viernes, 11 de octubre de 2019

Carta a los periodistas: No crean todo lo que les canta un testigo criteriado, De Paolo Luers



Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, 12 octubre 2019


Colegas:
El juicio masivo contra 425 supuestos miembros y cabecillas de la Mara Salvatrucha es un 'one man show', un monólogo, el espectáculo de un solo testigo. Como es un testigo 'criteriado' bajo régimen de protección, le pusieron un seudónimo: 'Noé'. Sin embargo, todo el mundo sabe quien es: los pandilleros, los periodistas, los policías, los fiscales, los jueces, y muchísima gente en la comunidades donde opera la MS.

Yo lo conocí en marzo del 2012, en el penal de Ciudad Barrios, cuando entrevisté por primera vez a la 'ranfla' que dirige la MS. En situaciones extremas como estas, uno observa hasta los más pequeños detalles en el comportamiento y el lenguaje corporal de sus interlocutores, para poder orientarse, para poder distinguir quién es quién, en quién se puede confiar y de quién hay que tener cuidado. El que ahora los fiscales llaman 'Noé', desde este primer encuentro con los meros meros de la MS, tuvo algo falso. Daba la impresión que iba a hacer o decir cualquier cosa para caer en gracia con Boromeo 'El Diablito de Hollywood', el indiscutible líder entre ellos. 

Poco después, 'Noé' recobró su libertad y se presentó en la calle y en las consultas con los mediadores de la tregua como el lugarteniente y vocero de Boromeo. En varias ocasiones, decidí enfrentar sus posiciones, peticiones, informaciones con Boromeo u otros en Ciudad Barrios, y ellos lo desautorizaron. 

Cuando cayó preso y se convirtió en 'Noé', el colaborador de la fiscalía, conseguí copia de su declaración, contenida en un requerimiento fiscal (escrito de acusación) contra miembros de la MS y contra Raúl Mijango, a quien este 'testigo' quería involucrar en la planificación de un asesinato dentro del penal de Ciudad Barrios. (Esta acusación contra Mijango de hecho fue llevada a juicio, pero sobreseída por el juez, por falta de credibilidad del testimonio de 'Noé').

Dentro del requerimiento fiscal, el testimonio de 'Noé' tomó fácilmente un 80% de las más de 400 páginas. En este cuento, 'Noé' recita los nombres, direcciones, funciones dentro de la pandilla, y hasta las descripciones físicas de más de 400 supuestos miembros de la MS, distribuidos en todo el territorio nacional. Lo hizo de una manera tan cumplida, minuciosa y completa, que a mi me entró una duda. Llamé a un amigo, quien es uno de los siquiatras más reconocidos del país, y le pedí leer este testimonio y decirme si es probable que un individuo tenga una memoria tan minuciosa sobre los datos de mas de 400 personas. Su respuesta fue: No, esto parece un cuento ensayado, y apoyado en fotos, fichas y otros datos de la fiscalía.

Este es el one man show' que ahora escenificaron en este juicio masivo contra 425 supuestos cabecillas. Y así como fue en el testimonio de 'Nalo', el otro testigo criteriado estrella, quien testificó en el 'caso tregua', van a pasar las mismas dos cosas: la fiscalía lo va a poner a hablar a su testigo criteriado de otras cosas que no son sujetos de este juicio y de ninguna investigación oficial, pero que abonan a la pre condena mediática; y al final el juez, si es justo, va a desechar este testimonio por falta de credibilidad, así como lo hicieron los dos jueces que en la vista pública original y en la repetición absolvieron a los acusados en el 'caso tregua'. 

Como tengo el privilegio de detectar, desde mi conocimiento propio y directo, las mentiras que contiene el testimonio de 'Noé' cuando habla de mi persona, tengo que dudar de todo lo que cuenta sobre los asuntos interiores de la MS. Esto no significa que los acusados sean inocentes, pero sí que no deben recibir condenas adicionales sólo por las acusaciones de este hombre. Este hombre tiene cero credibilidad, y la fiscalía, al avalarlo, pone en peligro la suya.

Al asumir su cargo como fiscal general, Raúl Melara declaró que bajo su mando la fiscalía no va a seguir buscando impactos mediáticos y políticos ni pre condenas, sino juicios justos. Para asegurar esto, tendría que ejercer un control más rígido sobre los casos que han heredado de anteriores administraciones que trabajaron con otros criterios. Y sobre los fiscales que llevan estos casos.

¿Cómo se va a reflejar todo esto en los medios? Lamentablemente, en vez de investigar y confrontar versiones, los medios tienden a repetir, como si fueron hechos comprobados, 
los alegatos de los fiscales y, pero aun, de ex pandilleros que compran su libertad diciendo cualquier cosa que piensan que la fiscalía quiere escuchar. 

Espero que los periodistas no se hagan cómplices de confabulaciones.

