jueves, 30 de diciembre de 2010

Carta a la ex-jefa del Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer

Estimada Julia Evelyn Martínez:

No puedo decir que lamento que la hayan despedido. Para mi, usted representaba una pésima política.

Leí una columna de su amigo Álvaro Rivera Larios, quien compara su caso con el despido de Brenny Cuenca. Pero Brenny fue despedida como secretaria de Cultura, porque no era suficiente sumisa a las órdenes de la primera dama. En el caso suyo, tengo la sospecha que la cosa es al revés: Usted cumplió e incluso defendió las ideas mas insensatas de la primera dama, como la prohibición de los desfiles de cachiporras en las escuelas.

Usted fue el fiel instrumento de su jefa, hasta que cometieron el error de firmar un documento sobre el aborto que el presidente no había autorizado. En este momento le pasó lo que pasa a muchos fieles colaboradores: se convirtió en chivo expiatorio. El presidente no quería asumir el costo político, su esposa mucho - menos, así que le tocó a usted.

Me temo que su despido no resuelve nada. No habrá corrección de nada en las políticas erróneas del ISDEMU. Por la simple razón que allí sigue mandando la misma: la primera dama.

El ISDEMU, con o sin usted, va a seguir haciendo campañas que meten al Estado en la esfera privada de la gente. Cualquiera me puede decir, con toda razón, que los hombres deben asumir las tareas de la casa. Cualquiera, menos el Estado. El Estado crea condiciones favorables y seguridad jurídica a las mujeres, pero no sermonea, ni moraliza.

El ISDEMU va a seguir trabajando con la Secretaría de Cultura para promover ‘el cambio de la cultura’, porque esta es la idea de la primera dama que sigue siendo presidenta del ISDEMU, y ahora con más poderes y controles directos.

Es a nombre de este ‘cambio de cultura’ que la pareja presidencial se siente con el derecho de meterse en asuntos donde el Estado y sus instituciones nunca deberían tener derecho de intrometerse. Cualquiera tiene derecho de promover la ‘transformación cultural’ que quiera... menos el gobierno. En agosto de este año le escribí en una primera carta: “Si no paramos esto en seco, terminamos con una dictadura de los guardianes de lo ‘políticamente correcto’ “.

Ahora resulta que la pararon a usted, pero no la política autoritaria disfrazada de feminista. Pobrecita. Que mal le pagaron su fidelidad...

Paolo Lüers

(Más!)

Columna transversal: Macho sin dueño

Se supone que la última columna del año será un balance del 2010. Me niego. Tengo que cuidar mi reputación de no escribir lo que se supone que escriba. Voy a dedicar la última "columna transversal" a mi amigo Horacio Castellanos Moya. Ya le dediqué una de mis cartas en Más!, pero también tengo que pensar en los lectores que no leen Más! No hay que discriminar a nadie, ni siquiera a los que se sienten superiores a la gente de la calle que compra este periódico de la calle.

Horacio Castellanos Moya, autor de las únicas novelas salvadoreñas de la postguerra que valen la pena, es chero mío. Digo esto para que sea claro que lo que escribo sobre él no es ni imparcial ni incoloro. Hemos compartido, aparte de innumerables botellas de diferentes bebidas embriagantes, la aventura de dirigir un proyecto mediático (llamado "Primera Plana"), que según nosotros iba a modernizar, profesionalizar y elevar éticamente al periodismo salvadoreño. Lo suspendimos cuando nos dimos cuenta, un año más tarde, que los periódicos, para que además de buenos sean exitosos, no pueden ser concebidos como un regalo que algunos iluminados quieren dar al pueblo, sino que tienen que surgir de una demanda real. Una demanda tan sentida y urgente para que lectores, periodistas, anunciantes, e inversionistas estén dispuestos a compartir el riesgo de construir un periódico tan independiente que lo odiaba el FMLN igual que ARENA.

Para explicar quién es este escritor salvadoreño que tiene décadas de andar ganándose la vida en Canadá, México, Guatemala, Alemania, Japón, Estados Unidos, pero nunca dejó de escribir sobre El Salvador, mejor reproduzco aquí la carta que le mandé vía Más!:

----

Horacio:

En este país, en especial entre la gente que se considera de izquierda, hay una tendencia rara: Hay tantos que reclaman haber sido héroes y protagonistas en tiempos de la guerra, que uno se pregunta: ¿Si han sido tantos los insurrectos, los rebeldes, los que en secreto apoyaron la causa, cómo es que no ganamos?

Pero lo perverso es que los que no logran presentarse como héroes, se presentan como víctimas. El nuestro parece un país habitado de luchadores y mártires. Pareciera que lo que menos hubo son ciudadanos comunes y corrientes que han vivido la historia observando y sobreviviendo...

No estoy diciendo que no hubo héroes. Los hubo de sobra. Mucho menos estoy diciendo que no hubo víctimas: hubo decenas de miles.

Lo que quiero decir es: También hay que reivindicar a los ciudadanos comunes que simplemente lucharon para sobrevivir.

Y ahí entrás vos, Horacio, que tuviste el valor de romper esta perversa percepción que en la historia nuestra uno o fue héroe o fue víctima. En medio de esta moda insoportable de la "memoria histórica" que sólo conoce luchas y sufrimientos, vos publicás un librito con el título: "Breves palabras impúdicas". Y sin pudor escribís: "A finales de 1978, no me cabía la menor duda de que mis compañeros de generación, poetas o no, iban con ritmo precipitado hacia la militancia revolucionaria; comprendí también que no había más opciones: tomar partido o largarse. Yo decidí largarme".

Esto es lo más honesto y lo más valiente que he leído en años sobre nuestra historia, donde todos quieren asumir los papeles clásicos: o héroe o víctima. Los izquierdosos románticos sólo pueden verse en estos papeles. Como el cupo para héroes es limitado, crean toda una cultura espantosa de víctimas. Gracias por poner en duda esta cultura, Horacio. Sos de los pocos escritores que entendieron que su oficio no es crear mitos y leyendas, sino romperlos.

Hasta el próximo whisky, Paolo Lüers.

----

Un macho sin dueño como Horacio Castellanos Moya obviamente no estaba hecho para dirigir un periódico exitoso en El Salvador. Tampoco yo. Por eso, luego de cerrar Primera Plana en 1995, mejor me dediqué a vivir de otro medio de comunicación: la barra de La Ventana. Y Horacio volvió a salir del país para escribir libros que a la mayoría de los salvadoreños no les gustan porque no los retratan como quieren verse, sino como los ve Horacio: atrapados en traumas, fobias y violencias.

Pero como Horacio Castellanos Moya es disciplinado y obstinado, sigue rebuscándose para sobrevivir y para seguir escribiendo. Poco a poco está construyendo una obra que de repente lo convertirá en una voz que representa a América Latina. No tiene país que se siente representado por él, este es su problema. Pero también es su virtud que lo convierte en escritor universal.

(El Diario de Hoy)

miércoles, 29 de diciembre de 2010

A PROPÓSITO DEL FRÍO

Mucho se habla de que el clima de la tierra está cambiando drásticamente induciendo a la forma de vida conocida a su pronta y total extinción. El efecto de los gases invernaderos es calificado como el primer agente de destrucción. En nuestro medio se han instalado mesas de trabajo para analizar los efectos de este fenómeno y han salido Ministros y funcionarios diciendo que esa es la razón de deterioro de toda nuestra infraestructura. Bonito argumento el que se han encontrado y que desde ya esgrimen para justificar su operancia o su inoperancia. El ciudadano común, acostumbrado al bombardeo permanente de dogmas y mitos absurdos, escucha y sin conocer sobre el tema, asume que lo dicen es algo verdadero escrito sobre piedra.

Lamento defraudarlos pero la cosa no es así. Existen innumerables teorías científicas al respecto pero todas coinciden en que es difícil establecer relaciones de causalidad como la afirmación en boga. El nivel de gases de efecto invernadero es alterado a la baja y a la alza por muchos factores tales como el vulcanismo, el movimiento de los continentes, el albedo de la Tierra – capacidad de reflejar la luz solar--, la variación orbital del planeta, el impacto de meteoritos de medianas dimensiones, los cambios en la actividad solar, cambios en las corrientes marítimas, etc. Factores que han estado siempre presentes en la historia natural y que han llevado a la conformación de patrones cíclicos en las variaciones del clima en nuestro globo terráqueo.

La última glaciación sufrida por la humanidad se conoce como “la pequeña edad del hielo” y fue hace poco tiempo, fue un período frío que abarcó desde comienzos del siglo XIV hasta mediados del siglo XIX. Puso fin a una era extraordinariamente calurosa llamada “óptimo climático medieval”. Durante el período en cuestión se ha podido determinar que la actividad solar determinada en las “manchas solares” era sumamente baja y se desató una elevada actividad volcánica que aumento el efecto “albedo” evitando la libre filtración de la radiación solar por lo que el clima bajó llegando a su máximo en el año de 1815, que hizo que el siguiente año se conociera como el “año sin verano”, debido a la erupción del volcán de Tambora en Indonesia que cubrió la atmósfera de cenizas generando nieve y hielo en junio y julio en Nueva Inglaterra y el norte de Europa. Sumado a eso la introducción de una gran cantidad de agua fría proveniente del atlántico Norte hizo que la “corriente del golfo” dejara de ser operativa, sumándose al anterior efecto, provocando así las bajas en la temperatura. A partir de 1850 el clima comenzó a cambiar hacia temperaturas más cálidas. Algunos escépticos,--como el que escribe—arguyen que los cambios actuales se deben a la recuperación climática de este último evento glacial, y que por ello, la actividad humana no es la causante de este cambio y como existe la contraparte que dice que la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera por las actividades del hombre genera el cambio climático es que estamos en esta discusión. Sana polémica científica, sin mitos ni dogmas absurdos, con la disciplina y el estudio se podrá determinar las causas y los efectos de las variaciones climáticas. Es difícil el estudio de este “caprichoso” planeta. En la medida que el hombre se adentra en su estudio surgen nuevos retos y nuevas incógnitas a resolver, allí entra la Matemática y la Física Cuántica, el razonamiento ordenado de seres curiosos que buscan desenredar el hilo de la creación.

