sábado, 8 de diciembre de 2012

Carta al dueño de la caravana de la prepotencia

Estimado ciudadano Funes:
Muchos hablan de su ‘caravana de la muerte’. A mi parece exagerado, porque que yo sepa, todavía no hay ninguna víctima fatal. Hay varios ciudadanos que tuvieron la mala suerte de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado que pasó usted con su caravana de motos, pickups y camionetas de lujo, pero nadie ha pagado esta imprudencia con su vida. A menos que aquella señora, que terminó en un hospital privado, donde todos nosotros le perdimos la pista, haya fallecido clandestinamente. A mi todo el mundo me asegura que esta pobre señora no salió del hospital en un ataúd, sino con un jugoso cheque y la promesa de callarse...

Así que yo no voy a hablar de la ‘caravana de la muerte’ mientras no me consta. Para mi es la ‘caravana de la prepotencia’. Es un poco difícil de entender por qué usted y sus familiares se transportan de esta manera asustando y apartando gente – y cuando no se aparta a tiempo, vapuleándola. No parece lógico. Porque ya todos sabemos que usted es el señor presidente, que tiene buenos carros y el poder de usarlos a su gusto y placer. No hace falta esta muestra ostentativa del poder ni este uso excesivo de la fuerza...

Yo ni iba a dedicar carta al incidente con el ciudadano Francisco Gómez. Pero usted, en vez de simplemente callarse y dejar que la justicia opere, tomó la palabra para defender al miembro de su batallón presidencial que había vergueado, sin necesidad ninguna, al ciudadano Gómez, y para acusar a la víctima de cosas que a usted imposiblemente le pueden constar, porque usted no fue testigo de lo que ocurrió luego de su paso fugaz por e lugar. Si ya la caravana en sí (la cantidad de carros de lujo, las sumas de dinero que se derrocha, la manera cómo se abre espacio, la cantidad de familiares que hace uso de esta locura) es una muestra de prepotencia, sus declaraciones sobre el atropello al ciudadano Gómez van más allá y requieren de respuestas. 


¿Se olvidó de todo lo que monseñor Romero y los jesuitas le enseñaron cuando usted era joven y opositor? ¿Se olvidó del concepto de humildad? ¿Se olvidó del principio de estar del lado del débil, sobre todo cuando éste está siendo atropellado por los poderosos?

Lastimosamente, estas preguntas ya no lograrán pasar por el escudo de prepotencia que usted se puso para protegerse de dudas.

Le saluda, no tan respetuosamente, un servidor de tragos.

Paolo Lüers
(Más!/EDH)