lunes, 14 de diciembre de 2015

El dilema de los socialistas españoles y la posibilidad de una nueva mayoría reformista

Tuvo que movilizarse el viejo señor del PSOE, el ex presidente Felipe González, para poner en su lugar a “Podemos” y su candidato Pablo Iglesias. Durante meses "Podemos" atacó sin misericordia a los socialistas y su candidato Pedro Sánchez – y esta estrategia tuvo toda la lógica del mundo: “Podemos”, la autoproclamada “nueva izquierda”, para crecer tiene que desplazar a la socialdemocracia. Su campaña es muy simple: atacar a la derecha gobernante, el PP de Rajoy, y decir que los socialistas ya no son oposición, sino cómplices del PP. Ocupar el espacio socialdemócrata. Y luego, pactar con un debilitado PSOE para formar una gobierno de “unidad popular”. Todo muy lógico.

Lo ilógico es que la campaña del líder socialista Pedro Sánchez nunca entendió que su principal adversario no era ni el PP ni mucho menos el nuevo centro llamado “Ciudadanos”, sino “Podemos”. Era la “nueva izquierda” que le estaba robando votos y disputando el papel de principal retador de Rajoy. Para ganar a Rajoy y asumir el gobierno, el PSOE tenía que parar a “Podemos”, atacándolo. Pero no lo hizo. Ni en las reciente campaña electoral para parlamentos regionales y gobiernos municipales, y tampoco ahora en la campaña que va a definir el Congreso y el gobierno. Pedro Sánchez obviamente se tragó la tramposa tesis de “Podemos” que solo una nueva mayoría de izquierda podrá derrotar a la derecha. Hizo pactos locales y regionales con “Podemos”, incluso algunos (como en el ayuntamiento de Madrid) como socio menor. No entiende que la mayoría que tiene que construir es la mayoría de los reformistas, para derrotar al PP y al mismo tiempo marginar a “Podemos”, la fuerza anti-europea.

Pablo Iglesias y “Podemos” saben que no pueden ganar las elecciones generales en España. Su meta no es ganar, sino desplazar a los socialistas y convertirse en sus herederos. Y de paso, a quebrar su resistencia al populismo y al concepto de la “unidad popular”. Por esto definieron, correctamente, a los socialistas como su enemigo principal. Luego, cuando de repente surgió “Ciudadanos” como nueva fuerza emergente de cambio y renovación, robándole a “Podemos” las banderas del relevo generacional y del cambio, “Podemos” definió a Albert Rivera, el carismático líder de esta fuerza céntrica, como segundo enemigo principal. Se había generado una situación muy compleja: Podemos estaba robándole votos al PSOE, pero “Ciudadanos” le estaba robando aún más a “Podemos”, y al mismo tiempo al PP. Por esto, Albert Rivera creció tanto que ahora muchos piensan que la recta final es entre Mariano Rajoy y él, con las dos fuerzas de izquierda relegadas.

De repente vino Felipe González, agarró el micrófono del PSOE y dirigió todo el ataque verbal a Pablo Iglesias y “Podemos”. Correcto, refrescante, pero tarde. Pedro Sánchez, el líder del PSOE, piensa que necesita a “Podemos”. En caso que logre sobrepasar a Rajoy, quiere gobernar con “Podemos”. En caso que gane Rajoy o Rivera, Sánchez se ve en una alianza opositora con “Podemos”. Felipe vino tarde. Ya no puede cambiar la estrategia de su partido...

Esta estrategia equivocada le va a costar caro al PSOE. No solo están al punto de perder, otra vez, la batalla por la presidencia, sino también el papel de primera fuerza opositora. Lo más lógico, y lo mejor no solo para el PSOE, sino para el país, hubiera sido trabajar desde el principio para que “Podemos” no crezca. Y prepararse a una alianza con la nueva fuerza progresista, liberal, radical-democrática que es “Ciudadanos”. O juntos en el gobierno, o juntos haciendo oposición al desgastado PP de Rajoy. Si Rivera gana, necesita al PSOES para gobernar. Si no, tendría que gobernar con el PP, cosa que no prefiere y que no sería nada bueno para la renovación del país. Si Pedro Sánchez gana, necesita pactar con “Ciudadanos”. Si no es con “Ciudadanos”, estaría obligado a pactar con “Podemos”, lo que sería lo peor para la socialdemocracia, para España y para Europa.

El PSOE y “Ciudadanos” son la fórmula perfecta para renovar España. Tienen muchas coincidencias en temas de institucionalidad, el manejo de la crisis catalana, la reforma de las autonomías, derecho humanos, transparencia, etc. Tendrían que ponerse de acuerdo sobre temas económicos, fiscales y sociales, pero precisamente esto sería bueno para España: salir de la vieja polarización entre neoliberalismo y socialismo, conceptos que ambos ya no tienen vigencia. Es posible una nueva mayoría reformista y progresista. Ojala que los socialistas lo entiendan.


(El Diario de Hoy)