viernes, 5 de junio de 2020

Carta al presidente: Qué bueno que lo podemos hacer recular De Paolo Luers


Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, 6 junio 2020



Señor presidente: 
Cuando usted mandó a sus equipos de seguridad y de propaganda a preparar el escenario para la llegada de su excelencia al lugar en Santo Tomás, donde cuadrillas de bomberos, soldados y voluntarios estaban tratando de salvar la vida de una familia soterrada en toneladas de lodo, nunca se imaginó que la gente, en vez de agradecérselo, se lo iba a reclamar. Usted es de la gente que no tiene un sentido para la línea divisoria entre lo decente y lo indecente, entre empatía y manipulación emocional.
Pero sí tiene un sentido de mercadeo, y cuando se da cuenta que alguna de sus nuevas ideas no se vende, sino por lo contrario le causa daño a su imagen, la abandona. En este sentido, la indignación que inmediatamente se expresó en las redes sobre las fotos del podio presidencial en frente del lugar de la tragedia, usted inmediatamente se reculó y mandó a suspender su espectáculo. Hasta ahí usted andaba bien en cuanto al control de daños. Cometió un error y lo corrigió. Pero inmediatamente su carácter le hizo cometer otro error tal vez más patético: Usted no solo canceló su discurso frente a los soterrados, sino negó que en algún momento tuvo la intención de darlo. Y a El Faro, uno de sus enemigos preferidos, lo regañó por haber publicado la foto del podio que ya estaba corriendo por el mundo: “Queda claro que panfletos como El Faro, financiados por personas oscuras, con el único interés de hacerle daño al país, no les importa utilizar el dolor de una familia.” Esto sí es hipocresía, pero de esa que no se vende, señor presidente…
Qué sorpresa cuando el mismo día, en su cadena nacional, usted salió transformado, tratando de personificar a un presidente tranquilo, que nunca levanta la voz, reunido con sus ministros, analizando la situación del país en sus diferentes emergencias. El show le salió mal, sumamente aburrido, y poco creíble. Pero bueno, la múltiple crítica a sus anteriores cadenas, donde se presentó como alguien sacado de quicio, irracional, gritando e insultando lo hizo buscar otra forma de comunicarse. Recular, pues…
Es un hecho consumado que la gente, sobre todo en las zonas más golpeadas por la crisis social y el hambre provocada por su obsesión con el concepto del confinamiento como instrumento principal para enfrentar la epidemia, cada día le hace menos caso. ¿Cómo va usted a reaccionar ante esta realidad? ¿Será otro recule, ante la decisión de la gente de desarmar de facto la cuarentena domiciliar? 
En la Alemania dividida por el muro, en algún momento la gente en la parte dominada por los soviéticos ya no aguantaba el encierro y se ingeniaba para ver cómo escaparse al occidente, pasando por Checoslovaquia, Hungría, Rumania. Como el régimen les negaba elecciones libres, optaron por lo que popularmente se llamó“la elección con las patas”. Y de paso sea dicho: poco después cayó el muro y el régimen totalitario en Alemania Oriental. 
Le guste o no, aquí ya tenemos una “elección con las patas”. La gente decidió a salir de sus casas, montar sus ventas, buscar sus alimentos, porque ya no aguanta el encierro. Y ojo: muchos que tomaron esta decisión son sus propios electores y quienes en encuestas le expresan su apoyo. Es lo que Manuel Hinds llamó la verdadera encuesta.  
Y ojo, presidente: Todo el aparato de control y represión que usted montó, con la PNC y la Fuerza Armada imponiendo la cuarentena domiciliar, se vuelve inútil ante la decisión masiva de la gente de regresar a sus labores. Es otro punto, y mucho más importante, en el cual no le queda otra cosa que recular. 
La realidad se impone a la necedad de un gobernante. 
Saludos, 