Saludos,



miércoles, 9 de octubre de 2019

Carta a los creadores culturales de El Salvador: Son la riqueza del país. De Paolo Luers


Publicado en MAS! y EL DIARIO DE HOY, 10 octubre 2019



Hablemos de cultura y arte. Demasiado poco espacio ocupan en mis columnas y cartas. No es expresión de desprecio, sino más bien de la exagerada concentración en temas políticos, partidarios, ideológicos y electorales dentro del debate nacional, dejando al lado las otras facetas de la vida pública: educación, artes, cultura, lenguaje, literatura… Todos estos temas son parte no reemplazable de mi vida. Cuando decidí hacerme periodista, no fui a estudiar comunicaciones, periodismo o economía, sino literatura y lingüística. La verdad es que mi sueño fue dirigir la sección literaria y cultural de uno de los grandes periódicos alemanes, aunque por las sorpresas de la vida me convertí primero en reportero, luego en cineasta documentalista y finalmente en periodista político.
A esta altura, los que siguen las redes sociales, sospecharán que escribo esto porque me acusan de tener menosprecio por la ‘cultura nacional‘ salvadoreña. Pero para mí, la ‘cultura nacional‘ es una ficción oficialista. ¿Cómo decir que amamos la ‘cultura nacional‘ cuando esta incluye tantas cosas tan diferentes, algunas despreciables, otras mediocres y otras poco extraordinarias? Y para declararse amante de la ‘cultura nacional‘, también hay que aplaudir todos los usos (incluyendo los abusos) que el oficialismo, la política o el comercio pueden hacer de ella... 
Hablemos de las distintas expresiones de cultura y arte que nacen en El Salvador, las malas, las feas y las buenas. Tengo profundo respeto y admiración por lo que Marcela Zamora, Arturo Menéndez y otros están haciendo por hacer cine en El Salvador. Pero no puedo decir que admiro al ‘cine salvadoreño‘, porque esto incluiría películas mal concebidas y mal producidas como ‘Voces Inocentes’ y ‘Sobreviviendo Guazapa’. 
Admiro lo que mis amigos del Museo de la Palabra están haciendo para que nos enfrentemos con nuestra reciente historia, igual que el esfuerzo de Ricardo Simán y el equipo de producción de ‘Archivos Perdidos del Conflicto. Cultura ‘Made in El Salvador’ de la mejor…
Aunque casi no consumo teatro, el trabajo de Robby Salomón es un aporte cultural al país extraordinario, tanto en su trabajo como director como el de gestor con el ‘Teatro Luis Poma’. ¡Y qué actrices más maravillosas han surgido en El Salvador, empezando con Isabel Dada, terminando con Alejandra Nolasco, Egly Larreynaga y Paola Miranda! Hablando de Egly: su idea y realización de ‘La Cachada’, su proyecto teatral con mujeres del mercado, es algo que a nivel internacional comienza a cambiar la imagen de El Salvador…
En la danza siempre hay sorpresas muy agradables en El Salvador. Lo que presentan las hermanas Diana y Neca Aranda me emociona igual que la danza árabe de las hermanas Albar y Maricela Escobar de ‘Laialy‘ o las coreografías de Byron Nájera. Pero esto no significa que no se está produciendo mucha basura…
En El Salvador hay grupos culturales y artísticos muy diversos que me hacen optimista, no solo en cuanto a la cultura, sino pensando en el país, en su futuro, su convivencia, su creatividad: el Centro Arte para la Paz en Suchitoto; el Teatro Azoro; Los Torogoces de Morazán; Be a Dancer; la ‘Biblioteca Humana‘, creada por Claudia Cristiani; los bichos de break dance de Valle del Sol en Apopa; la Gaceta de Suchitoto; los grupos de teatro y literatura en los penales de pandilleros; ‘Forever‘ de Alejandro Gutman; los talleres de radio que hacen en Casa Tomada; la orquesta de cuerdas compuesta por muchachas pandilleras recluidas en el Centro de Inserción Social Femenino (para solo mencionar los que conozco personalmente)…
Todo esto lo admiro, lo disfruto y trato de apoyarlo como puedo. ¿Tengo que echar flores a cualquier expresión cultural solo porque el Estado, la publicidad o los medios las declaran representativos de la ‘cultura nacional‘? No. Hay expresiones culturales que no me gustan, pero que respeto, porque entiendo el rol que juegan y el esmero profesional de sus integrantes. Por ejemplo la Orchesta Sinfónica o el Ballet Folclórico. 
La cultura y las artes normalmente rayan con lo feo cuando se vuelven oficialistas, pomposas y cuando son instrumentalizadas con fines políticos o comerciales. Cosas que en otros contextos pueden ser bellas, de esta manera pueden perder el encanto de la creatividad y volverse panfletarias, aburridas o abusivas. Ahí hace falta crítica cultural.
Un saludo a todos los creadores culturales. Los necesitamos. Son la riqueza del país. 
Saludos,
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Director de Migración amenaza a 

