lunes, 6 de enero de 2025

Carta a los que amaron el Centro: ¿Quieren una nueva Zona Rosa? De Paolo Luers (+capítulo 28 del libro 'DOBLE CARA')

 

"Lo original, lo auténtico, que representa la historia y el alma del centro, ya no cabe, vienen negocios desalmados. Ya no verás a los dueños de las tiendas parados en la puertas saludándote o platicando con los ancianos sobre el tiempo... Nunca verás las caras de los dueños de los nuevos negocios, restaurantes, boutiques, que abren en el Centro."

El audio en la voz del autor: LA NUEVA ZONA ROSA.mp3

Publicado en MAS!  y EL DIARIO DE HOY, MARTES 7 enero 2025

Estimados amigos:

¿Quién no conoce la cerrajería Cien Mil Llaves en Avenida España? Todos la conocemos. Todos hemos copiado llaves de casa o de carro en este local - o comprado tornillos o clavos. Me llamó la atención su fachada de tablero de ajedrez, con llaves empotradas en los azulejos blancos y negro – y entré, porque me fascinan las ferreterías tradicionales. Encontré a un vendedor leyendo un libro de poesía, e intercambiamos sobre literatura y sobre cómo reparar las malditas llaves electrónicas del los carros. ¡Sólo en el centro de San Salvador!

 

100 Mil Llaves ha sido por casi 50 años parte del tejido social y comercial del centro histórico. (Una palabra choteada por Carlos Marroquín, con su Dirección de Reconstrucción del Tejido Social, que es una Dirección de control social.) Mejor dicho: esta tienda-taller formaba parte de la esencia de su barrio.

 

Pero hoy el centro ya no es barrio, con su comunidad de negocios, habitantes, tienditas, talleres, compradores, prostitutas y vendedores. Hoy es la nueva zona rosa, una mezcla de barrio turístico y china town. Tiendas y talleres como Cien Mil Llaves ya no caben ahí. Hace pocos días leímos en El Diario de Hoy que la cerrajería y ferretería está cerrando, porque "piden muchos requisitos para poder quedarse aquí, entonces optaron por desalojar", según el encargado. 

 

No es que los está echando el dueño del edificio. El edificio es de Cien Mil Llaves. Los que con sus requisitos, regulaciones y presiones arbitrarias obligan a cerrar este negocio tradicional es el Estado: la alcaldía, el gobierno, la nueva Autoridad del Centro Histórico, que administra la transformación del centro -y sus negocios- en la cara cool de la Nueva República Bukeliana.

 

Son cientos de negocios que han sido obligados a cerrar, en algunos casos, como la cuadra detrás del Palacio Nacional y la cuadra del Cine Libertad, con buldóceres, que arrasaron con todo. Lo hacen con presiones, sanciones, amenazas y extorsiones. El presidente quiere una nueva plaza, donde jamás existió una plaza, sino una variedad de pequeños negocios. 

 

Lo original, lo auténtico, que representa la historia y el alma del centro, ya no cabe, vienen negocios desalmados. Ya no verás a los dueños de las tiendas parados en la puertas saludándote o platicando con los ancianos sobre el tiempo... Nunca verás las caras de los dueños de los nuevos negocios, restaurantes, boutiques, que abren en el centro. Son impersonales, no tienen alma. Se parecen a los negocios en los centros comerciales. Ya no tienen nada en común con lo que ha crecido y sobrevivido en el Centro por décadas. 

 

Ya se han ido las ventas de libros usados, el estudio fotográfico de don Juan Batres, la escuela detrás del Cine Libertad, los carretones de sorbetes, y pronto cerrarán todos los talleres. Demasiado pobres son estos negocios y atraerán a pobres para comprar. Hoy hay que atraer a turistas, a empresarios y bitcoiners. Mas desalmado quedará el centro. Ir a la Dalia para jugar Billar era una inmersión en la mezcla de personajes que frecuentaban el centro histórico. Caracteres que no encontrabas en otro lugar. El que me llevó ahí fue Leonardo Heredia, y fue fascinante escucharlo chambrear con los personeros del Centro. Hoy que la Dalia se ha puesto de moda, ahí sólo encontrás a los publicistas del gobierno y otros señoritos.

 

Lo que no desaparece es la pobreza. Sólo la están empujando unas cuadras más al Oriente o al Sur del nuevo escaparate iluminado por LED. Están tratando de esconder la miseria, pero no hacen nada para erradicarla. 

 

Lo que hacen con el centro es perfectamente congruente con el estilo de vida que proyectan los diputados y funcionarios del Bukelismo. Sólo hay que ver cómo se visten, maquillan, reconstruyen sus caras y posan los señoritos y las señoritas de la Asamblea cian – y ya entendés el ambiente en la nueva Zona Rosa que siguen llamando el Centro Histórico.

