viernes, 29 de noviembre de 2024

Carta a Nayib Bukele: La maldición rey Midas y su oro. De Paolo Luers (+capítulo 16 del libro 'Doble Cara")

 

"En El Salvador no hay ni cortes, ni fiscales, ni parlamento, ni instituciones autónomas que pueden cuestionar las decisiones que emanan del Ejecutivo. Mucho menos la ciudadanía, que tiene miedo y además ya no tiene acceso a la información pública. Este es el peor escenario para la implementación de tecnologías, que en otros países, con instituciones democráticas, pueden funcionar sin riesgos, como la energía nuclear, con la cual usted también está coqueteando, o la minería de oro." 

El audio en la voz del autor: ORO.mp3

    
Publicado en MAS!  EL DIARIO DE HOY, sábado 30 noviembre 2024

Ciudadano Bukele:

La leyenda griega dice que Midas, el rey de Frigia, en Asia Menor, tenía un poder extraordinario: Todo lo que tocaba se convertía en oro. Pero también dice la leyenda que Midas terminó muriendo de hambre...


Esto suena parecido a lo que ayer me dijo un hombre, originario de Santa Rosa de Lima. De joven trabajó en las minas de oro de San Sebastián encima de la ciudad, pero luego de un gran pleito con los dueños de la mina, unos gringos, sobre la contaminación del agua, lo persiguió la Guardia y tuvo que ir a San Salvador. Lo llamé luego de que usted publicó en X que El Salvador debería explotar su riqueza de oro y suspender la “absurda prohibición de la minería metálica”.

 

“¿Qué pensás de esto que Nayib quiere volver a abrir las minas?”, le pregunté. Sin pensar, me contestó: “El oro que este maitro quiere explotar, es una maldición.” 

 

El pintor Antonio Bonilla lo puso de manera más drástica en su cuenta en Facebook: “Vamos a encontrar oro y comer mierda.” Disculpe su francés, pero el hombre es artista... 



Mucho se habla de la minería de oro, unos de sus beneficios, otros de sus riesgos. Para unos sería la bendición, para otros la maldición - por los daños medioambientales y la contaminación de las aguas. No soy experto. Sé que muchos países han desarrollado técnicas seguras de explotar el oro en su suelo. Pero son países que tienen varios factores. que nosotros no tenemos: alta capacidad tecnológica; instituciones democráticas que funcionan; regulaciones muy estrictas que exigen a las empresas mineras hacer importantes inversiones para evitar contaminaciones. En estos países, el Estado tiene la capacidad de obligar a las empresas mineras a cumplir con las leyes y regulaciones.

Por tanto, sería una tontería ver a la minería metálica como un diablo y exigir que se prohíba en todo el mundo. Otra cosa es la prohibición en El Salvador que usted propone abolir. Esta ley de prohibición se hizo para un país, en el cual no hay instituciones que pueden garantizar que las empresas mineras inviertan grandes sumas para aplicar sistemas de prevención de accidentes y contaminaciones. Y si esto fue así en los gobiernos anteriores, hoy, en el suyo, es peor. Hoy todas las decisiones son centralizadas, se toman con criterios políticos de acumulación de poder y empresariales para acumular riqueza, no con criterios científicos o de protección al medio ambiente.

 

No hay ni cortes, ni fiscales, ni parlamento, ni instituciones autónomas que pueden cuestionar las decisiones que emanan del Ejecutivo. Mucho menos la ciudadanía, que tiene miedo y además ya no tiene acceso a la información pública. 

 

Este es el peor escenario para la implementación de tecnologías, que en otros países, con instituciones democráticas, pueden funcionar sin riesgos, como la energía nuclear, con la cual usted también está coqueteando, o la minería de oro. 

 

Además, este interés por el oro no viene del cielo. Sólo tiene sentido si usted ya tiene claro, con quiénes se va a meter en este negocio. Así que, en esta primera ronda de la discusión, la gente le va a hacer un par de preguntas incómodas:

 

·      ¿Quiénes son los inversores que han comprado tierras en las zonas que tienen yacimientos de oro? 

·      ¿Todavía Pacific Rim posee los terrenos que compró para su proyecto Mina Dorada en Cabañas que se suspendió con la ley que prohíbe la minería metálica?