columnista con retirarle ciudadanía




Los nuevos escuadroneros. De Gerardo Muyshondt

Gerardo Muyshondt, publicista y cineasta 

Publicado en El DIARIO DE HOY, 9 octubre 2019


Lo mismo que le provoca a alguien mínimamente ligado a la izquierda escuchar el término ‘escuadrón de la muerte’, le provoca a alguien mínimamente ligado a la derecha escuchar el término ‘comando urbano’ ”, me dijo Geovanni Galeas, ex miembro de la guerrilla salvadoreña y actual asesor del presidente salvadoreño Nayib Bukele, cuando tuve la oportunidad de entrevistarlo para la trilogía documental El Salvador: Archivos Perdidos del Conflicto.
Viéndolo en retrospectiva, estos grupos tenían dos objetivos principales. El primero era eliminar a la oposición. Si existía una figura que estaba “del otro lado”, pues se lo quebraban en un intento de debilitar al enemigo. El segundo gran objetivo era mandar un mensaje claro a los demás: “Si te metés en esto, ya sabés lo que te va a pasar”.
Lo hacían los dos lados. Unos más asolapados que otros, ambos creyendo que el fin justificaba los medios.
Hoy, como siempre, hay gente que apoya a los que gobiernan y hay gente que no. Eso es normal, y si me preguntan a mí, es sano. Se llama democracia y no es un sistema perfecto, pero vale la pena recordar la frase de Winston Churchill, ex Primer Ministro del Reino Unido y Premio Nobel de Literatura: “La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás”. Concuerdo con él.
En la frágil y juvenil democracia de El Salvador es fácil caer en la tentación de repetir nuestra historia. Somos intolerantes. Nos cuesta aceptar y, sobre todo, respetar a los que piensan diferente a nosotros. Muchos creen que cuando alguien no piensa igual a nosotros son rivales o, peor, enemigos. Igual que en la guerra.
Se nos olvida que tenemos más cosas en común que diferencias. Por eso, sustituimos el escuchar con el pelear. Priorizamos nuestras diferencias, a nuestras similitudes. Reemplazamos el respeto con el totalitarismo.
Menos mal que hoy no usamos balas para solventar nuestras diferencias, porque en la era de las redes sociales, donde todos podemos publicar nuestras posturas, todos estuviéramos muertos.
No usamos balas, pero las ganas de silenciar a los opositores siguen prevaleciendo. A pesar de que en el pasado no funcionó el matar a los que pensaban diferente, sino más bien radicalizó a cada bando, hoy los políticos de turno quieren hacer lo mismo que en los 80. No matarnos literalmente en el sentido físico, pero sí socialmente, aniquilando la credibilidad de cualquier voz que se alza, con la intención de no tener oposición.
Hoy, si un periodista escribe un artículo de opinión o una pieza de periodismo investigativo, si un joven publica un tuit o una ama de casa escribe en su Facebook una crítica al gobierno, la primera reacción de los que apoyan al actual presidente es írsele encima para desprestigiarlo y humillarlo. A más relevante la voz que se alza, o en tiempos modernos, a más seguidores o resonancia en redes sociales pueda tener el crítico, más recios y organizados los ataques.
Yo no soy político, ni muchos menos una figura pública relevante, pero hablo con propiedad al decir que he sido tratado así. Me han intentado amedrentar a través de la difamación y las mentiras. Desde inventarse que yo he sido grabado insultando a miembros del actual gabinete hasta insultar a mi valiente hijo de 6 años que lucha contra el cáncer desde que tenía 2.
La historia está repitiéndose. A los que tenemos la valentía de fijar una posición basada en creencias y valores nos quieren silenciar. Algunos han preferido la auto-censura para proteger a sus familiares. Otros están esperando que los demás se pronuncien para dar un tímido like o retuit. Tristemente, dentro de la política hay quienes hasta se hincan ante la temporal popularidad de quienes nos gobiernan, para asegurar su continuidad.
En lo personal, mis principios son inamovibles. Abierto a los que piensan diferente, sí. Pero no soy de los que se va a callar por miedo. Al contrario, siempre he creído que si uno solo se rodea de los que piensan igual a uno, uno deja de pensar. Por eso, hoy más que nunca los leo a todos y trato de entenderlos, sin buscar irrespetarlos. Pero no puedo callar lo que siento.
A los troles, que cobran un sueldo para intentar silenciar voces, o los que lo hacen de gratis por su nivel de fanatismo, les recuerdo que en el pasado, usando balas, no funcionó… y hoy tampoco. Ustedes son los nuevos escuadroneros.
Ustedes son una historia repetida. Pues ¿saben qué? Yo también. Ustedes como los que quisieron silenciar una voz, y yo, como una de esas voces que no se van a callar.
Y sé que no estoy solo…

