"Ningún inversionista serio y responsable participaría en la explotación minera bajo un marco preñado de tantas irregularidades. Quienes vienen, vienen a depredar."
El audio en la voz del autor: MINAS.mp3
Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY,sábado 4 enero 2025
Estimados amigos:
Mucho se ha hablado de las consecuencias de la Ley de Minería para el medio ambiente. Ya todos entendieron que serán fatales. Pero poco se ha hablado de las puertas que esta ley abre a la corrupción. Luego de hablar con letrados del Derecho, expongo un primer punteo de las irregularidades de esta ley:
· La nueva Ley de Minería ni siquiera cita el Art.103 de la Constitución (“El subsuelo pertenece al Estado, el cual podrá otorgar concesiones para su explotación”), que específicamente regula la explotación del subsuelo a través de concesiones. Concesiones requieren de plazos, condiciones y aprobación de la Asamblea Legislativa. La nueva Ley de Minería inventa otro procedimiento que es en esencia arbitrario. Ya no hay Asamblea, tampoco Constitución, ni ley, ni concesión que valga, sino solamente la voluntad de un presidente inconstitucional. Todo será a dedo.
· La de la minería es una ley ad hoc, o sea hecho a la medida del interés de una sociedad anónima, que van a crear - y no habrá más invitados a la fiesta, excepto los miembros y cheros del clan gobernante, que pueden entrar como socios del socio que ellos escogen...
· La nueva ley no establece la participación del Estado en la sociedad que explotará el oro. Sólo dice que el Estado tiene que tener participación accionaria, pero sin establecer un límite mínimo. En consecuencia, el socio particular podría tener el control mayoritario de las acciones, con lo que podría hacer los contratos de servicio a su antojo; incrementar el capital reduciendo la participación estatal, nombrar al auditor de la sociedad, y reducir al mínimo las utilidades netas a distribuir. Los intereses del Estado no están garantizados.
· Tampoco habrá regulación y supervisión efectiva del Estado. La ley traslada la responsabilidad a cuatro funcionarios: el ministro de Medio Ambiente; el jefe de la Autoridad de Agua; el director General de Energía, Hidrocarburos y Minas; y el director de Minas. Todos son nombramientos del presidente y no tienen ninguna independencia.
· Se prohíbe el mercurio para la extracción del oro, pero se habilitan plantas de procesamiento generadoras de mercurio. ¿Para qué?
· El Código Penal sanciona con prisión los delitos de contaminación del medio ambiente:
Art. 255.- "El que provocare o realizare directa o indirectamente, emisiones, radiaciones o vertidos de cualquier naturaleza en el suelo, atmosfera, aguas terrestres superficiales, subterráneas o marítimas, en contravención a las leyes y reglamentos respectivos y que pusiere en peligro grave la salud o calidad de vida de las personas o el equilibrio de los sistemas ecológicos o del medio ambiente, será́ sancionado con prisión de cuatro a ocho anos."
También sanciona con prisión a los funcionarios que no intervienen para prevenir estos delitos:
Art. 262.- "Los funcionarios o empleados públicos que estando obligados en el ejercicio de sus funciones, a informar sobre la comisión de los delitos relativos a la protección de los recursos naturales, el medio ambiente, la flora y la fauna, omitiendo hacerlo o informaren ocultando los mismos, serán sancionados con prisión de uno a tres años e inhabilitación del cargo o empleo por el mismo tiempo."
Pero según la nueva ley, si la contaminación es causada por la minería, por ejemplo intoxicando los ríos y mantos acuíferos, solamente se sanciona con pagos de multas, mientras en cualquier otra industria que contamina los responsables reciben penas de cárcel. La ley de minería explícitamente exonera de las sanciones contempladas en el Código Penal. Inmunidad para el gobierno y sus socios.
· Derogan la Ley de Prohibición Minera, pero en realidad la mantienen con excepción de esta sociedad anónima creada por el Estado y su socio estratégico escogido por los hermanos Bukele. Surge un monopolio.
Ningún inversionista serio y responsable participaría en la explotación minera bajo un marco preñado de tantas irregularidades. Quienes vienen, vienen a depredar.
Este es el regalo de navidad que nos dieron los 57 diputados de Bukele. Cualquiera de ellos es responsable de los daños.
