Si las recientes declaraciones del general David Munguía Payés las hubiera dado un ministro civil al cargo de Defensa, hubiera sido un evento normal dentro del marco del debate político. Un miembro del gabinete de gobierno interviniendo en el debate de los temas políticos del día, aun los controversiales, no despierta alarmas, es normal y no revive el fantasma del militarismo. Un ministro uniformado sí.

Es una advertencia que muchos comparten y ha sido expresada por políticos de diferentes partidos, voceros de grupos ciudadanos, y columnistas. Por mi parte, he públicamente expresado que no es correcto querer detener a Nayib Bukele dilatando la inscripción de Nuevas Ideas como partido político, ni con la suspensión extemporánea de Cambio Democrático, ni mucho menos armándole líos penales. Para mí, Bukele representa un peligroso populismo que trata de convertir en antipolítica el descontento de amplios sectores de la población —y la única forma eficiente de derrotarlo es en elecciones libres y justas. Hasta los contrincantes directos de Bukele, los candidatos del FMLN y de ARENA, han expresado lo mismo. En esta situación, el llamado de un ministro a “fair play” electoral no está fuera de contexto.

Mi amiga Erika Saldaña analizó en las páginas de este Diario que las declaraciones de Munguía Payés riñen con los principios de la Constitución, que dicta que la Fuerza Armada tiene que ser apolítica y no deliberante. Y tiene razón, porque tenemos a un militar activo como ministro de Defensa. Por tanto, cuando él habla (y sobre todo cuando habla fusil en mano y rodeado de sus generales), se entiende que está hablando la Fuerza Armada.
Este incidente es una razón más para romper con la tradición de tener un Ministerio de Defensa de puros oficiales, sin autoridades civiles. Ojalá que el próximo presidente tenga la sabiduría de nombrar un civil como ministro de Defensa.“Ojalá que el próximo presidente tenga la sabiduría
de nombrar un civil como ministro de Defensa”
Un ministro de Defensa civil perfectamente puede llevar a debate público las complicaciones que malas decisiones del poder civil podrían tener sobre el rol de la Fuerza Armada. Podría hablar de lo delicado que es para las FF. AA. el uso permanente que el poder civil está haciendo de ellas en tareas de represión del crimen. Y podría hacer advertencias como las que hizo Munguía Payés —sin comprometer el carácter apolítico de las FF. AA. El papel de un el ministro civil al cargo de Defensa sería administrar las relaciones entre política y FF. AA., entre opinión pública y FF. AA., entre conflictos sociales y FF. AA. (De paso sea dicho: Igual urge romper con la práctica del actual gobierno de entregar al Ministerio de Seguridad a oficiales de la policía, porque significa debilitar o incluso suspender la supervisión civil sobre la PNC).
Algunos le criticaron al ministro de haber exagerado el peligro de convulsiones sociales. Pero, ojo: la manera como inmediatamente Bukele retomó el tema parece darle la razón al general. Un día después de las declaraciones del ministro, el 31 de julio, Bukele escribió en Twitter: “Ya no vamos a bajar la cabeza, no vamos a volver a poner la otra mejilla. Al próximo bloqueo, nos vamos a las calles, sépanlo. La responsabilidad de lo que pase caerá únicamente sobre ustedes”. Y para que a nadie le quedara duda, en un siguiente tuit invocó el derecho a la insurrección que da el artículo 87 de la Constitución en caso de alteración del orden constitucional.
Esto es lo que el ministro estaba advirtiendo. Y además, otra cosa que sus críticos pasaron por alto: si esto pasa, la Fuerza Armada no se va a quedar de brazos cruzados, sino defender el orden constitucional. Como debe ser.