Dios le dio al hombre inteligencia, ocupémosla para honrar su creación, da risa escuchar declaraciones de que el final está tan cerca o de que las carreteras y los puentes se dañan por el cambio climático. No son parte de la creación estas posiciones, más bien parecieran análisis de “eunucos” incapaces de fertilizar nada y ansiosos por destruir todo. La obra creadora debe seguir su camino y abrirse paso ante las adversidades, Einstein decía que: “No se puede concebir a un hombre de ciencia sin esta profunda fe. La situación puede ser explicada por una imagen…La ciencia sin religión es coja, la religión sin ciencia es ciega”.

La próxima vez que tengamos frío, sonriamos; los casquetes polares se están fortaleciendo evitando que los mares cubran este amado terruño, y pensemos que la sabia obra producto de la creación, está haciendo su trabajo.

Venezuela no va al socialismo, va a un régimen militar

Cuando vi la cara que puso Hugo Chávez luego de enterarse (y tener que aceptar) que la mayoría de los venezolanos había votado contra él en las elecciones parlamentarias de septiembre, supe que no iba a aceptar esta derrota así no más.

Era la misma cara que le vi al teniente coronel luego del referéndum popular de 2008, en el cual los venezolanos rechazaron mayoritariamente la reforma constitucional propuesta por él, o sea el paso de Venezuela al socialismo. Una cara de papá decepcionado de sus hijos, una cara de "ya verán"...

El día siguiente mandó a colocar en todo el país vallas gigantescas con una sola frase: "¡Por ahora!".

Y en cadena nacional de televisión dijo a la oposición: "Sepan administrar su victoria. ¡Es una victoria de mierda!".

Y se dedicó a pasar por la Asamblea Nacional, en la cual controlaba el 95% de los votos, ley por ley, decreto por decreto todos los contenidos socialistas de la reforma constitucional no aprobada en la votación popular.

Esta vez, en su segunda derrota en las urnas, Chávez no mandó a colocar vallas. Simple y silenciosamente hizo lo necesario para seguir adelante con sus planes de "transformación socialista", a pesar de la pérdida del apoyo mayoritario de su pueblo y de una Asamblea a sus órdenes.

Para lograr esto, hizo funcionar al máximo a la Asamblea Nacional saliente y obediente, y la hizo aprobar, sin mayor discusión todas las leyes que jamás pasarían en la nueva Asamblea, en la cual la oposición tiene suficiente fuerza para bloquear legislaciones que requieren de mayoría calificada.

De esta manera, la Asamblea Nacional saliente, en los últimos días de su mandato que expira el 5 de enero 2011, suspendió las vacaciones de Navidad y fin de año para aprobar leyes de comunicación que limitan aún más la libertad de expresión, incluso en Internet; una ley que limita la autonomía universitaria y permite al gobierno a imponer sus "contenidos socialistas" en los currícula; leyes que establecen, bajo el nombre "poder popular", estructuras paralelas a los gobiernos municipales y regionales, directamente controladas por el partido y el gobierno central; leyes que penalizan a ONG y partidos que reciben fondos del exterior; leyes que simplifican los procedimientos de nacionalización de empresas y tierras...

Y, como premio mayor, la Asamblea saliente, dos semanas antes de terminar su mandato, regala al presidente la madre de las leyes: la llamada "ley habilitante" que otorga al teniente coronel, por un período de 18 meses, la facultad de legislar por decreto presidencial.

Esto tuvo en mente Chávez cuando perdió el referéndum y dijo "Por ahora". Esto tuvo en mente Chávez cuando perdió el apoyo popular mayoritario, hasta en los barrios pobres, y dijo: "Ya verán".

La democracia venezolana, una de las más tradicionales de América Latina, ha dejado de existir. Bajo el mando del militar golpista Hugo Chávez y "asesorado" en cada paso por los cubanos, Venezuela transitó a un Estado que no es de Derecho, que ya no tiene división de poderes, donde ya no funcionan los contrapesos, y donde las elecciones ya no definen la distribución del poder.

El comandante Chávez ahora comanda un Estado que ya no depende de mayorías electorales, de reglas parlamentarias, ni siquiera de la Constitución. Le es suficiente el control absoluto del sistema judicial, incluyendo el Tribunal Supremo de Justicia y su Sala de lo Constitucional que no va poner ningún freno a la inconstitucionalidad manifiesta de las Leyes Habilitantes que facultan a Chávez a seguir gobernando por decreto y sin control parlamentario.

Todos los constitucionalistas serios coinciden que un parlamento no puede delegar sus facultados al presidente más allá de su propio mandato. Lo que la Asamblea saliente, bajo control total chavista, está haciendo es delegar las facultades de la siguiente Asamblea.

Esto a todas luces es inconstitucional. Tan obviamente inconstitucional como la decisión de la Corte Suprema de Nicaragua de que el artículo de la Constitución que prohíbe la reelección presidencial no aplica a Daniel Ortega. Una vez que un gobierno tenga este tipo de control sobre el sistema judicial, las inconstitucionalidades ya no importan.

En Alemania, la dictadura de Adolf Hitler y su partido nazi se instaló con la aprobación de las famosas Leyes Habilitantes (Ermächtigunsgesetze) de 1933. El siguiente paso fue la suspensión de las garantías constitucionales, de las libertades de expresión y la organización...

Enrique ter Horst, el jurista venezolano que fungió como jefe de ONUSAL en nuestro país, dice al respecto: "En julio del 2012, cuando la Ley Habilitante de Chávez expira, Venezuela se habrá convertido en un estado totalitario al estilo cubano, siempre y cuando el régimen logre reprimir la fuerte oposición que este golpe a la democracia provocará en la población...".


Entonces, todo depende de esto: la capacidad de Chávez de reprimir, y de la oposición de cobrarle al gobierno el costo político de sus medidas antidemocráticas. En este contexto hay que entender las declaraciones del general Henry Rangel Silva, jefe del Comando Estratégico Operacional: "La Fuerza Armada Nacional no tiene lealtades a medias sino completas hacia un pueblo, un proyecto de vida y un comandante en jefe…

Nos casamos con este proyecto de país… Es difícil que la oposición a Chávez llegue al poder, sería vender el país, eso no lo va a aceptar la FAN". Inmediatamente el presidente lo ascendió a "general en jefe" de la Fuerza Armada, comentando sus declaraciones como "el sentimiento de un soldado revolucionario y bolivariano" que ha mostrado "su claridad estratégica".

Venezuela ha sido transformada en un régimen militar. La cuestión es si los venezolanos lo toleran. ¿Y la comunidad internacional?

(El Diario de Hoy)

martes, 28 de diciembre de 2010

Carta a los ministros que van a renunciar

Estimados dirigentes partidarios que ocupan cargos de gobierno:

Con satisfacción he recibido la buena noticia que ustedes van a renunciar de sus cargos en el gobierno. Desde los tiempos de ARENA, sobre todo de Tony Saca, me ha chocado la manera como en El Salvador usan al Estado para las campañas partidarias.

Ahora habló el presidente: “No voy a permitir que quienes deben ocuparse de trabajar para la gente, se dediquen a trabajar para un partido político.”

Perfecto. Lo aplaudo. Pero que sea consecuente.

Usted, excelentísimo señor vice-presidente de la República Salvador Sánchez Cerén, como miembro de la Comisión Política del FMLN estará a cargo de dirigir la campaña electoral y toda la estrategia del partido. Para que el anuncio del presidente no sea pura retórica, usted debe renunciar. Lo mismo aplica a usted, vice-ministra de Salud Violeta Menjívar, porque fue electa Secretaria General Adjunta del FMLN; a usted, Oscar Kattán, porque es director del Seguro Social y al mismo tiempo Secretario General del partido CD; y a vos, Jorge Meléndez, que sos director de Protección Civil, pero también dirigente de un partido en formación.

Todos ustedes pueden y deben renunciar del gobierno para dedicarse a su tareas partidarias. Punto. El caso de usted, señor vicepresidente, es un poco más complicado: Puede renunciar de su cargo de ministro de Educación, pero no a la vice-presidencia. Lo que puede hacer es renunciar a la Comisión Política del FMLN. O simplemente asumir el rol decorativo de vicepresidente sin meterse en nada importante. Como su amigo Francisco Merino en tiempos de Cristiani...

Pero yo tengo una pregunta: Incluso si todos ustedes renuncian a sus cargos, ¿realmente resuelve el problema del conflicto de interés? Lo dudo. A menos que con la renuncia del ministro de Educación se suspendan también todas las políticas del ministerio que tienen fines electorales. Incluyendo el programa de los uniformes y zapatos. Y así en todos los ministerios. Esto sería la verdadera prueba de que el presidente va en serio con su anuncio que no permitirá que su gobierno se ponga en función de fines partidarios y electorales...

La renuncia de todos ustedes es sólo un primer paso. No significa mucho. Sobre todo tomando en cuenta que algunos de ustedes de todos modos deberían ser sustituidos al hacer una evaluación seria de su desempeño.

Feliz año, Paolo Lüers

(Más!)

jueves, 23 de diciembre de 2010

Carta a Santa

Querido Santa:

no te voy a robar mucho tiempo, ni muchos regalos. Te pido una sola cosa para nuestro paisito: ¡un gobierno que gobierne!

No nos regalés nada: ni empleos, ni carreteras sin baches, ni hospitales que tengan medicamentos, ni barrios seguros, ni escuelas saludables. Todo esto lo podemos crear nosotros mismos, con tal que nos quités la traba que es un gobierno que sermonea pero no actúa. Te pedimos un gobierno sin apellido, que simplemente haga su trabajo. El ejecutivo que ejecuta. El legislativo que haga leyes. El poder judicial que haga justicia. Sin tanta paja. Y, de paso sea dicho, la oposición que haga oposición en vez de darse paja hablando de gobernabilidad, pactos fiscales y planes de nación.

