Tengo muy poco trato con jerarcas de la Iglesia. Y en una gran cantidad de asuntos tengo marcadas diferencias con ustedes. Pero usted sí me convenció. Me gusta la gente que defiende sus convicciones aún cuando van contra corriente.
Lo conocí en ocasión de la conferencia de prensa que dio sobre su papel en este asunto polémico del ‘cese al fuego’ pactado entre las dos pandillas, que durante años se estaban matando entre ellos llevándose de encuentro a miles de jóvenes, niños y vecinos.
Mis colegas periodistas lo estaban crucificando y tratando de poner en ridículo. Sólo vea el titular mal intencionado que le sacó La Prensa Gráfica: “Obispo dice que logró la conversión de pandillas” – como si usted hubiera reclamado haber producido la milagrosa transformación de 50 mil maleantes en santitos. Y mientras usted estaba dando su informe, ya me salieron en twitter mensajes como: “El pueblo elegido de dios, las maras.” -- “¿Por qué no se nos había ocurrido antes? ¡A los pandilleros se les cura con la oración!” -- “Alguien en su sano juicio hubiese imaginado que el 1er gobierno de izquierda iba a unir a iglesia y fuerza armada para pajearse a la gente?”
Pero no se preocupe, monseñor: El problema no es suyo, porque su mensaje era claro. Si alguien no lo entendió, es porque no quería. Usted contó una historia que cualquier niño puede entender: la historia de cómo en el momento correcto, el hombre correcto con el mensaje correcto (porque sencillo, sincero y desinteresado) logra provocar una reacción en un grupo de pandilleros que ni ellos ni nosotros pensábamos posible.
Era el momento correcto, porque ellos, sin saberlo, ya habían llegado a preguntarse si tiene sentido seguir con la escalada de violencia que se harta sobre todo a ellos, sus familias, sus adeptos... El mensaje correcto, porque usted sólo les dijo: hay un camino... Y así logró que estos hombres se arriesgaran a dar el paso de la reflexión a la decisión: parar la violencia, para ver qué pasa, para ver si se abre un camino.
Usted habló de milagro. Así es que ustedes hablan. Como yo no creo en milagros, simplemente hablo de realismo: ustedes provocaron que este grupo de hombres se atreviera a ver la realidad oculta detrás del tremendo resentimiento y machismo que han desarrollado: la verdad que están jodidos, que sus familias están jodidas, que en esta locura no tienen nada que ganar, ni siquiera la supervivencia...
El hecho es: tomaron la decisión (todavía muy frágil) de bajar el nivel de violencia. Puede fracasar. Puede funcionar. Depende de todos nosotros. Incluso si funciona, los miles de pandilleros no van a dejar de delinquir, pero tal vez tendremos una delincuencia ‘normal’ que no mata a 15 personas al día.
Ya esto sería ganancia. Gracias, monseñor por su necedad y paciencia.
Paolo Lüers
(Más!/EDH)