"Nayib Bukele no usa órdenes ejecutivas con amenazas legales a los empresarios, él les manda a uno de su hermanos o a su tío. Tiene el mismo efecto."
En la voz del autor:
EXTORSIÓN: f. Presión que se ejerce sobre alguien mediante amenazas para obligarlo a actuar de determinada manera y obtener así dinero u otro beneficio. (Real Academia Española RAE)
LEY ESPECIAL CONTRA EL DELITO DE LA EXTORSIÓN, Art. 2.- El que realizare acciones tendientes a obligar o inducir a otro, aun de forma implícita, a hacer, tolerar u omitir un acto o negocio de carácter patrimonial, profesional o económico, independientemente del monto, con el propósito de obtener provecho, utilidad, beneficio o ventaja para sí o para un tercero, será́ sancionado con prisión de diez a quince anos.
Dicen que con la desarticulación de las pandillas el delito de la extorsión ha desaparecido de El Salvador. Qué bueno sería si esto fuera verdad. No lo es: ha desaparecido una forma de la extorsión, la de las maras.
Hay denuncias que agentes policiales y efectivos militares usan su autoridad para exigir favores sexuales a las jóvenes en los barrios o dinero a los comerciantes. Las autoridades, si es que hablan de esto hecho, los llaman ‘abusos’ y ‘coerción’. Pero es otra forma de extorsión.
No es un fenómeno nacional. Ahora, con la llegada de Trump al poder, es práctica común y (hasta ahora) impune del gobierno de Estados Unidos. El presidente firma una ‘orden ejecutiva’ que sanciona un bufete legal, prohibiéndole a sus abogados acceso a todos los edificios federales. Como esto fuera poco, los amenaza abiertamente a tomar medidas contra sus clientes, muchos de ellos corporaciones grandes que tienen contratos con el gobierno. Y para colmo, cuando el despacho va a la Casa Blanca para negociar el asunto, le exige no sólo que deje de representar a clientes que demandan el gobierno, sino de ‘regalar’ trabajo gratis (pro bono lo llaman, como si fuera voluntario) para promover causas que promueve el presidente. O que lo favorecen. No estamos hablando de favorcitos: un despacho se tuvo que comprometer con trabajo ‘pro bono’ por valor de $40 millones... Es otra forma de extorsión, con el gobierno como el extorsionista, que deja pálidos a los rackets de protección de la Mafia...
Es una doble extorsión: a los abogados y a sus clientes. O sea, los contratos federales con empresas son condicionados a favores políticos, en este caso a dejar de trabajar con el despacho sancionado por la Casa Blanca. En este punto podemos regresar a nuestro bello país. Nayib Bukele no usa órdenes ejecutivas con amenazas legales a los empresarios, él les manda a uno de su hermanos o a su tío. Tiene el mismo efecto. A veces se trata sólo de mantenerlos callados, a veces hay negocios u otros beneficios de por medio. Nadie se atreve a interpretarlo así, pero es otra forma de extorsión (...acciones tendientes a obligar o inducir a otro, aun de forma implícita, a hacer, tolerar u omitir un acto o negocio de carácter patrimonial, profesional o económico...).
No puedo afirmar, pero tampoco descartar, que este tipo de extorsión explica, por lo menos en parte, el inusual incremento del patrimonio del presidente y su clan. A lo mejor el fin no es monetario, sino político: la consolidación del poder, la eliminación de oposición entre los empresarios...
Esto no lo vamos a saber mientras no se investigue debidamente. Hasta entonces, ambos -Donald Trump y Nayib Bukele- confían en su inmunidad.
Saludos,
* * *
Para Raúl Mijango.
Como todo prisionero político, para sobrevivir
pasó escribiendo, siempre y cuando no le nieguen
papel y lápiz.
Si existiera su libro, quizás no hubiera escrito
esta segunda parte del mío.
Raúl murió el 28 de agosto 2023,
luego de que durante años de encarcelamiento
le negaron la debida atención médica.
Semana Santa 2014, otro Jueves Santo. Estamos a punto de celebrar algo aún más audaz que el año anterior: otro lavatorio de pies, pero esta vez Fabio Colindres lo celebraría con 6 pandilleros y 6 víctimas de violencia pandilleril, en una comunidad conocida como baluarte histórico de la MS13 en Ilopango. Para entrar, hay que pasar por un portón, si es que los vigilantes de la comunidad —todos pandilleros— te lo abren. Aquí no entra nadie que no sea invitado. Nuevamente me acompaña Daniela. No sé si me conocen o si alguien les ha dado una lista de invitados, pero nos abren sin discusión. Es como llegar a un campamento de refugiados o migrantes. Un montón de champas muy precarias, pero con los callejones limpios, llenos de niños. Nos llevan a la única casa grande, la casa comunal.