miércoles, 3 de junio de 2020

Carta a quienes piensan que la crisis es solo de lluvia y virus. De Paolo Luers


Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, 5 junio 2020


¿Por qué el presidente, en medio de la crisis del coronavirus, la cuarentena, el cierre de empresas y el desempleo, decidió echar gasolina al fuego con su anuncio que el país necesita una reforma del Estado y su Constitución y que él la va a conducir?
¿Por qué lanza este anuncio tan conflictivo? Lo lanza simplemente porque piensa que puede. Porque está en su naturaleza prepotente y megalómana. Él mismo da la explicación complementaria: Puedo crear un Nuevo Estado, porque tengo el apoyo del 97% de la población.
Aunque es bastante cuestionable la cifra del 97% (ni su socio Mitofsky ya se atreve a sostenerla, solo La Prensa Gráfica), sí es cierto que Bukele todavía tiene apoyo mayoritario en una población angustiada por la epidemia y cautiva de las consignas antipolíticas y populistas del presidente y sus seguidores.
El hecho de que su apoyo popular se mantiene incondicionalmente incluso en la crisis actual, le hace creer al presidente Bukele que tiene la legitimidad y la oportunidad de oro para transformar al Estado a su gusto.
Pero ahí hay un grave error de cálculo político: la gente apoya a Bukele por sus promesas populistas, por su discurso anticorrupción y porque ansiosamente busca cualquier liderazgo en tiempos de crisis. No hay ningún indicio que la gente lo apoya en sus diseños antidemocráticos de querer desarmar el Estado republicano con sus contrapesos al poder presidencial.
Manuel Hinds, en su columna publicada el día de ayer, titulada “El método detrás del caos”, concluyó de la siguiente forma: “Hay gente que puede creer, o pretende creer, que es pura coincidencia que el proceso que está llevando al país a la crisis más grande de su historia está alineado con ese otro proceso paralelo que lleva a la destrucción de la oposición y las instituciones democráticas. Y creen, o pretenden creer, que esos dos procesos no van directamente orientados a instalar una tiranía”.
Este es un señalamiento muy fuerte. Asume que detrás de lo que percibimos como improvisaciones e incapacidad del gobierno y como exabruptos de un gobernante con problemas psicológicos, opera un método sistemático de erosionar el Estado de derecho.
No vale la pena especular si realmente existe un plan estratégico y quién lo está diseñando y conduciendo. Lo que es obvio es que el resultado de todo este actuar del gobierno, sobre todo de su presidente, de facto está teniendo el resultado señalado por Manuel Hinds: un serio peligro para nuestra democracia, nuestras libertades y nuestros derechos.
Exista o no un “masterplan” y un “mastermind” detrás de todo esto, nosotros debemos desde ya organizar la defensa contra el intento de crear el tal Nuevo Estado. 
Saludos, 





lunes, 1 de junio de 2020

Carta a los defensores de la democracia: ¿Cuál unión? De Paolo Luers


Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, 2 JUNIO 2020


Estimados amigos:
Hay verdades que nos cuesta asumir, porque al asumirlas nos requiere mucho coraje cívico. Me alegra mucho ver en el editorial que El Faro dedica al primer aniversario del gobierno de Bukele la siguiente frase clave: “Este gobierno no cambiará su estilo confrontativo y antidemocrático. Es su naturaleza”. 
Yo formulé esa conclusión varias veces en los últimos meses, y muchos de ustedes me han criticado por radical e intransigente. Me alegra que el comportamiento del presidente Bukele y su gabinete en el contexto de la epidemia del COVID-19 ha quitado a muchos la ilusión de que con este presidente se pueda a llegar a entendimientos entre demócratas.
La conclusión de todo esto es que es cierto que hay que buscar la unión para sacar al país de esa múltiple crisis de salud, de desempleo, de hambre y fiscal. Pero la unión que hay que construir no es con un gobierno que sistemáticamente viola las reglas de la democracia y sabotea los canales de diálogo y concertación. La unión que hay que construir es entre los que independientemente de su origen ideológico y sus intereses particulares están dispuestos a ponerle límite y contrapeso a este gobierno autoritario.
Los intentos de apelar a la racionalidad y la vocación democrática del presidente y sus funcionarios solo les hacen burlarse de nuestra ingenuidad. Otra cosa es fortalecer las instituciones democráticas (Asamblea, Corte Suprema, Procuraduría de Derechos Humanos, Corte de Cuentas y Fiscalía) para que, junto a una ciudadanía activa, pongan límite a los abusos de poder que sistemáticamente comete el gobierno. Sigue siendo válida la sabiduría popular que dice: “Los gobiernos autoritarios no conocen límites, menos el que le pongamos los ciudadanos”.
Si asumimos todas esas conclusiones, nuestra vida va ser menos cómoda, porque una ciudadanía activa requiere que salgamos de nuestra zona de confort. Sin embargo, mucho más incómodo sería vivir en un país donde el poder del gobierno no tenga límites.
Todas estas consideraciones no son abstractas, sino que tienen implicaciones bien concretas para el poco tiempo que queda de aquí a las elecciones legislativas. En febrero del 2021 se definirá si El Salvador sigue siendo un país democrático y pluralista o se desliza a una dictadura.
Todo el mundo está haciendo balance del primer año de gobierno. Hay una gran coincidencia sobre el carácter de este gobierno: tendencias autoritarias, resistencia a la rendición de cuentas, improvisación en vez de planificación, concentración de poder de decisión en Casa Presidencial.
Un embajador amigo tenía que mandar a su gobierno un informe sobre la situación del país al cumplir un año el gobierno de Bukele. Me pidió que le aportara algunos elementos para describir los logros del gobierno. Tenía ya completo el capítulo sobre los desaciertos y peligros, pero le costó redactar los logros. Hice un esfuerzo serio para describirle los principales éxitos de este gobierno: la reducción drástica de homicidios y la reacción ágil y decisiva del presidente al inicio de la epidemia.
Pero precisamente en estos dos campos también surgen las más serias dudas y cuestionamientos, debido a la falta de transparencia en estos dos asuntos de importancia esencial para el país. La reducción de homicidios evidentemente no es resultado del plan de control territorial, sino de algún tipo de entendimiento con las pandillas, que nadie sabe en qué consiste. Y la correcta decisión de cerrar el país en marzo ha llevado al gobierno a una obsesión irracional con el concepto de confinamiento, lo que ha llevado al país al borde del colapso económico social y a una crisis institucional.
Reitero el concepto con el cual inicié esta carta: Hay que ponerle límite a la sed de poder de este gobierno, construyendo la unidad de los demócratas para defender el sistema republicano y pluralista.
Saludos, 