Nunca voy a saber si es por el Campanazo. Joaquín dice que no. Pero quiere que salga del Frente y del país —“para apoyar el trabajo internacional.” Alego que no es el momento de salir, que quiero presenciar y documentar la nueva etapa de la guerra, con las nuevas modalidades. Pero por otra parte, salir de Morazán abriría nuevos horizontes. Les platico a Luisa y Joaquín la idea que tengo de un documental que se llamaría Doble Cara y que habría que filmar en Occidente. Joaquín y Luisa me dicen: Desarrollá esa idea, pero de todos modos, eso necesitaría apoyo en el exterior. No lo podemos financiar y vos no tenés la gente para un proyecto de este tipo. Armar ese proyecto sería parte de tu trabajo en Estados Unidos. Necesitamos que vayás, porque sólo las FPL ha logrado un trabajo ahí.
Para cerrar la discusión, Joaquín me dice: “En unos días sale una columna de Torola hacia Guazapa. Es la gente del PC que está aquí por lo del coronel Avilés. Como ya canjearon al coronel, regresan a su base en Guazapa. Van bajo el mando del Cacho. Ya lo conocés. Él será el jefe de la columna. Pero quiero que vos te hagás cargo de la gente del ERP que irá con ustedes.”
¿A Guazapa, cómo? ¿Caminando? Me pongo triste sólo de pensarlo. Pero toda la dimensión de esta locura la veo, cuando me dicen de quiénes me tengo que “hacer cargo”: Mariposa, la ex locutora de Radio Venceremos, recién y definitivamente expulsada luego de otro pleito de faldas, esta vez con ella apuntándole a un compa con el fusil; una chava llamada Cecilia, expulsada del frente a saber por qué; Luis, un compañero chileno de quien los compas quieren deshacerse por su arrogancia —por haber salido de una escuela militar cubana piensa que tiene derecho a ser comandante y se niega a aceptar jefes medio analfabetas. “Por la gran puta, ¿me ponen al mando de una unidad de locos?”
Se ríe Luisa: “Pero no te preocupés, Paolo, también va a ir el Negro Will, y te puedes apoyar en él.” El Negro quiere ir a Estelí para presentarse al Ejército Sandinista, que lo da por desertor desde que se fue a El Salvador con el ERP, sin pedir permiso a nadie.
“No soy desertor, ¿qué piensan los hijueputas, que vine a pasear?”, me dice luego el Negro y agrega: “No te preocupés, yo te saco de cualquier desmadre, que se puede armar en el camino. Y te juro, se van a armar...”
La difícil despedida de Mis compañeros |
Mi foto preferida de toda la guerra: Mi hermano Maravilla bañándose en una poza en La Guacamaya |
Salimos de Torola y cruzamos el norte del departamento de San Miguel, para llegar a un campamento que tiene el ERP en el río Lempa, cerca de Nuevo Edén de San Juan. Aquí hay que esperar a los guías que el PRTC (Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos, otra de las organizaciones guerrilleras) nos tiene que mandar para llevarnos al campamento de ellos en el norte de San Vicente. Supuestamente nos iban a estar esperando en Nuevo Edén, pero no han llegado, ni han mandado mensajes. “Ya comienza mal,” dice El Cacho, “con estos vagos del PRTC nunca se sabe...”
Pero para los compas nuestros de esta zona, el tema no son los vagos del PRTC, sino el desmadre de las FPL en San Vicente. He escuchado rumores, pero aquí, por primera vez, escucho información concreta sobre unas masacres que están pasando en la zona de las FPL en San Vicente. Masacres no del ejército o la Guardia, sino de los mismos compas de las FPL. A la zona donde estamos, en el norte de San Miguel, han llegado compas buscando refugio y protección. Han contado de la detención arbitraria de combatientes, incluso jefes, colaboradores, bases y familias enteras, acusados de ‘trabajar para el enemigo’. Hubo torturas y fusilamientos. Hablaron de cientos de muertos.
Cuando nos cuenta de esto Javier, el jefe del campamento, se pone rojo de furia. “Si fuera por mí, hubiera cruzado el río con un par de pelotones, para darles verga a estos hijueputas asesinos. No lo hice, porque recibimos órdenes de Atilio de recibir a los refugiados, pero no hacer nada. Ganas no nos hubieran faltado. Hablan de mujeres torturadas, ¿qué revolucionario hace esta mierda?”
