"Dos hombres que odian a las mujeres fuertes e independientes se han unido para destruir a Bertha María Deleón: su resentido ex esposo Roberto Carlos Navas Portillo y Nayib Bukele, presidente de la República. Han instrumentalizado la justicia para destruir a una mujer que se niega a someterse al hombre y al poder."
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Publicado en MAS! y DIARIO DE HOY, martes 14 enero 2025
Presto el espacio de esta carta a mi amiga Bertha María Deleón, para exponer el agresivo acoso del que está sujeta por parte de un exesposo obsesivo y vengativo y de las autoridades judiciales salvadoreñas. Esta mujer se tiene que defender, y la única defensa es la denuncia pública que valientemente hace.
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“Hoy recibí en mi domicilio de la CDMX, esta cita de la embajada de El Salvador en Ciudad de México. Para notificarme de proceso penal que ventilan en mi contra en el Juzgado Cuarto de Instrucción de San Salvador. Por supuesto NO asistiré y no me voy a someter a ningún proceso legal sin Garantías Judiciales mínimas.
Tengo estatus de protección y residencia permanente aquí en México desde hace 3 años y medidas de protección de la @CIDH vigentes.
Sin embargo, lo EXPONGO PÚBLICAMENTE porque esto es una muestra más de ACOSO y VIOLENCIA por parte del Estado Salvadoreño y del padre de mis hijos ROBERTO CARLOS NAVAS PORTILLO.
Esta alianza amenaza mi libertad, mi integridad personal y mi vida. Hasta la fecha he permitido que el padre de mis hijos venga a visitar a mi hija cada dos meses y tenga comunicación con ella casi a diario a través de un iPad que él le ha proporcionado y de la cual tiene absoluto control. También, de buena fe, y en respeto del derecho de mi hija a tener comunicación con su padre, le di mi dirección y hasta lo he recibido en mi casa en condiciones de respeto y tolerancia.
Aprovechándose de esa situación y de manera cobarde como siempre actúa, ROBERTO CARLOS NAVAS PORTILLO ha proporcionado mi dirección privada a las autoridades salvadoreñas, con el fin de continuar con los procesos penales que ha iniciado en mi contra en El Salvador.
Roberto Carlos Navas Portillo |
Ya estoy HARTA de permanecer callada y seguir permitiendo visitas, llamadas a mi hija a libre demanda. Aún y cuando se ha negado a pagar la cuota de escolaridad mensual que le he requerido, y a pesar de su holgada condición económica solo ha aceptado pagar la escuela cada dos meses.
Señalo y denuncio aquí y ante las autoridades mexicanas, que sigo recibiendo violencia de género por parte del Estado Salvadoreño y del padre de mis hijos, y voy a tomar medidas legales al respecto. No habrá más visitas ni contactos telefónicos que las que el juzgado de lo familiar ordene.
Hago público también que en mi ausencia, y por proceso penal promovido por el padre de mis hijos, fui condenada a 2 años de prisión, por supuesto MALTRATO INFANTIL, y el Estado de El Salvador ha solicitado que INTERPOL me detenga nuevamente.
Responsabilizo directamente a ROBERTO CARLOS NAVAS PORTILLO, de lo que pueda pasarme, ha demostrado ser un hombre obsesivo, lleno de odio y resentimiento, que no le importa usar a nuestros propios hijos para destruirme. Temo por mi vida y por mi libertad y voy a buscar formas de protegerme.”
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Hasta aquí las palabras de Bertha María Deleón. Expresan cansancio, hartazgo, ira - y disposición de luchar contra tanto acoso y tanta persecución. Y de luchar por la felicidad de su hija.
Bertha es el típico caso de una perseguida política, que se ha visto obligada a salir de su patria y vivir en el exilio. Es también el típico caso de una mujer que está pagando este precio porque se puso públicamente en contra del presidente Bukele. Al inicio de su presidencia fue su abogada penal. Pero cuando vio la verdadera cara del hombre, la cara autoritaria, la cara de desprecio a la Constitución, luego de su toma militar de la Asamblea para forzar la mano del Órgano Legislativo, no solo se desvinculó de él, si se convirtió en una de la voces más críticas contra su manera de gobernar y manipular las instituciones.
Dos hombres que odian a las mujeres fuertes e independientes se han unido para destruir a Bertha María Deleón: su resentido ex esposo Roberto Carlos Navas Portillo y Nayib Bukele, presidente de la República. Han instrumentalizado la justicia para destruir a una mujer que se niega a someterse al hombre y al poder.
Es una situación inaceptable, donde está de por medio una niña de 9 años, al la cual su madre no ha negado el contacto con su padre. Y así le pagó su generosidad y su respeto al derecho de su hija de tener contacto con su padre.
La justicia debe parar la persecución contra Bertha María Deleón y las instancias internacionales le deben brindar protección.