·      ¿Con cuáles consorcios internacionales, que a nivel mundial manejan la minería de oro, usted tiene acuerdos -o preacuerdos- para que inviertan, una vez que la Asamblea, obediente que es, levante la prohibición? 

·      ¿Acaso son los canadienses de Pacific Rim, que demandaron a El Salvador por $300 millones; o son los chinos o los turcos de aquel clan Yilderim al cual ya dieron el control de nuestros puertos? 

·      ¿Cuáles inversores salvadoreños participarían de esta piñata?

·      ¿Su familia, luego de hacerse cafetaleros y terratenientes, ser hará minera?

·      ¿Cuánto están dispuestos los consorcios de invertir para ejecutar la minería en nuestro país con los estándares de seguridad de, por ejemplo, Canadá o Japón?

·      ¿Cómo va su gobierno garantizar y supervisar el cumplimiento de las promesas de una “minería verde”?

·      ¿Piensan a permitir la minería a cielo abierto, en la cual se remueven cerros enteros?

·      ¿Con qué tipo de ley de regulación de la minería piensan sustituir la actual ley? 

·      ¿Qué poderes tendrán las instituciones de control?

·      Y la pregunta del millón: ¿Qué porción de la ganancia de este negocio quedaría al Estado?  



Ambas fotos fueron publicadas de empresas que promueven 
la minera de oro a cielo abierto como ecológicamente sostenible



Usted promete oro para todos. Pero me temo que lo que vamos a recibir será agua pestilente para todos.

 

Estamos pendientes que aclare todos estos detallitos antes de crear hechos.

Saludos, Midas Bukele, de




* * *

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Capítulo 16: El infiltrado

(1984)


Llego nuevamente a Morazán. A los días, Luisa me manda a llamar a la comandancia. Tiene cara seria. “Te tengo que hacer un par de preguntas que tal vez serán incómodas.” 

“¿Qué hice esta vez? ¿Algún atentado contra la moral revolucionaria?” Pero Luisa no está con ánimo de bromear: “Es serio el asunto.”

Me muestra una foto: “¿Conocés a este hombre?” Lo reconozco inmediatamente. Así como uno se recuerda de gente agradable, igual de gente detestable. Le cuento que es un fotógrafo colombiano, a quien conocí en el 1981 en San Salvador. Vivía igual que yo y otros periodistas en la casa de huéspedes La Pradera, a la vuelta de la embajada gringa. “¿Es amigo tuyo?”

“Por lo contrario, era un dolor de huevos, más bien una garrapata, que todo el mundo quería quitarse de encima. ¿Qué pasó con él? Lo perdí de vista a finales del 1981.”

El tipo siempre se quería colar con los equipos de reporteros, que cada día se armaron espontáneamente para cubrir cualquier noticia. A nadie le agradaba. Y a mí me comenzó a crear desconfianza por su necia insistencia de ponerlo en contacto con los compas de la Universidad y de los comandos urbanos —o de llevarlo a Morazán. “Vos que tenés contactos...”, siempre me decía, y esto iba en contra de todos las reglas no escritas de esta comunidad de reporteros y fotógrafos. El tipo lanzó preguntas que no se hacen, e hizo alusiones inapropiadas. Por eso, yo siempre me negué de compartir cualquier cobertura, información o contacto con él. Luego desapareció sin despedirse, y al rato una fotógrafa inglesa nos contó que lo había visto tomando fotos en Chalatenango, acompañando a fuerzas de las FPL. 

Cuento todo esto a Luisa, ella toma notas, repregunta, y al rato me dice: “Bueno, todo esto coincide con lo que hemos averiguado con los compañeros de las FPL.” Y me comienza a hacer preguntas sobre otro periodista, que también vivía en La Pradera: Renato, un italiano, que yo siempre sospechaba que tenía vínculos con las FPL. Y sobre Ana María, una alemana, otra inquilina de La Pradera, muy amiga de Renato, y de la cual yo asumía que también tenía vínculos o por lo menos mucha simpatía con las FPL. Y hablando con ella sobre Alemania, siempre me topé con que no quería revelar nada. Me había hecho la idea de que Ana María podía ser de la gente involucrada con algún grupo alemán de guerrilla urbana, que había buscado refugio en Centroamérica. Obviamente, nunca hablamos de esto. Ni una sola palabra. 