Javier |
Pregunto al Cacho, quien es el jefe de inteligencia del Partido Comunista y su brazo armado, las FAL: “¿Es cierta esta mierda? ¿Saben algo ustedes?”
“Sí. Tenemos ratos de recibir informes sobre esto. Incluso lo han discutido y reclamado en la Comandancia General. Los compañeros de las FPL han dicho que tienen bajo control la situación, que es asunto interno.”
“Pero cuando estuvo Schafik en Morazán, nunca mencionó nada...”
“Pues sí, el acuerdo fue mantenerlo silenciado. Porque una vez sale al público, nos jode a todos. Así que cuando pasemos por esta zona de las FPL entre San Vicente y Cabañas, ni una palabra, oíste...”
Yo sé, la unidad sobre todo. El FMLN es una federación de organizaciones, cada una autónoma y con sus propias reglas. Nadie se mete en los “asuntos internos” de los demás. ¿Pero matar a combatientes y civiles es “asunto interno”?
Mario Sibrián (Rodolfo Gonzalez), jefe de las FPL en San Vicente y el responsable de los asesinatos a cientos de compañeros. Fue condenado a muerte y ejecutado por las FPL en 1990. |
Uno de los compas de las FAL, el más ideológico de ellos, dice: “Calmate. Ustedes del ERP han matado a Roque Dalton. Mejor no juzguen a otros...” Trato de explicarle que esto fue hace 10 años, cuando las organizaciones guerrilleras acababan de nacer, con todas las enfermedades de la infancia. El ERP pagó caro el caso Dalton, pero aprendió su lección. Los de la FAL, al llegar a Morazán, se habían dado cuenta que también en este frente de guerra había muchos problemas de desmotivación y cansancio entre los combatientes. Se habían metido en la guerrilla como milicianos para defender a sus familias y comunidades, pero luego se convirtieron en combatientes móviles, alejados de sus pueblos y familias, moviéndose en todo oriente. Y no veían cuando la guerra iba a terminar.
Las FPL enfrentaban el mismo problema —y comenzaron a reaccionar con sospechas de infiltración, que en última instancia los llevó a ver a su propia gente como enemigos y matarlos. “En Morazán, el problema se enfrenta de otra manera. Se discute con la gente, y si insisten que quieren retirarse, los mandan a los refugios en Honduras, donde están sus familias. No se puede tener en la guerrilla a nadie por la fuerza y bajo amenazas...” El Cacho me da la razón: “Vamos a llevar estas experiencias de Morazán y San Vicente a discusión con nuestra gente en Guazapa... Pero de todos modos, cuidado de no armar discusiones cuando lleguemos a los campamentos de las FPL.”
Aparecen nuestros guías. Dicen que se retrasaron porque había muchos movimientos del ejército en la zona. Pedimos información a nuestra comandancia y nos dicen que en San Vicente sólo hay incursiones puntuales, que sigamos avanzando, pero con cuidado.
Cruzamos el Lempa en unas lanchas, de noche. Antes de avanzar, El Cacho y El Negro deciden mandar a los dos guías a explorar. El Negro William, de manera natural, sin ninguna discusión, ha asumido el mando militar de nuestra columna, y El Cacho lo acepta y respalda. Resulta que nuestros guías nunca regresan. Se han ido al carajo. Un compa de las FAL medio conoce la zona y dice que nos puede llevar al campamento del PRTC. Discutimos cortamente si no fuera mejor que tratemos de llegar directamente al campamento de las FPL más adelante, pero lo descartamos. Necesitamos llegar al campamento del PRTC, hacer contacto radial con las FPL, para que ellos nos manden a recoger. No nos vamos a arriesgar otra vez con guías del PRTC, ni tampoco de meternos solos en terreno desconocido.
Llegamos sin problemas al campamento del PRTC. “Por la gran puta, ¿adónde nos metimos?”, me dice William, “esto parece una cueva de bandidos.” El campamento es desordenado, sucio, muchos de los compas parecen vagos, no se siente disciplina. El jefe del campamento, cuando le contamos que desertaron los guías que nos mandó, sólo dice: “No me extraña, eran unos hijueputas lumpen.”