 

Claro, esto atrae hasta a los pobres, que el fin de semana se ponen su mejor ropa para desfilar junto con los juniors de la nueva clase pudiente, que está ganando la guerra por el poder, la influencia y el estatus en El Salvador. 

 

Esta guerra siempre es también una guerra contra los pobres. Guerra de desplazamiento, guerra de lavado de cerebro, guerra de alienación, guerra para neutralizar el descontento social. Quitarles su hábitat, su ambiente, sus barrios y obligarlos a asumir los patrones de consumo y moda de los ricachones es una forma más de dominación.

 

La gente va a tener que reconstruir lo que era el Centro en sus propios barrios y pueblos, donde no llegan las luces LED, los gringos bitcoiners y los hijos de papi. Cuiden sus fiestas patronales, sus pachangas en los quioscos de las plazas, sus clubes de futbol, sus escuelitas, sus coros parroquiales, sus comités de barrio. 


Saludos, 

            



* * *
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En México, encuentro un mensaje urgente de Jorge Fuentes, el director de cine cubano: “¿Vas a venir o no a la filmación de Cabinda? Te esperamos en Ciudad Sandino.” Jorge es uno de los cineastas fundadores de los Estudios Cinematográficos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba (ECIFAR). Lo había conocido en los festivales de Cine de La Habana del 1982 y 1983, y él quedó muy interesado en el trabajo nuestro. Me había invitado a participar en el rodaje de la película Cabinda, sobre las tropas cubanas en Angola. Jorge es coronel y había estado en las batallas de Angola como documentalista y reportero militar. Me había contado de su obsesión de hacer una película de ficción sobre la batalla de Cabinda y la participación en ella de tropas cubanas. Cabinda es una ciudad y provincia de Angola, fronteriza con Zaire. Cuba estaba apoyando con sus fuerzas élites al ejército angolano, nacido del movimiento independentista MPLA, que había combatido y expulsado a las tropas portuguesas. Luego surgió una guerra civil entre el MPLA y varias facciones separatistas apoyadas por Zaire y Sudáfrica. En 1975, fuerzas de Zaire y mercenarios de Sudáfrica trataron de tomar control de la provincia Cabinda para separarla de Angola. En la Batalla de Cabinda, las fuerzas del MPLA y de Cuba defendieron exitosamente la ciudad sitiada. 

Mientras yo estaba en Morazán, perdí la comunicación con Jorge Fuentes. Cuando llego a México, él ya ha comenzado con el rodaje de la película. Y me está esperando.


Jorge Fuentes, director de cine de los Estudios Cinematográficos de
las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba ECIFAR

Hago las gestiones para ir a Cuba lo más antes posible. Por nada en el mundo me voy a perder la oportunidad de participar, como observador o aprendiz, en esta película. Cuando llego al aeropuerto de La Habana, en migración me espera un sargento asignado al ECIFAR. Me dice: “Me manda el compañero Jorge Fuentes. Le voy a llevar a Ciudad Sandino en Pinar del Río, y durante su estadía voy a estar a su servicio.”

Afuera está el Jeep militar, y emprendemos viaje al extremo occidental de la isla. 

Cuatro horas más tarde, llegamos a Ciudad Sandino. Mi sargento me lleva al Hotel donde está hospedado todo el equipo de producción. No hay nadie, están rodando en una montaña como a 10 kilómetros de la ciudad. En mi habitación encuentro, tendido sobre la cama, un uniforme de camuflaje. El sargento me dice: “Será mejor que se lo ponga, es nuestro uniforme de trabajo...” Me lo pongo, me veo en el espejo, y digo: “Todo el mundo va a pensar que soy asesor militar ruso.” El sargento se echa una carcajada y dice: “Es cierto, ellos también andan sin insignias de rango, pensando que así son anónimos...”


Paolo en el set de Cabinda,
con el director de fotografía Jorge Rodríguez

En el set, me recibe Jorge Fuentes y me presenta a todo el crew: “Él es Paolo, viene de El Salvador, de las montañas de Morazán. Hizo el documental Carta de Morazán, que todos ustedes conocen...” Resulta que nuestra película es material de enseñanza en los talleres de cine del ECIFAR. Jorge me nombra ‘asistente de dirección’. Le agradezco el gesto, pero digo que estoy aquí para observar y aprender. Al terminar la escena que están rodando, Jorge me lleva en su Jeep al lugar donde al día siguiente se va a poner en escena el avance de tanques de las fuerzas de Zaire. Es una planicie grande que al final se inclina hacia un valle. “Ahí van a parecer unos 20 tanques. Ya deberían estar ahí, vamos a verlos.” Cabal, llegamos al borde de la planicie y vemos abajo, parqueados en formación de combate, los enormes tanques. “Obviamente son tanques nuestros, de producción soviética. No tenemos el tipo de tanques que usaba el ejército de Zaire. Ni modo, vamos a fallar a la verdad histórica. No creo que alguien nos va a prestar sus tanques...”