¿Muy simple esta visión? Sí. Prefiero que las cosas y los papeles sean simples y claros.

Estamos cansados de los gobiernos que se ponen apellidos, etiquetas y consignas. Primero el ‘gobierno con sentido humano’ – pero actuando sin sentido común, regando dinero des Estado para comprar votos y voluntades. Ahora el ‘gobierno del cambio’, que día y noche habla de ‘unidad nacional’ e ‘inclusión’, pero de hecho divide la sociedad en su permanente búsqueda de culpables para los males del país que no sabe enrentar...

Estamos cansados de dos gobiernos consecutivos que confunden la administración pública con campañas publicitarias. Que en vez de arreglar los baches hacen una campaña diciendo que están arreglando las calles. Que en vez de abastecer al sistema de salud con medicamentos, hablan de reformas de salud. Que en vez de cambiar las pésimas condiciones que encuentran los inversionistas en el país, sermonean de ‘el cambio’...

Así que, querido Santa, si querés hacer algo por nuestro paisito, no nos des nada regalado. Sólo pónganos un gobierno que gobierne, un ejecutivo que ejecute. El resto lo hacemos nosotros solitos. Con gusto.

¡Feliz navidad!

Paolo Lüers

(Más!)

martes, 21 de diciembre de 2010

Left out

The answer to the question “Is America a plutocracy?” might seem either trivial or obvious depending on how one defines the term. Plutocracy, says the dictionary, simply means “rule by the rich.” If the query is taken literally to mean that the non-rich—the vast majority of American citizens—have no influence in American democracy, or that the country is self-consciously ruled by some hidden collusive elite, the answer is obviously “no.” On the other hand, if the question is taken to mean, “Do the wealthy have disproportionate political influence in the United States?” then the answer is obviously “yes”, and that answer would qualify as one of the most unsurprising imaginable. Wealthy people have had disproportionate influence in most polities at most times in history.

Lea el artículo completo en The American Interest

Y las candidaturas independientes para alcaldes, ¿cuándo?

Todo el debate sobre los candidatos independientes (o sea que no dependen de un partido) se concentra en las candidaturas para diputados. O sea, donde menos importancia y alcance puede tener. Nadie habla de las alcaldías, donde abrir espacio para independientes realmente tendría mucha razón.

El tenso debate sobre las candidaturas independientes para la Asamblea Legislativa es una tormenta en un vaso de agua. Es muy poco probable que ciudadanos independientes lleguen a la Asamblea, a menos que sean lanzados por grupos de fachada del FMLN para meter de contrabando a unos diputados más. Es más un problema de potencial fraude, pero de ninguna manera pone en peligro el papel protagónico de los partidos, el sistema de la democracia representativa, como algunos lo quieren pintar. Y si algún día realmente llegue a la Asamblea un ciudadano independiente, ¿qué impacto puede tener? Ninguno. Ni el catastrófico para el sistema de partidos que algunos temen. Ni el positivo de hacer la democracia representativa más participativa que otros buscan. Por esto digo: Es una tormenta en un vaso de agua.

Sin embargo, para los gobiernos municipales tendría todo el sentido del mundo abrir la posibilidad que grupos y liderazgos locales puedan acceder al poder. No es nada inusual que en un municipio existan líderes natos que representan, de manera directa, intereses de su comunidad que no tienen nada que ver con las agendas e ideologías de los partidos políticos. Ahora estos líderes, para convertirse en concejales o alcaldes, tienen que supeditarse a la ideología, la agenda nacional, la disciplina de un partido que opera a nivel nacional. Los que no están dispuestos a hacer esto, o los que no son considerados manejables por las direcciones partidarias, no pueden acceder al gobierno municipal, aunque tal vez son precisamente ellos que tienen más arraigo en la comunidad y que ofrecen respuestas a los problemas específicos de su municipio.

En muchos países existen incluso partidos regionales o locales, que juegan un papel importante para la democracia y la resolución de problemas a nivel local, sin tener ambiciones de acceder al gobierno central o al parlamento nacional. En otros países los intereses comunitarios no llegan a traducirse en partidos locales, pero sí en iniciativas comunales sólidas con capacidad de organización, de elaborar propuestas e incluso de asumir el gobierno local. Muchas de estas iniciativas son fuertes precisamente porque logran trascender las divisiones ideológicas y partidarias en función de un interés común a nivel del municipio. Tendrían más capacidad de unir al municipio que los partidos.

Es por esto que a los partidos políticos tradicionales no les gustan estas iniciativas y no quieren que se les abre la posibilidad de asumir los gobiernos locales. Los ven como competencia. No deberían verlos así. Los partidos políticos tienen una función importante e indispensable para articular visiones integrales para resolver los problemas nacionales, pero a nivel local puede ser que sean más eficientes los liderazgos no partidarios que representan un consenso de la población alrededor de intereses muy específicos.

Obligar a todos los liderazgos locales a supeditarse a intereses partidarios -y en consecuencia, a las divisiones ideológicas que no necesariamente aplican a la problemática comunal- ni es democrático ni es garantiza buen gobierno y resolución de los problemas locales.

El fallo de la Sala de lo Constitucional sobre las candidaturas independientes no toca las candidaturas locales, por una simple razón: No eran sujeto de la demanda presentada. Pero esto no es ningún impedimento para la Asamblea Legislativa de discutir y aprobar una reforma electoral que incluya las candidaturas independientes para concejos municipales y alcaldes.

¿Por qué ningún partido promueve esta reforma? Muy sencillo. No quieren perder el control sobre los municipios. Quieren seguir usando sus liderazgos locales para llevar votos a sus campañas para diputados o presidentes. Cada partido debe tener en la cabeza una lista de gobiernos municipales que corren riesgo de perder, una vez que se abra el camino para que iniciativas locales no partidarias aspiren a las alcaldías. Y sabe que tienen muchos líderes locales que sólo están afiliados a su partido porque es la única manera de participar en política y gobierno a nivel comunal.

A nivel comunal las candidaturas independientes sí podrán marcar una diferencia y un salto de calidad para el desarrollo de nuestra democracia. No sólo generarían más democracia, sino también más gobernabilidad y mejor administración en muchos municipios. No así a nivel nacional. Por esto insisto: el debate que ahora llevan los partidos políticos sobre las candidaturas no partidarias es pura paja para distraer la atención de las verdaderas reformas que no quieren tocar.

(El Diario de Hoy)

Carta a Horacio Castellanos Moya

Horacio:

En este país, en especial entre la gente que se considera de izquierda, hay una tendencia rara: Hay tantos que reclaman haber sido héroes y protagonistas en tiempos de la guerra, que uno se pregunta: ¿si han sido tantos los insurrectos, los rebeldes, los que en secreto apoyaron la causa, cómo es que no ganamos?

Pero lo perverso es que los que no logran presentarse como héroes, se presentan como víctimas. El nuestro parece un país habitado de luchadores y mártires. Pareciera que lo que menos hubo son ciudadanos comunes y corrientes que han vivido la historia observando y sobreviviendo...

No estoy diciendo que no hubo héroes. Los hubo de sobra. Mucho menos estoy diciendo que no hubo víctimas: hubo decenas de miles.

Lo que quiero decir es: También hay que reivindicar a los ciudadanos comunes que simplemente lucharon para sobrevivir.

Y ahí entrás vos, Horacio, que tuviste el valor de romper esta perversa percepción que en la historia nuestra uno o fue héroe o fue víctima. En medio de esta moda insoportable de la ‘memoria histórica’ que solo conoce luchas y sufrimientos, vos publicás un librito con el título ‘Breves Palabras Impúdicas’. Y sin pudor escribís: “A finales de 1978, no me cabía la menor duda de que mis compañeros de generación, poetas o no, iban con ritmo precipitado hacia la militancia revolucionaria; comprendí también que no había más opciones: tomar partido o largarse. Yo decidí largarme.”

Esto es lo más honesto y lo más valiente que he leído en años sobre nuestra historia, donde todos quieren asumir los papeles clásicos: o héroe o víctima. Los izquierdosos románticos sólo pueden verse en estos papeles. Como el cupo para héroes es limitado, crean toda una cultura espantosa de víctimas. Gracias por poner en duda esta cultura, Horacio. Sos de los pocos escritores que entendieron que su oficio no es crear mitos y leyendas, sino romperlos.

Hasta el próximo whisky, Paolo Lüers

(Posdata: El librito se puede conseguir en el Centro Cultural de España o bajar en Internet en: http://www.ccespanasv.org/publicaciones-revuelta.php)

(Mas!)

"A pesar de Wikileaks, nuestra obligación es conseguir la información de primera mano"

Con la mueca que caracteriza una victoria y el orgullo de pertenecer al grupo de los "elegidos" para informar cada día de los 250.000 documentos que Wikileaks ha filtrado sobre el Departamento de Estado de EEUU, el periodista de El País, Álvaro de Cózar, nos recibe para charlar sobre su experiencia por participar en un proyecto como este. Reconoce que Wikileaks es una "historia imposible de egos" y asegura que lo que ha pasado con Wikileaks es una "bomba" para el periodismo "que puede cambiar por completo lo que venga". A pesar de su juventud, tiene 33 años, Álvaro de Cózar tiene una amplia experiencia en información internacional, sección en la que trabaja en el diario del grupo Prisa.

  • Como periodista, ¿cómo has vivido esta historia?
Lea la entrevista completa en: periodista digital

domingo, 19 de diciembre de 2010

WikiLeaks: the man and the idea

The sight of Julian Assange giving a stream of television interviews from the grounds of an 18th-century country house on the Norfolk-Suffolk borders was, at the very least, a confusion of the cinematic genre the plot has hitherto taken. It was as if Julian Fellowes had been drafted in to finish a script begun by Stieg Larsson. The James Bond villain had stumbled into an Edwardian stately home soap opera. A quick interview with Kay Burley before Carson announces dinner.

