viernes, 8 de abril de 2016

Columna transversal : ¿Algo extraordinario quieren?

¿Medidas extraordinarias quieren para combatir la violencia? Les propongo un par que están perfectamente al alcance del país ejecutarlas, aunque tal vez no de este gobierno, porque requiere de sinceridad, creatividad, flexibilidad. Y requiere de romper con el lastre de nunca priorizar las inversiones sociales, sino al contrario, regarlas sobre todo el país y todos los sectores, para ganar elecciones.

Transformación de guetos

El Consejo Nacional de Seguridad, formado por el gobierno Flores y dirigido por Salvador Samayoa, elaboró junto con el PNUD y con FLACSO el mapa de la pobreza. Luego cruzaron los datos de este mapa con los de la violencia, delincuencia y pandillas. Así el Consejo definió 25 comunidades, la mayoría en el Gran San Salvador, donde estaba concentrado un alto porcentaje de la violencia.

El estudio estableció que en la posguerra, la violencia surge de una situación de guetos, que es un término que más que miseria económica significa marginación social, cultural, y económica -con ausencia del Estado y poco sentido de pertenencia al sistema legal y de valores.

Basado en esos estudios, se diseñó un proyecto de intervención y transformación de barrios donde se generan problemas: El Estado focalizaría inversiones sociales en esas 25 comunidades, dándoles absoluta prioridad. El Consejo planteó: Esta es la mejor inversión en Seguridad que podemos hacer.

Medidas extraordinarias

Salió un catálogo de medidas que podríamos entender como “extraordinarias”, porque ordinariamente han sido abandonados por el Estado -con las consecuencias que ahora vemos. Tan “extraordinarias” que al final el Estado decidió no implementarlas, y fueron engavetadas en los gobiernos de Saca y Funes.

1. Intervención urbanística de los barrios, pero con todo: agua potable, aguas negras, aceras, parques, calles, viviendas, canchas…

2. Intervención de escuelas: duplicar el presupuesto a todas las escuelas que atienden la población de las 25 comunidades, para que puedan funcionar a tiempo completo, reparar sus instalaciones, contratar maestros adicionales, sicólogos, entrenadores, profesores de artes.

3. Intervenir el sistema de salud: Crear en las 25 comunidades los mejores centros de atención de salud.

4. Invertir focalizadamente en las 25 comunidades en formación vocacional, fomento de emprendimiento, atracción de fábricas.

El costo de no tomar medidas

Esto hubiera significado una inversión entre 500 y 1,000 millones de dólares. Nada en comparación al costo que tuvo la decisión de no implementar este proyecto. Al no hacer estas intervenciones y así dejar que brotara y al final explotara la presión social en los barrios, no solo pagamos un costo elevadísimo en vidas, en obstáculos al crecimiento y en oportunidades económicas no aprovechadas, sino también el número de comunidades a intervenir, creció inmensamente. Ya no son 25 comunidades donde está concentrado el problema, hoy son 80 o 100. La violencia creció, las pandillas se expandieron, la ausencia del Estado se generalizó.

Por tanto, el costo de las intervenciones también se cuadruplica. Hoy serán entre 2 y 4 mil millones de dólares. Pero incluso con estos números elevados, sale muchísimo más barato que simplemente seguir igual y esperar que la PNC resuelva el problema.

La apuesta

Si el país decide revisar sus gastos de subvenciones y reorientar 500 millones de dólares al año hacia esta inversión en la transformación de sus guetos, la comunidad internacional nos completaría los fondos.

El argumento siempre es: Esto es prevención, y el impacto sobre la situación de la violencia es a muy largo plazo, solo la represión sirve a corto plazo. No es cierto. Si el gobierno, basado en un gran diálogo nacional incluyente, llega a priorizar sus inversiones en los barrios, esto crearía inmediatamente un ambiente favorable para la reducción de la violencia, porque marca un cambio de rumbo y contenido. Si además gobierno y sociedad saben mostrar que estos programas son sumamente incluyentes, hasta los pandilleros y sus familiares estarían interesados en formar parte de esta transformación –y a insertarse en las nuevas comunidades que surgirán.

Haciéndolas bien, estas intervenciones pueden pacificar las comunidades a corto plazo. Fondos del Estado y privados, ahora comprometidos para Seguridad, podrán liberarse para acelerar la transformación de los barrios.

Van a decir que todo esto es utópico. ¿Y no querían medidas “extraordinarias”, que puedan resolver el problema de la delincuencia y violencia? Para que realmente sirvan, no pueden ser las mismas ideas fracasadas.
(El Diario de Hoy)