lunes, 7 de octubre de 2019

Dignidad a cambio de “likes”. De Cristina López


Publicado en EL DIARIO DE HOY, 7 octubre 2019


Una de las desventajas de que el flujo de información al que estamos expuestos haya aumentado en términos de cantidad y velocidad, es que apenas nos queda tiempo para absorber y procesar noticias.
Se nos ha acortado el ancho de banda de la atención, con tantas piezas de información disponibles en todo momento, compitiendo una con otra. Es por eso que sucesos relativamente recientes, como la gira mediática en Nueva York que hiciere el presidente (y su familia) en su visita a la sede de las Naciones Unidas, se ve lejano a dos semanas de distancia. Y a mí, sin embargo, como salvadoreña en Estados Unidos, me sigue costando terminar de digerir el penoso espectáculo.
Sí, penoso. Porque más allá de la superficialidad del discurso, las selfies, y el reality show de pseudo-realeza aspiracional de llevar a su recién nacida a un evento diplomático, lo verdaderamente indigno fue el show mediático.
Primero, la conferencia de prensa bilateral en la que el presidente salvadoreño cubrió de piropos a su contraparte estadounidense, llamándole “cool and great”, una lambisconería indignante considerando que Donald Trump se refirió a El Salvador específicamente, como un “hoyo de mierda”, comentario por el que nunca se disculpó.
Claro, es entendible que la diplomacia obligue a pasar tragos amargos de cuando en cuando, y que el poder que Trump ejerce sobre los destinos del enorme número de inmigrantes salvadoreños en Estados Unidos pone al mandatario salvadoreño en una situación delicada. Pero puede establecerse respeto sin perder la dignidad a punta de lambisconería.
Lambisconería que, al final, no trae más beneficios que un momento viral para el presidente salvadoreño, tan necesitado de atención como es, pues el momento vergonzoso no vino amarrado de ningún tipo de concesión para las necesidades de tantos compatriotas.
Intentando otorgar el beneficio de la duda, habría circunstancias que hacen perdonable el que nuestro presidente le lamiera las botas a Trump: que era su primera participación en la Asamblea General de la ONU y se le notaron los reflejos de principiante, que vio en la altanería de Trump (indirectamente proporcional a su incompetencia) rasgos de su propia personalidad, o que vio en su contraparte a alguien con ninguna voluntad política para dialogar mejoras en las condiciones de nuestros inmigrantes y prefirió no alborotar las aguas.
Cualquiera de las anteriores, aunque no justifica, mitiga en algo la vergüenza de tal pérdida de dignidad. Al final, ¿qué más podía hacer? Negarse a la reunión no hubiera sido sensato.
Pero lo que es verdaderamente imperdonable desde cualquier punto de vista y que solo agrega a la sensación de vergüenza y afrenta, fue la aparición que hizo como invitado en un show de la cadena de cable Fox News.
Esta sí que era innecesaria, pues desde el punto de vista estratégico, en nada lograba avanzar la imagen del país: a esa hora la audiencia no llega ni a un millón de personas (cifra insignificante en el espectro estadounidense), y estas son, en su mayoría, hostiles a cualquier mensaje que no rinda pleitesía a Trump.
Salir al aire en Fox no sirvió más que para la autopromoción de nuestro presidente, puesto que esta es la misma cadena de cable en la que los anfitriones de un programa matutino se refirieron despectivamente a El Salvador como “un país mexicano”; donde a la crisis humanitaria de inmigrantes buscando refugio se le llama “invasión” de salvajes y a nuestros compatriotas que llegan buscando un mejor futuro les dicen “invasores”.
Este es el mismo canal donde, sin ironía alguna, algunos anfitriones han sugerido que quienes cruzan la frontera sean abatidos a tiros, donde han deshumanizado a nuestros inmigrantes trabajadores refiriéndose a ellos como “hordas de alienígenas” y donde hemos sido acusados de estar “destruyendo” a los Estados Unidos con nuestra sola presencia.
Me consta, porque durante varios años trabajé como analista de medios y conozco de primera mano la evidencia que demuestra que Fox News no es sólo anti-inmigrante, sino también simpatizante del autoritarismo nacionalista Trumpiano, que coquetea con el extremismo de los supremacistas blancos y que debería espantar a cualquiera con un ápice de nociones democráticas. Fue a ese canal donde el presidente salvadoreño fue a platicar sonriente, feliz con la atención, pero sin un gramo de dignidad.

Carta a los delegados de Naciones Unidas: Borrón y comenzar de cero con la CICIES. De Paolo Luers



Publicado en MAS! y EL FDIARIO DE HOY, 8 octubre 2019


Estimados señores de Naciones Unidas: 
En su ‘viaje de exploración’ de casi una semana a San Salvador se habrán dado cuenta que en el proyecto de una Comisión Internacional contra la Impunidad y Corrupción CICIES no se han dado ni siquiera los primeros pasos. Pero se trató de dar algunos pasos posteriores, por ejemplo de nombrar a un ‘vocero’ de la aun no existente CICIES (al embajador de la OEA en El Salvador, Ronald Ochatea).
Lo que es un paso en el aire, porque no se han dado los necesarios y lógicos primeros pasos: ponerse de acuerdo con las dos instituciones del Estado, sin las cuales no puede funcionar una Comisión de este tipo, la Asamblea Legislativa y la Fiscalía General.
Al iniciar sus consultas en El Salvador, ustedes se habrán dado cuenta que la instancia que ha propuesto y promovido la instalación de la CICIES y que ha solicitado apoyo a Naciones Unidas y a la OEA (el gobierno de Nayib Bukele) en los 8 meses desde su elección no ha hecho ningún esfuerzo de concertar el proyecto CICIES, ni con el Legislativo, ni con la Fiscalía, ni con ninguna otra institución del estado, ni con la sociedad civil. Ni siquiera ha dado el paso anterior al primer paso, que sería informar sobre el carácter de su propuesta.
Siendo la situación así, invitar al país comisiones de la OEA y de Naciones Unidas es una falta de respeto. No son ustedes que tienen que informar al Fiscal General y al Presidente de la Asamblea sobre el concepto de la CICIES. Era tarea del gobierno.
También es una pérdida de tiempo. Mientras el gobierno no hace su tarea y, aunque obviamente no le guste, se siente en una mesa con las instituciones del Estado, con la oposición y con organizaciones de la sociedad civil para concertar una concepción conjunta para una CICIES, ustedes como organismos internacionales solo pueden perder su tiempo.
Les propongo que comuniquen al gobierno salvadoreño que Naciones Unidas van a analizar la posibilidad de que se instale la CICIES luego de recibir una invitación por parte de una Comisión Nacional para la CICIES, compuesta por el Ejecutivo, el Legislativo, la Fiscalía General, la Corte Suprema, los partidos políticos y representantes de la sociedad civil.
Naciones Unidas y la OEA deberían ofrecer a nuestro país sus servicios de facilitación para que esta Comisión Nacional llegue a la concertación de un concepto conjunto para la creación, el funcionamiento, el mandato y los límites de la CICIES, y del convenio internacional que habría que firmar y que se presentará a la Asamblea Legislativa para su ratificación.
Lo que hasta ahora se ha hecho por parte del gobierno y (lastimosamente) el secretario general de la OEA y sus delegados, ha sido erróneo: Trataron de hacer un convenio entre el gobierno y la OEA antes de tener un consenso en casa.
No dieron los necesarios pasos firmes, así que los que trataron de dar quedaron en el aire. Hay que hacer un borrón para poder comenzar de cero, y esta vez bien, paso por paso.
Ustedes, desde Naciones Unidas, pueden facilitar que se corrija los errores.
Disculpen que me meta en este asunto, pero me sentí invitado a hacerlo cuando ustedes declararon que querían consultar con toda la sociedad salvadoreña.
Saludos, 


