martes, 15 de enero de 2013

Carta al director general de Centros Penales

Estimado Nelson Rauda:
Te quiero contar una historia: La semana pasada visité La Victoria en Ciudad Delgado. Una de estas comunidades controladas por la mara Salvatrucha, donde nadie que no vive ahí se acerca de noche. Bueno, yo sí, porque los pandilleros de esta comunidad me invitaron. Ya antes había ido a entrevistarlos y para ver los torneos de fútbol que todos los fines de semana los pandilleros organizan con los niños del vecindario. Esta vez me invitaron a un velorio: A una muchacha pandillera (originaria de La Victoria y presa en la cárcel de mujeres de Ilopango) se le había muerto su hijo antes del parto, en el Hospital San Bartolo, y lo estaban velando en la casa comunal. De paso sea dicho: la casa comunal, igual que la canchita de fútbol a la par, fue acondicionada por los pandilleros, una vez que "se calmaron" con lo de la tregua...

Entonces llegué a la línea de tren al centro de esta comunidad, a esto de las 10 de la noche. Me encontré a toda la comunidad velando al bebé: ancianas, mujeres, niños, adolescentes, pandilleros. Bueno, era imposible distinguir quiénes entre los adolescentes eran pandilleros y quiénes no. Encontré un ambiente bien tenso. Sobre todo las mujeres estaban encendidas e inmediatamente dispuestas a echar la culpa de la muerte del niño a ustedes del sistema carcelario. Una mujer me dijo: "Si estos babosos no fueran tan culeros con esta su tregua ya estarían afuera matando a algún hijueputa, para desquitarse lo que le hicieron a la pobre bicha..." Y fueron los pandilleros que estuvieron calmando los ánimos diciendo que nadie sabía qué es lo que había pasado y quién tenía la culpa.

Por esto te hablé la mañana siguiente para decirte que sería bueno autorizar que sacaran a la madre para que asistiera al entierro de su bebé. Que esto podía ser un gesto que ayudara a mantener la paz en esta comunidad.

Y el gesto funcionó. Tu gente trajo a la muchacha a La Victoria, y la comunidad se quedó tranquila. No sé por qué no le dieron permiso de ir al cementerio, que hubiera sido lo más lógico. Pero con tal que la comunidad vio a ella y que estaba bien fue clave para que los ánimos se calmaran.

Vos sabés, Nelson, que este tipo de gestos son importantes. Los pandilleros y sus comunidades no exigen cosas imposibles, sólo algunos gestos de humanidad que los motiven a seguir adelante con la tregua y con la idea de los municipios sin violencia. Estoy hablando de gestos como cuando vos autorizaste que a los pandilleros que venían trasladados de Zacatraz les dejaran ver a sus hijos —luego de años de haber sido privados de este derecho fundamental. O cuando autorizaste a los presos de Ciudad Barrios que repararan ellos mismos los techos del penal para no seguirse mojando todas las noches... Cosas básicas, humanas y perfectamente dentro de la ley, como lo del permiso para la madre que perdió su hijo...

Sigan haciendo estos gestos cuando pueden y cuando sea necesario. Y no te preocupés de que algunos van a escribir en los periódicos de "privilegios" para los pandilleros. Si el "privilegio" es recibir trato humano, todo está en orden.

Gracias nuevamente por el gesto, y estoy pendiente del informe sobre qué es lo que pasó con la muerte del hijo de la privada de libertad Valeria Hércules Salguero.

Saludos, Paolo Lüers

(Más!/EDH)