Entonces, antes de hablar de más nombres, tratemos de definir el perfil: ¿Qué tipo de Fiscal General necesita El Salvador?
Necesitamos a un fiscal fuerte, un profesional que tenga la visión, la capacidad y el coraje necesarios para someter a la Fiscalía General de la República a una reforma que integra dos procesos complicados y simultáneos: depuración y reingeniería.
Necesitamos a un fiscal que puede crear un consenso entre los partidos sobre el carácter y el alcance de esta reforma. Para esto, el requisito principal es su independencia. Ningún personaje supeditado a los intereses de un partido gozaría de la confianza de todos que es necesaria para consensuar su proyecto de reforma.
Definamos ‘independiente’: no significa que el candidato jamás haya estado en política, en ningún gobierno o relacionado con ningún partido. No buscamos a un ser apolítico y que no tenga ni convicciones, ni posiciones políticas ni preferencias. Buscamos a una persona que ha mostrado independencia de criterio de cualquier partido u otro grupo de interés; que ponga los criterios profesionales, la ética y los intereses de la institución a su cargo encima de sus preferencias partidarias, sus convicciones religiosas y sus intereses particulares.
Muchos dicen que no existen personas con este tipo de independencia. Mentira. Voy a mencionar a dos juristas ampliamente conocidos. Ojo: no los menciono para proponerlos como candidatos, porque sé que no están disponibles. Los nombre para ejemplificar, en personas reales con trayectorias conocidas, de qué estoy hablando.
Uno es Fabio Castillo, el otro es Francisco Bertrand Galindo. Ninguno de los dos sale de un espacio aséptico y apolítico. Fabio Castillo ha sido coordinador general del FMLN y recién ha sido electo diputado suplente de este partido; y Chico Bertrand ha sido miembro del COENA de ARENA, ministro de Gobernación y luego secretario jurídico del presidente Flores. Pero los dos han mostrado un alto grado de independencia de sus partidos cuando los intereses partidarios entran en contradicción con principios éticos, criterios jurídicos y la institucionalidad democrática del país. Además, entre ellos son amigos.
Pongo a Fabio Castillo como ejemplo, a pesar de que yo mismo articulé objeciones cuando en el 2009 su nombre fue mencionado para presidir la Corte Suprema de Justicia. Pero Fabio Castillo, tomando valientemente distancia crítica al presidente Mauricio Funes y a posiciones manifiestas de su propio partido, mostró que es un hombre mucho más independiente que yo lograba apreciar. A pesar de esto, sostengo que hubiera sido un error elegirlo para la Corte Suprema, y que fue correcto el acuerdo que se negoció en el 2009 entre el FMLN y ARENA de apostar a personajes independientes en la Sala de lo Constitucional. Repito, no estoy proponiendo a Fabio Castillo como fiscal general, sólo estoy argumentando que sí hay personajes que llenan el perfil, y que no necesariamente están ajenos de la política.
Definamos ‘reforma’. No es cualquier reforma que el nuevo titular tiene que hacer en la fiscalía. Es por una parte depuración: liberar la institución radicalmente de elementos corruptos, ineficientes, no calificados. Una tarea pendiente desde los Acuerdos de Paz. Incluye definir bien los criterios para la selección de fiscales, su ascenso, su capacitación y su supervisión permanente. Incluye también la decisión de pagarlos bien para hacer atractiva la carrera en la fiscalía.
Por otra parte la reforma tiene que incluir una reingeniería a profundidad, correspondiente a una nueva concepción de la misión de la fiscalía. La fiscalía tiene que organizarse en fuerzas de tarea que asumen todos los delitos cometidos en una localidad o por una determinada estructura delincuencial: homicidios, robos, violaciones, extorsiones, lavado de dinero, narcotráfico, y hasta delitos menores de tránsito, de impuestos o de escándalos callejeros. La prioridad de estas fuerzas de tarea multidisciplinarias (y coordinadas con las estructuras de investigación de la PNC) ya no es esclarecer y llevar a juicio cada uno de los delitos, sino mas bien desarticular las estructuras delincuenciales. En este esquema el éxito contra la impunidad ya no se mide por el porcentaje de delitos individuales llevados a juicio y condena, sino por el grado de desarticulación de las estructuras criminales que se logra. Estamos halando de estructuras no sólo de pandillas, sino también de redes de corrupción y crimen organizado con fachadas legales.
Esto requiere otra mentalidad, incluso otra filosofía, y seguramente otros métodos de trabajo, organización e investigación en la fiscalía. Generar esta nueva mentalidad y capacidad es la principal tarea del nuevo Fiscal General.
Requisitos indispensables: alto grado de independencia, casi un blindaje contra presiones; mucho coraje para enfrentar la corrupción dentro del Estado; liderazgo y alta calificación académica y profesional.
Olvidémonos de todos los nombres hasta ahora barajados. Quitemos el ridículo deadline del 12 de abril para la inscripción de candidatos para un cargo que hay que asumir en septiembre. Busquemos a los profesionales que no se apuntan cada vez que hay una elección de funcionarios. Empecemos en serio a buscar al mejor fiscal general. No hay prisa. Necesitamos al nuevo fiscal hasta en septiembre. Y quienes presionan para elegir al fiscal ya, lo hacen con malas intenciones.
(El Diario de Hoy)