Cuento también todo esto a Luisa, y otra vez me dice: “Coincide con lo que nos dijeron las FPL. Son colaboradores de ellos. ¿Nunca has tenido sospechas que podrían ser infiltrados del enemigo?” 

“¿Quiénes? ¿Renato y Ana María? No, jamás. ¿Si me preguntás por el colombiano, sí se me ocurrió?” 

“¿Por qué?” 

“Por las mierdas que siempre andaba preguntando. Por la manera cómo se quería pegar conmigo.”

“Bueno, resulta que este colombiano es teniente del ejército colombiano, y anda en una operación conjunta con los gringos. Lo tenemos preso aquí. Tenía la misión de infiltrar la Venceremos y recabar información sobre los movimientos de la comandancia y la radio. Y cuando lo interrogamos, dijo que sus contactos en San Salvador eran Renato, Ana María y vos...”

Me cae como un rayo. Acusaciones como estas, por más ridículas que sean, pueden costarte la vida. Cuando Luisa ve mi cara de susto, se ríe y dice: “No te preocupés, en el caso tuyo ya sabemos que es paja. Chequeamos unas fechas que él nos dio, y no coinciden con tus movimientos y viajes.” 

“¿Así que me investigaron, Luisa? No lo puedo creer.” 

“Claro que te investigamos. Seríamos irresponsables si no lo hacemos, solamente porque nos caes bien...” Vaya consuelo.


Luisa, la jefa


“Habla con Maravilla. Él ha estado involucrado en los interrogatorios, junto al Chele César. Tal vez tendrá una idea de cómo vos podés sacarle más información.”

 

Por supuesto, Maravilla tiene una idea. Y por supuesto, es una locura. “Mira, enano, como este hijueputa trató de embarrarte a vos, saquemos provecho de esa mentira...”


Maravilla en acción

El plan es que yo, a quien el fulano tiene años de no ver, aparezca de golpe en la casa donde lo tiene el Chele, pero ya no me presentaría como el periodista que conoció, sino como un guerrillero. A ver si al verse confrontado con el tipo que él denunció, suelta la lengua.

 

Vamos a Las Guarumas, en el gran ‘hoyo’ entre Jocoaitique, San Fernando y Torola. Ahí funciona la cárcel guerrillera de Morazán. Me recibe el responsable, nada menos que el Chele César, el mítico Santos Lino Ramírez. Marvin Galeas describe a este personaje legendario de la guerrilla:

 

Decían los soldados que Santos Lino Ramírez, Comandante César, solía convertirse en perro, piedra o racimo de guineo para evadir la muerte. Fue un tío suyo que allá en su tierra natal, Tres Calles, echó a correr el rumor de que Santos Lino había hecho pacto con el Diablo y que por eso lo amaban las mujeres y era inmortal.

San Agustín Tres Calles, en el sur de Usulután, tenía fama de ser un pueblo de hombres que dirimían asuntos de honor a machetazos. Desde pequeño, pues, Santos Lino aprendió el arte del machete. Ya de adolescente se hizo alto y esbelto. Además era medio rubio.

Aseguraban que el Chele era capaz de lanzar un coco al aire y pelarlo con el machete antes de que cayera al suelo. El mujeral se moría por él. Varias novias arrebatadas fueron causa de muchas de sus peleas a machetazo limpio, de los cuales salió siempre incólume.

En las fincas donde trabajaba ganando un colón con 25 centavos, por jornadas de 10 horas, terminaban corriéndolo porque protestaba por el maltrato de patrones y caporales. Por rebelde nadie le daba trabajo. Se metió a la Policía Nacional. Fue campeón de tiro con pistola y fusil. Y allí también, entre guardias y policías, se corrió la leyenda de que tenía el poder de transformarse en cualquier otra persona, animal o cosa.

Dicen que era implacable con los ladrones y violadores, pero que se negó a agarrar a garrotazos a los maestros en huelga y a los estudiantes que salían a protestar contra la guerra de Vietnam, en los desfiles bufos de los Sesenta y Setenta. Por eso y por no dejarse joder de oficiales abusadores, lo comenzaron a castigar por todo. Dejó la Policía y tras una breve temporada como obrero en San Salvador se enroló en 1973, en la naciente guerrilla del ERP.

