La Constitución alemana (el 
“Grundgesetz”, con el cual los alemanes iniciaron su vida democrática 
luego de una década de dictadura, holocausto y crímenes de guerra) 
comienza con una frase fuerte, clara, inequívoca y bella: “La dignidad humana es intangible. Respetarla y protegerla es obligación de todo poder público. El
 pueblo alemán, por ello, reconoce los derechos humanos inviolables e 
inalienables como fundamento de toda comunidad humana, de la paz y de la
 justicia en el mundo”.
No habla de la dignidad y de los derechos
 humanos de los alemanes, ni de los cristianos, ni tampoco de los 
pueblos arios. Dice la dignidad y la comunidad humana, sin distinción 
alguna de la raza, la religión, el estatus social, la condición cultural
 del ser humano.
Esta obligación está cumpliendo el 
gobierno alemán, dirigido por Angela Merkel, al decidir no cerrar sus 
fronteras ante el mayor éxodo de refugiados que Europa ha visto desde el
 fin de la Segunda Guerra Mundial. Cientos de miles de sirios, kurdos, 
iraquíes, yazzidis y miembros de otras etnias del medio oriente están 
atravesando el mar mediterráneo y los países de Europa sur, oriental y 
central, en búsqueda de asilo, seguridad, protección y sobrevivencia que
 no están garantizados en los países vecinos a sus patrias. Alemania ha 
decidido acoger a decenas de miles de estos refugiados, y está 
negociando con los demás países miembros de la Unión Europea una 
política conjunta para responder al drama de los desplazados.
Esta decisión encuentra muy fuerte 
crítica por parte de personajes y organizaciones de derecha 
nacionalista, no solamente dentro de Alemania. El argumento central: 
“Europa está en su pleno derecho de defender su cultura, su cristianismo
 y su refinada civilización, de sectas que no solo buscan destruirla, 
sino que también se exterminen unos a otros.”
 Es
 un poco absurdo este argumento, porque los miles de refugiados que 
actualmente deambulan por Europa, precisamente son los que huyen de las 
sectas islamistas, tanto sunitas como chiitas, que se están disputando 
el control de Medio Oriente. Claro que entre los refugiados que Alemania
 y otros países van a acoger habrá varios cuya integración cultural, 
educacional y social no será fácil. Claro que esto implica riesgos. Sin 
embargo, no atender a los refugiados plantearía riesgos mucho más serios
 para el futuro de Europa y su relación con sus vecinos en el 
Mediterráneo y el Medio Oriente. La integración planeta riesgos para la 
paz social; no acogerlos plantearía riesgos para la seguridad nacional y
 regional.
Es
 un poco absurdo este argumento, porque los miles de refugiados que 
actualmente deambulan por Europa, precisamente son los que huyen de las 
sectas islamistas, tanto sunitas como chiitas, que se están disputando 
el control de Medio Oriente. Claro que entre los refugiados que Alemania
 y otros países van a acoger habrá varios cuya integración cultural, 
educacional y social no será fácil. Claro que esto implica riesgos. Sin 
embargo, no atender a los refugiados plantearía riesgos mucho más serios
 para el futuro de Europa y su relación con sus vecinos en el 
Mediterráneo y el Medio Oriente. La integración planeta riesgos para la 
paz social; no acogerlos plantearía riesgos para la seguridad nacional y
 regional.
Hay otro argumento en contra de la 
decisión de acoger a los refugiados. Reza sí: “Tiene sentido que Europa 
acoja a los fugitivos cristianos como a un par de etnias como los 
yazzidis, una rama de los pueblos arios que invadieron la región hace 
más de tres mil años.”
Los que plantean este idea racista, ¿cómo
 se imaginan su implementación concreta? ¿Se imaginan a la policía 
federal alemana, que ya se encuentra desplegada en la frontera sur de 
Alemania para documentar a los refugiados, separando y identificándolos 
según categorías religiosas, étnicas y raciales? Cristianos a este lado,
 musulmanes al otro. Kurdos y un lado, árabes al otro. Arios por este 
lado, no arios por el otro lado donde ya esperan los buses para su 
inmediata deportación.
No. Estrellas amarillas para judíos ya 
las tuvimos en Alemania, y nunca jamás pasará una cosa igual. Por esto 
los alemanes nos inventamos esta frase introductoria de nuestra 
Constitución: “El pueblo alemán, por ello, reconoce los derechos
 humanos inviolables e inalienables como fundamento de toda comunidad 
humana, de la paz y de la justicia en el mundo”.
No es por primera vez que Europa se ve 
ante el reto de migraciones masivas generadas por guerras. Millones de 
europeos tuvieron que abandonar sus lugares de origen en los años de la 
guerra y postguerra mundial. Solo Alemania Occidental tuvo que acoger e 
integrar a más de 12 millones de alemanes que tuvieron que salir de sus 
lugares de origen en Polonia, Rusia, Ucrania, Checoslovaquia, Hungría y 
Rumania. No fue nada fácil, sobre todo en tiempos de postguerra. Esta 
migración también provocó muchas preocupaciones de carácter religioso, 
porque alteró, en varias regiones de Alemania, la correlación histórica 
entre católicos y luteranos. Hoy esta correlación ya no tiene la misma 
importancia que en los años 50.
Luego Alemania Occidental tuvo que acoger
 e integrar a millones de refugiados de Alemania Oriental y, en años mas
 recientes, como un millón de refugiados de la ex Yugoslavia, cuando 
esta nación se desintegró y estalló en guerras étnicas y religiosas.
Siempre al final de estos complicados, 
controversiales y sumamente costosos procesos de migración e 
integración, Alemania y Europa han salido fortalecidos, tanto cultural 
como económicamente. De todos modos, toda Europa enfrenta una crisis 
demográfica que solo podrán resolver abriéndose a la migración. Puede 
ser que la migración masiva de familias enteras de clase media desde 
Kurdistán, Irak y Siria, lejos de una maldición, resultará siendo una 
oportunidad para Europa.
(El Diario de Hoy) 
