lunes, 23 de septiembre de 2013

Carta a “los cuatro magníficos”

Estimados magistrados de la Sala de lo Constitucional:
Así que admitieron un recurso que quiere abolir la ley de amnistía y llevar a las cortes los crímenes cometidos en el marco de la guerra. Yo, como siempre defiendo a ustedes, dije inmediatamente: Tranquilitos, admisión de un recurso no significa su aceptación. Puede ser que lo admitieron con la intención de limpiar la mesa y declarar, de una vez por todo, constitucional la amnistía...
Bueno, lo mismo dije --tengo que confesar mi error-- cuando ustedes admitieron el recurso contra el nombramiento de David Munguía Payés como ministro de Justicia y Seguridad, y de Francisco Salinas, como director general de la PNC – no por actos inconstitucionales, sino por haber sido militares. Y ustedes fallaron contra ellos, descabezando, de un solo tajo, al gabinete de Seguridad. Quitaron las dos cabezas que habían logrado comprender y cuidar la oportunidad histórica que se había abierto al país con la decisión de las pandillas de acordar una tregua entre ellas y dar los primeros pasos en el proceso de su reinserción a la vida productiva y el estado de derecho. Todavía pienso que atentar contra la tregua no fue su intención, pero ciertamente fue la consecuencia. La gran paradoja: La política de Seguridad no puede estar en manos de militares, aunque propongan soluciones civilizadas, pero sí en manos de civiles, aunque regresen a políticas represivas que ya sabemos que no dan soluciones...


Optimista que soy (y además fiel defensor del esfuerzo histórico que ustedes hacen para establecer la independencia del órgano judicial) vuelvo a depositar mi confianza en su sensatez y responsabilidad. Francamente, no me puedo imaginar que ustedes querrán demoler uno de los pilares del proceso de paz, de reconciliación y de la reconstrucción conjunta del país: la amnistía. A la hora de analizar el recurso que tienen sobre la mesa, ustedes tienen que tomar en cuenta que la amnistía es mucho más que la ley que ahora solicitan abolir. La amnistía es la capacidad y voluntad de entenderse mutuamente, incluyendo los errores y abusos de cada uno. La amnistía es la esencia no sólo del cese de la guerra, sino de la reconciliación y de la incorporación de la guerrilla y de los paramilitares a la vida política. La amnistía es la base de un acuerdo entre las dos partes beligerantes de no sólo dejar de matarse, sino de dejar de verse como enemigos y comenzar a trabajar juntos para crear una sociedad donde quede erradicada la violencia como método de llegar o defender el poder político.

Es inconcebible que alguien sensato quiera destruir esta concepción de la amnistía. Tal vez encuentren fallas legales en la ley de amnistía aprobada en el 1992. Bueno, repárenlas, si lo consideran pertinente. Pero sin demoler la base sobre la cual tenemos ya 20 años de convivencia. La amnistía es la regla básica baja la cual todos nos metimos en este juego de la democracia. Las reglas se pueden perfeccionar, pero no cambiar de fondo.

En este país, en esta situación específica de transición de la guerra a la paz en El Salvador, tomamos la decisión de decretar esta forma de amnistía. Escogimos un camino diferente que en otros países. Tal vez en Sudáfrica encontraron una fórmula más justa de equilibrar la paz con la justicia. Pero no podemos reescribir nuestra historia 20 años después, y ciertamente no con una sentencia de la Sala de lo Constitucional.

Confiando en su sabiduría, les saluda Paolo Lüers
(Más!/EDH)