William arma nuestro propio sistema de postas, porque no confiamos en la seguridad de este campamento. Nos tocará quedarnos aquí por lo menos dos días, para esperar a los compas de las FPL. Hablamos con la gente del PRTC y resulta que lo único que hacen es bajar a la Panamericana, poner retenes y asaltar a los vehículos que pasan. Guerrilla lumpen.
Cuando a los dos días aparecen los nuevos guías, nos informan que hay tropas enemigas en varias partes del trayecto. Pero entre las dos opciones —quedarnos más tiempo en este campamento o avanzar y, al ser necesario, maniobrar para evadir al ejército— El Cacho, William y yo nos decidimos por la segunda. Ahí se arma el primer pleito con Luis, nuestro militar chileno-cubano. Exige ser tomado en cuenta en cualquier decisión militar. El Cacho sólo me mira a mí, con un gesto de “este huevo es tuyo”, y yo digo a Luis: “Aquí el encargado militar es William, el jefe de la columna es El Cacho, y el responsable del grupo del ERP soy yo. Así que vas a hacer lo que William te ordene.”
La que toma con vehemencia el lado de Luis, es Mariposa. Se me confirma lo que ya sospechaba: Ella ya se enredó con el chileno... El Cacho, los compas de las FAL y los guías que nos habían mandado las FPL, todos me están mirando: ¿Qué ondas, Chele? Digo: “Fin de la discusión, vámonos.” Pero el asunto no está arreglado, para nada. Comienzan tensiones y discusiones inútiles con esta pareja que nos acompañarán en todo el viaje.
Nos tardamos dos días para unirnos con la fuerza de las FPL. Por todas partes detectamos tropas del ejército, tenemos que parar, luego desviarnos y maniobrar para evadirlas. Recibimos instrucciones del mando de las FPL de cambiar la ruta, porque ellos habían movido su campamento. Pero con los dos guías, que son originarios de esta zona, y con el olfato infalible del Negro William llegamos sin problemas al destino. Llevamos una semana en el viaje de Morazán a Guazapa.
Los compas de las FPL nos reciben con honores. Toda la fuerza formada, un discurso de bienvenida del jefe. Es la primera vez que estoy en un campamento de ellos. Todo muy ordenado, muy formal, muy disciplinado. Los compas se cuadran a sus jefes, los saludan con rangos militares. El total contraste al ambiente en el campamento del PRTC, pero también al trato mucho más informal que conozco de nuestros campamentos de Morazán. Platicamos con los compas de cualquier cosa, menos de las campañas de “limpieza”. El día siguiente el jefe del campamento nos dice: “El ejército está entrando con fuerza en esta zona. Lo mejor sería que ustedes avancen rápido, antes de que aquí se armen los grandes enfrentamientos. Los voy a mandar con una escuadra a nuestro campamento en Cabañas. Ya hablé con el compañero comandante Ardilla.
Resulta que no es tan fácil llegar a Cabañas. Otra vez tenemos que maniobrar para evadir tropas que avanzan del lado de Cabañas. La escuadra de las FPL conoce muy bien el terreno, siempre andan explorando y diseñando nuevas rutas para nuestra columna. William no conoce el terreno, pero tiene como sus ojos los compas de las FPL. Muchas veces llegamos muy cerca a las patrullas del ejército, pero William sabe cómo se mueven, y cómo hay que moverse para no chocar. La misión es no chocar, sino llegar a Guazapa. Estudio el mapa que andamos y me doy cuenta que estamos tomando unos desvíos muy lejos de la ruta directa. “No existen rutas directas en la guerrilla,” me dice William. Ya habíamos cruzado de San Vicente al departamento de Cabañas, pero de repente bordeamos la ciudad de Cojutepeque, en el departamento de Cuscatlán, sólo para volver a agarrar al norte, para entrar otra vez a Cabañas y buscar la zona de Tejutepeque y Cinquera.
A los 4 días de marcha en zigzag, llegamos al campamento de Ardilla. Este comandante es un campesino bajito, un tipo mucho más relajado que su par en San Vicente. Maneja un campamento muy bien distribuido, invisible para la aviación. “Quédense con nosotros, hasta que quiten el operativo que tienen en Guazapa. Aquí estamos tranquilos, ellos están atacando en San Vicente y en Guazapa, aquí solamente van de paso...”
