sábado, 13 de junio de 2009

Nuestra responsabilidad como periodistas

Me siento muy honrado al recibir este IV premio a la Libertad de Expresión en Iberoamérica, que otorga Casa América Cataluña, en primer lugar, por el prestigio y la trayectoria de esta institución centenaria que tanto ha aportado a las relaciones con Iberoamérica. Me enorgullece ser el continuador de una hermosa tradición, que ustedes instauraron al otorgar antes este premio a destacadas figuras del periodismo latinoamericano, y entiendo este reconocimiento como un gesto de respaldo a la lucha que se está librando en Nicaragua, para que prevalezcan la libertad de expresión y la democracia, que se encuentran bajo el asedio de un poder autoritario.




Lo recibo en nombre de mis compañeros del equipo de Esta Semana, Esta Noche y Confidencial, y del equipo de Cinco, que me acompañan en mi labor profesional, y en nombre de todos mis colegas periodistas en Nicaragua, que practican la búsqueda de la verdad y la promoción de la transparencia pública, como parte inseparable de su compromiso democrático.

Y por supuesto, este premio también pertenece a los ciudadanos de mi país, personas de todos los colores políticos y condiciones sociales, que han respaldado nuestra labor profesional, porque en última instancia ellos son los depositarios del derecho a la libertad de expresión. Agradezco infinitamente a esas fuentes anónimas que cuando el gobierno de Ortega nos acusaba de lavado de dinero, confiaron en nuestra integridad profesional y nos brindaron documentos y pruebas de la corrupción pública, para que como periodistas pudiéramos defendernos y representar los intereses de los ciudadanos. En esa relación de confianza entre periodistas y ciudadanos reside la fortaleza de los medios de comunicación democráticos en una sociedad. Y eso es lo que explica que a pesar del poder de la maquinaria oficial, en Nicaragua los periodistas y los medios de comunicación estamos derrotando la estrategia de secretismo estatal.

Quiero compartir este premio especialmente con mi mujer, Desirée, que me acompaña esta noche, quien en los momentos más difíciles, bajo la persecución oficial y las campañas de calumnias lanzadas desde el poder, ha sido mi principal soporte moral e intelectual. Esta noche ella y yo tenemos otra razón adicional para compartir nuestra alegría con ustedes: hace unas horas, en Managua, nació nuestra segunda nieta que se llamará Andrea Felicidad.

Ciertamente, Nicaragua no representa el peor caso de agresión contra la prensa independiente en América Latina. Otros países como México, y Colombia, nos aventajan en términos de víctimas y violencia física; en tanto, Cuba exhibe el peor expediente en materia de restricciones a la libertad. Por ello, nuestra solidaridad con los periodistas que trabajan en condiciones mucho más adversas a la nuestra.

Pienso también en colegas de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Guatemala y otros países de la región, muchos de ellos con mayores méritos que mi persona, y espero que se sientan representados con la distinción que se hace a Nicaragua, porque más allá de las diferencias existentes en cada país, compartimos una disyuntiva común en América Latina. La pregunta crucial es si los necesarios procesos de cambio que se deben impulsar en la región se harán con libertad de prensa y democracia, o si se pretenden imponer a contrapelo de estos principios universales.

En mi país, por ejemplo, vivimos al borde de una dictadura institucional, donde un poder arbitrario se ejerce con total impunidad, porque no encuentra contrapesos en las instituciones democráticas. Un pacto entre dos caudillos permitió una repartición prebendaria del estado, de la justicia, y de las funciones de control sobre los bienes públicos. Incluso la democracia electoral, heredada por la revolución sandinista tras la derrota electoral del FSLN en 1990, ha sido ahora enterrada por el fraude electoral perpetrado por el gobierno de Ortega en las elecciones de noviembre pasado. Y es ante esta crisis de las instituciones públicas que el periodismo y las organizaciones de la sociedad civil, se convierten en la última reserva democrática de la sociedad, y en consecuencia, se convierten también en el blanco principal de los ataques del poder.

Vivimos tiempos dificiles, agravados por la crisis económica, en los se requiere una prensa más autocrítica, capaz de autorregularse, reconocer y corregir sus propios errores y abusos. Ante la tentación que a veces padecemos los periodistas de suplantar el rol de los partidos políticos y las instituciones en crisis, no me canso de recordar todos los días que los periodistas no somos jueces, ni detectives, ni policías, ni contralores.

Nuestra misión no es sustituir a las instituciones sino hacer que funcionen, y que rindan cuentas ante la sociedad.

Nuestra responsabilidad como periodistas, y eso es lo que modestamente hemos intentado hacer en estos años, es ensanchar los alcances de la rendición de cuentas, para vacunarnos como sociedad ante la tentación autoritaria. Porque sin plena libertad de expresión y sin democracia, no se puede luchar de forma efectiva contra la pobreza y la desigualdad social.

Quiero concluir este agradecimiento con unas palabras de mi padre, Pedro Joaquín Chamorro, que pronunció en 1975 en Guatemala cuando la Asociación de Periodistas de Guatemala le otorgó un premio centroamericano a la libertad de prensa. En esa ocasión el dijo lo siguiente:

“Sin libertad de prensa, no hay libertad de conciencia.
Sin libertad de prensa, no hay libertad de pensamiento.
Sin libertad de prensa, está disminuido incluso el derecho a la vida.
Sin libertad de prensa no hay libertad.”

“Pero la libertad en si misma, y ese el gran problema de todos los tiempos, no puede ser una simple ficción jurídica, un concepto semántico, sino que debe tener una existencia social concreta. Y de allí que necesite para existir de una activa militancia que ponga todo su esfuerzo y sus cinco sentidos en conquistarla diariamente.”

“Y eso es en definitiva lo que debemos ser los periodistas: militantes de la libertad de prensa e información, base fundamental como he dicho de todos los derechos de la persona humana. “

Tres años después, Pedro Joaquín Chamorro fue asesinado por la dictadura somocista por reclamar la democratización de Nicaragua. Ante el ejemplo de coherencia entre acción y pensamiento que representó su vida, sellada con el martirio, al recibir este IV Premio a la Libertad de Expresión en Iberoamérica, renovamos hoy nuestro compromiso con su memoria y su legado.

Muchas Gracias

(Confidencial, Managua. Palabras de agradecimiento al recibir en Barcelona el IV Premio a la Libertad de Expresión en Iberoamérica otorgado por Casa América Cataluña el 5 de mayo 2009)