República imperfecta, pero República. De Erika Saldaña


Publicado en EL DIARIO DE HOY, 7 octubre 2019


Perú está sumido en una crisis constitucional. El presidente de esa república disolvió el Congreso, luego que éste le negara por segunda vez una “cuestión de confianza”. Por su parte, el Congreso decretó la incapacidad temporal del presidente de la república y lo suspendió en su cargo por doce meses. En El Salvador, algunas personas aprovecharon la situación peruana para sacar a la luz sus interpretaciones estiradas de la Constitución de El Salvador y sembrar la idea de que la Asamblea Legislativa debería disolverse o separar del cargo a los diputados. Esto debe aclararse, por el bien de nuestra República.
De lo sucedido en Perú, un asunto sí es equiparable al ordenamiento jurídico salvadoreño, y otro no. Primero, la Constitución de El Salvador en ningún apartado otorga la facultad o competencia a otro órgano para disolver la Asamblea. Esto no es una defensa a los diputados, quienes a veces realizan actuaciones que dejan mucho que desear. Es una defensa a nuestra forma de gobierno republicano y al sistema político pluralista y representativo. Segundo, el artículo 131 ordinal 20 de la Constitución sí prevé la posibilidad de declarar la incapacidad del presidente de la República.
Aun después de esta aclaración, habrá personas que harán interpretaciones antojadizas de la Constitución para intentar justificar el llamamiento a separar a los diputados de su cargo. De esta manera, están posicionado en las redes sociales la idea que debería invocarse el derecho a la insurrección para sustituir a los diputados. Estas no son más que declaraciones irresponsables y una mala idea para sacudirse a diputados opositores que no se sujeten a determinado pensamiento.
Sobre el derecho a la insurrección, la exposición de motivos de la Constitución —documento fidedigno para su interpretación conforme al artículo 268 de la misma— señala que la insurrección tiene un solo propósito: restablecer el orden constitucional. El rompimiento a este orden se configura únicamente bajo 3 supuestos que deben cumplirse: 1) transgresión de las normas relativas a la forma de gobierno (a la república y sus principios); por ejemplo, instaurar una monarquía, dictadura, o cambiar la alternabilidad en el ejercicio de la presidencia; 2) transgresión al sistema político establecido (pluralista, democrático y representativo); 3) graves violaciones a derechos constitucionales.
Los efectos del ejercicio del derecho a la insurrección son 2, también restringidos: 1) reemplazo de los funcionarios transgresores temporalmente; 2) la nueva elección debe realizarse mediante los mecanismos previstos en la Constitución. En resumen, este derecho otorga al pueblo —limitado por la misma ley fundamental— la posibilidad de restablecer el orden contra un gobierno u otros órganos que irrespeten la Constitución. En ningún momento se trata de una facultad para sustituir a ciertos funcionarios con los que existe descontento.
La Asamblea Legislativa ha sido una de las instituciones peor evaluadas por la ciudadanía; de ella se percibe mucho ruido y poco trabajo, que sus actividades están guiadas por intereses particulares y que es un foco de corrupción. A pesar de todo lo malo que podamos señalar, en una democracia las formas importan y, en este caso, la forma de cambiar a los diputados es sumamente importante para preservar la república democrática. No es lo mismo relevarlos con base en los resultados en las urnas, a alentar una crisis constitucional para lograr ese cambio.
Si alguien está descontento con las actuaciones de los diputados en la Asamblea Legislativa, la vía para reemplazar a estos funcionarios es el ejercicio del derecho al voto de manera seria e informada en las próximas elecciones legislativas. El derecho a la insurrección no tiene nada que ver para ese fin específico. Tampoco es aceptable que se hable tan a la ligera de insurrección y quebrantamiento al orden constitucional, pues evidencia una grave ignorancia de la historia de nuestro país y las épocas en que sucedieron distintos golpes de Estado.
Hay quienes quieren saltarse la institucionalidad y la Constitución haciendo una interpretación antojadiza de sus disposiciones. Si bien es cierto el pueblo es el soberano, el mismo está sometido a los límites trazados en nuestra Constitución. Con sus altos y bajos, y a pesar del deterioro institucional que se percibe, en El Salvador todavía tenemos una república democrática cuyos principios hay que respetar. Imperfecta es nuestra república, pero es república aún.

"La insurreción según artículo 87 no es una turba que se lanza a expresar su rechazo a unos diputados": Rodolfo González

Una entrevista al ex-magistrado de la sala de lo Constitucional Rodolfo González, por Ricardo Avelar.  El constitucionalista lamenta que por ignorancia o mala intención, personas cercanas al presidente hagan interpretaciones estiradas de la constitución.

