"De repente hubo una voz diferente, la voz tuya, compañero Pepe Mujica. Un hombre que de guerrillero se convirtió en un líder que unió al país. Un presidente que no cayó en las tentaciones que han desviado a tantos líderes de la izquierda latinoamericana: la tentación del poder ilimitado y la tentación de la corrupción y el enriquecimiento."
En la voz del autor: Pepe-Mujica.mp3
Sin vos, muchos hubiéramos dejado de creer en la izquierda. Aunque nos costó abrir los ojos, en algún momento vimos la cara fea de la revolución cubana – y de sus idolatradas figuras como Fidel Castro o Che Guevara. Vimos el carácter tiránico de un régimen que sigue hablando de libertad, democracia y justicia.
Vimos también como los sandinistas, que prometieron una revolución humanista y ética, convirtieron Nicaragua en una dictadura corrupta y cruel. El desarrollo de las revoluciones en Cuba y Nicaragua fue una decepción, que nos hizo dudar de la izquierda como fuerza que genera justicia, democracia y libertad. La llamada ‘revolución bolivariana’ en Venezuela ya no nos pudo decepcionar, porque vimos a un militar ansioso de poder ilimitado asumiendo un discurso socialista pero destruyendo no solo las instituciones democráticas de su país, sino su economía y su cohesión cívica. Hugo Chávez y su revolución fueron la farsa que Karl Marx pronosticó siempre cuando alguien quiere repetir la historia...
Ni siquiera los socialdemócratas en México, España y Brasil tuvieron la integridad, el valor y la responsabilidad histórica de criticar el autoritarismo, el militarismo, la represión y la corrupción que reinaban a nombre de la izquierda en América Latina. El FMLN en El Salvador tuve la oportunidad única de convertirse de ejército insurgente en una izquierda democrática e independiente, comprometida únicamente con la misión de construir un país unificado, reconciliado y democrático, sin militarismo, pobreza e represión, pero se quedó atrapada en su subordinación al modelo cubano. Tu amigo Lula dejó pasar la oportunidad de asumir el liderazgo de una izquierda que decide emanciparse de los mitos de la revolución cubana y de la autoridad casi papal de los hermanos Castro. Patrocinó en El Salvador el liderazgo de Mauricio Funes, quien hundió a la izquierda en la corrupción.
Vos fuiste el único que comenzó a criticar con franqueza la forma de gobernar de los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Durante años -hasta que apareció en Chile un joven dirigente marcado por la izquierda antiautoritaria llamado Gabriel Boric- fuiste el único que no sólo criticaba en teoría el autoritarismo de la izquierda, sino representó en su propia vida y en su forma de gobernar la alternativa: observamos con asombro a un presidente humilde, sin ansias de poder ilimitado, sin tentaciones de corrupción, dirigiendo y uniendo su país. Sacamos nueva fuerza para buscar construir una izquierda democrática, sin ataduras a doctrinas, y sin subordinación ideológica a regímenes fracasados. En El Salvador fracasamos en este esfuerzo - y sigo convencido que por esto no logramos construir una cultura democrática e instituciones sólidas que no hubieran colapsado ante el ataque sistemático de un populismo desenfrenado.
La izquierda lulista de Brasil, debido a su complacencia con la corrupción y su tibia convicción democrática, no fue capaz de detener el ascenso de una derecha populista militarista dirigida por Bolsonaro. El carácter profundamente corrupto de la izquierda peronista argentina provocó la llegada al poder de un excéntrico anti demócrata como Javier Milei. Cosa parecida puede pasar en Colombia luego del errático gobierno de Gustavo Petro, otro dirigente de izquierda incapaz de condenar las desviaciones dictatoriales de Maduro y Ortega. Espero que la izquierda democrática que está gobernando en Chile sea capaz de evitar la llegada el poder de una ultraderecha que adula a Donald Trump y Nayib Bukele.
Tu voz solitaria hará falta a quienes seguimos pensando que una izquierda democrática es posible, incluso cuando llegue al poder.
Me despido de vos con mucho cariño y profundo respeto,
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