lunes, 28 de julio de 2008

PASTORES DE LAS IGLESIAS MILITANTES

Algunos de ellos nos enseñaron a identificarnos con la injusticia que la opresión gubernamental ejercía hacia la clase campesina, obrera y estudiantil, otros nos adoctrinaron a defender con nuestras vidas esa injusticia, los más radicales empuñaron las armas y usaron el pulpito más importante para acompañar las campañas revolucionarias.

El resultado de esas luchas revolucionarias del siglo pasado en Centroamérica ya las conocemos: Guerras civiles con cientos de miles de muertos, incluyendo a muchos de esos pastores militantes convertidos en mártires, procesos negociadores obligados por la caída del muro de Berlín, y democracias nacientes que se desarrollan entre el populismo del socialismo del siglo XXI y el neoliberalismo del capitalismo. El costo de esas democracias ha sido muy alto, y siempre lo será, en cualquier movimiento de transformación social en la cual se sacrifiquen vidas humanas.

Para mi país, El Salvador, el costo al final de la guerra civil de doce años, fue extraordinariamente alto, debido a que los comandantes guerrilleros que lideraron a las masas sociales y al ejercito revolucionario, negociaron una paz militar, no social o económica, en la cual obtuvieron como triunfo especifico salvar su prestigio militar, así como, aumentar sus propios caudales económicos, mientras omitieron en las negociaciones el transformar las condiciones económicas y sociales que el pueblo necesitaba, sucumbiendo al poder político de la derecha histórica controlada por el gran capital que mantiene a nuestro pueblo después de la guerra en una crisis similar o peor a la que vivía antes de la revolución armada.

La grandeza de los martirios de los pastores militantes Arnulfo Romero, Rutilio Grande y los jesuitas, se mantiene desvirtuada por la derrota económica y social que el pueblo salvadoreño sufre, debido a ese desacierto en la negociación para terminar el conflicto armado.

El ex sacerdote militante y ex canciller nicaragüense, Miguel D’escoto Brockmann, será el nuevo Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas este próximo Septiembre, lo que infiere una victoria histórica para los fieles seguidores de la teoría de la liberación, promotores del Cristo revolucionario y la iglesia militante.

Miguel D’escoto es un símbolo importante de la victoria revolucionaria sandinista; él, ha disfrutado de la gloria que otorga el triunfo de la victoria militar que Romero no pudo vivir en mi país. Mas aun, con toda su gloria y poder obtenido, Nicaragua es el segundo país más pobre en Latinoamérica, por lo que el pueblo nicaragüense se aúna al salvadoreño en la derrota económica y social que parece inmortal e inderogable en nuestras patrias.

¿Podrá el revolucionario Miguel D’escoto mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos de su país desde esa posición política? Esperemos que si, aunque, Daniel Ortega, es quien tiene esa responsabilidad histórica y después de haber sido reelecto como Presidente de Nicaragua, esta vez de manera democrática, sus políticas publicas han empeorado las condiciones de vida de los nicaragüenses.

Después de décadas de conflictos bélicos y de la experiencia ganada como observadores de los resultados políticos de los mismos, los creyentes cristianos, católicos o evangélicos de esa generación, conocemos a que atenernos ante la influencia política de nuestros lideres religiosos, pero las nuevas generaciones que no vivieron esa época de guerra, están siendo convertidos en nuevos militantes de las iglesias que buscan influenciar las políticas publicas en Centroamérica.

El Tabernáculo Bíblico Bautista Amigos de Israel en El Salvador, dirigido por el pastor Edgar López Bertrand, es un ejemplo de esa nueva influencia generacional que su pastor ejerce sobre su militancia evangélica, la cual era casi inexistente durante el conflicto, tradicionalmente fueron las diferentes denominaciones de la Iglesia Católica - Romana, Luterana, Episcopal, Anglicana - que participaron activamente entonces, ¿Será bueno para El Salvador la incidencia política evangélica? Es posible que si, así como, lo podrá ser la influencia histórica de la iglesia católica, su coexistencia, crea un balance que motiva a la identidad política de la nación.

¿Será bueno para la espiritualidad de los creyentes cristianos en ambas iglesias militantes? Considero que en virtud al regalo divino que es el libre albedrío, cada creyente debe imponerse los limites de su cristiandad y su militancia, así mismo, los pastores de las iglesias militantes deben saber identificar la frontera de su mandato espiritual y su revolución, para no convertirse en mártires como el Arzobispo Romero o miembros de gabinetes de gobierno como el Rev. D’escoto quienes como consecuencias de la revolución, no lograron concretar las promesas de sus invocaciones revolucionarias en sus iglesias militantes.