¨Decir que la constitución permite disolver la Asamblea es algo inorante o malisioso¨

Publicado en EL DIARIO DE HOY, 7 octubre 2019


A propósito de la reciente crisis política en el Perú, donde el presidente disolvió al Congreso siguiendo un trámite legal, algunas voces en El Salvador han aprovechado el descontento con el Legislativo y pedido que se actúe de forma análoga.
A juicio de Rodolfo González, exmagistrado de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, esto puede verse de dos formas: o es una ignorancia de la ley o es una forma maliciosa de interpretar una disposición constitucional que ni siquiera se asemeja a lo que estas personas, tradicionalmente cercanas al presidente Nayib Bukele, pretenden decir.
Por ello, en un reciente artículo de opinión, González calificó estas opiniones como “desvaríos constitucionales”.
Asimismo, advirtió que el estado de derecho supone que los poderes del estado se controlen los unos a los otros. Esto, explica, es el funcionamiento normal de una democracia y no una expresión antojadiza de un grupo hacia otro.
Finalmente, el magistrado manifiesta que el alto capital político del presidente puede ser utilizado para construir puentes y lograr acuerdos en áreas sustanciales, pero lamenta que de momento se enfoque en “desautorizar, desprestigiar, amenazar o presionar a los diputados”.
De estos y otros temas conversamos con Rodolfo González. Aquí la entrevista completa con El Diario de Hoy:
Usted habló en su columna sobre desvaríos constitucionales. ¿A qué se refiere? 
Interpretaciones absurdas, estirar la norma para hacerla decir lo que no dice. Nuestra Constitución es de las pocas que expresamente reconocen en su texto el derecho del pueblo a la insurrección pero hay que leer no solo el 87, sino los 274 artículos de la Constitución para que usted entienda el significado del artículo original.
Es como la reforma constitucional, se permite pero hay áreas que no se pueden reformar. Al hablar de desvaríos hablamos de ideas supuestamente en nombre de la Constitución pero que son verdaderos absurdos para querer justificar aspiraciones políticas que no tienen cobertura en la Constitución.
Lo que se dice en nombre del 87 de la Constitución no es lo que realmente deriva del artículo. Ni es cierto lo que se ha venido diciendo de que cualquier cosa de la Constitución se puede reformar. Hay que poner sensatez al discurso político.
San Salvador, 04/10/2019. Entrevista exmagistrado Rodolfo Gonz‡lez
Foto EDH/ Marcela Moreno
El artículo 87 habla de la insurrección, pero ¿qué es lo que sí y lo que no permite? 
El pueblo es el soberano y cuando considere que el orden constitucional ha sido lesionado puede lanzarse a la calle y recuperar la soberanía que en periodo ordinario se ejerce por los órganos del estado.
En el 87 se reconoce el derecho de insurrección pero el artículo dice que no es para romper el orden sino para restablecerlo cuando es alterado por los funcionarios y durará cuanto sea necesario para deponer a las autoridades que rompieron el orden.
¿Qué es una ruptura al orden constitucional?
La superación de un veto o una sentencia que a alguien no le gustó o una decisión ejecutiva o legislativa no lo son. Ruptura del orden es romper el núcleo de la constitución, la forma al sistema de gobierno, la separación de poderes, derechos fundamentales.
No es una turba que se lanza a expresar su rechazo a unos diputados o ministros. Por eso es que ya que está en la Constitución hay que interpretarlo en el contexto de todo el orden constitucional.
En el caso que diputados (Numan Salgado, GANA) o cercanos al presidente (como Walter Araujo) lo invoquen, ¿es una interpretación maliciosa? 
Puede ser una interpretación a partir de la ignorancia, no se conoce a cabalidad el funcionamiento del sistema republicano de frenos y contrapesos. La ignorancia se resuelve poniéndose a estudiar. Pero si es por mala fe es más preocupante. Que un exfuncionario del nivel de expresidente de la Asamblea o que presidió el TSE (Araujo) o de un actual diputado (Numan Salgado, GANA).
Hay que llamar la atención que una función de los partidos políticos es reclutar gente que pueda ser postulada a cargos pero darles una mínima formación sobre el régimen constitucional. No todo se puede porque se tiene el poder. El presidente puede hacer muchas cosas, por ejemplo, pero hay cosas que la Constitución determina que no.

“una minoría no es ciudadanía de segunda categoría. Se le pide a un demócrata que entienda que su mayoría, por grande que sea, no tiene la facultad de aplastar derechos de la minoría, así sea 96 frente a 4 o 99 a 1, la minoría siempre tiene derechos fundamentales”.
Rodolfo González, Exmagistrado de la Sala de lo Constitucional
Si estos llamados equivocados son por mala fe, se está rompiendo el principio básico de la lealtad constitucional.
Un presidente puede ser enérgico con la oposición y hacerle jugadas políticas para sacarlos de base y esto puede ser válido dentro del juego. Lo que no se puede hacer es perseguir política o judicialmente a políticos opositores.
Seamos leales con el régimen constitucional. Preocupa si se hace de mala fe o si está haciendo un pulso en la opinión pública para ver cuánta receptividad hay a eso. El pueblo no es una turba sino el conjunto de ciudadanos que tenemos un vínculo de nuestro Estado.
¿El presidente juega con la idea de que su oposición es una minoría pequeña. ¿Qué protección constitucional hay a las minorías para no ser aplastadas? 
Hay teorías de la democracia que ven a la democracia como el sistema donde se hace lo que decide la mayoría con respeto de las minorías y hay quienes ven a los derechos fundamentales como triunfos de la minoría ante la voluntad de la mayoría.
En la Asamblea se hace lo que dicen 43, la presidencia se gana con el 50% más uno. Pero la minoría no pasa a ser ciudadanía de segunda categoría. Se le pide a un demócrata que entienda que su mayoría no tiene la facultad de aplastar los derechos de la minoría, así sea 96 frente a 4 o 99 frente a 1, la minoría siempre tiene derechos fundamentales. Por eso convivimos en un régimen donde hay reglas básicas que no serán alterados llegue quien llegue. Si un presidente se dice demócrata debe tener claro el respeto a la minorías.

