viernes, 8 de agosto de 2008

SEXTA COLUMNA: JULIO, MES DE REVOLUCIÓN Y DE REPRESIÓN.

A Roberto Miranda López, Reynaldo Hasbún Jiménez y a todos los estudiantes universitarios víctimas de la represión, In Memóriam.

El 30 de julio de 1975, es decir hace treinta y tres años, tuvo lugar en San Salvador uno de los hechos represivos más indignantes en contra del movimiento estudiantil y de la comunidad universitaria de la Universidad de El Salvador (UES). La década de los años 70 del siglo pasado, que fue un período de desgaste del régimen representado por los gobiernos militares fraudulentos del Partido de Conciliación Nacional (PCN) de 1972 y 1977, significó por otra parte, un período de acumulación de las fuerzas insurgentes salvadoreñas y, en todo caso, dejó una huella difícil de borrar en la historia de la sociedad salvadoreña. Durante esos mismos diez años se produjo el ascenso y la caída del gobierno de la Unidad Popular (UP) presidido por el Dr. Salvador Allende en Chile, así como el triunfo de la Revolución nicaragüense, liderada por el unificado Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en conjunto con sus aliados del Frente Patriótico de la Revolución (FPR) y otros importantes sectores sociales.

Julio ha sido un mes en el que se han producido importantes acontecimientos históricos tanto en Europa como en nuestro continente. En realidad, los hechos histórico políticos que pasamos a comentar, han sido trascendentales y como veremos más adelante, de una manera u otra tuvieron consecuencias o repercusiones en procesos y hechos posteriores, reflejando la causalidad diversa de procesos y hechos históricos aparentemente desligados entre sí.

El 4 de julio de 1776, varios siglos atrás, en un congreso compuesto por 56 personas que representaban a los ciudadanos de 13 colonias inglesas, se emitió la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América; un nuevo país que adoptó el nombre de un continente descubierto por los españoles aproximadamente trescientos años antes, y que era la tierra de promisión para los europeos de la época. Tal declaración fue emitida en plena guerra de independencia, para sustituir el colonialismo mercantilista por una sociedad liberal, proceso que culminó formalmente en 1783 con el Acuerdo de París, mediante el cual las colonias pasaron a ser los nacientes Estados Unidos de América, los que posteriormente llevaron a cabo un proceso de expansión territorial hasta la costa oeste de su actual demarcación y más allá. Dicha expansión continúa en la actualidad, no precisamente en el plano territorial, sino en lo político, económico y militar. Para que los Estados Unidos triunfaran fue importante el apoyo recibido de Francia, España y Holanda. Pocos años después los Estados Unidos apoyarían algunos movimientos independentistas de América Latina en contra de España.

El 14 de julio de 1789 sucedió el asalto a la Fortaleza de la Bastilla, bastión emblemático del poder monárquico absolutista en Francia, que tuvo como antecedentes inmediatos, primero, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, manifestación del pensamiento liberal que dio contenido a los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad, imbuida por el espíritu de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América; y segundo, la instauración de la primera Asamblea Nacional Constituyente, que sustituía los antiguos Estados Generales, integrada por todos los representantes de la burguesía, la mayoría de los representantes del clero católico y una parte minoritaria de la nobleza feudal. Con la toma de la Bastilla se desencadenó el proceso de la Revolución francesa mediante el cual se abolió el feudalismo y se instauró el capitalismo como sistema económico social. La revolución culminó formalmente en 1793 con la muerte de decenas de miles de personas consideradas contrarias a la revolución, entre ellas los reyes de Francia Luis XVI y María Antonieta, al tiempo que se estableció un nuevo poder Ejecutivo denominado Directorio revolucionario. La revolución en Francia se sostuvo en medio de grandes turbulencias políticas hasta consolidar un Estado de Derecho y una República Democrática.

El 19 de julio de 1979, casi doscientos años después de aquella, triunfó la Revolución en Nicaragua al ser derrotada la Guardia Nacional por el Frente Sandinista de Liberación Nacional y ser derrocado el régimen dictatorial liberal presidido por Anastasio Somoza Debayle. Pocos días después se instauró la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional compuesta por cinco miembros, tres de ellos sandinistas y dos independientes. Este proceso revolucionario se caracterizó por contar con un incuestionable y amplio respaldo de diversos sectores y clases sociales de la población nicaragüense, evidenciando la coincidencia de objetivos de una pluralidad de fuerzas sociales. La Junta estructuró un gabinete de gobierno de unidad nacional y puso en marcha un programa de reformas sociales, económicas y políticas de carácter popular; sin embargo, al poco tiempo la discusión sobre el carácter de la revolución, la tendencia del FSLN a hegemonizar el poder político excluyendo cada vez más a sus aliados, y su inclinación hacia modalidades políticas empleadas en Cuba y la Unión Soviética, selladas mediante los respectivos acuerdos, le restaron apoyos tanto en lo interno como en lo externo. Ello condujo a que la Junta de Gobierno prácticamente se quedara sin independientes, a que se disolviera el Frente Patriótico de la Revolución, y lo peor, que con el cambio de gobierno en los Estados Unidos hacia las manos de los republicanos, en contraposición a los principios que dieran origen a ese país, se organizara y financiara por parte de ellos la contra revolución para impedir la consolidación de las transformaciones revolucionarias. A pesar de que en la nueva Constitución se consignaban como principios que guiarían a la sociedad nicaragüense: la Economía Mixta, el Pluralismo Político y el No Alineamiento, la denominada Revolución Popular Sandinista no logró el convencimiento y el arraigo necesario y se desgastó al grado de perder las elecciones presidenciales en 1990. De esa manera se dio por concluido el período revolucionario, con las consecuencias del caso.

