martes, 21 de mayo de 2013

Carta a los bailarines de ‘Desplazados’

Muy queridos amigos:
Nunca voy al teatro, por miedo de aburrirme. No quiero ofender a los artistas levantándome a media función, pero tampoco quiere, por pura cortesía, sufrir lo insufrible...


Las fotos de "Desplazados" son de Miguel Servellón

La otra noche ya no me sirvió este pretexto para no ir al teatro Poma. Habíamos compartido tantas tertulias tan agradables en La Ventana que me dije: Tienen una química tan excepcional estos artistas ticos y guanacos, que tengo que ver a qué se traduce esto en su show ‘Desplazados’. Bueno, les tengo que confesar que el nombre de la obra me tenía un poco preocupado. Ojala que no vaya ser un panfleto dedicado a lo ‘políticamente correcto’, donde ven el mundo desde la perspectiva de víctimas, denunciando. O como dice mi amigo Horacio Castellanos: el arte del indio pijiado...


Pero conociéndolos a ustedes como artistas irreverentes, gente realmente creativa y cagada de chiste, no veía cómo podían caer tan bajo. Así que me arriesgué. Rompí mi propia regla y fui al teatro.

¡Y qué sorpresa más grata! Presencié excelencia dancística en esta fusión de bailarines y coreógrafos de El Salvador y Costa Rica. No estaba preparado para la elegancia de Néstor Morera (de nuestra Compañía Nacional de Danza) y de Allan Cascante (del grupo tico ‘Las Hijas de Otro’). Mucho menos para el derroche artístico de Byron Nájera (El Salvador) y Melissa Hernández (Costa Rica). Martha, Elsy y Guadalupe, las 3 hermanas Gómez, demuestran lo lejos que nuestra Compañía Nacional de Danza ha llegado. Ya sabía que ustedes son buenos, pero en este experimento de fusión con una tropa tica independiente y audaz, se ve su verdadero potencial. Una expresión artística del potencial del Asocio Público-Privado. La compañía estatal junto con independientes en un teatro privado.

De danza no sé mucho, a pesar de que me enamoré de una bailarina y vivo con ella desde entonces. No tengo la más mínima idea si lo que yo ví en esta obra tiene algo que ver con sus intenciones coreográficas. No me importa, yo la danza contemporánea, igual que la pintura moderna y abstracta, nunca la trato de ‘entender’. La danza, si es mal hecha, me aburre y no me dice nada. Si es bien hecha, me causa fuertes sensaciones.
Esta su obra me causó, en cada movimiento, en cada gesto, en cada elemento mímico, en cada solo... una sola sensación: ternura.

Nunca he visto una cosa tan coherente, tan fluida, que de miles de formas complementarias expresa... ternura. Yo no entiendo porqué esta cosa se llama ‘Desplazados’, ni quiénes en cada escena son desplazados y quienes salvadores, si es que existen. No sé y no me importa. Yo vi, durante una hora, en los más diferentes movimientos de todos ustedes, hombres y mujeres, gestos de ternura. Siempre cuando uno de ustedes toca a otro, el movimiento termina en una acaricia. Un toquecito de caricia. Ningún gesto grande, pero miles de gestos pequeños. Incluso los movimientos que comienzan con rupturas medio violentas, siempre terminan con otro toquecito de caricia.
Yo vi una hora cargada de energía, un derroche de movimientos acrobáticos, muy veloces, pero que siempre redundan en... elegancia y amor.

Obviamente no sirvo de crítico de arte. Nunca he ejercido esta pajística. Solo quería, porque ustedes me regalaron tan generosamente su amistad, expresarles lo que me transmitieron esta noche: energía y ternura; fuerza y elegancia; excelencia y amor. Suena a cursilería. Y así es cuando es panfleto. Pero a veces, pocas veces, es arte genial.

Gracias por este regalo,
                                             Paolo Lüers
(Más!/EDH)