It is nearly three weeks since the Guardian and a handful of other news organisations began publishing stories and selected US state department cables based on the 250,000 documents passed to WikiLeaks. In that time the world has changed in a number of interesting ways. Millions of people around the world have glimpsed truths about their rulers and governments that had previously been hidden, or merely suspected.

Hackers' revenge

The cables have revealed wrongdoing, war crimes, corruption, hypocrisy, greed, espionage, double-dealing and the cynical exercise of power on a wondrous scale. We feel some sympathy with the poster on a Guardian comment thread this week who complained of Wiki-fatigue. The revelations have flowed at such a rate that it may be months, or even years, before the full impact of what has been disclosed can be fully absorbed. It is all too easy to feel defeated by the sheer scale of the blurred torrent of information unleashed on the world.

During these three weeks the man who kicked this particular hornet's nest, Julian Assange, has been arrested, jailed and freed. Hackers have taken revenge on huge corporations accused of aiding those who would dearly like to choke off the organisation he founded and runs. The US government has announced a thoroughgoing review of the principles on which it shares the intelligence it collects. The porous nature of the digital world has been driven home to those in charge of international businesses, banks, armies, governments – and even news and gossip websites. The implications for large state databases are as yet unknown. And now Assange is promising to speed up the release of the documents and to scatter them more broadly around the world.

Though the global implications of what has happened are far reaching, there is an inevitable sense in which the story is, indeed, being reduced to a biopic – the life and times of Julian Assange. In some ways this is a fair representation of events, but it is also limiting, and highly diversionary. There is no question that Assange has a missionary zeal, technical skill and high intelligence, without which the whole WikiLeaks project would never have gained its present prominence and/or notoriety.

Sex allegations

In last Sunday's Observer Henry Porter compared him to the 18th-century libertine, John Wilkes. Wilkes is remembered now as the fearless publisher, editor and politician who fought crucial skirmishes in the journey towards a free press in Britain. He risked exile, imprisonment and death for the right to publish – including the proceedings of parliament. But in his own times he was also regarded as a rake. One biographer has noted how "the reports of his sexual liaisons – both factual and fictitious – leaked from the private realm to fuel the hectic debate over his qualities as a public man".

The parallels with Assange are hard to ignore. He found himself in Wandsworth prison, not for breaches of the Espionage Act, but because he is wanted for questioning in Sweden over sex offences relating to two women he met earlier this year. To many (though doubtless not to the women) this is a side show to the main event. To others – including Assange and his legal team (who have disparagingly referred to the events as a "honeytrap") – this is a dark conspiracy to frame him, in much the same way that Al Capone was put out of circulation for tax offences.

Unnoticed toil

It is impossible to make judgments about what happened in private circumstances: that will be for the Swedish courts eventually to decide. But it is wrong that the notion that the allegations are simply a conspiracy or smear should go unexamined. Having been given access to the relevant Swedish police papers – including the womens' claims and Assange's rebuttal – we have felt it right to present a brief summary of the nature of the complaints, together with Assange's response. It is unusual for a sex offence case to be presented outside of the judicial process in such a manner, but then it is unheard of for a defendant, his legal team and supporters to so vehemently and publicly attack women at the heart of a rape case.

As with Wilkes, none of this should have any bearing on the wider question of Assange's role in bringing the cables into the open. For some years Assange toiled away, largely unnoticed, leaking documents which exposed corruption and wrongdoing by governments and powerful organisations.

It is wholly understandable that the US government should feel both embarrassed and furious at the scale and nature of the material he has been filtering out over the past three weeks. So far the administration has acted with some restraint rather than lash out in some form of retributive fashion. Assange's legal team believe that this may soon change and that he may soon face charges of an unspecified nature to do with obtaining and publishing the cables. Nor should it be forgotten that Bradley Manning, a 23-year-old private accused of being the original source of the leak, is currently in solitary confinement awaiting a court martial and the prospect of spending the next five decades behind bars.

Painstaking task

We and four other news organisations have worked with WikiLeaks over many months in order carefully and responsibly to publish a small number of cables. The first amendment of the American constitution is a formidable bulwark of free speech, rightly admired around the world. As Max Frankel, a former executive editor of the New York Times, recently wrote in these pages, the supreme court defended the publication of the Pentagon Papers in 1971, even though the lead judge, Justice Potter Stewart, was sure it was not in the public interest. It would be dismaying if there was now an attempt to prosecute Assange for his role in publishing the documents. He is clearly in some senses a publisher and journalist as well as a source. In that respect he deserves protection, not criminal indictment.

The broader plan of WikiLeaks is to move beyond the arrangement with the five newspapers currently involved, and to partner with other news organisations who can highlight stories of particular interest to specific regions. We hope that, if so, it is done with due care to anything that might jeopardise individuals or sensitive ongoing operations. The process of editing, contextualising, explanation and redaction is a painstaking one. It is part of the craft of journalism. Journalism is also about disclosure. It is at its best when it is the disclosure of matters of high public interest. Judge Assange on that score, as much as any other.

(The Guardian/London)

Sobre las acusaciones que penden en Suecia contra Julian Assange, vea el reportaje en The Guardian, basado en documentos de la policía sueca.

El director de EL PAIS sobre WikiLeaks: Lo que de verdad ocultan los Gobiernos

El interés global concitado por los papeles de Wikileaks se explica principalmente por una razón muy simple, pero al mismo tiempo poderosa: porque revelan de forma exhaustiva, como seguramente no había sucedido jamás, hasta qué grado las clases políticas en las democracias avanzadas de Occidente han estado engañando a sus ciudadanos. EL PAÍS ha asumido desde el principio el reto de revelar lo que el poder oculta y responder a la obligación profesional de informar a sus lectores.

» 1. La filtración y sus consecuencias. Cuando un viernes por la tarde del mes de noviembre Julian Assange llamó a mi teléfono móvil, apenas le podía oír. Entrecortada por la barahúnda habitual de un fin de semana en el aeropuerto de Roma, donde me encontraba aquel día de regreso a Madrid, la conversación fue extrañamente breve. Assange habla despacio, sopesa con extremo cuidado cada palabra que pronuncia y su voz grave, como de barítono, tiende a volverse inaudible al final de la frase, característica ésta que no facilita precisamente la comprensión. Momentos antes los carabinieri habían mostrado un interés especial por mi escaso equipaje, y en ese preciso momento se aprestaban a analizar las trazas químicas de un trapito blanco con el que previamente habían repasado todas las superficies de mi iPad, aunque nunca supe si era en busca de explosivos, de drogas o de las dos cosas.

Se trata por lo general de una situación que me intranquiliza, pero a la que ese día apenas presté atención. Assange, según entendí, estaba dispuesto a facilitar a EL PAÍS 250.000 comunicaciones entre el Departamento de Estado y las embajadas de Estados Unidos en una treintena de países, en lo que suponía de hecho la mayor filtración de documentos secretos de la historia. Acordamos proseguir la conversación en otro momento más propicio y luego nos despedimos. Cuando retomamos el diálogo dos días después, esta vez ya en profundidad, empezaron a perfilarse con una claridad inusitada las gigantescas cuadernas del proyecto que ha venido luego a conocerse como el cablegate. En paralelo me fui dando cuenta, con mayor precisión si cabe, de las importantes consecuencias que de todo ello se iban a derivar para la maquinaria diplomática de EE UU, para la reputación de su Gobierno, la de sus aliados, la de sus adversarios, para el futuro del periodismo y aun para el debate sobre las libertades en las democracias occidentales.

Hoy, tres semanas después de que The Guardian, The New York Times, Le Monde, Der Spiegel y EL PAÍS comenzáramos a publicar las informaciones que ahora todo el mundo conoce, me atrevería a afirmar que de todo este asunto se puede extraer ya una primera conclusión, siquiera provisional, pero muy importante según trataré de explicar luego. Más que un agudo estado de crisis de seguridad supranacional, como anticiparon algunos, lo que verdaderamente se ha instalado entre las élites políticas en Washington y en Europa es una espesa atmósfera de irritación y de embarazosa contrariedad que resulta extremadamente reveladora del alcance y del significado real de los papeles de Wikileaks.

No fueron precisamente esos los augurios. Bien al contrario. Desde antes de publicarse la primera línea se sucedieron las más diversas admoniciones en contra, tanto en público como en privado. Portavoces en Washington advirtieron de la irresponsabilidad del empeño. Los directores de los periódicos responsables del proyecto fuimos también debidamente advertidos de que la publicación del material que ya teníamos en nuestro poder -tanto las crónicas elaboradas por nuestras redacciones como los despachos en las que aquellas se basaban- pondría en peligro decenas de vidas, arruinaría nobles esfuerzos diplomáticos vitales para cimentar la lucha contra el terrorismo mundial y debilitaría de forma irremediable la coalición internacional encabezada por Estados Unidos, al exponer a sus socios a situaciones tan embarazosas que dificultarían o impedirían la colaboración entre ellos.

No me sorprendió pues que el presidente Barack Obama calificase las filtraciones de actos deplorables. Tampoco que la secretaria de Estado Hillary Clinton utilizase esos argumentos, casi con esas mismas palabras, durante su primera comparecencia ante la prensa en Washington para condenar las acciones de Wikileaks y lamentar la decisión que, sin atender a los ruegos de su Administración, finalmente tomamos los cinco periódicos que habíamos tenido acceso al material filtrado.

Lo que éste comenzó enseguida a revelar dejó seguramente pequeñas las peores pesadillas del Departamento de Estado, al tiempo que levantó quejas amargas de diplomáticos en todo el mundo. No sólo quedaban al descubierto algunas de sus maniobras u órdenes menos confesables, sino que también se acumulaban pruebas del doble discurso de los aliados de Washington en los más diversos asuntos -muchos de ellos en clave estrictamente nacional-, que veían con estupefacción cómo la publicación de los despachos les dejaba en evidencia, ora frente a países vecinos y aliados, ora frente a sus conciudadanos, quienes descubrían con comprensible irritación opiniones, declaraciones o acciones de sus líderes que les habían sido convenientemente ocultadas.

