martes, 10 de septiembre de 2013

Carta a Mario Valiente

Estimado diputado:
Se hizo el valiente, señor Valiente. Dijo que si a Norman Quijano lo sacan de la carrera “por razones turbias, vamos a tener otra guerra y yo seré el primero en agarrar el fusil.”
Luego, cuando todo el mundo le reclamó esta bravuconería, trató de explicarse y a la vez a suavizar su posición: Sólo quería llamar la atención al peligro que surja la misma situación que nos llevó a la guerra...

Bueno, don Mario, tiene toda la razón: Cuando en los años 1979, 1980 y 1981 en El Salvador se cerraron todos los espacios democráticos y la gente perdió la esperanza de poder cambiar las cosas haciendo uso del voto, miles de gente agarraron un fusil – ¡y comenzó la guerra! Pero no fue usted, don Mario. Los que hicieron uso del derecho a la insurrección porque no encontraban otra vía de expresarse políticamente no fueron ustedes que luego fundaron ARENA. Los que agarramos los fusiles para conquistar las libertades de expresión y de organización fuimos otros.

Usted, don Mario, no sé si en algún momento agarró un fusil. Si lo hizo, mejor no hable mucho de esto, porque habrá sido en circunstancias poco confesables.

Cada uno hizo en la guerra lo que estuvo convencido que tenía que hacer para evitar que el adversario ganara y estableciera un régimen antidemocrático. Hasta que todos llegamos a la conclusión que la único solución era conversar y negociar un acuerdo que garantizara la democracia. Esto es lo que hicimos, y sobre esta base todos juntos reconstruimos el país y construimos la institucionalidad democrática.


Que no es perfecta. Todos lo sabemos. Pero que ofrece vías legales y caminos jurídicos y políticos de defender la democracia. Hablar de fusiles, en este contexto, es una locura. Y en su caso, es la peor defensa que puede hacer de su candidato.

Le recomiendo, don Mario, que no siga enredándose en este asunto. Hay una salida muy sencilla, que cuesta coraje civil, pero puede ser hasta popular: Decir que metió la pata en el calor del debate político. Arrepentirse. Reconocer la cagada. Pocos políticos hacen esto.

Si con algo no hay que jugar es la paz. Tenemos cualquier tipo de violencia, pero hemos lograda erradicar de este país la violencia política. La sociedad no la permite. Y si alguien en broma, con los tragos, o al calor de un debate sobrepasa esta raya y toca este punto neurálgico, le toca pedir perdón y reafirmar su compromiso con la paz. Le ha tocado al FMLN, cuando un par de sus militantes agarraron un fusil y mataron a dos policías. Y lo ha hecho. Ahora le toca a usted.

Saludos, Paolo Lüers
(Más!/EDH)