En 1974, sacudió al país, cuando apareció en televisión, tras un operativo guerrillero para tomarse el canal, lanzando un mensaje revolucionario. Allí estaba en la pantalla, alto, armado y con pasamontañas, diciendo que fue policía y que ahora era un soldado de los pobres. La leyenda del policía, que era brujo y después guerrillero comenzó a crecer más.

Fue uno de los más osados guerrilleros urbanos en los Setenta, y uno de los más temidos comandantes de campo en los Ochenta. Donde pasaba su columna formada por sus paisanos de Tres Calles, no volvía a crecer la hierba. Los trescalleños preferían pegar los balazos entre ceja y ceja para ahorrar munición. Consideraban que tenderse era una mariconada y preferían parapetarse detrás de una pared o un palo o de nada.




La dirección del ERP pidió a sus comandantes que hicieran conciencia en los combatientes para que, durante las incursiones a los pueblos, no tocaran nada de los civiles. El Chele, esto yo lo vi y oí, les dijo a los suyos: “Al que robe, lo mato”. Eso fue todo su discurso. De verde olivo, Santos Lino, parecía un asesor gringo. Feroz en el combate. Gran contador de chistes en la fogata de la cocina guerrillera, solidario y humilde. 

(Marvin Galeas, El Diario de Hoy, 8 octubre 2014)

 

Tomando café y comiendo pan dulce, que a saber dónde lo ha conseguido César, entre los tres hacemos el plan. César me va a convertir en comando, prestándome uno de sus uniformes, un Galil y una boina roja. Así disfrazado voy a entrar, en la hora de la siesta luego del almuerzo, a la casa donde tienen al colombiano, con cara de bravo y paso de alguien que sabe qué hace... Maravilla, desde afuera, va a grabar la conversación que se iba a desarrollar entre el infiltrado y el hombre a quien puso el dedo.


Paolo uniformado

Cuando entro a la casa, dejo la puerta abierta, de manera que para el hombre que está tendido en una hamaca en un cuarto oscuro, aparezco como una silueta contra la luz del día. Una silueta armada. El hombre, medio dormido, se levanta de un salto y comienza a recularse hasta topar con la pared. Todavía no me reconoce, sólo ve alguien que lo puede matar.

“A ver, hijueputa, a mí me querías joder, poniéndome el dedo,” le digo, con voz tranquila. “Pero resulta que el jodido sos vos. Ya ves que no soy sólo el reportero que conociste en San Salvador.” 

“¿Y quién sos? Todo esto es un malentendido...” Le interrumpo: “Soy uno de los hombres que van a decidir qué hacer con vos. Y ahora me vas a explicar todo, cabrón de mierda...”

El pobre está temblando y sudando. Me acerco paso a paso, fusil en mano. Casi me da lástima. Se da cuenta que no tiene sentido negar que cuando lo interrogaron, me nombró a mí como su cómplice y contacto. Trata de convencerme que solamente lo inventó para que no lo torturaran, que algo tenía que decirles. Entonces, les dijo que yo era un infiltrado en el ERP.

Maravilla graba todo. Los nombres nuevos que soltó: sus contactos en la embajada de Estados Unidos. Otra vez Renato, pero inmediatamente se retracta cuando se da cuenta de mi reacción. Le digo: “No te atrevas a usar el nombre de gente tan valiosa como Renato y Ana María. Vos sos una miseria a la par de ellos.”

No sé si la información que soltó servirá para algo o si es otro montón de mentiras. Al tipo lo están tratando bien, nadie lo tortura, y poco después me informan que lo van a entregar a la embajada de Colombia.


Siguiente entrega, martes 3 diciembre 2024:

Capítulo 17: La decisión de quedarme (1984)

Capítulo 18: Mozote II (Monterrosa, 1984)



 

miércoles, 27 de noviembre de 2024

Carta a los trabajadores de salud y educación: ¿Cómo defenderse bajo una dictadura? De Paolo Luers (+capítulo 15 del libro 'Doble Cara')

 

"Lo que enfrentan hoy en día los sindicatos es una dictadura pura y dura, que está mostrando sus dientes cada vez que encuentra resistencia. Una vez que todos hayamos entendido que esta es nuestra situación, hablemos de cómo la podemos enfrentar."