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Jueves Santo en un bastión de la MS en Ilopango. 2014. Fotos: Paolo Luers |
En 12 meses desde el lavado de pies en Mariona, la situación del país y de la tregua ha cambiado drásticamente. David, aunque es ministro de Defensa, es excluido del gabinete de Seguridad. Ya no podemos entrar en las cárceles, y se ha vuelto medio clandestino el diálogo con las diferentes pandillas, ahora nos toca coordinar con pandilleros en libertad, o sea bajo complicadas condiciones de seguridad. El gobierno tolera los encuentros entre pandilleros y mediadores, pero ya no da garantías de no perseguirlas. Uno va a eventos como este del Jueves Santo sin poder saber si la policía va a intervenir o si la presencia de uno aparecerá como prueba contra uno en una futura acusación penal...
Ahora resulta de importancia estratégica haber logrado involucrar a 12 alcaldías en pactos locales de pacificación. Si dependiéramos del gobierno central, estaríamos paralizados. Aunque resulta más complicado y peligroso, yo lo prefiero así. Este together tan ambivalente con Funes siempre me causó dolor de estómago.
Durante años, el problema de estas colonias de Ilopango, como en muchos otros municipios, fue que formaban parte de un mosaico de territorios controlados por pandillas rivales. La guerra entre las pandillas se convirtió́ en una guerra entre colonias, a veces entre cuadras, con muchas víctimas civiles, como en todas la guerras. A partir de marzo del 2012, la tregua pactada por las cabezas de las pandillas en Zacatraz comenzó́ paulatinamente a cambiar esta situación: Hubo acuerdos, no sólo a nivel nacional, sino también a nivel local, entre las pandillas, las alcaldías y los liderazgos comunitarios de suspender esta guerra que arrastraba y enlutaba las comunidades. La situación para los habitantes mejoró paulatinamente. Las escuelas están tranquilas, los servicios municipales funcionan sin interferencia de las pandillas, a veces con su colaboración. Cuando hay conflictos, hay mediadores locales -Raúl los llama bomberos- que están listos para apagar el fuego, y cortar las mechas, antes de que estallen las bombas, que siguen activándose —porque las raíces de la violencia no se han tocado.
Hacer una celebración religiosa con víctimas de la guerra entre pandillas, y con integrantes de las pandillas rivales, en el territorio de una de ellas, era impensable hace un año. Las pandillas de Ilopango decidieron hacerlo, conscientes del carácter simbólico de este acto. Y Fabio Colindres aceptó inmediatamente. Por seguridad para la comunidad, no se pudo considerar convertir esto en un evento mediático, tampoco se pudo filmar. Por la misma razón aquí́ no menciono ni siquiera el nombre del lugar.
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Víctimas y pandilleros representando a los 12 apóstoles. Foto: Paolo Luers |
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Monseñor Fabio Colindres. Foto: Paolo Luers |
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El lavatorio. Foto: Paolo Luers |
Esta vez el tema del sermón de Fabio Colindres ante unos 100 pandilleros y cientos de pobladores, que llenan la casa y sus alrededores, es la reconciliación. Las seis mujeres son esposas, abuelas, madres o viudas de hombres muertos a manos de pandilleros; los seis hombres son ‘letras’ o ‘números’, como los pandilleros suelen llamar a sus respectivos rivales, para no tener que pronunciar los nombres de otra banda. Así de profundas son las enemistades que hay que superar. Cada una de las mujeres cuenta su historia, y cada uno de los hombres habla de la locura en que están envueltos y de su compromiso de pararla. A todos les cuesta hablar, es la primera vez que hablan en frente de personas que durante años fueron enemigos a muerte. Muchos, de ambos grupos, víctimas y victimarios, lloran. También Daniela. También yo. Salgo con la idea de que tal vez lograremos mantener vivos estos acuerdos de cese al fuego. Con o sin el gobierno. ¿O me estoy dejando ir con emociones que provocan ilusiones?
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La alfombra de la comunidad. Foto: Paolo Luers |
Estoy sentado con El Enano en un comedor en Ciudad Delgado, justo por el cruce de la vieja vía férrea —de un tren que ya no existe y hoy está ocupada por las champas de la comunidad La Victoria, en la cual vive mi anfitrión. Es un hombre de unos 35 años, el jefe de la clica de la MS en esta comunidad. Nos reunimos para ver detalles de un proyecto que estoy queriendo desarrollar con la Fundación y varios empresarios en su comunidad. Es un proyecto innovador: Se trata de mejorar la infraestructura sanitaria de la comunidad, pero sobre todo se trata de que los mismos pandilleros asuman esta tarea. Ya improvisamos la transformación de un predio baldío en una cancha deportiva. La pandilla puso la mano de obra, unos negocios los materiales, nosotros negociamos el permiso con la alcaldía. Ya se hizo el primer torneo, con la novedad que participaron equipos de colonias antes separadas por la frontera entre la 18 y la MS.Ahora discutimos un proyecto de aguas negras. Aparte de mejorar la vida de los vecinos, tiene otros propósitos: involucrar a los pandilleros en una actividad de utilidad social —y conseguir fondos para que su trabajo sea remunerado. Estamos negociando con la alcaldía que incluya el proyecto en el Programa Pati que le financia el gobierno para contratar a jóvenes ‘NiNi’, que ni estudian ni tienen empleo. Sería un pedacito, aunque transitorio, de inclusión económica y laboral —un aporte a una comunidad, en la cual he podido observar en el transcurso de un año el arraigo de la pandilla.
