martes, 20 de octubre de 2009

Primero demócrata, después de izquierda

El premio Nobel de literatura 1998, José Saramago en El Cuaderno, que es la recopilación de algunas de las participaciones de su blog, se pregunta "¿Dónde está la izquierda?" y para responder recuerda una frase que él mismo pronunció en alguna entrevista para un diario sudamericano: "La izquierda no tiene ni puta idea del mundo en que vive".

Confieso que en principio la frase me molestó y me pareció una generalización excesiva. Sin embargo, cuando veo la reacción de algunos militantes y activistas de la izquierda mexicana, la frase me pone a pensar...

La liquidación en México de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, la ineficiente empresa estatal que prestaba el suministro de energía eléctrica en el la ciudad de México y sus zonas aledañas, ha generado varios debates interesantes, y ha colocado a muchos actores en el límite, y ante dilemas y situaciones complejas.

La izquierda mexicana, sin duda, ha llevado la peor parte en este debate. Sencillamente, porque la decisión del Gobierno de derecha, del presidente Felipe Calderón, los ha puesto en aprietos. Los ha colocado ante el dilema: apoyar la medida del Presidente de la República de desaparecer una empresa corrupta, ineficiente, que representa el pasado y con ello un sindicato lleno de abusos y privilegios, o asumir la defensa dogmática, ideológica y tradicional de clase, y apoyar porque sí, a un sindicato por el simple hecho de serlo.

El dilema se manifiesta en los partidos de izquierda, entre los intelectuales y en los medios de comunicación, y ha revivido un puritanismo en algunos simpatizantes y militantes de izquierda, que señalan con gran elocuencia que defender al sindicato es una cuestión de principio.

Pareciera que si se es militante o simpatizante de izquierda, necesariamente se tiene que estar en desacuerdo con una medida que golpea a un sindicato, siempre, cualquiera que éste sea. Aunque dicho sindicato encarne y represente los peores vicios, y evoque los episodios más emblemáticos del autoritarismo del viejo régimen, que todos los demócratas debemos rechazar.

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