El audio en la voz del autor: HUELGA.mp3


    Publicado en MAS!  EL DIARIO DE HOY, jueves 28 noviembre 2024

“Veinte trabajadores del Ministerio de Salud subieron a un bus en Sonsonate para ir a protestar contra el recorte presupuestario a Salud para el año 2025. Nunca llegaron a la marcha: tres retenes policiales los detuvieron. Cuatro días después, todos los pasajeros del bus fueron despedidos. Un abogado del Minsal les notificó verbalmente que sus plazas habían sido suprimidas.” (El Faro, 22 noviembre 2024) 

 

Estimados amigos:

Cuando leí esta noticia, tomé conciencia de lo grave de la situación que estamos viviendo. Por más de 200 años, los obreros, primero de los países industrializados, luego del mundo, han contestado este tipo de ataques con huelgas. La solidaridad siempre ha sido el principio fundamental de los sindicatos. 


¿Por qué los médicos, las enfermeras y los maestros no han contestado con medidas de fuerza, con huelgas, los múltiples despidos que tienen razones políticas muy claras: debilitar y domesticar a los sindicatos? Todas las condiciones objetivas están dadas: Los trabajadores de educación y salud tiene larga trayectoria de organización y lucha; sus sindicatos son fuertes; el gobierno toma medidas en contra de los intereses de los trabajadores; están agotados los intentos de diálogo y negociación para resolver los problemas; y además de todo esto, las medidas del gobierno afectan gravemente a la población. Son las condiciones clásicas para hacer uso de la huelga.

 

Los dirigentes de los sindicatos han protestado, algunos han llamado a participar en la segunda marcha blanca, pero, a pesar de la total intransigencia del gobierno, los sindicatos no han hecho uso de su arma principal. Tanto los maestros como los trabajadores de salud, una vez se ponen de acuerdo los diferentes sindicatos, serían perfectamente capaces de paralizar el funcionamiento normal de las escuelas y de los hospitales. Y los médicos y enfermeras son capaces de hacer esto sin privar a la población de la atención mínima y de emergencia. 

La única explicación para el hecho que el gobierno puede salirse con la suya, imponer a los sistemas de salud y la educación recortes drásticos de presupuesto y además reprimir con despidos cualquier resistencia, es que en nuestro país ya reina un régimen de miedo que paraliza a todos, incluso a las organizaciones sindicales. Este tipo de miedo sólo reina en una dictadura. Este tipo de miedo cumple su propósito, cuando la gente está clara que ofrecer resistencia les puede costar no sólo su trabajo y sustento, sino la libertad. La amenaza latente del régimen permanente de excepción tiene efecto sobre cualquiera que piensa participar en una marcha, ni hablar una huelga. 

 

Que nadie entienda que digo esto para criticar a los trabajadores y sus sindicatos. Tienen toda la razón de estar cautos. No necesitamos héroes, mucho menos mártires. Quien soy yo para criticar a alguien por no exponerse a amenazas tan reales de un régimen que está dispuesto a todo para imponer su voluntad – y sus intereses.

 

La crítica va contra quienes administran este régimen de miedo - desde el responsable principal en Casa Presidencia, pasando por sus ministros, diputados y magistrados, hasta llegar a fiscales, jueces y oficiales de la PNC y de la Fuerza Armada, que son cómplices, unos por acción y otros por omisión. Cuando de Derechos Humanos se trata, la omisión de los funcionarios -o sea, no hacer lo que la Constitución les demanda- los vuelve tan culpables como los actores directos. 

 

Tiene que asentarse en nuestra conciencia que estamos viviendo en una dictadura, en la cual los sindicatos ya no pueden cumplir su razón de ser, que es defender con todas las medidas legales a los trabajadores. Si cada sindicalista sabe que cumplir su deber le puede costar su trabajo, su libertad e incluso su vida, estamos en dictadura. Punto.

 

Lo que enfrentan hoy en día los sindicatos es una dictadura pura y dura, que está mostrando sus dientes cada vez que encuentra resistencia. 

 

Una vez que todos hayamos entendido que esta es nuestra situación, hablemos de cómo la podemos enfrentar.