» 2. América, haciendo su trabajo. No dispongo en estos momentos de información precisa, pero resulta evidente para cualquier observador que la Administración estadounidense llegó bien pronto a la conclusión de que su estrategia inicial de condenar las filtraciones, deplorar su difusión y predecir un apocalipsis diplomático como consecuencia inmediata de su publicación no surtía el efecto deseado. Así que pronto se articuló otra muy distinta que encontró con rapidez su camino en hartos editoriales y artículos de opinión en importantes periódicos, revistas y televisiones de Estados Unidos y de otros países.

Más que mentiras o engaños, los telegramas mostrarían las habilidades de los diplomáticos estadounidenses, según esta nueva interpretación apoyada sobre todo por medios conservadores. Más que sus fracasos, la información que se iba conociendo pondría de relieve cómo la maquinaria de Washington se conduce, in situ y en privado, según los mismos altos principios proclamados en público desde los púlpitos oficiales del Capitolio. Y en toda ocasión, América demostraría profesar más atención a los intereses de la seguridad internacional que a los suyos propios.

Como casi siempre y para desgracia de los españoles, se dio también una versión castiza de las exculpaciones anteriores, que devino en estrambote nacional cuando fueron los propios periódicos los que sostuvieron sin rubor que la mayor parte de los contenidos de los cables filtrados, y aun el conjunto de ellos en su totalidad, no pasaba de la categoría de cotilleos o chismes sin valor alguno para los ciudadanos en general y para sus lectores en particular, a los que consiguientemente se les hurtó la información. No pocos comentaristas y tertulianos en España les siguieron en esa tosca argumentación, por pereza mental o por otras motivaciones igualmente espurias, ignorando así de forma bochornosa la oleada de interés público que la publicación de los papeles de Wikileaks ha suscitado en todo el planeta.

» 3. Mintiendo a los ciudadanos. Nada de lo anterior resultó cierto, naturalmente, como a estas alturas han podido comprobar por sí mismos los millones de lectores que han seguido con avidez la información en periódicos, webs, blogs y demás contenedores informativos en todo el mundo. Sería tarea vana dedicar mayor esfuerzo a refutarlo. Por el contrario, tengo para mí que el interés global concitado por los papeles de Wikileaks se explica principalmente por una razón muy simple, pero al mismo tiempo muy poderosa: porque revelan de forma exhaustiva, como seguramente no había sucedido jamás, hasta qué grado las clases políticas en las democracias avanzadas de Occidente han estado engañando a sus ciudadanos.

Lo mismo cabría predicar desde luego de Gobiernos con menor pedigrí democrático en otras zonas del mundo, lo que si se quiere resulta menos sorprendente y, desde luego, constituiría materia de otro ensayo. Baste reseñar aquí el inicial júbilo de la dictadura cubana, que celebró con alborozo los apuros por los que previsiblemente iba a pasar Washington en los días siguientes. Júbilo que se trocó primero en incomodidad al trascender los relatos sobre el grado de implicación de sus agentes secretos en Venezuela y otros países latinoamericanos, así como el nivel de deterioro de su economía, y que acabó luego en insultos a este periódico y a su grupo editor.

La lista de argucias que dejan al descubierto los papeles de Wikileaks es larga, y no pretendo aquí realizar un recuento exhaustivo. La enumeración de algunas de entre ellas, sin embargo, sí resulta imprescindible para la argumentación de este esbozo, pues la mayoría afecta a los fundamentos democráticos de nuestras sociedades, así como a su correlato moral en unos tiempos de creciente escepticismo de los ciudadanos con sus gobernantes.

Decenas de miles de soldados libran en Afganistán una guerra que sus respectivos primeros ministros o presidentes consideran de imposible victoria. Decenas de miles de soldados sostienen con sus esfuerzos a un Gobierno cuya corrupción es conocida y tolerada por aquellos que les enviaron a luchar. Según revelan los despachos de Wikileaks, ninguna de las principales potencias occidentales involucrada cree firmemente en la posibilidad de que el país sea viable a medio plazo, por no hablar ya de su altamente hipotético ingreso al club de las democracias, objetivo declarado de los combatientes. Así que a nadie debería sorprender que el vicepresidente afgano traslade al extranjero millones de dólares en maletines con el consentimiento de sus patronos en aras de mantener la fachada de que el país asiático cuenta con un Gobierno si no decente, al menos semisolvente.

Pakistán se ahoga en la corrupción, mantiene un arsenal nuclear en tan lamentable estado que cabe razonablemente temer por su seguridad y ayuda a grupos terroristas que se emplean a fondo contra India y en países de Occidente. Dinero en abundancia proveniente de donantes en Arabia Saudí o los emiratos del Golfo financia también el terrorismo de grupos suníes sin que Estados Unidos denuncie a sus firmes aliados en la región como potencias del mal ante las tribunas internacionales. Clinton o alguno de sus subordinados más directos ordenó espiar en la ONU no sólo a un grupito de países raros -sospechosos desde siempre por su excentricidad en la geopolítica global y sobre cuya necesidad de ser espiados parece existir consenso entre los más desenvueltos- sino al propio secretario general de la organización sin que éste, que se sepa, haya exigido explicación alguna a semejante violación de su estatuto internacional.

Parecería ahora, a tenor de aquellos que sostienen que los papeles de las embajadas no contienen novedades de envergadura, que los ciudadanos estaban ya al corriente de todo lo anterior, así como del resto de exclusivas de impacto que han inundado las primeras páginas de los periódicos de todo el mundo durante dos semanas. No voy a insistir más en la falacia de tal aseveración. Me interesa más señalar que la publicación de los cables secretos revela por añadidura que, colectivamente, la clase política en Occidente era consciente de la situación en Afganistán, de las turbias maquinaciones de Pakistán o de las ambigüedades de los países árabes aliados de Washington, por limitarme únicamente a los ejemplos antes citados, en un ejercicio de doble moral sin muchos precedentes conocidos. Sabían, pero ocultaban. Y los destinatarios de semejante impostura eran sus electores, las sociedades con cuyo esfuerzo en soldados y en impuestos se sostiene la guerra en Afganistán. No me parece ya exagerada la comparación de agudos observadores, como John Naugthon, cuando señalan que el régimen de Karzai resulta igual de corrupto y de incompetente que el Vietnam del Sur sostenido por Estados Unidos en los setenta. Y que Washington y la OTAN se están hundiendo en una ciénaga, la afgana, cada vez más similar a la que sufrió Estados Unidos con el régimen de Saigón hace cuarenta años.

» 4. La incompetencia de las élites políticas. Sin duda argumentarán los más cínicos que nada de todo esto resulta ajeno a la forma en la que tradicionalmente se ha conducido la alta política internacional, y que el correlato objetivo del oficio consiste precisamente en el mantenimiento de los secretos diplomáticos, sin los cuales el mundo resultaría más ingobernable si cabe y por ende más peligroso para todos. Las clases políticas a ambos lados del Atlántico vienen por ello a transmitir un mensaje tan sencillo como ventajista: confíen en nosotros; no intenten desvelar nuestros secretos; a cambio, les ofrecemos seguridad.

¿Pero cuánta seguridad ofrecen realmente a cambio de aceptar tamaño chantaje moral? Poca o ninguna, pues se da la triste paradoja de que se trata de la misma clase política que se mostró incapaz de supervisar adecuadamente el sistema financiero internacional cuyo estallido provocó la mayor crisis desde 1929, arruinó a países enteros o condenó al desempleo y a la depauperación a millones de trabajadores. Los mismos responsables del deterioro de los niveles de vida y de riqueza de sus conciudadanos, del incierto destino del euro, de la falta de un proyecto europeo de futuro y en fin, de la crisis de gobernanza global que atenaza al mundo en los últimos años y a la que no son ajenas las élites en el poder en Washington y Bruselas. No estoy seguro de que mantener ocultos los secretos de las embajadas nos garantice una mejor diplomacia o un desenlace más benigno a las encrucijadas actuales.

Las incompetencias de los Gobiernos occidentales respecto a la crisis económica, el cambio climático, la corrupción o la agresión militar ilegal en Irak y otros países han quedado abundantemente expuestas ante la opinión pública en los últimos años. Ahora sabemos además, gracias a los papeles de Wikileaks, que todos ellos son conscientes de su desgraciada falibilidad, y que sólo la inercia de las maquinarias oficiales y el poder de mantener los secretos les evitan tener que rendir cuentas ante los ciudadanos, razón última en una democracia.

Ese poder inmenso, el de evitar que la verdad aflore, el de mantener secretos los secretos, es el que ahora, siquiera de forma parcial, limitada, aleatoria han venido a quebrar las revelaciones que nos ocupan.

Comprendo bien que, ante semejante destrozo en sus reputaciones, tanto para el Gobierno de Estados Unidos como, en un tono menor, para sus aliados occidentales resulte irresistible centrar la culpa en Julian Asssange. Ahí creen tener un blanco fácil. ¿Cuáles son sus motivaciones? ¿Qué inconfesables procedimientos emplea? ¿Por qué y bajo qué condiciones cinco grandes medios de prestigio internacional accedieron a colaborar con él y con su organización? No son preguntas ilícitas, naturalmente, y han sido contestadas a satisfacción en los últimos días por los directores de los cinco periódicos que hemos llevado adelante este proyecto, pese a que el martilleo oficial -o peor aún, el martilleo sicario que se embosca en ciertos periódicos y televisiones- insista una y otra vez en lo contrario.

» 5. Assange y los procedimientos. Aunque el director adjunto de EL PAÍS, Vicente Jiménez, y el subdirector Jan Martínez Ahrens mantuvieron varias reuniones con él en Suiza, yo sólo conozco a Assange de un encuentro en persona en Londres que se alargó muchas horas y del par de conversaciones telefónicas que he relatado al inicio de este texto. Insuficiente desde luego para que pretendiera esbozar aquí un perfil con el imprescindible rigor periodístico. Pero sí bastante para dar testimonio de que lo único que se discutió en todos los encuentros fue la conveniencia de acordar un calendario común de publicación y la exigencia de proteger nombres, fuentes o datos que pudiesen poner en riesgo la vida de personas en países en los que la pena de muerte sigue vigente, o en los que no rige el Estado de derecho como se disfruta en Occidente.