Es fácil hacerse chero de Ardilla. Paso largas horas de noche discutiendo con él y El Cacho sobre la guerra, sobre cómo recuperar la iniciativa y pasarse a la ofensiva. Al final de una de estas noches, Ardilla nos dice: “Habrás escuchado del desmadre que nuestra gente armó en San Vicente. Este hijueputa Mayo Sibrián es un loco. Está ahí en su zona de Tecoluca matando a mucha gente. Y lo peor es que nuestra comandancia en Chalatenango no hace nada. Es más, avalan lo que está haciendo Sibrián. Quiero que ustedes sepan que yo recibí las mismas órdenes y me negué a cumplirlas. Hice lo mismo que ustedes en Morazán: mandé al refugio en Honduras a la gente que ya no quería seguir combatiendo. Si me quieren castigar, tendrían que llegar aquí a enfrentarme...”
Ardilla (Isaias Sandoval), jefe de zona de las FPL, posterior alcalde de Suchitoto |
Cuando al fin salimos del campamento de Ardilla en dirección a Guazapa, ya llevamos 17 días en este viaje. Ardilla nos manda con una escuadra de combatientes que nos llevarán a un campamento de la Resistencia Nacional, la RN, otra organización guerrillera, en Palo Grande, arriba del cerro Guazapa. El operativo sobre la zona de Guazapa ya ha terminado, pero hay una tropa que se ha quedado controlando la calle Nueva, de San Martín a Suchitoto, que tenemos que cruzar. Y andan patrullas PRAL, unidades especiales de exploración e infiltración del ejército, que se mueven igual que unidades guerrilleras. Los logramos evadir, y llegamos a la Hacienda La Bermuda, ya cerca de la calle Nueva. Dormimos en la casona destruida. Los compas de las FPL andan explorando en la carretera y regresan con malas noticias: “Será bien difícil cruzar la carretera sin que nos detecten, están controlando las colinas de toda esta zona.”
Will y el jefe de la unidad de las FPL diseñan un plan. Van a desplegar dos equipos de tres combatientes cada uno y armar distracciones en dos puntos de calle Nueva, para que nosotros podamos pasar en medio. Me da nervios este plan, pero confío en los instintos del Negro William. Además, quiero llegar a Guazapa y a San Salvador.
El plan funciona de maravilla. En cuanto comienzan a sonar los tiros a nuestra derecha y nuestra izquierda, salimos de la cobertura al lado de la carretera y corremos como demonios, cruzando la calle y luego una planicie, que me parece inmensa, antes de llegar a la seguridad de un bosque y una quebrada. Los primeros pasan sin problemas, pero luego, de uno de los cerros comienzan a disparar hacia la planicie. Pero pasamos sin ninguna baja, nadie nos persigue, y al rato nos alcanzan los compas de los dos equipos de distracción. Comenzamos a subir el cerro Guazapa.
El Cerro Guazapa |
Llegamos a Palo Grande, un cantón entero convertido en campamento. Nos invitan a tomar sopa de gallina y beber café en la casa de don Lino, el dirigente campesino del cantón. De postre nos sirven Chaparro, y duermo, por primera vez en una eternidad, en una cama. Han pasado 3 semanas desde nuestra salida de Torola en Morazán.
Pero estoy equivocado: No es el fin del viaje. De Palo Grande vamos de campamento en campamento y de organización guerrillera a organización guerrillera, antes de llegar a Loma de Ramos, al otro lado del enorme cerro, encima de la planta de Bayer y del pueblo de Guazapa. Ahí es la sede del ERP en esta zona. En un campamento de las FAL que pasamos, nos despedimos del Cacho y su gente. Y ahí nos esperan unos compas del ERP que nos van a llevar a Loma de Ramos. Cuando llegamos, han pasado 3 semanas y 4 días de viaje.
De Torola en Morazán al Cerro Guazapa (ruta roja) Del Guazapa a Apopa (ruta azul) |
Loma de Ramos, en el costado poniente del Cerro Guazapa |
Entrego a los compañeros encargados la responsabilidad sobre mi pequeña columna de locos. Luis y Mariposa ya se han peleado y separado, y en los últimos días sufrimos el drama de celos, porque Mariposa en cada campamento buscaba novio. Me duele despedirme del Negro Will. No sé por qué tengo el presentimiento que no lo volveré a ver.