Luego de instalar a nuestro equipo de filmación en los campamentos guerrilleros (a Victoria con la fuerza de las FPL en la zona de Masahuat y a Javier con la fuerza del ERP, comandada por Cirilo, entre Guarnecia y Las Pavas, a la orilla del Lempa); y luego de planificar con los mandos el trabajo de filmación ‘clandestina’ y de afinar la comunicación con los otros equipos de filmación que trabajarían desde la capital de manera ‘legal’, me toca regresar a San Salvador para recibir el otro crew, que viene desde Nueva York.
Cirilo me da un grupo de 5 combatientes para escoltarme hasta la carretera Metapán-Santa Ana. Llegamos al Lempa solo para darnos cuenta que había crecido peligrosamente. En el intento de cruzarlo, casi se nos ahoga el jefe de la escuadra. Como soy el único que sabe nadar, me toca rescatarlo, y perdemos su fusil y una de mis cámaras. Regresamos al campamento. El día siguiente cruzamos sin problema en un vado más seguro y llegamos a la carretera tipo 2 de la mañana. “Nosotros no podemos amanecer aquí, compa. Te toca quedarte solo. Quedate escondido en este montecito. Al solo amanecer, tipo 5 de la mañana, bajan los primeros pickups. Salís a la carretera cuando ves al primero, lo parás y agarrás viaje para Santa Ana. Te lleva a la terminal. Cuidate mucho...”
Me quedo solo a la orilla de la carretera, ya con ropa y zapatos civiles. Escucho las voces de los guardias, que patrullan la línea del tren, que cruza la carretera un poco más arriba. Estoy cagado de frío... y de miedo. ¿Qué hago si deciden patrullar la carretera? ¿Qué pasa si al pickup lo paran en un retén? ¿Cómo explico de dónde aparecí a esta hora, en medio de la nada?
Salto a la carretera cuando veo el primer pickup. No para. Acelera cuando me ve. Ya está aclarando, mejor regreso a mi escondite. El segundo vehículo para. La cama del pickup está llena de gente. Me subo. Todo el mundo me está mirando. Un señor se quita su sombrero y me lo pone, sin palabras. Nadie habla. Nadie pregunta. A unos kilómetros, cerca de Cutumay, el señor del sombrero me agarra del hombro y me hace agachar. Claro, soy el más alto de todos. Un elefante blanco, visible para cualquiera que nos ve pasar. Pasamos el primer retén. No nos paran. Al rato me dan señas de volver a pararme. Así pasamos tres retenes, incluso uno donde nos paran y platican con el motorista. No registran a la gente en la cama, donde me hago lo más enano posible...
Al entrar a Santa Ana, el señor del sombrero me pregunta: “¿Adónde va usted?”
“A la terminal, para agarrar el bus a San Salvador.”
“No puede bajarse en la terminal, hay mucha vigilancia, y si le ven bajarse del pickup, lo van a interrogar.”
“¿Y entonces, cómo hago?”
“Le voy avisar donde bajar. Camine una cuadra para la derecha y va a encontrar un taxi. Vaya a la terminal en taxi, y nadie le va a preguntar nada.”
Al rato el señor avisa al motorista que pare. Le doy su sombrero y me bajo. Llego a una esquina donde hay dos taxis. “Lléveme a la terminal, porfa.”
“Pero queda a sólo dos cuadras...”
“Igual, lléveme, no quiero caminar.”
“Ahh, entiendo. Súbase.”
Me pregunto: ¿Qué entiende? ¿Entiende que yo no puedo llamar la atención? ¿Qué diablos han entendido los hombres y las mujeres que anduvieron conmigo en el pickup y que cada vez que nos acercamos a un retén, hicieron una rueda para esconderme? ¿Entendieron de dónde vine en la madrugada en una zona, donde ni siquiera hay casas cerca? No sé. Nadie habló. Tampoco el taxista. Me lleva a la terminal. Me bajo. Veo soldados y policías. Me ven bajarme del taxi, les parece normal, no me dicen nada. Me subo al bus y una hora más tarde estoy en San Salvador, tomo otro taxi al Hotel Novo, donde ya me están esperando el camarógrafo de Nueva York, la productora y mi sonidista de Hollywood. “Welcome to beautiful El Salvador! Mañana vamos a Santa Ana, tengo arreglado una entrevista con el comandante de la Segunda Brigada.”
Esta misma noche escucho en la radio que cerca de Masahuat hubo un enfrentamiento y murió una mujer, a la cual los soldados encontraron una mochila con una cámara de video y varios casetes. ¡Mierda, es Victoria! ¿Por qué permití que fuera con los compañeros de las FPL, cuando el plan había sido que se quedara con Cirilo y Javier? Con Cirilo hicimos todo un plan de seguridad para nuestro equipo. Yo sé lo yuca que es andar como periodista o incluso filmando en situaciones de combate, si no tenés a un combatiente entrenado para cuidarte...
Ileana Moltalvp, 40 años más tarde |
Iliana, la productora cubana de New York, pregunta: “¿Siempre vamos al cuartel de Santa Ana? Tal vez mejor no.”
“Al revés, con más razón vamos a Santa Ana, para ver qué pasó.”
Siguiente entrega, jueves 16 enero 2025