En el Jeep, manejando al hotel, Jorge me cuenta que en la noche están esperando al general Ramón Espinosa, quien fue el comandante de las tropas cubanas en Cabinda. Hoy es el poderoso jefe de la zona militar oriente. Quiere presenciar la filmación del ataque de los tanques. “Para el compañero Espinosa, presenciar significa comandar, será interesante la filmación mañana. Llegaste a tiempo...”

En el hotel, ya nos está esperando el general. Jorge me presenta. Otra vez el cuento de Morazán, nuestras películas, etc. Espinosa es un hombre de unos 45 años, vestido con uniforme de campo, igual que todos nosotros. En la cena él y Jorge Fuentes intercambian memorias y anécdotas de su participación en Angola, los demás escuchan sin participar y se ríen en los momentos indicados. El aura de poder que emana este hombre es palpable para cualquiera. Me hace un montón de preguntas sobre la guerra en El Salvador, se nota que está informado de las noticias, pero que no tiene análisis de la situación de la guerrilla y del ejército. A saber qué la han contado los hombres que el PC de El Salvador ha mandado a entrenarse en Cuba... Piensa que Schafik es el estratega de la insurgencia. Trato de explicarle la nueva fase de la guerra y el plan de Villalobos de dar un viraje radical, regresando a la guerra de guerrillas. No le interesa mucho. ¿Y por qué habría que interesarle a un general cubano, que piensa en dimensiones totalmente distintas de enfrentamientos militares?


General Ramón Esponosa

En la mañana desayunamos temprano y vamos a filmar el avance de los tanques. Cuando llegamos Jorge Fuentes, el general y yo, ya todo el set está montado, las cámaras están listas para filmar, las sombrillas extendidas para evitar los reflejos —y los explosivistas listos para hacer su magia. Jorge camina con ellos sobre la planicie y les da las últimas instrucciones sobre el timing de las explosiones que van a simular el nutrido fuego de artillería que sufrirán los tanques. Todo esto será coordinado por señas con banderitas de distintos colores que manejarán los asistentes de Jorge. Cuando todo está listo y Jorge está satisfecho, por radio dan la orden de avance de los tanques. 

Antes de que aparezcan en el borde al otro extremo de la planicie, ya se escuchan los tanques. Un rugido que lentamente va creciendo. Aparecen en el horizonte, perfectamente sincronizadas, las torres de los tanques. La formación avanza lentamente, en una perfecta línea paralela. Hay 4 cámaras que desde diferentes ángulos cubren el avance. Fuentes levanta la mano, y su asistente su bandera roja. Es la señal para los explosivistas detrás de nosotros de activar los primeros explosivos, justo donde ahora se encuentran los tanques, pero solamente en un flanco, el derecho. Suenan las explosiones. Se levanta polvo y tierra, tres o cuatro de los tanques se detienen, dos han agarrado fuego y sus tripulantes abren la compuerta, se tiran al suelo y corren a un lado. “Perfecto,” dice Fuentes y me mira con cara de triunfo. “Esto es precisión militar.”

Del otro lado de una de las cámaras se escucha una voz imponente de mando: “¡Corten!” El general se ha levantado. Todos lo ven con la boca abierta. “¡Corten las cámaras y paren los malditos tanques! ¡Suspendan las explosiones!”, grita el general. Y como son soldados, y un general es un general, las cámaras se apagan, el radista ordena a los tanques que se detengan, y el asistente de Fuentes levanta unas banderas que indican a los explosivistas que dejen de activar sus bombazos. Silencio. Hasta que Fuentes se levanta, lentamente, camina hacia el general y le dice: “General, ¿qué hizo? Esta toma era perfecta...” No le grita, porque un coronel no le grita a un general, ni en la China, ni en Cuba, pero su tono es desafiante, se nota que está reprimiendo su furia.

El general Ramón Espinosa Martín, héroe de docenas de combates, sobre todo la de Cabinda, grita: “¿Nunca has visto una formación de tanques? Jamás avanzan uno pegado al otro, sino con suficiente distancia. Si no, cualquier fuego enemigo los hace mierda. ¿Cómo que toma perfecta?, es una burla, es una mentira, así no se vale...”

