He decidido crear un nuevo movimiento    político. Tras analizar seriamente las condiciones objetivas del país  y la    difícil coyuntura en la que nos encontramos, creo que ya es hora de  dar un    salto en la conciencia y en la praxis para proponer un movimiento de  masas    amplio, diverso, policlasista, genuinamente venezolano y  revolucionario.    
    El objetivo es uno solo: lograr un inmenso    pacto nacional en contra del disparate.    
        No es un proyecto complicado. Este nuevo    movimiento no busca otra cosa que la sensatez, que la cordura  ciudadana, tan    común y tan corriente como el sujeto, verbo y predicado de todos los  días.    "Un poquito de coherencia, carajo". Ese podría ser el lema de  enganche    para la campaña de lanzamiento.    
        Nada de patrias, nada de sistemas sociales,    nada de vidas y muertes... este movimiento es menos melodramático y  mucho más    concreto. La lógica también puede ser un ideal político.    
        Para sumarse a esta iniciativa no se    requiere tener una ideología específica, ni siquiera un cuerpo de  postulados    doctrinarios más o menos elaborados. Aquí usted puede ser marxista,    antimarxista, marciano y hasta simplemente marchista.    
        No hay problema. Usted puede ponerse una    camisa roja o una camisa amarillo pollito. Como más le guste. Como se  lo pida    el cuerpo.    
        Puede, también, pensar que Marta Harnecker    es la versión leninista de la madre Teresa de Calcuta, o que Ronald  McDonald ha    hecho más por la humanidad que el Che Guevara.    
        No importa. Todas las diferencias son    bienvenidas, eso sí, siempre y cuando exista un mínimo de sindéresis,  de    congruencia. De eso se trata. Este país está pidiendo a gritos que  dos y dos    sean cuatro.    
        Es sorprendente que, después de once años,    no nos hayamos destruido y todavía limitemos por el norte con el mar  Caribe;    que todavía hablemos todos español, que creamos que el sol sale por  el este y    que, en verdad, los chimi chimitos estaban bailando el coro corito/  tamboré. Si    Simón Rodríguez viviera, tal vez diría: "Erramos, compadre. Así que  mejor    paremos esta vaina porque si no alguien nos va a tener que inventar  de    nuevo".    
        Todos los días los venezolanos asistimos a    un espectáculo delirante. Desde hace tiempo, Venezuela dejó de ser  país para    convertirse en un absurdo con petróleo. Rasque usted cualquier página  del    periódico, asómese a cualquier espacio informativo de la televisión.    
        El sinsentido es la noticia de cada día.    Vea y escuche usted a Aristóbulo Istúriz, por ejemplo, diciendo que  tienen    pruebas "en inglés" sobre la falta de soberanía de la oposición:    "Sabemos que está dirigida desde fuera", denunció esta semana.    
        Es insólito. En caso de que fuera cierto, y    de que todo aquel que cuestione al Gobierno -incluyendo a Maza  Zavala, a los    obreros de Guayana, a Margarita López Maya o a Domingo Alberto  Rangel, por    citar nombres diversos- estuviera dateado por la CIA, ¿cómo es  posible que el funcionario de un    gobierno que se reconoce directamente asesorado por Cuba, incluso en  temas    militares, intente descalificar a alguien, acusándolo de estar  asesorado por el    extranjero? Ni de vaina. De eso se trata. Dile no al disparate.    
        Otro ejemplo: Diego Arria danzando por el    mundo, lanzando desafíos, proponiéndole al Presidente que le acepte  una    hacienda como regalo pero que, a cambio, le devuelva el país a los  venezolanos.    ¿De qué habla? ¿En qué historia vive? ¿Qué parte de la realidad hay  que    traducirle? Es asombroso que no sepa, que no intuya o que ni siquiera  sospeche,    la percepción que tiene de él gran parte de los venezolanos mayores  de 40 años.    La imagen de Arria sigue siendo un emblema de la Venezuela corrupta  que    todos queríamos borrar en 1998 ¿Cómo se presenta ahora así, como un  simple    ciudadano que viene de la nada? No. Tampoco califica. No te dejes  ganar por la    desesperación política. Dile no al disparate.    
        Lo de Pdval más que un ejemplo es un    monumento.    
        Lo último es ver al Partido Comunista    tratando de que más de 120.000 toneladas de comida podrida sean  solamente una    maniobra mediática, parte de "una campaña de la ultraderecha". Es un    desatino demoledor. No hay manera de escuchar esa frase sin sentirse  estúpido.    ¡Sálvate ya! ¡Dile no al disparate! Todavía no tengo un nombre para  esta nueva    organización.    
        A mí me gusta algo así como Movimiento    Nacional Contra la    Loquetera. Pero quizás le falte sonoridad. Se necesita    expresar nítidamente una idea tan sencilla: no somos los heroicos  hijos de    Bolívar. No aspiramos a liberar el planeta. No deseamos más paraísos    revolucionarios... Ya sólo queremos un poco de sentido común. Esa es  nuestra    única utopía.    
        Se aceptan sugerencias. Los voluntarios y    voluntarias, por favor, pónganse en la fila.
(El Nacional/Venezuela. El autor es escritor, guinista y columnista venezolano)