Ni hubo petición de contraprestación económica alguna por su parte ni EL PAÍS la hubiese aceptado. Los papeles, en sí, ofrecen una fiabilidad fuera de todo cuestionamiento y nadie, ni siquiera en las filas de los adversarios de su publicación, empezando por la Administración estadounidense, ha dudado de su autenticidad.

Tanta obcecación por centrar la atención en Assange y sus métodos, tanto interés por escrutar sus motivaciones, tantas maniobras por destruir su reputación personal contrastan sin embargo con la colosal falta de respeto, cuando menos, que los diplomáticos estadounidenses muestran hacia las legislaciones, las normas y los procedimientos de los países en los que ejercen su oficio, empezando por España, a juzgar por los cables publicados.

Lo más importante de las revelaciones de Wikileaks son sin duda alguna las propias revelaciones, pese a que gran parte de la cobertura mediática sobre Assange haya preferido hurgar en los supuestos pactos inconfesables con los periódicos que hemos difundido las informaciones, en la financiación de su organización, en su pretendida opacidad o en unas acusaciones de agresión sexual cuya endeblez, a expensas de lo que finalmente determine la justicia sueca si se produce la extradición, no deja de resultar inquietante.

Y pese al fascinante debate que se ha abierto sobre el futuro del periodismo y las nuevas tecnologías en la era de Wikileaks, tampoco debería éste centrar ahora todo el interés de los periodistas. Resulta de todo punto imprescindible insistir por ello en que nos encontramos ante noticias de cuya importancia solo fingen dudar aquellos interesados en ocultar los daños que han causado en nuestras democracias.

Más allá de lo que determinen las leyes, después de quince días de revelaciones ha quedado meridianamente claro que la Embajada de Estados Unidos en Madrid presionó, conspiró e hizo lo posible y lo imposible para lograr aquello que, en público, ningún embajador se hubiese atrevido ni siquiera a sugerir, no digamos ya exigir.

Todos los casos son graves, y no es cuestión aquí y ahora de extenderse en cada uno de ellos. Pero a ningún observador atento se le escapa que las maniobras para conseguir el archivo de los tres casos en la Audiencia Nacional que de una manera u otra afectaban a Estados Unidos, así como las gestiones para forzar a bancos y empresas españolas a abandonar los negocios que de acuerdo con la legislación internacional realizaban en Irán comparten una misma característica: el desprecio por la legislación española, y aun por la internacional.

Que los jueces españoles sean ferozmente independientes, como recordó a la embajada en más de una ocasión el fiscal general o algún ministro, o que ninguno de los bancos u empresas con transacciones en Irán violase ninguna norma, no ya española, sino tampoco de rango internacional, no fue óbice para el ejercicio de las presiones más obscenas, de las que hemos publicado hasta los últimos detalles.

» 6. Los daños morales. Desconozco de quién partió la orden. No sé si se trató de una directiva recibida de Washington o fue producto del espíritu emprendedor del propio jefe de la legación. Pero la determinación en ambos asuntos, por lo que conocemos del relato detallado de los hechos, fue rotunda: cerrar los casos de la Audiencia Nacional a como diese lugar e impedir los negocios con Irán de firmas españolas.

No se dudó para ello en emplear cualquier método, sin reparar en los costes. Y los costes fueron altos. A expensas de que se haya podido cometer algún delito tipificado en el Código Penal que convendría aclarar debidamente, del embrollo en la Audiencia Nacional quedó en la retina de los españoles la excesiva promiscuidad con la embajada de ministros y fiscales, la sensación de un doble discurso, de una doble moral, de un paisaje demoledor para la salud democrática de este país.

De forma similar, los diplomáticos estadounidenses en Berlín advirtieron al Ejecutivo alemán de las graves consecuencias de proseguir con el procedimiento legal contra los agentes de la CIA acusados de secuestrar a Khaled El-Masri, ciudadano germano, y trasladarlo a Afganistán para ser interrogado bajo tortura. El-Masri fue posteriormente abandonado en Albania toda vez que los agentes descubrieron que habían secuestrado a la persona equivocada. El secuestro y la tortura son delitos graves. Ningún Gobierno, tampoco el de Estados Unidos, debería contemplarlos con la indulgencia que transpiran los documentos secretos. Presionar a un Gobierno aliado para evitar que los acusados sean investigados resulta inaceptable y, francamente, encaja con dificultad con la idea de que los papeles de Wikileaks muestran tan solo a diplomáticos estadounidenses haciendo mal que bien su trabajo.

Otro tanto cabría predicar del caso de las empresas y bancos españoles en Irán. Para clausurar sus magros negocios en el país de los ayatolás y sus minúsculas oficinas de representación, en el caso de los bancos, se recurrió a conseguir información del Banco de España que el mismo subgobernador, a la sazón José Viñals, se encargó de recabar y hacer llegar a la Embajada. Leí con interés las explicaciones de los portavoces del banco central. A mí no me tranquilizaron. Y puedo imaginarme que la misma sensación que tuve de que la Embajada estadounidense dispone de un poder excesivo sobre los principales organismos de este país la habrán compartido muchos ciudadanos, conscientes de la importancia de la independencia y la dignidad de las instituciones en una sociedad democrática.

La distancia entre los objetivos y los medios empleados para conseguirlos resulta por ello de una desproporción devastadora. El caso Couso sigue abierto, un desarrollo que en última instancia honra y salva al sistema judicial español. Los raquíticos intercambios comerciales y financieros de las empresas y bancos españoles afectados de poco servían para avanzar la causa de los ayatolás, ciertamente inquietante por lo demás. Pero a cambio de lograr tan escuálido resultado no se dudó en violar todos los procedimientos. Una democracia se compone de los más diversos elementos, instituciones y normativas: elecciones con regularidad, jueces independientes y prensa libre, entre muchos otros. En la base se encuentran los procedimientos. Cuando se atropellan estos últimos, se pone en riesgo todo lo anterior.

Eso es lo que, en última instancia, muestran los papeles de Wikileaks: un desprecio constante por los procedimientos incompatible no solo con el funcionamiento de las instituciones de un país sino también, o especialmente, con la mejor tradición legal y democrática de Estados Unidos. De paso, en su destrozo, daña más allá de cualquier reparación posible la imagen de tantos Gobiernos que muestran, a la luz de lo revelado hasta ahora, una necesidad de acomodo y una triste desnudez moral que resulta patética a ojos de los ciudadanos.

Es de justicia aceptar que existe una distinción fundamental entre el Gobierno elegido por los ciudadanos de un país, temporal siempre en su ejercicio del poder, y el aparato militar, burocrático o diplomático en el que aquel se sostiene, pero al que no siempre controla, o lo hace de forma superficial, que en numerosas ocasiones funciona al margen y casi siempre con un deficiente grado de rendición de responsabilidades. Esta idea antigua, formulada hace ya cien años por Theodore Roosevelt en su plataforma progresista de 1912, es lo que las revelaciones contenidas en los papeles filtrados vienen tristemente a certificar.

No digo que Obama o Clinton no deban ofrecer explicaciones. Me limito a constatar que casi todo lo que hemos conocido por los cables tuvo lugar al margen e independientemente de quién ocupaba la cúpula del poder en Washington. Que con seguridad sucedía de forma similar antes de tomar posesión la actual Administración demócrata y con probabilidad seguirá sucediendo cuando ésta haya abandonado la Casa Blanca.

» 7. Las obligaciones de los periódicos. El poder detesta la verdad revelada, escribía sir Simon Jenkins en The Guardian a propósito de Wikileaks. Yo añadiría que, sobre todo, el poder teme la verdad cuando la verdad no coincide con su discurso. Aquel viernes en que recibí la primera llamada telefónica de Assange supe de inmediato que EL PAÍS tenía entre manos una gran historia, y que nuestro deber era publicarla.

Vinieron luego las conversaciones con el resto de diarios, la evaluación de los pros y los contras, el cuidadoso sopesar de las consecuencias, los días y las noches y de nuevo los días de cavilaciones. Pero hubo algo que nunca, nadie de los que participamos en todo el proceso puso jamás en duda: lo verdaderamente responsable, lo legal y lo importante para las sociedades democráticas a las que nos dirigimos -y con cuyo impulso y progreso nos sentimos comprometidos- era dar a conocer la historia. Revelar lo oculto constituye la piedra de toque definitiva del periodismo comprometido, y nuestra raison d'être última.

Publicar informaciones confidenciales, reservadas o cuyas consecuencias políticas, económicas o sociales exceden de lo común plantea siempre un dilema, sobre todo si se trata de documentos de los que los Gobiernos puedan aducir, con razón o sin ella, que amenazan la seguridad nacional o la vida de determinadas personas. Dar a conocer esas informaciones pone a prueba algunos límites morales. Por supuesto, también tantea los contornos de determinadas normas legales. A veces puede ser irresponsable. Y siempre resulta incómodo.

Los papeles del Departamento de Estado no han sido una excepción. Y en verdad no suelen darse tantas: en mis casi cinco años como director de este periódico la situación no se ha producido en más de una decena de ocasiones. Puedo entender las objeciones oficiales a hacer públicos ciertos detalles, operaciones aún en marcha, nombres o lugares por el alto riesgo que su publicación comporta. A evitarlo los periodistas de EL PAÍS han aplicado toda su capacidad profesional, que es mucha, así como a proveer del contexto necesario una información que de por sí puede resultar prolija en exceso y difícil de seguir en todas sus consecuencias.

No comparto, naturalmente, otras objeciones. Sobre todo aquellas que persiguen mantener ocultos hechos que no ponen en riesgo más que la carrera política o la estatura moral de quien ha emitido opiniones francas, en demasiadas ocasiones contrarias a aquellas que sostiene en público, en el convencimiento de que su doble juego no corría riesgo alguno de acabar en las primeras páginas de cinco periódicos de alcance internacional.

