martes, 11 de septiembre de 2007

REFLEXIONES A PARTIR DE LOS HURACANES

Recientemente, los centroamericanos hemos vivido el paso del huracán Félix y sufrido los estragos indirectos del huracán Dean. Los dos huracanes han dejado a su paso miles de damnificados en la región. A partir de estos fenómenos meteorológicos quiero hacer dos reflexiones.

Usted se ha preguntado: ¿Quiénes son estos damnificados? La interrogante puede parecerle sencilla e incluso trivial, pero no lo es. Muchas veces lo que presuponemos como obvio, no lo es tanto y tiene grandes implicaciones. Estamos tan acostumbrados a vivir catástrofes naturales –por cierto, mal llamadas naturales, ya que físicamente son naturales, pero sus efectos no lo son, no sucede lo mismo con un terremoto en Japón que en El Salvador-, y a escuchar de damnificados por dichos desastres, que lo vivimos como lo normal. Presuponemos que esa gente que pierde los pocos bienes que tenía, que se ha quedado sin casa -si lo que ha perdido le podíamos llamar casa-, que esa gente, que no conocemos, son pobres.

Pues bien, la suposición no es equivocada, efectivamente son personas de escasos recursos económicos. El problema es lo que está de fondo con la hipótesis de que luego de un desastre el damnificado es siempre el pobre.

En primer lugar, al categorizar a los damnificados como pobres, lo que estamos haciendo es enviarlos a ese cuarto oscuro y refundido de nuestra memoria, donde rápidamente olvidamos la existencia de ellos, porque hemos aprendido que pobres siempre han existido a lo largo de la historia.

En segundo lugar, al ponerle la etiqueta de pobre al damnificado lo que hago es desvincularme de él, ya que lo reconozco como ese otro diferente a mi y que no quiero ser; por tanto, no me siento identificado con él y mucho menos responsable de él. Evito mirarme en ese espejo, en ese reflejo de mi sociedad y que mi sociedad produce. A menos que tras otra catástrofe las noticias me los muestren, para después volverlos a olvidar.

Y por último, lo más desconcertante es que, al pensar que el damnificado es el pobre, nos lleva directamente a concluir que lo común tras cada hecho natural como un terremoto o un huracán es que se produzcan damnificados. Esto es preocupante, porque llegando a este punto hemos perdido la responsabilidad por esos damnificados y perdemos de vista el hacer algo para evitar esos desastres futuros. ¿Por qué? Porque pobres siempre han existido a lo largo de la historia, por tanto, damnificados siempre existirán.

Esta apatía y ausencia de sentimiento que vive la sociedad salvadoreña produce frases como la siguiente: “Para qué preocuparse por los pobres, sí pobres siempre van a existir”. Debo aclarar que no es una frase inventada, fue escuchada en un pasillo de una prestigiosa universidad salvadoreña tras una campaña a favor de los damnificados del huracán Félix.
Nuevamente, esto es sumamente preocupante, porque si yo pienso que el mundo es como es y no puede ser de otra manera, estamos cayendo en un idealismo hegeliano, donde se afirma que “lo real es racional y lo racional es real”. Esto es peligrosísimo, ya que fácilmente nos podemos desvincular de la realidad del día a día y perdemos toda responsabilidad.

Se cuenta una anécdota, le decían a Hegel que la realidad no se ajustaba a sus teorías, y él contestaba: Pues nada, la realidad está equivocada. Espero que esté medianamente claro lo peligroso de estas posturas, en donde es posible argumentar racionalmente que las cosas en un país marchan por buen camino, aunque la realidad nos grite lo contrario.

La segunda reflexión que se puede hacer a partir de los huracanes es la siguiente: Este tipo de catástrofes dejan al desnudo tal cual es la realidad tal cual es en El Salvador, nos muestran la verdad de nuestro país, nos muestran el grado de injusticia de esta sociedad, nos muestran la desigualdad social, ya que ante situaciones como está, los damnificados, ¿quiénes son? Los desvalidos y los pobres.

Para muestra de esta desigualdad, un botón, una realidad que usted puede ir a constatar. Si viene por la carretera panamericana, justo al pasar el colegio Emiliani cruza a mano derecha, encontrará un puente que cruza una quebrada, justo después a su lado derecho está el complejo habitacional La Castellana, a su izquierda un terreno donde apenas se puede divisar las covachas ahí construidas. Pues bien, a su lado derecho la quebrada cuenta con sendos muros de retención, el lecho de la quebrada ha sido sustituido por planchas de concreto, en suma toda una obra de ingeniería de protección. ¿Qué cree que hay del lado izquierdo? No hay nada. Pura y dura desigualdad social.

De esta realidad en la que vivimos, ¿qué se puede esperar que pase cuando venga el siguiente huracán o la siguiente tormenta tropical? Pues lo mismo, damnificados, como siempre los ha habido y siempre los habrá.

Para finalizar, espero que con la frase “damnificados, siempre los ha habido y siempre los habrá”, no esté moviendo la cabeza de manera afirmativa. Más bien espero que se lo este cuestionando, que como presuntos civilizados que somos nos miremos en ese espejo de barbarie que produce nuestra misma civilización.