Saludos, 




* * *

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Capítulo 15: Tiempo de Audacia

(1983)


La producción de Carta de Morazán fue una aventura. No había guion. No había una planificación más allá de líneas muy generales (filmar combates; mostrar un salto de calidad en la preparación y organización militar de la guerrilla). No hubo comunicación entre el equipo de edición y los camarógrafos. Sin embargo, el material que filmaron Maravilla, El Seco Gustavo y Epigmenio nos permitió contar una historia.

Un año después, nos encontramos con un reto aún más complicado. Esta vez el problema principal no es la mezcla extraña de formatos técnicos, sino la mezcla de materiales del frente de Morazán con otros grabados por Epigmenio Ibarra, que trabaja para la agencia mexicana Notimex, pero al mismo tiempo colabora con nosotros. Ni nosotros en Morazán hemos filmado con alguna idea de un documental específico en mente, ni mucho menos Epigmenio. No existía ningún plan para el siguiente documental que ahora nos toca editar, nuevamente para participar en La Habana, en diciembre del 1983. Lo que hay es simplemente una enorme acumulación de material, de distintos autores, distintos lugares, distintos temas, distintos puntos de vista. Y la tarea es crear de este material disperso un documental que demuestre que la guerra había llegado a un enfrentamiento entre dos ejércitos profesionales —y a un empate, a pesar de la creciente intervención norteamericana. Yo conozco bien el material que hemos filmado en el frente, pero no tengo idea del archivo acumulado en México. 

Por suerte ya tenemos nuestro propio estudio de postproducción en México, con una isla profesional Sony de edición. La usamos para editar nuestros materiales, pero también para otros trabajos que nos permiten sostener la oficina. Entre Epigmenio, Guillermo y yo pasamos semanas revisando y clasificando los materiales y discutiendo diferentes posibilidades de armar el rompecabezas. Entre los tres hay roles determinados, que a veces chocan, a veces se complementan. Vemos el material de formas diferentes: Guillermo desde el punto de vista cinematográfico, Epigmenio desde el olfato del reportero, y yo desde la perspectiva política. “Estoy cansado de vos haciendo aquí el comisario político,” me grita en una de las discusiones Guillermo. Para mí, un insulto muy delicado, con todo lo que he leído de la experiencia amarga en la guerra civil española y el rol de los cuadros comunistas que asumieron el papel de comisarios políticos...



Guillermo Escalón

Epigmenio Ibarra

Desde la derecha: Paolo Luers,
Augusto Vásquez (fotógrafo),
Roque (Seguridad).
Gustavo Amaya (fotógrafo, videógrafo).
Morazán, 1983

Pero en general, nuestro triángulo funciona, es complementario, nos lleva a soluciones que son estéticamente logradas, noticiosamente impactantes y políticamente provocativas. Otra vez tengo ocasión de observar la manera creativa de como Guillermo logra montar escenas, que esta vez no son historias narradas, sino yuxtaposiciones de imágenes o movimientos que provocan reflexión. Nuevamente enfrentamos el problema con las instrucciones de la comandancia del ERP: quieren un producto analítico, aunque esto nos obligue sacrificar la calidad estética. Entre Guillermo y yo estamos reviviendo la complicidad que nos hizo editar Carta de Morazán de una forma diametralmente opuesta a lo que Joaquín Villalobos tenía en mente. “Esta vez te van a fregar, Paolo, porque vos sos el responsable político aquí. Lo que te salvó el pellejo el año pasado fue que ganamos el Gran Coral.” 

“Bueno, nos va a tocar ganarlo otra vez... Y gracias que ya no soy comisario.”

Poco a poco, el mosaico que anda armando Guillermo comienza a producir un lenguaje visual —y también un mensaje político, aunque éste nunca se articula. El mensaje se genera por la secuencia de imágenes. Me fascina esta manera de Guillermo de montar la película. Carta de Morazán fue muy distinta a La Decisión de Vencer, la película con la cual Guillermo había ganado el Gran Coral de La Habana en 1981. Y esta película de rompecabezas que estamos haciendo, es otro estilo totalmente diferente. Para mí, dos años de curso intensivo en el arte del cine documental, pero también en el arte de comunicación política. 


Tiempo de Audacia (screenshot): Entrenamiento de Fuerzas Especiales
del ERP, Morazán, 1983. Imágenes grabadas por Maravilla y Gustavo

Tiempo de Audacia (screenshot): La Guardia Nacional, 
San Salvador, 1983. Imágenes grabadas Epigmenio Ibarra

Los comandantes del ERP, Morazan 1983: de la izquierda:
Joaquín Villalobos (Atilio), Jorge Meléndez (Jonás), 
Luisa, Mariana y Chico Armijo.