Soy consciente de que publicar esta información pese a las objeciones de los Gobiernos supuso correr determinados riesgos. Pero también sé que nos resultaba de todo punto impensable escamotear a los lectores de EL PAÍS, a ambos lados del Atlántico, el relato detallado de lo que nuestros Gobiernos, así como el de Estados Unidos, hacen en nombre suyo, en el convencimiento de que, finalmente, la información redundará siempre en un ciudadano más comprometido con la democracia.

Es tarea de los Gobiernos, no de la prensa, mantener los secretos mientras puedan, y no seré yo quien discuta su derecho, ciertamente legítimo, a hacerlo así siempre que ello no encubra hechos dolosos o engaños a los ciudadanos.

Pero el principal de los deberes de un diario consiste en publicar aquello que haya averiguado, y en buscar las noticias allá donde las pueda conseguir. Como dije ya en un chat con los lectores de EL PAÍS, los periódicos tenemos muchas obligaciones en una sociedad democrática: la responsabilidad, la veracidad, el equilibrio y el compromiso con los ciudadanos. Entre ellas no se encuentra la de proteger a los Gobiernos, y al poder en general, de revelaciones embarazosas.

(El País/Madrid; el autor es el director de El País.)

sábado, 18 de diciembre de 2010

Carta a los dos partidos grandes

Distinguidos miembros del Politburo y del Coena:

Me imagino que la decisión de juntar los votos de los dos partidos grandes para bloquear las candidaturas independientes la tomaron ustedes en los cuarteles generales partidarios, no los diputados solos...

Nuevamente, pusieron el interés de los partidos encima del interés del país y de la democracia. Interesante: cuando se ve cuestionado el poder de los partidos, hasta los adversarios se juntan para defender la partidocracia. Ya no es izquierda contra derecha, sino los partidos contra la sociedad.

Ustedes nunca quisieron abrir el camino a las candidaturas independientes, lo abrió a la fuerza la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema. Ahora ustedes lo volvieron a cerrar, por lo menos pusieron tantos obstáculos que ya nadie podrá pasar.

Por lo menos ningún ciudadano de verdad independiente. Los únicos que podrían pasar son candidatos satélites de los partidos grandes (o de otros grupos de poder), candidatos satélites como estos que el Frente ya está preparando: los dirigentes del ‘Movimiento Social’ Dagoberto Gutiérrez o Miguel Alemán, y los pastores William Chamagua y Carlos Rivas. ¿Quién podrá reunir 20 mil firmas en 25 días, si no tiene el apoyo de un aparato con pisto, activistas e influencias?

Bloqueados de esta manera todos los candidatos de veras independientes y autónomos, y con una oposición dividida y debilitada que no tiene ninguna capacidad de crear y manejar movimientos y candidatos de fachada, los únicos que podrán hacer uso de las candidaturas no partidarias será el FMLN, con sus múltiples movimientos satélites - y tal vez el crimen organizado con su pisto...

Tamaño autogol de ARENA. Y los ciudadanos, con esta ley aprobada por ARENA+FMLN, quedan nuevamente afuera y colgados de la brocha...

Les felicito por su nueva victoria en defensa de la partidocracia.

Paolo Lüers

(Más!)

viernes, 17 de diciembre de 2010

Mala costumbre

Yo tengo la mala costumbre de fumarme un cigarro antes de irme a dormir. Es una muy mala costumbre, es malo para mi salud, es una práctica que la mayoría de colegas ambientalistas y biólogos me recrimina. La tengo, es mi costumbre. Eso no la hace buena. La costumbre de los salvadoreños de reventar cohetes en navidad, es un rito muy arraigado ya. Pero porque exista no lo hace bueno. Así como yo tengo que dejar de fumar, El Salvador tiene que dejar su vicio.

Es un vicio perjudicial, en estos momentos que tan sufrido ha estado el año en la economía, vamos ahora a tirar dinero, por una explosiones de diversión. ¿Es esta nuestra diversión navideña? Explotar pólvora, o ¿es el reunirnos con nuestra familias, pasar como una comunidad y compartir alimentos juntos? Sin lugar a dudas creo que la segunda es la cuestión más importante.

No te compres unos pesos de explosiones, dale la alegría a los tuyos con un regalo. Compartan unos tamales, un pan con chumpe o cualquier otra costumbre que tengan. Es una manera de invertir nuestro dinero en lo más importante que tenemos, la familia. No en el fugaz riesgo de unas cuantas luces.

Es una costumbre barbárica que todos los años arroja innumerables niños quemados, hasta se vuelve morbosa mientras vemos las noticias del día siguiente con el recuento de niños quemados. No es posible que esta costumbre no pueda ser rota. Hay costumbres salvadoreñas que las hemos cambiado. Si no, vean el cambio que ha tenido El Salvador con el consumo de huevos de tortuga. Desde que se comenzaron a plantear serios esfuerzos por evitarlo, ha descendido considerablemente, si hay algunos que todavía lo hacen pero el cambio ha sido grande.

Con el consumo de huevos de tortuga también argumentaban que se perjudicaría la economía de los pobladores de la costa, pues se han encontrado soluciones para que no se vean afectados, alternativas productivas, contratos para que se vuelvan protectores en vez de saqueadores y muchas otras medidas más. El Salvador lo está logrando. Pero el paso más significativo es en la mente de los salvadoreños, ya sabemos que esa costumbre es inconveniente, el abuso que realizamos en el pasado nos pasa ahora la cuenta con la prohibición del consumo. Lo mismo puede pasar con los fuegos artificiales.

La economía de los productores nacionales de fuegos artificiales ya fue afectada, la mayoría de productos ahora son importados de China. Con hacer la vista a un lado ya no están protegiendo la economía nacional, sino la China. Los importadores de fuegos artificiales encontrarán otras maneras de hacer negocio, no se puede respetar un negocio que cause niños quemados, contaminación y despilfarro.

El uso de este tipo de productos debería de estar mucho mejor regulado, porque la infinidad de niños quemados demuestra que los padres no han podido tener el control necesario para cuidar a sus hijos. En este caso si es necesario la regulación.

Pero sobre todo el poder de cambiar esta costumbre está en nosotros. Podemos decir no consumir más este tipo de productos y tener una navidad en familia o podemos decir continuar estas costumbres incivilizadas.

Desde todos los puntos de vista esta costumbre no tiene sentido. Y si yo puedo con mis malas costumbres también pueden el resto de los salvadoreños. Si yo puedo quitarme la costumbre de fumarme un cigarro antes de dormir, ustedes pueden tener una navidad donde la fiesta sea la música, el baile, las conversaciones en familia y los niños abriendo regalos. ¿Hacemos un trato?

jueves, 16 de diciembre de 2010

Carta a los diputados

Padres y madres de la patria:

Parece que hoy quieren aprobar una ley que manda a los motociclistas a llevar el número de su placa impreso en sus cascos y en unos chalecos obligatorios.

Les están dando la paja que esto es necesario porque hay delincuentes que usan motos para asaltar, incluso para asesinar.

Vaya, también usan carros para delinquir.¿Y por esto vamos a obligar a todos a llevar pintado su placa en el techo del carro, para facilitar la detección y persecución desde los helicópteros? ¿O llevar un GPS que permite a la policía saber siempre (y en tiempo real) adónde anda cada carro?

También los maleantes usan casas para secuestros y otros crímenes. ¿Y por eso vamos a obligar a todos los ciudadanos que lleven los números de DUI pintados en la fachada y en el techo de su casa?

Si ustedes actúan con esta lógica perversa que todos somos sospechosos, ¿cuál es el siguiente paso? ¿Que todos llevemos, de una vez por todo, un tatuaje con los números del DUI y de la placa del vehículo? Pero no decentemente escondido en la nalga, donde sólo lo ve quien tiene derecho de bajarnos los pantalones. No, visible para la autoridad: estampado en la frente. Por lo menos hasta que la tecnología sea suficientemente avanzada para que a los recién nacidos, de una sola vez, les metan un chip con todos los datos y con GPS, para poder controlar quien es quién y por donde anda... Así se ahorran de un sólo el lío de emitir DUIs y carnés de menores...

No sean ridículos, diputados. ¿Cuántos motociclistas son delincuentes? ¿Será uno de cien? ¿O más bien uno de mil? ¿En la práctica, qué pueden lograr con esta ley que va a estigmatizar a miles de motociclistas? Nada. Sólo dar un paso más al Estado total que sabe todo, ve todo, controla todo...

Por favor, diputados, hagan uso del sentido común.

Paolo Lüers

(Más!)

Columna transversal: ¿Qué pasa a El Faro?

Entro a El Faro un martes 14 de diciembre y el editorial es el mismo que veo desde el 6 del mes. Hay cinco columnas de opinión, todas del 5 o del 6 de diciembre, o sea entre 9 y 10 días desfasados.

El tradicional "plato fuerte" de El Faro, la Plática, es la misma con Ricardo Navarro que leí hace 12 días, el 3 de diciembre.

En la sección "El Faro Académico", la más reciente entrada data del 3 de mayo del 2010, pero viéndola bien, se trata de una columna de opinión de Luis Fernando Valero. La penúltima entrega de "El Faro Académico" data del 29 de marzo del 2010, pero se trata de la versión corta de un artículo del autor israelí Or N. Rose, publicado en Israel en 2005. La anterior entrada de "El Faro Académico", de Robert Kaufman, data del 13 de enero de 2010, pero se trata de la versión corta de una artículo publicado en Estados Unidos en 2007. La sección "El Faro Académico" fue inaugurado el 14 de noviembre de 2009 con la reproducción de un trabajo de Gerardo Marín sobre Martin Baró, publicado en Estados Unidos en 1991.

Las últimas cartas al editor publicadas en El Faro datan de mayo del 2010. El lector interesado encuentra también cartas al Faro de los meses diciembre 2009 y enero 2010. ¿Será que desde entonces nadie ha escrito a El Faro?

