Estando ya claro el repudio                              universal al golpe militar en Honduras, incluyendo                              el de este editorialista, vale la pena                              ahora echar un vistazo sobre algunos de los                              "árbitros" de la democracia en                              América Latina. En la reunión de la ALBA, en                              Managua, el democráticamente elegido presidente                              de                              Cuba, Raúl Castro, se permitió pedagogizarnos en la                              asignatura democrática. El no menos                              democrático Daniel Ortega, quien                              viene de protagonizar un escandaloso fraude en las                              elecciones municipales de su país, también                              habló como si estuviera poseído por el espíritu de                              Thomas Jefferson.
La guinda de este torneo de                              hipocresía la puso, por supuesto, Hugo Chávez, cuyo                              gobierno, ha declarado, a través de esa                              jurista eminente, Doña Luisa Estella Morales, que                              las decisiones de la  Corte Interamericana de                              Derechos Humanos no valen en Venezuela. O sea, la                              OEA sirve para unas cosas y para otras                              no. 
En algún momento Chávez calificó públicamente a Insulza de "pendejo". Ese "pendejo" ahora es el gran garante de la democracia.
Chávez declara que                              está dispuesto a hacer valer, hasta con la guerra,                              los 999 mil votos que sacó                              Zelaya, hace tres años y pico,                              pero los 700 mil votos de Ledezma se los puede pasar                              por el forro con toda tranquilidad. Cualquier                              demócrata concuerda con que los votos de Zelaya no                              pueden ser  pateados por la bota                              militar, pero ese mismo demócrata afirma que los de                              Ledezma, Pérez Vivas, Rosales, Pablo Pérez, Capriles                              Radonski (quien anteayer, mientras el Gran Demócrata                              se rasgaba las vestiduras en Managua en                              defensa de la democracia, fue atacado a palos y                              pedradas por los dulces y tolerantes muchachones                              del PSUV en la misa de San Pedro, en Guatire)                              tampoco pueden ser pateados por la misma bota                              que calza el comandante en jefe, militar reactivado                              por gracia de la reforma a la medida de la Ley                              Orgánica de la FAN. 
Es el colmo del                              fariseísmo que este golpista que nos gobierna, quien                              protagonizó dos sangrientas                              tentativas sediciosas en                              1992, por las cuales jamás se disculpó ante el                              país, pueda hablar, ante                              el  mundo, como si jamás                              hubiera quebrado un plato. Dio a su intentona del 4F                              el carácter de fecha patria, celebrada con desfile                              militar y demás                              yerbas. 
La única voz respetable y lúcida que se oyó en esa reunión fue la de Leonel Fernández, presidente de República Dominicana, quien repudió el golpe, citó a Rómulo Betancourt como uno de los padres de la democracia continental (cuya "Doctrina Betancourt", de no aceptar dictaduras militares, está implícita en la Carta Democrática de la OEA y en el rechazo al golpe hondureño) y reivindicó los gobiernos civiles.
(Tal Cual, Venezuela)