Lea también:

Primer año de gobierno de Bukele: 365 días de derechos humanos en cuarentena







domingo, 31 de mayo de 2020

¿Nación de Héroes o República de ciudadanos decentes? Columna Transversal de Paolo Luers


Publicado en EL DIARIO DE HOY, 31 mayo 2020


El escritor argelino Albert Camus, luego de años en la Resistencia francesa contra la ocupación alemana, publicó en 1947 la novela La Peste, cuyos personajes nos dieron una definición nueva del término del ‘heroísmo’, tan abusado por las ideologías autoritarias de todos los colores. Según Camus, los que hay que destacar no son hombres o mujeres dotados de poderes especiales y extraordinario valor, sino ciudadanos corrientes pero decentes, quienes en tiempos extraordinarios (como la peste que en el libro es alegoría para la ocupación de Francia por los nazis) hacen cosas extraordinarias.

En estos mismos años de postguerra, otra voz influyente en el análisis de la terrible historia reciente concibe el complemento necesario a esta definición de Albert Camus de los ciudadanos ordinarios que hacen cosas extraordinarias porque son decentes. Se llama Hannah Arendt, una socióloga y filósofa alemana-
judía que emigró a Estados Unidos. En varios escritos que buscaban explicar el fenómeno del totalitarismo, llegó a la conclusión que el sostén de regímenes criminales como el nacionalsocialismo alemán o el estalinismo soviético no eran hombres y mujeres extraordinariamente crueles y odiosos, sino ciudadanos ordinarios, padres de familia responsables, vecinos amables, pero que les faltaba decencia y coraje civil. Unos años más tarde, en 1961, Arendt asiste para The New Yorker al juicio contra Adolf Eichmann, uno de los ejecutores del Holocausto, y escribió su libro “La banalidad del mal”. Vale la pena leerlo.

Entonces, lo que distingue a los asesinos en los campos de concentración de Hitler y Stalin de los combatientes de la resistencia contra las dictaduras es lo que podemos resumir, según Camus y Arendt, en el término de decencia. Se tiene o no se tiene. Se asume o no se asume decencia. El ciudadano ordinario decente, en situaciones extraordinarias, hace cosas extraordinarias en defensa de los demás. El ciudadano ordinario indecente y cobarde, en situaciones extraordinarios, puede convertirse en criminal, verdugo, torturador. El ciudadano cobarde obedece cualquier orden, aunque para cumplirla tenga que cometer delitos; el ciudadano decente, no.

Traigo a colación estos conceptos de Albert Camus y Hannah Arendt, porque me molesta el permanente discurso, no solamente del gobierno, sobre “nuestros héroes”, refiriéndose al personal médico que hace frente a la epidemia, y a los soldados y policías que garantizan la seguridad pública y el cumplimiento de la cuarentena obligada. También celebran como “héroes” a todos los empleados públicos y otros del sector privado que mantienen funcionando los servicios básicos en tiempos de epidemia y cuarentena.

Yo tengo el máximo respeto a la labor de todos ellos, sobre todo a los médicos, las enfermeras y otros profesionales de salud. Adaptando a la situación actual el concepto de Camus, se trata de servidores públicos ordinarios y decentes que en esta crisis hacen cosas extraordinarias. Si esto los convierte en héroes, no sé. Prefiero entender que este país tiene una reserva moral, no basada en seres extraordinarios con capacidades excepcionales, sino en ciudadanos regulares que tienen decencia, sentido de responsabilidad y de solidaridad.

Si un país (o la historia) dependiera de héroes, en el sentido de hombres y mujeres excepcionales, estaríamos mal. Estos héroes jamás alcanzarían para superar las crisis de salud, de democracia y económicas que nos toca enfrentar. Para esto se necesita de la labor decente de los ciudadanos ordinarios.

En el caso de los soldados y policías, yo sé que la mayoría también son ciudadanos decentes que quieren servir a su país. Pero no todos. La conducción errónea que desde el poder política se les está dando a las dos instituciones armadas (no solo en este gobierno), ha fomentado que ahora existe mucho abuso de poder. Y como dijo Hannah Arendt, las violaciones a los derechos humanos no necesariamente son cometidos por personas extraordinariamente malas, sino por ciudadanos ordinarios carentes de decencia y coraje. Tienden a cumplir órdenes ciegamente, y si las órdenes provienen de un gobierno autoritario, muchos de los ciudadanos uniformados que no tienen principios firmes, van a actuar de manera represiva.
Entonces, ¿queremos ser una “Nación de Héroes”, como el presidente Bukele está promoviendo, pero con una dosis muy alta de militarismo? Los videos publicitarios que el gobierno difundió con este lema solo muestran gente armada hasta los dientes. Lo que realmente necesitamos es una República de ciudadanos decentes, responsables, conscientes y dispuestos a defender sus derechos y libertades. Esta tarea no podemos delegar a ningún héroe.