sábado, 20 de febrero de 2021

¿No nos importan los niños? Columna Transversal de Paolo Luers




Publicado en EL DIARIO DE HOY, domingo 21 febrero 2021

Enfrentamos una crisis de salud – y pasamos el costo a nuestros hijos y nietos. Los niños y los adolescentes son los doblemente afectados: Les robamos un año de educación y de vida social – y además los condenamos a pagar, durante las próximas décadas, las deudas que estamos acumulando para medio aliviar las crisis. Invertimos cientos de millones para aliviar a los que perdieron su trabajo, perdieron sus ventas, cerraron sus negocios, aparte de alivianar a funcionarios, sus primos y cheros. Pero nadie está aliviando la profunda crisis que enfrentan los niños y adolescentes, que no pueden ir a la escuela, durante meses no pudieron ni siquiera ir al parque a jugar fútbol, a una discoteca para buscar pareja, a tener vida propia fuera del ámbito de los adultos. 

Son meses (y en el caso de la educación preescolar, escolar y universitaria un año entero), que es mentira que los van a recuperar. También es mentira que la educación online logre sustituir la educación en aula. Es nada más un recurso de emergencia, y además uno que profundiza aun más la inequidad de oportunidades. Sólo una minoría tiene las condiciones de hacer uso eficiente de las clases online. Las peores condiciones tienen los niños de zonas rurales remotas – que irónicamente son las zonas donde menos hubo necesidad de mantener cerradas las escuelas, porque tienen muy pocos contagios. Nunca hubo razón de privar de educación a los niños del norte de Morazán, Cabañas y Chalatenango. 

Pero además, las salas de los kinder, las aulas de las escuelas, los colegios y las universidades son lugares sociales indispensables para el desarrollo emocional y mental de los niños y adolescentes, para su socialización. Tal vez las lecciones de matemática se pueden reponer, en el mejor de los casos, pero no las experiencias sociales y emocionales. El encierro, el confinamiento en la casa, el aislamiento, el aburrimiento, la falta de vida social, todos estos son daños que estamos haciendo a toda una generación, que no tiene ni vos ni voto sobre la manera como la sociedad y la política enfrentan la epidemia y reparten los costos y sacrificios necesarios. Y encima de esto, estamos pasando a esta generación la montaña de deuda pública que va a reducir considerablemente los servicios que pueden esperar para ellos y sus niños del Estado en materia de educación, salud, deporte, cultura y medioambiente. 


Los niños y adolescentes son las verdaderas víctimas de la epidemia y de la manera que como país la enfrentamos. ¿Y realmente es lógico y necesario que paguen este precio?


Yo diría que no. Otros países, que han sido incluso más afectados que nosotros por la pandemia, han cerrado sus kinder, escuelas y universidades sólo para enfrentar la primera ola de contagios en marzo/abril del 2020, pero han regresado a clases presenciales una vez que conocieron mejor la característica del virus, los métodos de tratarlo, y las medidas de prevenirlo. 


Nosotros en El Salvador, luego del primer shutdown total, volvimos a abrir el comercio, el transporte, los restaurantes, los hoteles, las playas, las discotecas, los estadios de fútbol, pero mantuvimos cerradas las escuelas y las universidades. Da la impresión que cada sector social y económico hizo suficiente presión para que le levantaran las restricciones – y como no tienen voz los niños y adolescentes, nadie les hizo caso. 


Cada sociedad, cada país, define sus prioridades. Parece que a para nosotros, la educación y el desarrollo de nuestros niños y jóvenes no tiene la misma prioridad que el comercio, la gastronomía, el libre tránsito, el fútbol... ¿O acaso hay estudios que demuestran que las escuelas constituyen focos de contagio más peligrosas que centros comerciales, aeropuertos o discotecas? No. 


Lo que estamos haciendo es cargar una parte desigual del sacrificio a quienes no pueden defenderse. A los que no votan. A los que además están dispersos y aislados y por tanto no pueden organizarse como sector social para discutir su situación, su futuro, sus derechos, y sus opciones de resistencia, porque están privados de sus espacios sociales, confinados a sus casas. 


Es urgente que los padres se movilicen y exijan que se abran las escuelas de todos los niveles. ¿Está el gobierno preparado para crear las condiciones para hacer esto sin mayores riesgos sanitarios? Parece que no. ¿Existen capacitaciones para los profesores para aplicar medidas de prevención? ¿Se han hecho modificaciones a las instalaciones para asegurar circulación adecuada de aire, acceso a lavamanos, distanciamiento físico en las aulas? ¿Se ha diseñado sistemas de turnos para reducir el número de alumnos en las aulas? No sabemos las respuestas, porque nadie nos informa adecuadamente sobre los asuntos relacionados con la epidemia y con el plan gubernamental para enfrentarla. Es tiempo de cambiar esto, mediante permanente presión de la sociedad entera.