miércoles, 6 de noviembre de 2013

Hora de aclarar las diferencias

En una carta a Salvador Sánchez Cerén que publiqué el sábado pasado, me referí a la iniciativa “Acuerdo de Nación 2014-2044” con esta frase: “En medio de la campaña, en una carrera tan cerrada, no existe la posibilidad de construir acuerdos honestos. Ahora se trata de proyectar cada uno sus propuestas y soluciones, y de enfocar con la máxima claridad en las diferencias, para que los ciudadanos podamos tomar decisiones informadas y concientes a la hora de votar. Es hora de elección, no de negociación.”
El tema, sin embargo, merece más argumentación. La propuesta del grupo promotor de un Acuerdo de Nación (encabezado por el economista Luis Membreño y apoyado por mucha gente de buena fe) ha creado mucha expectativa. Esto no extraña en un país, donde el lamento de “la polarización” se ha puesto de moda - e incluso convertido en el grito de campaña de una coalición que quiere convertirse en la tercera fuerza capaz de romper tal polarización.

¿Por qué existe este cansancio con la polarización, o por lo menos la disposición de tanta gente de creerse lo que todos los días escuchan: el cuento del mal que trae al país la polarización ideológica, o sea el enfrentamiento de dos ideologías? Muchos dirían que este cansancio generalizado de la polarización se debe a un exceso de confrontación y de ideología en nuestro país. Yo sostengo lo contrario: Se debe a la ausencia de un debate donde realmente se enfrentan, de manera transparente y honesta, los diferentes proyectos políticos con sus principios, ideas clave y estrategias a largo plazo. La confusión se da porque hay dos fuerzas políticas que parecen mutuamente bloquearse, pero que no explican sus posiciones, más bien las disfrazan.

El FMLN ya no se atreve a decir lo que realmente quiere: el socialismo, versión capitalismo del Estado. Los dirigentes del FMLN ya no se atreven a decir abiertamente que no creen en el mercado de la libre competencia, sino en el capitalismo del Estado, del partido y de los funcionarios convertidos en capitalistas. Prefieren presentar a su instrumento principal ALBA como iniciativa de la libre empresa. Ya no se atreven a decir que siguen opuestos al TLC y al convenio de Asociación Centroamérica-Unión Europea, y que los quieren sustituir alineándose a ALBA. Ya no hablan de su intención de revertir la dolarización y de someterse a la línea geopolítica conducida por La Habana mediante la chequera venezolana. Ya no confiesan en público que buscan revertir la privatización en los campos de energía y pensiones, además de nacionalizar la importación de petróleo. Hay indicios de todo esto, pero los candidatos evitan mensajes claros. Y su candidato habla del “bien vivir”...

ARENA tampoco se atreve a asumir posiciones liberales, por el pánico de ser tildados de “neoliberales”. Este pánico es simétrico al miedo del FMLN de ser identificado de comunista o chavista. ¿Cuál polarización, entonces, si los dos polos ya no se atreven a tomar posiciones claras, sino prefieren moverse en el mismo fango de generalidades, indefiniciones y populismo que caracteriza a la supuesta “tercera fuerza”?

¿ARENA presenta al ciudadano un programa liberal? No. Han aceptado que la palabra “privatización” es mala palabra. En contra de sus convicciones (y en algunos casos de la mera lógica), han abandonado los principios liberales de defensa del libre mercado, y se han retirado al mismo terreno liso de  los tales asocios público privados donde fingen “acuerdo de nación” todos los demás, incluyendo los partidarios del chavismo que ahoga el mercado con expropiaciones y regulaciones estatales; los amigos de Daniel Ortega, quien desde el poder controla la partición del pastel entre su familia y los capitalistas; y los otros amigos del crony capitatalism (capitalismo de cheros) a la Saca, Salume, Mecafé, Enrique “Mides” Rais, etc.; y no olvidar a los que dentro de ARENA son enemigos del liberalismo porque también prefieren un mercado regulado a su favor...

Claro que los principios liberales, de alguna manera, forman parte del programa de gobierno de ARENA. Pero sin claridad y, pero aun, sin aplicarlos consecuentemente a las propuestas concretas. Si no, ARENA no podría ofrecer “mantener y ampliar” las subvenciones; no hubiera dado sus votos para la ley de Asocios Públicos Privados que excluye de esta modalidad todo lo relacionado con saludo, educación, seguridad, prisiones, etc.

Tenemos un déficit de claridad en la formulación de los principales proyectos políticos. Un déficit de enfrentamiento claro de ideas y conceptos, no un exceso de polarización. Las campañas de mutuos ataques a los candidatos sólo genera la ilusión de polarización, mientras consiste en ataques personales y no en el enfrentamiento de ideas.

Lo que hace falta en esta campaña electoral no es enfocar en las coincidencias, más bien el ambiente está enlodado por demasiada coincidencia de los partidos en las mismas posiciones y promesas oportunistas y  populistas. Son coincidencias por causa de disfraz y mentira, no como resultado de un debate en el cual se enfrentan ideas y se acercan posiciones.

Lo que hace falta en esta campaña electoral es enfocar con valor, coherencia y honestidad en las diferencias, no en las coincidencias. Es el carácter de la democracia y del pluralismos que hay opciones claramente diferenciadas. Sólo así habrá un voto informado, conciente y crítico. No es la hora de buscar acercar posiciones sino de separarlas donde están acercadas artificialmente por el oportunismo y el populismo. No es la hora para proponer un Acuerdo de Nación, mucho menos uno que defina el rumbo para los próximos 30 años. Quien lo intenta corre el riesgo de jugar, a lo mejor sin querer, a favor del discurso de “Unidad”, que promueve el fin de la polarización y de las ideologías para abrir espacio a una ideología de “todo se vale”.

Si tuviéramos el debate y enfrentamiento de ideas adecuados, quedaría claro que hay tres opciones para el país: el socialismo estatal donde controla el Estado; el liberalismo basado en el libre mercado y un Estado que garatiza los servicios públicos, seguridad y justicia; y el “capitalismo mafioso”, con un Estado al servicio de un sector. Con la complicación que esta tercera opción no es limitada a Unidad, sino que tiene adeptos también en ambos partidos grandes, mientras o se definen claramente: como socialistas y liberales.

Una vez que el votante haya decidido, habrá tiempo para construir gobernabilidad acercando posiciones. Sobre la base de tener cristalinamente claras las diferencias.
(El Diario de Hoy)