Estimados amigos:
No sé si ustedes realmente se llaman así, pero salieron en una crónica periodística que realmente me puso a pensar: “La muerte deja de ser un negocio”, decía el título, y nos hablaba de cómo la repentina reducción de los homicidios afecta a ustedes que venden servicios de funeraria a las familias de los muertos que diariamente caen a la morgue de Medicina Legal. “Aquí se ha sentido el gran bajón”, comentaron, desde que los pandilleros han dejado de matar a la loca...
Todos tenemos que sobrevivir. Y la manera como ustedes se ganan la vida no es menos honrada que la de otros que vivimos de vender churros, pupusas, tragos, o carros. Ustedes tienen la mala suerte que viven de la desgracia de otros. Menos asesinatos, menos negocio.
¿En qué me puso a pensar su historia? En lo mismo en que me puso a pensar un profesor del Centro Escolar Viuda Concha de Escalón que me dijo: “Tal vez podemos comenzar a reconstruir la paz en la escuela, ahora que dicen que suspendieron la guerra entre las pandillas. Ojala que esto se sostenga, porque la escuela ya no aguanta esta guerra.”
Esta guerra ya cobró vidas en esta escuela en medio de La Escalón, y los alumnos de toda una comunidad tuvieron que abandonar su escuela para evitar más bajas.
Y un cobrador de bus me dio: “No ha habido ataques a buses, ya semanas que no nos han matado a nadie, ni tampoco a pasajeros. ¿Cómo hacemos para no regresar al desmadre de antes?” A este hombre no se le ha quitado el miedo, está tan desconfiado frente a la “tregua” de los pandilleros como todos nosotros. Pero se le ha encendido la esperanza...
Mientras unos debaten si hubo negociación o concesiones de parte del Estado – y si esto lo convierte en un ‘estado fallido’, que ‘se rinde ante la delincuencia’, ustedes los vendedores de las funerarias, los profesores y los trabajadores y usuarios del transporte público ven con angustia y esperanza el impacto práctico que la tal “tregua” tiene sobre sus vidas.
El comentarista de un medio escribe: “Yo no soy pandillero. Si usted, que me está leyendo ahora, tampoco lo es quiere decir que para nosotros dos no hay milagro que valga. Seguimos igual de expuestos que antes.” Correcto, algunos no hemos sido afectados ni antes, cuando se mataron 15 al día, ni tampoco nos afecta la reducción a 5 muertos diarios. Porque nuestros hijos ni usan transporte público ni van a escuelas públicas.
Saludos, Paolo Lüers
(Más!/EDH)
Lea: