sábado, 27 de febrero de 2021

¿Tenemos ciudadanos arrechos? Observador Político Paolo Luers


Publicado en EL DIARIO DE HOY, domingo 28 febrero 2021

“El virus es un instrumento eficaz para dar aun más patadas desde arriba hacía abajo. Tener miedo, quedarse en casa, estar encerrado, ser desempleado, no tener perspectiva, no hablar con nadie, desconfiar a todos, estar aislado, estar uniformado, esto es la situación ideal para destruir la democracia. Cualquiera que se opone a esto, tiene mi simpatía.

Me preocupa mucho que debajo de la cobertura de la protección a la población la dañen de manera no reparable. Y no sólo la población, también la democracia. Surgió un mecanismo de dominación, el cual nos trata, hasta en el lenguaje, como una manada de niños desobedientes. ¿Cómo nos quitamos esto, una vez que la epidemia esté superada? Y entonces, ¿qué sacarán del sombrero? 

La histeria a la cual nos quieren pastorear la política, los medios y los “Expertos” tienen un propósito: convertirnos en unos enanitos miedosos y temblorosos. Por tanto, me encanta que hayan ‘Wutbürger’ (ciudadanos arrechos), no importa de qué color, a menos que cacaree ‘Heil Hitler’...”

 

Así habla Franz Xaver Kroetz, dramaturgo y actor alemán, en una reciente entrevista, titulada “Estoy muy preocupado”. Kroetz, quien acaba de cumplir 75 años, ha sido el ‘enfant terrible’ del teatro alemán de la postguerra, el provocador, el mal hablado, el polémico – pecados en la Alemania conservadora de los años de la guerra fría y de la reconstrucción. Pero los alemanes, y sobre las alemanas, le perdonaron o por lo menos toleran estos pecados, porque lo aman como actor de gran encanto.

 

La pregunta que su entrevista me provoca es: Si un escritor de la estatura de Franz Xaver Kroetz ve estos peligros para la democracia en Alemania, país gobernado por una mujer como Angela Merkel, símbolo de la moderación, ¿cuáles serán los riesgos que corremos en El Salvador, con un hombre inmaduro, desbalanceado con ínfulas de poder como Nayib Bukele? El carácter de los respectivos gobernantes aparte, Alemania es un país que ha construido su cultura democrática sobre el fundamento de un enfrentamiento muy serio a su pasado autoritario, que tuvo su culminación en el régimen criminal de Hitler, pero tiene raíces profundas en el militarismo de siglos y la fallida revolución burguesa del 1848. La generación nuestra, la mía y de Franz Xaver Kroetz, cuestionó de manera radical y profunda el autoritarismo tan arraigado en la cultura alemana, y provocó lo que muchos llaman una ‘revolución cultural’ que transformó de fondo cómo la sociedad alemana vio su historia, la convivencia democrática, la educación, sus métodos y contenidos .

 

En cambio, la sociedad salvadoreña no ha terminado de aprender las lecciones del pasado autoritario. La ruptura con este pasado, plasmada en los Acuerdos de Paz del 1992, está siendo cuestionada por un presidente – y esto no ha disminuido la popularidad que goza.

 

Debajo de la cobertura de la protección a la población la dañen de manera no reparable. Y no sólo la población, también la democracia.” Estas palabras, que en la Alemania de Merkel suenan muy provocativas, aquí en El Salvador suenan como la descripción racional y fiel de los que hemos vivido en los últimos 12 meses: el retorno de los militares a la política, la militarización de la Policía que en “la farsa” de los Acuerdos de Paz fue fundada como policía civil; la negativa de jefes militares y policiales de someterse al control obligatoria de la fiscalía, las cortes y el parlamento; los centros de concentración donde detuvieron a miles de ciudadanos y los sometieron a un régimen de cuarentena diseñando con criterios de control social y no sanitarios; los intentos del gobierno de decretar estado de emergencia con severas restricciones a las libertades y los derechos ciudadanos, sin aprobación de la Asamblea – todo esto pasó, como describe Kroetz “debajo de la cobertura de la protección a la población.” 

 

Para enfrentar una epidemia no es necesario erosionar la democracia. Es más, han tenido máéxito en la prevención del COVID 19 las sociedades y gobiernos verdaderamente democráticos que apuestan a la responsabilidad de los ciudadanos más que al control estatal. Ejemplos: Nueva Zelandia, Uruguay, Costa Rica, Finlandia, Alemania...

 

Los autoritarios sedientes de control sobre la sociedad siempre aprovechan las crisis, por esto las generan y profundizan hasta donde pueden. Esto no es nuevo en la historia, ni en la alemana ni en la salvadoreña. 

 

¿Son irreparables estos daños a la democracia, como dice el dramaturgo Kroetz? Sin ninguna duda, esta es la intención de Bukele y sus aliados en la Fuerza Armada y la policía militarizada. Si van a lograr que esta erosión de nuestra democracia y nuestro Estado de Derecho sean permanentes, se va a decidir hoy, 28 de febrero, día de elegir diputados y alcaldes. A ver si tenemos suficientes ciudadanos arrechos para parar el nuevo deslizamiento al autoritarismo.