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La vía del tren pasando por la comunidad La Victoria. Foto: Paolo Luers |
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Torneo de fútbol organizado por la MS en La Victoria. Foto: Paolo Luers |
Platicando de números y fechas y presupuestos estamos, cuando El Enano recibe una llamada, se levanta y dice: “Vámonos, viene la chota.” Uno de sus bichos, armados de celulares, los omnipresente lookouts de la pandilla, ha visto una patrulla policial que se acerca. Salimos y en segundos desaparecimos en el laberinto de casitas y pasajes. Entramos en una casa, donde nos sirven un café mucho más rico que en el comedor. “Aquí estamos seguros.”
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La Victoria, bajo control de la MS, a tres cuadras del puesto policial. Foto: Paolo Luers |
“¿Seguro? ¿No pueden catear aquí?”
“Aquí nunca van a entrar. Es la casa de la abuela y la mamá de un policía.”
Le cuento cómo me recuerda todo esto de guerra, cuando anduvimos así en los barrios, reuniéndonos en casas de seguridad. En esto, se me ocurre contarle que aquí en Ciudad Delgado, muy cerca de esta colonia, me tocó entrar en una casa, donde un escuadrón de la muerte había ejecutado y luego quemado a unos sindicalistas. “¿Cuándo fue esto?”, me pregunta.
“Tipo febrero o marzo del 1981. Poco después de la ofensiva de enero.”
“No puede ser, ¡en esa casa murió mi abuelo, ¡qué puta casualidad!”
“No creo en casualidades. En este país, toda la historia está interconectada. Aquí estoy, escondido en una casa con el nieto de un hombre que en el 1981 me tocó tomarle fotos muerto y carbonizado...”
Enano no tiene recuerdos de su abuelo. Apenas podía caminar cuando lo mataron, me cuenta. “Pero mi papá, que era mecánico igual que el abuelo, siempre me contó de él. Era el héroe de la familia —y de todo el vecindario. Pregúnteles a los viejitos de aquí por don Lalo.... Luego, mi papá me hizo aprender mecánica también...”
“¿Y qué pasó, no te funcionó el oficio?”
“Me funcionó bien, aprendí y luego chambeé en un taller en Mejicanos. Mi hermano también, pero un día los hijos de puta de los números mataron a mi hermano y al dueño del taller, por una pinche extorsión. Yo estoy vivo, porque andaba haciendo un mandado cuando llegaron al taller. Así que me fui con la mara. Sólo así me pude vengar. Y aquí estoy...”
Aquí está. Aquí estoy. Aquí estamos todos, todavía lidiando con los estragos que la guerra nos dejó y que no logramos arreglar con la paz. Regreso a La Ventana, y Kharis, que está manejando la barra por mí, me pregunta: “Te veo triste, papi. ¿Qué te pasó? ¿De dónde vienes?” Le doy alguna paja. No la quiero arrastrar a mis frustraciones. Suficiente tuvo que cargar ella por la guerra. Mataron a su papá, arrestaron a su mamá. Luego me adoptó de papá – para ella y sus dos hermanitas. Lo que no se resolvió ni en la guerra ni con la paz, no es culpa de ella y de su generación. Es nuestra.
“Dame un whiskey de mi botella, pero doble, hija linda. Y servíte vos un champán.”
“¿Qué estamos celebrando?”
“La vida, hija.” Es horrible la mierda que un habla cuando está deprimido. Odio esto.
En la mañana tengo reunión con don Toni para discutir los planes de la Fundación. Le cuento la historia de Enano y su abuelo Lalo. Don Toni me repite lo que siempre ha dicho en las reuniones que hicimos para comprometer a empresarios con apoyar nuestro esfuerzo de hacer sostenible la frágil tregua (yo lo llamo “poner carne al asador”): “Tenemos una deuda histórica, que compartimos todos y tenemos que saldar juntos. Hicimos la paz, pero no terminamos la tarea.” Amo a este hombre...
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Tony Cabrales |
Capítulo 19: Tomar sopa en el Don Pedro