El mismo 19 de julio pero de 1972, fue asediada, invadida y posteriormente saqueada la Universidad de El Salvador por la Fuerza Aérea, el Ejército y algunos Cuerpos de seguridad salvadoreños. Decenas de personas fueron capturadas en los tres recintos de la UES, muchas de ellas recluidas en celdas de la Guardia o Policía Nacional y otras obligadas al exilio. Como una de las consecuencias de lo anterior, el gobierno, de acuerdo a su conveniencia, mantenía en funcionamiento o procedía a interrumpir las labores universitarias, obteniendo como respuesta una acentuada lucha de la comunidad universitaria, con excepción de las autoridades impuestas, en defensa de la Autonomía de la Universidad de El Salvador. Este conflicto permaneció durante toda la década y continuó en el contexto de la guerra civil que concluyó en 1992.

El 26 de julio de 1953 un grupo de jóvenes cubanos organizados militarmente e inspirados en los ideales patrióticos de José Martí, nacido 100 años antes, asaltó dos cuarteles del gobierno de facto de Fulgencio Batista, siendo el más notable el Cuartel Moncada situado en la ciudad de Santiago de Cuba. Dicho intento fracasó y trajo como consecuencias la muerte de muchos participantes, así como la captura, el enjuiciamiento, la condena y encarcelamiento de varios de ellos, entre los que se encontraba el Dr. Fidel Castro Ruz. La presión popular permitió que Castro y sus compañeros fueran amnistiados por Batista en 1955 y enviados al exilio en México, donde fundaron el Movimiento 26 de Julio (M-26-7) y organizaron el regreso a la isla para combatir la dictadura de Batista, hasta alcanzar el triunfo revolucionario a principios de 1959, en coordinación con varios grupos de patriotas cubanos de diferentes tendencias ideológicas. A los gobiernos pluralistas iniciales, les siguieron gobiernos cada vez más identificados con la fuerza revolucionaria predominante. Las medidas tomadas por el nuevo gobierno cubano que afectaban importantes intereses de la burguesía nacional y extranjera, dieron lugar a acciones contra revolucionarias de bloqueo económico, sabotaje e invasión, auspiciadas por los gobiernos estadounidenses de Eisenhower y Kennedy. En ese proceso se declaró por parte de las autoridades cubanas el carácter socialista de la revolución, es decir anti capitalista, y el pensamiento marxista leninista como base ideológica del Partido Comunista de Cuba (PCC), gobernante único en la isla desde entonces. Cuba se alió con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y con el bloque de países comunistas, hasta la caída de la Unión Soviética en 1991 y la posterior ruptura del bloque socialista.

Como ya se ha dicho, el 30 de julio de 1975, una manifestación pacífica de estudiantes, instructores, profesores y trabajadores universitarios, procedente de la Ciudad Universitaria en San Salvador, que protestaba por el irrespeto del gobierno salvadoreño a la autonomía universitaria y marchaba sobre la 25 avenida norte, fue interceptada y violentamente reprimida por efectivos de los cuerpos de seguridad, quienes hicieron uso de por lo menos una tanqueta, ambulancias y armas de grueso calibre, a la altura del puente que pasa sobre la Alameda Juan Pablo II, esquina del Hospital General del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS). Como resultado de esta acción, un número indeterminado de personas manifestantes resultó muerta o herida, algunas de las cuales fueron asistidas en los hospitales aledaños.

En el conjunto de hechos históricos comentados que se dieron en la región latinoamericana se ha puesto de manifiesto, de una u otra forma, la política exterior de los Estados Unidos, que anteriormente en pleno retiro de las potencias coloniales inglesa, francesa, y española, y posteriormente en el contexto de la Guerra Fría con la Unión Soviética, hizo caso omiso de sus principios democráticos originarios y privilegió un planteamiento anti democrático, anti comunista indiscriminado, apoyando dictaduras represivas y anti populares en toda la región, con algunas salvedades durante el gobierno del Sr. Jimmy Carter y su política de respeto a los Derechos Humanos. Las agencias especializadas del gobierno estadounidense se debatieron entre fomentar programas de desarrollo económico y social, como medidas anti insurgentes, y propiciar prácticas tenebrosas de tortura, secuestro, asesinato y desaparecimiento de opositores a los regímenes dictatoriales, como medidas represivas. El 30 de julio de 1975, por primera vez en la historia política reciente de El Salvador se dio muerte a estudiantes manifestantes y sus cadáveres no aparecieron nunca, con la consiguiente afrenta moral para sus familiares. Dicha práctica de terrorismo de estado continuó como método usual durante la guerra civil en El Salvador. Curiosamente, en lo álgido de esta guerra durante los años 80, siendo presidente de los Estados Unidos el Sr. Ronald Reagan, el Gobierno de la República de Francia demostrando la independencia de su política exterior, firmó la Declaración Franco Mexicana, mediante la que se reconoció internacionalmente el estatus de fuerza beligerante en el conflicto armado interno salvadoreño a la Alianza FDR – FMLN. Este hecho le abrió paso a un amplio respaldo político diplomático para las organizaciones democráticas y revolucionarias salvadoreñas, creando condiciones para ensayar una salida política al conflicto. Por alguna razón, en uno de los símbolos patrios, en el Escudo Nacional de la República de El Salvador, se encuentra la leyenda originada en aquellas revoluciones: Libertad, Igualdad y Fraternidad, esperando que este lema se haga realidad algún día en nuestro país.