Tiempo de Audacia (screenshot): El asesor gringo, 
1983. Imágenes grabadas Epigmenio Ibarra

Tiempo de Audacia (screenshot):
La Brigada Rafael Arce Zablah BRAZ, Morazán, 1983.
Imágenes grabadas por Maravilla y Gustavo


Luego de 3 semanas de trabajo de día y noche, la película está lista. Pero no tenemos título. Pasamos varias noches de ron y cerveza peloteando palabras. Al fin es entre Audacia y Tiempo de Audacia. Me gusta más Audacia, así en seco, pero al final el documental del Sistema Venceremos que va a participar en La Habana 1983 se llama Tiempo de Audacia. 

Ganamos nuevamente el Gran Coral por mejor documental. Por tercera vez. En el 1981, ganó La Decisión de Vencer, de Guillermo Escalón con el Colectivo Cero a la Izquierda. Un retrato amoroso del nacimiento de una zona liberada y una guerrilla campesina. Editado a un ritmo lento, reflexivo, con tomas y escenas largas. En 1982, Carta de Morazán lleva la guerra a la pantalla, y gana. La Decisión de Vencer era poesía, esta película es pura y dura prosa. Y ahora Tiempo de Audacia logra comunicar un manifiesto político analítico sin usar palabras. En gran parte, el éxito de nuestras películas en los festivales de La Habana tiene razones políticas. Pero los delegados de todo el mundo reconocen que con el equipo de cine de Radio Venceremos hemos logrado desarrollar nuevas formas del cine documental y político. 

Vamos con ganas a la fiesta de despedida en el Tropicana. Música, baile y ron. Estamos en una larga mesa todos los participantes salvadoreños. Con nosotros están los compas del Instituto Cinematográfico de El Salvador Revolucionario de las FPL, que también presentaron un nuevo documental. Y está el cineasta salvadoreño Jorge Dalton, quien vive en Cuba. Es uno de los hijos del poeta Roque Dalton. En la delegación nuestra van Sonia y Pilo, dos compañeros del COMIN en Managua, que es la oficina internacional de Radio Venceremos. Estamos celebrando, corre el ron. De repente, del otro extremo de la mesa escucho gritos. Pilo se ha levantado y grita a Jorge Dalton, quien está sentado enfrente: “Y sabés qué: ¡Tu tata fue un poeta mediocre, y tampoco tenía para líder político!” Jorge se levanta y se va, y los compas nuestros agarran a Pilo, lo sientan y lo calman. No tengo idea cómo comenzó esta discusión, pero lo que sí sé es que tendrá consecuencias. Insultar a Roque Dalton en La Habana es peor que un pedo en catedral. Y si lo hace un militante del ERP —la organización guerrillera que fusiló al poeta—, es doblemente grave. 


Roque Dalton, poeta. Nacido 1935, asesinado 1975

En la mañana siguiente nos manda a llamar Luisa, que había venido para el cierre del Festival, pero no estuvo en el Tropicana. Temprano en la mañana ya le ha llegado el fuerte reclamo del Departamento América. Yo solo me pregunto cómo es que el partido cubano se dio cuenta en la madrugada. Consideración tonta, porque en Cuba, el partido sabe todo. Lo más probable es que Jorge puso la denuncia. Luisa nos dice: “¿Y cómo es posible que ustedes dejan chupar a Pilo? ¿No saben que fue alcohólico y no puede tomar ni una gota?” —“No, no lo sabía. De saberlo, no lo hubiéramos llevado al Tropicana. Y por lo demás, yo no soy comisario que vigila el comportamiento y las palabras de los compas...” Se resolvió con una disculpa de Luisa a los cubanos, que tienen a Roque Dalton como un héroe, y una disculpa de Pilo a Jorge Dalton. Por razones obvias, nunca nació una amistad entre Jorge y este chele escéptico de todos los mitos revolucionarios.


El link para ver la película Tiempo de Audacia


Siguiente entrega, sábado 30 noviembre:

Capítulo 16: El Infiltrado (1984)