domingo, 8 de junio de 2008

Discurso oficial e identidad nacional

Al concluir el cuarto año de gobierno del Presidente Elías Antonio Saca en su mensaje a la nación pronunciado el 1 de junio de 2008, tiene como hilo conductor el trabajo. El trabajo que se ha hecho, el que se está haciendo y el que falta por hacer. El trabajo nos dice es “nuestro gran capital”. El concepto trabajo es remarcado porque según el discurso oficial es una de nuestras características fundamentales como salvadoreños, nada más alejado de la realidad.

Para argumentar su posición cita a un gran pensador (Justo Sierra Méndez “El trabajo es una plegaria que el cielo no desatiende nunca”) y luego dice que esa frase “describe con exactitud la esencia salvadoreña de la entrega decidida a la familia y la absoluta confianza en Dios. Expresa la fe de los salvadoreños en nuestras capacidades”. Me pregunto que significa que un pueblo sea trabajador, será que hay pueblos que no son trabajadores. Creo que es un atributo que se le puede adjudicar a cualquier pueblo.

Generalmente la noción del salvadoreño trabajador es aquel que inicia su día con los primeros rayos del sol y lo acaba cuando este se oculta y justamente pasa esas 12 horas trabajando. La novela, Un día en la vida del escritor nacional Manlio Argueta justamente recrea ese salvadoreño trabajador, la novela inicia con el testimonio de Lupe que dice: “No hay día de dios que no esté de pie a las cinco de la mañana…[para preparar] café y tortilla tostada con sal para el desayuno, [ya que José y] los cipotes andan con los machetes listos para irse a la finca”.

Si damos cuenta esta característica de trabajador más bien es producto de la necesidad de sobrevivir en la pobreza y que es perfectamente extensible a cualquier pueblo subdesarrollado del mundo. Donde la vida es un trabajo continuo de sol a sol. Lupe remata diciendo: “Así es nuestra vida y no conocemos otra. Por eso dicen que somos felices. Yo no sé. En todo caso esa palabra de “feliz” no me cuadra nada. Ni siquiera sé lo que significa verdaderamente. De esta manera parafraseando a Lupe podríamos decir: Por eso dicen que somos trabajadores. Yo no sé. En todo caso esa palabra de “trabajador” no me cuadra nada. Ni siquiera sé lo que significa verdaderamente, lo que sé es que tengo que vivir.

Más adelante en el discurso el señor Presidente nos dice: “hemos construido una base sólida para que el país siga prosperando con la fe y el incansable trabajo de todos”. Me pregunto quién prospera en El Salvador, será como nos cuenta Lupe: “De la finca nos viene el trabajo pero también los malos vientos. Aquí cerca está la finca, menos de media legua, de ella hemos vivido todo la vida, es cierto. También es cierto que esa finca ha progresado gracias a nosotros, la hemos hecho caminar. Antes ni siquiera estaba pavimentada la carretera, era un camino de polvo en verano y de lodazal en invierno, ni siquiera los mulos podían pasar en la época del temporal, allí por septiembre. Quedábamos aislados. Y vamos a ver ahora las fincas, todas las fincas de estos lados están unidas por carreteras pavimentadas. Por ahí pasa bien aventados en sus carros”.

También esa esta identidad salvadoreña oficial se toca el tema de la fe en Dios, pero a qué tipo de Dios se está refiriendo. Al analizar el discurso llegamos a la respuesta, hace alusión a un Dios que se inmiscuye en nuestros asuntos, a un Dios que ejerce su influencia sobre la vida de los hombres, un Dios que ciertamente no mueve los hilos, o sí, pero que coloca los escenarios para que se desarrollen ciertas circunstancias. El señor Presidente nos dice: “colocamos en las manos de Dios nuestro proyecto de servicio a la nación”. Pero qué tiene que ver Dios con nuestras decisiones de nación, y el libre albedrío dónde queda. Agradece “las bendiciones y la guía generosa que hemos recibido del todopoderoso”, más adelante indica que el trabajo “ha sido posible solo con la ayuda del creador”, pareciera que esta rescatando las nociones místicas de Dios, donde éste le habla a los líderes y les dice qué hacer, implícitamente el Presidente se vuelve el vocero de Dios, ¡que no te jode!, o sea que Dios nos guía y también no da libre albedrío, contradicción insuperable.

Es preocupante está noción de Dios y más alarmante es recalcarnos que los salvadoreños tenemos esa noción, y eso ¿qué significa? Que sino la tenemos en qué nos convertimos, dejaremos de ser salvadoreños por eso o en cambio será que la esencia del salvadoreño se encuentra en otras características.

Está noción de Dios es preocupante porque permite justificar nuestros males a la voluntad ininteligible de Dios. Como lo escribe magistralmente Manlio Argueta a través de Lupe: “El que es, es. Cada quién traía su destino… si uno era pobre, pues así es la vida, qué le vamos a hacer, si dios no nos premio con una mejor vida, debíamos darle gracias por tenernos sanos y con lo suficiente para el maíz, la sal y los frijoles”. Así, “uno come cuando hay, para nosotros la pobreza es una bendición”. Qué cosas, ¿verdad?

También nos dice el señor Presidente que “somos desde siempre gente de fe y de optimismo”. Pues como dice Lupe: “no hay que creer ni dejar de creer. Esa es la clave. Ahí está el milagro”. En cuanto al optimismo, es algo que pongo en duda, tal cual lo escribe Manlio en su novela, cuando habla María Romelia: “Así se pone mamá de pesimista”, más adelante dice: “así habla mi mamá, siempre quejándose y con esperanzas, la pobre”. Más bien diría que en lugar de optimista, el salvadoreño es alguien pesimista pero con esperanza, siempre está a la espera de algo diferente. Así al salvadoreño “lo hacen vivir: arroz, a veces, cuando hay. Maíz, para hacer tortillas. Sal para que la comida no quede insípida, y para acompañar la tortilla en las horas de pobreza que no alcanza para el conqué. Y por último la esperanza”.

Pero no vayan a creer que el salvadoreño habla de cosas tristes y de pesimismo. También cuenta cuentos y tiene gracia para cantar, es bromista y no puede estar sin putear a la gente, todos somos en bien o mal sentido, dependiendo de la entonación: hijos de puta, cabrones, culeros, pendejos, repisados. Más bien, son estas características, tanto el lenguaje como el humor o la capacidad de reírse de la vida lo que describe con mayor exactitud la esencia del salvadoreño. Por supuesto, no hay que caer en el error que el tema de la identidad se agota en este par de características, más bien, lo que he intentado es deconstruir la noción oficial de “lo salvadoreño” y comenzar a construir una idea de identidad salvadoreña basado en aspectos que nos son comunes e incluyentes.