nivel individual, sino a que la oferta académica de la educación superior es limitada y obsoleta. A eso, y a que una vez finalizada la carrera no se encuentra acceso al mercado laboral, condicionado por nuestra economía impulsadora de mano de obra barata y no especializada.
Finalmente, el artículo se refiere al tema de la libertad de expresión, o "derecho fundamental de todo individuo de expresar sus ideas libremente, por tanto sin censura", según al artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Sin duda el nivel de libertad de expresión que hemos logrado los salvadoreños después de los Acuerdos de Paz es enorme en comparación con la represión que existía durante y antes de la guerra civil. Pero esta idea de libertad de expresión es corta. Hay que seguir desarrollando este derecho recuperado en los Acuerdos. Hoy en día, es evidente que en las redacciones de este país se censuran notas periodísticas objetivas y de gran calidad de investigación por no seguir la línea editorial del propietario del periódico. Cualquier lector de periódicos puede observar que las notas periodísticas peor sustentadas, y más sospechosas de estar intencionadamente sesgadas, no suelen llevar firma de ningún periodista.
Yo creo que podemos decir que en un país hay libertad de expresión en la medida que los espacios de difusión (en nuestra sociedad, los medios de comunicación) están distribuidos equitativamente entre personas diversas, con condiciones y pensamientos diversos sin prevalencia de una sola posición, política, económica, étnica, territorial, etc. Es una mala señal, entonces, que quien reciba la posibilidad de escribir la primera de las notas de opinión de una edición de un periódico dedicada a los jóvenes, sea el hijo del dueño.