La sección cultural "El Ágora" -otro ingrediente con el cual El Faro hizo una marcada diferencia a los periódicos salvadoreños con poca atención a la cultura-, contiene exclusivamente cables de AP. La última entrada de un ar-ículo escrito para "El Ágora" data del 17 de noviembre, una recensión de Elmer Menjívar sobre la puesta en escena de Bernarda Alba por parte de Esartes de Suchitoto. Un mes sin notas culturales escritas para El Faro...

Una de las mejores secciones de El Faro es "Especiales", que son reportajes. Entramos a la sección y las últimas entradas datan de junio del 2010. El último reportaje especial, titulado El Investigador y escrito por Carlos Martínez, me lo perdí: Lo vi anunciado la semana pasada, pero cuando entro hoy (martes 14 de diciembre), ya no hay rastro de él en el sitio de El Faro. No sé si desapareció por que lo quitaron o simplemente por inoperancia técnica del sitio.

Sobre la cual hay bastante que hablar. Ya no existe archivo accesible de "El Faro". Lo más valioso de El Faro, el archivo de años de Pláticas, ya no existe o no es accesible. El archivo de las "Pláticas en Punto Literario" y de las "Pláticas en Marte" ha desaparecido. De las decenas de "Pláticas en La Ventana", son accesibles solamente las últimos cuatro de enero/febrero 2009.

Para tener acceso al archivo de El Faro, hay que dar complicadas vueltas por el sistema de búsqueda. En el sitio ni siquiera existe un botón de acceso al archivo. Con razón. Porque cuando uno logra entrar vía búsqueda, se da cuenta que sólo existen (o es accesible) los archivos de los años 2006, 2007 y 2008. Los anteriores no existen. Del 2009 sólo hay un archivo sobre elecciones. Y del 2010 no hay archivo disponible.

Toda la documentación de otra sección de El Faro llamada "Encuentros-la cena política de El Faro" ha desaparecido de la memoria, no sólo de El Faro, sino del ciberespacio. Más de cien debates organizados por El Faro con los actores políticos del país, patrocinados por el PNUD, han dejado de existir, porque El Faro decidió no seguir haciendo accesible esta memoria. Ni siquiera para Google siguen existentes estos archivos. Por suerte existe un libro que recoge lo más importante de estos Encuentros... ¿Pero para quiénes es accesible este libro?

¿Qué pasa con El Faro? Siguen publicándose notas muy importantes en este periódico digital. Investigaciones que nadie más hace. A veces son excelentes, a veces no. El Faro sigue teniendo reporteros valientes y creativos -como Edith Portillo, Carlos Martínez y Daniel Valencia-, que aportan mucho al periodismo salvadoreño. Ex-integrantes de El Faro como Edu Ponces y Oscar Martínez han publicado en sus páginas investigaciones sobre la represión a los migrantes centroamericanos en México, que ningún otro medio ha sido capaz de generar. Sigue habiendo en la sociedad salvadoreña una demanda por lo que El Faro prometió y aportó al país. Ojalá que los signos de decadencia observados en esta revisión de El Faro se puedan superar.

(El Diario de Hoy)

martes, 14 de diciembre de 2010

Carta a Julian Assange de WikiLeaks

Dear Julian:

Te tienen preso por pervertido, porque te pisaste al State Department. Espero que salgas pronto, porque hay mucho trabajo que hacer.

Lo de los cables de las embajadas gringas fue un buen inicio. Todos nos divertimos leyendo sobre la esquizofrenia de nuestro gobierno y sobre las payazadas de ‘líderes’ ceremoniosos como Berlusconi y Chávez, Ortega y Evo, la Kirchner y Gadafi.

También entre los cables que ‘desclasificaste’ hubo muchos que nos hicieron reír de la basura que algunos embajadas pasaron a Washington: chambres, noticias de los periódicos, análisis jalados de los pelos, malas interpretaciones políticas. Como esta paja que mandó la embajada en San Salvador que Funes iba a romper con el FMLN...

Espero que, una vez que salgas libre, te dediqués a ‘desclasificar’ los cables de las embajadas de salvadoreñas, cubanas y venezolanas. Aquí estamos ansiosos de saber en qué términos habla Pablo Prada, el embajador cubano en El Salvador, sobre la ética de Mauricio Funes y sobre las estrategias del FMLN. También quisiéramos saber cómo en sus informes confidenciales se expresó sobre nuestra primera dama o sobre el ex-presidente Saca el señor Wladimir Ruiz Tirado, quien hasta hace poco fue emisario especial de Hugo Chávez ante el FMLN y la República de El Salvador.

Pero por favor, Mr. Assange, no se olvide de publicar los cables que nuestra cancillería está recibiendo de sus emisarios en Washington, Cuba, Managua y Caracas. Cables sobre las evaluaciones que nuestros embajadores están haciendo sobre la situación de derechos humanos en Cuba, sobre la oposición en Venezuela, sobre los negocios de la familia Ortega...

De todos modos, usted ahora tiene muchos amigos en las izquierdas del continente: Piensan que WikiLeaks es una operación para desenmascarar al imperialismo yanqui. Quiero ver cómo reaccionan cuando usted empiece a publicar los mensajes confidenciales de la internacional del socialismo del siglo 21, destapando sus estrategias y conspiraciones...

Vaya, don Julian, ¡manos a la obra!

Saludos de Paolo Lüers

(Más!)

domingo, 12 de diciembre de 2010

La lluvia como espectáculo

No digan que no.

Esto de ver al Presidente vestido de Rambo, y promocionando con vehemencia que él tiene un corazón cristiano, ya es un espectáculo. Casi se siente que, para ser gobierno, necesitan disfrazarse. En medio de la tragedia, no quieren que una colchoneta sea sólo una colchoneta sino, además, una pieza publicitaria.

No les gusta la solidaridad sin adjetivos. Chávez está desesperado porque la lluvia también tenga ideología.

Cualquier uso de la miseria ajena resulta indignante, inmoral, imperdonable. Pero eso no puede ser una excusa para suprimir los cuestionamientos, para censurar rápidamente cualquier denuncia. No toleran el más mínimo señalamiento. Es cierto que tardaron en aceptar las dimensiones de la tragedia. Sólo aparecieron cuando ya era inevitable. Todavía el primero de diciembre, el Presidente no era una presencia activa bajo la lluvia.

Todavía, en el estadio de Mar del Plata no sabían si Chávez iría o no a actuar ante las multitudes, para cerrar, en un espacio alternativo, la cumbre de mandatarios que se realizaba en Argentina. Ojalá el Gobierno reaccionara ante las emergencias con la misma velocidad y eficacia que reacciona ante la crítica.

Porque ahora están indignados. Se remueven, se agitan, se rasgan la retórica. No soportan, por ejemplo, que el gobernador de Miranda pronuncie ni siquiera tres puntos suspensivos. Les parece un crimen que diga algo, que opine, que se atreva a expresar lo que piensa, en medio de toda su actividad frente al desastre.

Actúan como si el trabajo de Capriles, en el cumplimiento de su deber, fuera una agresión. Su miedo los delata. Por eso la acusación suena tan delirante: "Quiere ser presidente", denuncia Chávez, como si eso pudiera descalificarlo de manera inmediata. Como si eso fuera un pecado. Como si fuera un deseo prohibido.

No deja de ser revelador: para alguien que sueña con vivir y morir en la Presidencia, la genuina aspiración de cualquier otro venezolano a ese mismo cargo es casi un delito. Por eso, para el oficialismo, la diversidad siempre será una amenaza. Sólo saben administrar el poder a la defensiva. Eso define su tipo de gerencia pública, su manera de hacer política. Mientras seguía cayendo la lluvia, nombraban a sus compinches en el TSJ. Esa era su verdadera emergencia.

Lamentablemente, el país es rehén de la polarización. Y eso es parte de una pobreza que no registra el Instituto Nacional de Estadística. De nuevo, asistimos a una oportunidad perdida. La desgracia colectiva, que debería producir otro tipo de pensamiento y de acción, no logra escapar de la dinámica de la confrontación. Los damnificados también son víctimas de un Estado discrecional, que tiene un color definido y que cobra un peaje político.

Pero intentar aprovecharse de las tragedias no es tan sencillo. A la larga, esto siempre tendrá consecuencias. Estamos ante un fenómeno natural sin precedentes, y a todos, empezando por el Gobierno, nos toca invocar el consenso y tratar de convocar la mayor suma de esfuerzos para afrontar las urgencias.

Cualquiera que intente lo contrario, también quedará desnudo.

¿Qué nos dijo, esta semana, el Presidente? ¿Cuál fue su mensaje, en medio de la emergencia? Nos dijo que Cristo está con él. Nos dijo, también, que él solamente está cumpliendo el papel que Bolívar le asignó en la historia. Nos dijo, además, que el pueblo es su amor eterno, que le dedicará al pueblo todo lo que le queda de vida.

Nos dijo que los dueños de los fundos y haciendas son todos unos asesinos. Nos dijo que a la burguesía no le importa que los damnificados se mueran. Nos dijo, no faltaba más, que eso que llama burguesía es lo mismo que eso que llama la oposición.

Por lo tanto, también nos dijo que a la oposición no le importa un carajo que los damnificados se mueran. Nos dijo que todos, menos él, son unos sinvergüenzas. Gritó: "¡No volverán!". Nos dijo que antes entrará un camello por el ojo de una aguja que un rico en el reino de los cielos.

¿Hace cuántas lluvias que los damnificados escuchan lo mismo? En el canal 8, con música de Rubén Blades y de Willy Colón, transmiten un videoclip que promociona de manera personal la figura del Presidente. Su imagen sacralizada alza el vuelo sobre cualquier tormenta. El mismo día que supimos que ya había más de 120.000 damnificados en el país, también nos enteramos, gracias a Wikileaks, que son 100, justamente 100, la cantidad de misiles antiaéreos que nuestro Gobierno le ha comprado a Rusia. Chávez no es el pueblo. Tenemos cielos diferentes.

¿Cuántos misiles caben por el ojo de una aguja?

(El Nacional/Venezuela)