“Un presidente puede ser enérgico con la oposición y hacer jugadas políticas para sacarlos de base y esto puede ser válido. Lo que no se puede hacer es perseguir política o judicialmente a políticos opositores. Hay que ser leales con el régimen constitucional. Por eso preocupa si esto se hace de mala fe”.
Rodolfo González, Exmagistrado de la Sala de lo Constitucional
¿Si ellos quisieran malinterpretar el 87 o reformar la constitución en lo que no se puede, ¿está lista la institucionalidad para protegerse? 
Tiene que estarlo. Hay una Sala de lo Constitucional, hay una Fiscalía que puede ser activa, un Instituto de Acceso a la Información y en general una institucionalidad operante, funcional que puede parar conatos de ruptura del orden constitucional.
Hay que saber afinar el lápiz: un grupo de personas apostadas frente a la Asamblea o la Corte, impidiéndoles que apoyen una ley, ¿qué están haciendo? ¿Están ejerciendo el derecho de insurrección o cometiendo un delito de sedición o rebeldía? ¿De qué depende que califiquemos como una u otra? De para qué se reunieron. Si es para alterar el orden constitucional, es un vulgar delito de sedición, Si es para restablecer el orden constitucional. Hay que precisar de qué hablamos. El hecho objetivo es una muchedumbre ante una institución.
Los magistrados que me sucedieron a mí y a mis compañeros están vigilantes de esta situación. El Fiscal General también lo está. Si esto solo queda como un pulso en la opinión pública, qué bien que hay voces sensatas que señalan la locura y los delirios que aseveran algunos. Lo importante es la constitucionalidad para evitar que esto pase a más.
Hay quienes dicen que no hay que esperar hasta 2021 para sacar a estos diputados. A mí no me gustan muchos diputados, pero la forma de sacarlos no es por la fuerza, alegando de forma ignorante o maliciosa el derecho a insurrección. Alegan que pueden hacer barbaridades pasando leyes, pero para eso hay mecanismos procesales para llevarlas ante los tribunales.
Hay una institucionalidad que esperamos se mantenga vigilante y si esto pasa a más, ejerza las herramientas que da el estado de derecho.
Si un presidente está inconforme con la aritmética política, ¿qué le toca hacer?
Si es un presidente demócrata y entiende el funcionamiento del régimen, tiene que negociar con los diputados a pesar que se odien. Si un presidente es demócrata, no tiene más alternativa que sentarse y negociar en el buen sentido para configurar buenas políticas.
Hace 27 años apenas estábamos siendo ejemplo de un país que puso fin a un conflicto por la vía negociada. Ya sé lo que hicieron los partidos tradicionales después de los acuerdos de paz y yo firmé sentencias anulando decisiones equivocadas que aprobaban estos partidos, pero la manera de afrontar el que no tenga respaldo automático y absoluto de un parlamento es negociar y buscar puntos de encuentro.
¿Podría el presidente usar su alto capital político para esto?
Sí, definitivamente. Pero la pregunta que hay que hacer es para qué lo va a utilizar, ¿para desautorizar, desprestigiar, amenazarlos o presionar a los diputados?
El problema está en el Ejecutivo si está pensando así. El capital político se puede usar para bien o para mal. Si se usa para presionar a los otros órganos y quererlos llevar a un punto de aprobar todo tan cual, el problema es del Ejecutivo.
Para un salvadoreño, ¿es preocupante que la Asamblea Legislativa tenga la facultad de adversar las decisiones del presidente? 
No, no es negativo. Uno espera que si la Asamblea interpela ministros, forma comisiones de investigación, se tarda los 3 meses que dice la Constitución para aprobar un presupuesto sea porque de verdad está analizando los pros y contras de la propuesta del Ejecutivo y no con la intención de bloquear.
Cuando dejó de ser positivo los frenos y contrapesos y controles entre órganos es cuando uno bloquea al otro. Pero en sí que una Asamblea haga controles sobre el Ejecutivo no solo es tolerable sino que es deseable, es lo que exige un régimen republicano. De igual manera lo hace el Judicial, que tiene la facultad de frenar actos que no corresponden con el marco legal. También tiene esta facultad el presidente de vetar algo que no le parece conveniente.
¿Es esto anormal o ganas de molestar?  Son los juegos normales de un sistema republicano.
A 35 años de la constitución y 27 de los Acuerdos de Paz ya deberíamos tener esto claro, los ciudadanos y mucho más la clase política.
¿Y debe preocupar, como se quejó el presidente Bukele, que la Asamblea conozca de asuntos presupuestarios? 
Es todavía más importante que la Asamblea conozca en materia presupuestaria porque son los recursos que todos aportamos, sacrificando un poco de nuestros ingresos. El órgano plural y representativo, la Asamblea, debe aprobar el presupuesto pero no automáticamente, solo apretando un botón, sino revisando al detalle. Imagine un presupuesto con un porcentaje dedicado a defensa como teníamos en los 80s, en detrimento del área social. Es lógico que esta revise.
Un presidente demócrata tiene que convivir con esto, es de lo más normal. Es un principio que en las democracias lleva ocho siglos. Si alguien ocho siglos después no ha descubierto eso, debe hacer el esfuerzo de ponerse al día. Así funciona un régimen republicano.