Mariposa |
Digo a los compas de Guazapa que necesito que me saquen a la capital lo más antes posible. Pero todo se paró. No había forma de sacarme a la zona del Bonete, al otro lado de la Troncal de Norte, entre los pueblos de Guazapa y Apopa. En el campamento de Loma de Ramos están esperando al hijo del poeta Roberto Armijo, el comandante Chicón. Que él decida que hacer conmigo. Se tarda más de una semana en llegar. “Ya ves qué complicado es este trayecto. Si Chicón no puede subir, vos tampoco podés bajar. Paciencia, hombre. Tienen un problema en el Bonete. Paciencia, hombre,” me dice el Chele Alfredo, encargado del campamento.
Hay otro grupo atrapado aquí, que va en dirección opuesta. Son compas que conozco de Managua, que han recibido entrenamiento especializado y van camino a Morazán. Les cuento el viaje y se desaniman un poco. En este grupo anda Lito, el pintor, quien en el COMIN era el encargado de diseñar e imprimir afiches. Anda Carlacho, cuñado de Aníbal, el de los pasaportes, y los tres pasamos noches enteras contándonos nuestras vidas y amores. Ambos entran al frente como ‘coheteros’. Tienen entrenamiento para manejar los cohetes antiaéreos que los compas han mandado desde Nicaragua. Dicen que con sus contactos en el Ejército Sandinista se los robaron de un almacén militar, porque el gobierno de Nicaragua no los puede entregar a la guerrilla salvadoreña por presiones desde Moscú y La Habana. Si nuestras unidades tuvieran cohetes móviles antiaéreos y gente para manejarlos, la guerrilla se podría proteger de los incesantes ataques aéreos y operativos helitransportados. Cambiaría la correlación de fuerzas, y esto sería delicado para los rusos y los cubanos.
Comandante Chicón (Claudio Ramindranath Armijo) |
Al fin aparece Chicón. Da instrucciones de mandarme al Bonete, y de ahí organizar la salida a la capital. A veces en esta guerra todo se paraliza hasta que llegue alguien de “más arriba” para tomar una decisión. Armijo la toma y el día siguiente bajo del cerro Guazapa, con una escolta de tres combatientes, y caminamos, sin problema alguno, a los cafetales del Bonete. Estamos a sólo 3 ó 4 kilómetros de Apopa.
En el Bonete no existe campamento. No puede haber. Es una zona de cafetales, muy cerca de concentraciones militares en los pueblos. Aquí hay que moverse permanentemente y nunca dormir dos noches en el mismo lugar. Los cafetales son muy difíciles de controlar. Nunca se ve nada a más de 5 ó 10 metros, y a veces uno se da cuenta de la presencia de alguien cuando aparta una rama en frente de donde uno está parado. Es una zona de paso, para logística y para movimientos de gente. Bajan del volcán de San Salvador para ir a Guazapa, o al revés. Vienen de la capital al frente de Guazapa, o al revés. La jefa de esta zona es Elsa, una mujer diminuta con gran autoridad de mando. Su compañero es el jefe de la guerrilla urbana del ERP. Cuando yo llego, están de paso Lola, una activista de derechos humanos, y una monja, miembro del “círculo pequeño”, un grupo de monjas que apoyan a la guerrilla. Mujeres impresionantes por su valor y determinación. La monja me dice que ya ha arreglado adónde puedo caer en la capital, mientras me preparen la salida del país: en el convento de un colegio de monjas. Vaya, pues...
Un día decido ir, junto con un compa, a un pozo para bañarme. Está bien cerca del lugar donde estamos acampados ese día. Pero aunque esté cerca y uno realmente necesita con urgencia un baño, porque ya hiede mal, es prohibido salir del “campamento”. Pero vamos de cualquier manera. Elsa no está, y los demás están medio dormidos. Llegamos al pozo, el compa se baña, mientras yo hago de posta. Luego me toca a mí y el compa sale para hacer posta. Me quedo solo, me desvisto, reclino el M-16 en un arbusto de café, y comienzo a mojarme con un guacal y ponerme champú. Como estamos tan cerca de la civilización, aquí hay lujos de este tipo.
