miércoles, 7 de marzo de 2018

Frases que se repiten y que no ayudan para nada: “Transformar el sistema de partidos”

“En El Salvador urge una transformación
del sistema de partidos.”
Por primera vez escuché esta tesis en boca de Rubén Zamora, en una entrevista con Alberto Arene. Este último la retomó en varias columnas – y de repente la repiten varios analistas y columnistas, pero sin nunca decir qué tipo de transformaciones tienen en mente. Me pregunto: ¿Qué está mal con el sistema de partidos? A partir de los Acuerdos de Paz tenemos un sistema pluralista, en el cual todas las corrientes ideológicas compiten y, si logran respaldo popular, participan del poder legislativo y municipal.

Tenemos un sistema constitucional que da a los partidos políticos la función de representar a los diferentes sectores y corrientes de la sociedad y servirles de vía de acceso al poder. La Sala ha flexibilizado esta función, permitiendo candidaturas no partidarias para diputaciones.

¿Qué está mal con este sistema de democracia representativa? Dicen que los partidos políticos son malos, que no son democráticos, que la gente no se siente representada por ellos. Bueno, es cierto. Entonces, cambiemos los partidos, pero no el sistema.

Presionemos que los partidos se renuevan y se abran a la sociedad. Y si no lo hacen, castiguémoslos y fundemos nuevos. Así como la ciudadanía acaba de castigar al FMLN.

Pero la renovación de los partidos esto no es asunto de legislación. Los partidos no cambian por decreto. Cambian por procesos internos y por presión de la ciudadanía, y por la interactuación entre ambos. Ya tenemos una Ley de Partidos Políticos, que para mi criterio no sirve para mucho. Está bien que esta ley obligue a los partidos a transparentar el financiamiento de sus aparatos y campañas. Pero es un absurdo querer obligar por ley a los partidos a ser democráticos, a decretar cómo tienen que elegir sus dirigencias y sus candidatos. Esto es un problema entre los partidos y sus militantes y votantes, o sea un asunto político. Un partido de ideología autoritaria no va a ser democrático internamente, por más que esté obligado de hacer primarias. Si un partido es autoritario, los votantes democráticos lo van a castigar en elecciones. Pregunten a Medardo González y José Luis Merino como funciona esto y qué impacto tendrá.

Entonces, ¿qué quieren reformar en el sistema partidario? Dicen que la legislación electoral favorece a los partidos establecidos y no permite o obstaculiza el surgimiento de partidos nuevos. Correcto. Entonces, cambiemos el Código Electoral. Quitemos esta tontería de obligar a un partido nuevo a coleccionar 50 mil firmas. Abramos espacio para partidos locales o regionales. Quitemos los absurdos obstáculos a candidatos independientes, y permitamos que también puedan correr por alcaldías.

Dicen que la crisis de representatividad de los diputados tiene que ver con la forma en que los elegimos, que mejor sería crear distritos electorales, para que cada diputado sea representante de un territorio y una población, a los cuales tiene que rendir cuentas. Pueden ser 84 distritos (o menos) con un diputado cada uno, o pueden ser, por ejemplo, 25 distritos de igual población electoral, que elijan cada uno a 3 diputados, para garantizar más pluralismo.

Bueno, entonces, discutamos sobre una reforma electoral profunda, pero dejemos de filosofar sobre una “transformación del sistema de partidos’.

Un problema que se hizo evidente, nuevamente, en esta campaña electoral es la falta de peso de los candidatos – y por tanto de la Asamblea. Para que el parlamente juegue plenamente su rol en el sistema republicano de la división de poderes, es indispensable que a la Asamblea lleguen figuras políticas e intelectuales que pueden convertir el parlamento en el centro del debate político del país. Esto incluye, que el liderazgo real de los partidos muestre cara en el parlamento, y por otra parte que los partidos postule a académicos, profesionales e intelectuales que pueden sostener un debate sobre cultura, educación, los retos de la digitalización y globalización, etc. Nunca hemos tenido una Asamblea de este tipo. Ni los debates reales, ni las decisiones reales se toman en la Asamblea.

Pero nuevamente, esto no es una deficiencia del sistema representativo pluralista, sino se debe a la mediocridad de los partidos. Un problema que no se va a solucionar por decreto ni por reformas del sistema, sino por transformación de cada uno de los partidos. Esta es una tarea de los militantes, y en última instancia, cuando las militancias no actúan, el que tiene el poder de cambiar los partidos es el votante. Parece que acaba de comenzar a hacerlo con el FMLN, así como lo hizo con ARENA en el 2009. La militancia de ARENA permitió los abusos de Saca y su grupo, no intervino, pero intervino la ciudadanía en 2009. Exactamente lo mismo pasó ahora al FMLN: una militancia frustrada, pero inactiva, y la factura que mandó el votante.

El partido que rompa con la inercia interna, con la tradición de postular diputados mediocres y borregos, y con primarias arregladas, inmediatamente ganaría una ventaja electoral. El partido que se niega a la renovación y apertura, abre su propia tumba: lo van a desplazar los apóstoles de la antipolítica y del populismo sin principios. Esto es precisamente el peligro que está enfrentando al FMLN. Nuevamente, de manera de conclusión: Bukele no es una amenaza al sistema de partidos, sino al partido FMLN, si no comienza a transformarse.

[En otras columnas, analizaremos otras mitos que distorsionan el debate político: “Las nuevas visiones”; “La necesidad de un nuevo acuerdo de nación”; “La polarización nos tiene como estamos”; “La posguerra se ha agotado”…]
(EDH-Observador)