domingo, 6 de octubre de 2019

La guerra contra la verdad. De Moisés Naím

Al mismo tiempo que hoy tenemos más información que en el pasado, la veracidad de esa información es más cuestionable.


Publicado en EL PAIS, 6 octubre 2019


Moisés Naím, columnista venezolano
Es muy extraño lo que está pasando en estos tiempos con la información. Es, al mismo tiempo, más valorada y más despreciada que nunca.
La información, potenciada por la revolución digital, será el motor más importante de la economía, la política y la ciencia del siglo XXI. Pero, como ya hemos visto, también será una peligrosa fuente de confusión, fragmentación social y conflictos.
Grandes cantidades de datos que antes no significaban nada, ahora pueden ser convertidos en información que ayuda a gestionar mejor gobiernos y empresas, curar enfermedades, crear nuevas armas o determinar quién gana las elecciones, entre otras muchas cosas. Es el nuevo petróleo: después de procesado y refinado tiene gran valor económico. Y si en el siglo pasado varias guerras fueron provocadas por la búsqueda del control del petróleo, en este siglo habrá guerras motivadas por el control de la información.
Pero, al mismo tiempo que hay información que salva vidas y es gloriosa, hay otra que mata y es tóxica. La desinformación, el fraude y la manipulación que fomenta el conflicto están teniendo un auge tan acelerado como la información extraída de las masivas bases de datos digitalizados. Algunos de quienes controlan estas tecnologías saben cómo convencernos de comprar determinados productos. Otros saben cómo entusiasmarnos con ciertas ideas, grupos o lideres —y detestar a sus rivales.
La gran ironía es que, al mismo tiempo que hoy tenemos más información que en el pasado, la veracidad de esa información es más cuestionable. Alan Rusbinger, ex director del diario británico The Guardian, ha dicho que “Estamos descubriendo que la sociedad realmente no puede funcionar si no podemos ponernos de acuerdo sobre la diferencia entre un hecho real y uno falso. No se pueden tener debates o leyes o tribunales o gobernabilidad o ciencia si no hay acuerdo acerca de cuál es un hecho real y cual no”.
El debate acerca de qué es verdad y qué es mentira es tan antiguo como la humanidad. Las discusiones al respecto que se dan entre filósofos, científicos, políticos, periodistas o, simplemente, entre personas con ideas diferentes son frecuentes y feroces. Muchas veces, estos debates en vez de concentrarse en la verificación de los hechos, se centran en la descalificación de quienes los producen. Así, científicos y periodistas son blanco frecuente de quienes, por intereses o creencias, defienden ideas o prácticas basadas en mentiras.
Los científicos que, por ejemplo, generan datos incontrovertibles sobre el calentamiento global o aquellos que alertan sobre la imperiosa necesidad de vacunar a los niños, ya están acostumbrados a ser blanco de calumnias acerca de sus motivaciones e intereses.
Los periodistas son víctimas aún más frecuentes de estas descalificaciones. Si bien los ataques de los poderosos que son incomodados por los medios de comunicación no son nuevos, la hostilidad del actual presidente de Estados Unidos es inédita. Donald Trump ha dicho “Estos animales de la prensa, Sí… son animales. Son los peores seres humanos que uno jamás podrá encontrar… son personas terriblemente deshonestas”. También ha popularizado la idea de que los periodistas son “enemigos del pueblo” que propagan noticias falsas —las famosas fake news. Trump ha mencionado las fake news en Twitter más de 600 veces y las menciona en todos sus discursos. Lo grave es que Trump no sólo ha logrado minar la confianza de los estadounidenses en sus medios de comunicación, sino que su acusación ha sido acogida por los autócratas del mundo. Según A. G. Sulzberger, el principal directivo de The New York Times, “en los últimos años, más de 50 primeros ministros y presidentes en los cinco continentes han usado el término fake news para justificar sus acciones en contra de los medios de comunicación”. Sulzberger reconoce que “los medios de comunicación no son perfectos. Cometemos errores. Tenemos puntos ciegos”. No obstante, este ejecutivo no tiene ambages en afirmar que la misión de The New York Times es buscar la verdad. En el confuso mundo actual, donde todo parece relativo y nebuloso, es bueno saber que aún hay quien apuesta que la verdad existe y puede ser encontrada. Esta defensa de la verdad es un buen antídoto contra los lideres con propensiones autoritarias.
En 1951, Hannah Arendt escribió: “El sujeto ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista comprometido, son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción, lo verdadero y lo falso ha dejado de existir”.
Más de seis décadas después esta descripción ha adquirido renovada vigencia. Es imperativo derrotar a quienes han declarado la guerra a la verdad.
@moisesnaim