De repente escucho un ruido, y en el mismo instante se apartan unas ramas de café y aparece la cara de un campesino, con cara asustada, cuando ve a un hombre alto, chele, desnudo, quien pega un brinco, no para agarrar su pantalón, sino para agarrar un fusil y encañonarlo. Aparece el compa y también lo encañona. El hombre pega un brinco, pero para atrás, y desaparece en el cafetal. El compa detrás de él, mientras yo me visto y regreso al “campamento”. Se han dado cuenta del alboroto y dos compas salieron para ayudar a perseguir y detener al campesino. No nos podemos dar el lujo de ser vistos por nadie, porque cualquiera puede informar a los soldados que nunca están lejos.
Al rato los compas regresan. Traen al ‘fugitivo’, que a esta altura tiene cara de alguien que está convencido que va a morir. Se asusta aún más cuando me ve. Los compas le interrogan. Resulta que es el propietario del cafetal donde estamos. Dice que no es colaborador del ejército, mucho menos oreja; y que corrió porque “el ruso” le asustó. Claro, un ruso desnudo y armado asusta a cualquiera. Los compas se convencen que el hombre no constituye peligro, uno de ellos lo lleva a otro lugar, mientras mudamos nuestro “campamento” a unas cuevas al otro lado del cafetal. Cuando regresa Elsa, no me regaña, porque está muerta de risa cuando le cuentan del ruso.
No hay foto de Paolo desnudo |
El día siguiente, junto a dos compas, caminamos hacia Apopa. Nos hemos rasurado y puesto ropa de civil. Andamos desarmados, solo uno de los compas lleva una pistolita escondida. Somos civiles. Llegamos a las primeras casas a la orilla de Apopa, caminando sobre una calle de finca. Detrás de una curva, de repente estamos frente a una cancha de fútbol, donde juegan un partido. Yo me paro y digo: “Yo no puedo pasar aquí. ¿Qué hace un chele, saliendo de un cafetal, entrando a Apopa?” Veo que los hombres de la barra de uno de los equipos están uniformados. Parece un partido entre soldados y civiles. El compa me dice: “Tranquilo, siga caminando como si nada...” Caminamos a la par de la cancha. Todos nos ven, pero nadie pone atención. Entramos en una calle empedrada y ya estamos en Apopa. En una pequeña plaza está parqueado un Volkswagen Bocho. “Este es el compa que te recoge. Cuídese.” Los dos compas se dan la vuelta y regresan por la cancha. Me subo al carro y media hora después estamos en San Salvador.
El compa me cuenta cómo están las cosas en la capital, cómo están jodidos la Universidad y los sindicatos, y que varios de sus compañeros de la U se han ido o al monte o al exterior. “Te voy a dejar donde unas monjas, que son de plena confianza. A los 2 días te van a buscar ahí y te darán tu pasaporte que están mandando desde Managua. Las instrucciones son que no vas a ver a nadie en San Salvador. Del convento te van a llevar al aeropuerto.”
Tocamos en la casa del convento. Me recibe una monja y me saluda con una gran sonrisa. El compa desaparece. Me llevan a un cuartito. “Descanse, en una hora habrá cena, le avisaré.” Me duermo casi de inmediato, hasta que me despierta la monja. Me lleva a un comedor con una mesa larga, donde están sentadas unas 10 o 12 monjas. En coro dicen: “Buenas noches, bienvenido.” La monja que me recibió me presenta: “Él es un amigo, que necesita estar aquí hasta que salga del país. Les puede contar de Morazán, pero no le hagan preguntas personales.”
Pasamos comiendo, tomando café, y platicando. Les cuento de Morazán, de Guazapa, de la Venceremos... “¿Ha conocido al padre Rogelio?”, me pregunta una monja.
“Sí, como no, somos como hermanos, yo con mi cámara y él con su biblia.”
“¿Y usted andaba armado? ¿Le tocó combatir?”
La monja superior interviene: “No vale hacer este tipo de preguntas.” Pero yo contesto de todas formas: “Todos andan fusiles, menos Rogelio, pero a mí no me tocó combatir. Soy periodista.”
El día siguiente ya aparece una mujer con un pasaporte alemán y el boleto aéreo para México. “Te voy a recoger a los 8 de la mañana.” En la noche me siento en la mesita en mi cuarto ensayando la firma con mi nuevo nombre. El día siguiente arribo a la Ciudad de México.
Siguiente entrega, martes 7 enero 2025:
Capítulo 28: Filmando en Ciudad Sandino (1986)