Fuentes le contesta: “General, con todo respeto, aquí no estamos en una guerra de verdad, sino en una película. En las películas todo es mentira. Si yo pongo los tanques a la distancia como se debe en la guerra real, no me caben más de dos en la pantalla. Pero yo necesito ver que están avanzando 20 tanquetas. Y sabe qué, en la guerra de verdad, usted manda y yo obedezco. Pero en mi set de filmación, el único que manda soy yo. El único que puede gritar ‘¡Corten cámara!’ soy yo, porque yo soy el maldito director...”


Escena del ataque de los tanques filmada el día siguiente. 
Los verdaderos artistas en esta producción son los explosivistas. 

Me imagino que nunca nadie le ha hablado así al general Espinosa. Se marcha a su Jeep, se monta, y desaparece. Jorge todavía está furioso. Claro, volver a poner los tanques detrás del horizonte y volver a poner los explosivos tardará horas. “Vamos a seguir mañana con los tanques. Ahora vamos al set de interiores para rodar lo que estaba programado para mañana, ¡apúrense!”

En la noche, en el hotel, Jorge y el general han hecho las paces. Se ríen del desmadre que armó Espinosa, de la cara que puso Fuentes cuando escuchó al general tomar control del set, y de la cara que puso el general cuando Fuentes le dijo que ahí mandaba él, y sólo él. Los demás del equipo de producción, militares todos, al rato se dan cuenta que pueden reírse también. Al final de la noche, ya en el cuarto del general Espinosa, con una botella de Havana Club, el hombre me dice: “Pensé mucho en lo que anoche me dijiste sobre la guerra de guerrillas. Creo que no te entendí bien. Explícame más, por favor.” Bueno, si un general de división me dice que por favor le explique, lo hago con gusto. Tenemos una larga discusión sobre el concepto del poder de doble cara, sobre las concentraciones de fuerzas que se vuelven vulnerables a la nueva tecnología y estrategia de los gringos, y sobre la necesidad de reconstruir la conexión diaria entre guerrilla y población. Vaya, hoy soy estratega político-militar, discutiendo con un general de división cubano. Y creo que lo entendió.


 


Siguiente entrega jueves 9 enero

Capítulo 29: Mis hijas (1986)




viernes, 3 de enero de 2025

Carta: La de la minería es una ley hecha con las patas y para fomentar la corrupción. De Paolo Luers (+capítulo 27 del libro 'DOBLE CARA')

 

"Ningún inversionista serio y responsable participaría en la explotación minera bajo un marco preñado de tantas irregularidades. Quienes vienen, vienen a depredar."

El audio en la voz del autor: MINAS.mp3

Publicado en MAS!  y EL DIARIO DE HOY,sábado 4 enero 2025

Estimados amigos:
Mucho se ha hablado de las consecuencias de la Ley de Minería para el medio ambiente. Ya todos entendieron que serán fatales. Pero poco se ha hablado de las puertas que esta ley abre a la corrupción. Luego de hablar con letrados del Derecho, expongo un primer punteo de las irregularidades de esta ley:

·      La nueva Ley de Minería ni siquiera cita el Art.103 de la Constitución (“El subsuelo pertenece al Estado, el cual podrá otorgar concesiones para su explotación”), que específicamente regula la explotación del subsuelo a través de concesiones. Concesiones requieren de plazos, condiciones y aprobación de la Asamblea Legislativa. La nueva Ley de Minería inventa otro procedimiento que es en esencia arbitrario. Ya no hay Asamblea, tampoco Constitución, ni ley, ni concesión que valga, sino solamente la voluntad de un presidente inconstitucional. Todo será a dedo. 

·      La de la minería es una ley ad hoc, o sea hecho a la medida del interés de una sociedad anónima, que van a crear - y no habrá más invitados a la fiesta, excepto los miembros y cheros del clan gobernante, que pueden entrar como socios del socio que ellos escogen...

·      La nueva ley no establece la participación del Estado en la sociedad que explotará el oro. Sólo dice que el Estado tiene que tener participación accionaria, pero sin establecer un límite mínimo. En consecuencia, el socio particular podría tener el control mayoritario de las acciones, con lo que podría hacer los contratos de servicio a su antojo; incrementar el capital reduciendo la participación estatal, nombrar al auditor de la sociedad, y reducir al mínimo las utilidades netas a distribuir. Los intereses del Estado no están garantizados.

·      Tampoco habrá regulación y supervisión efectiva del Estado. La ley traslada la responsabilidad a cuatro funcionarios: el ministro de Medio Ambiente; el jefe de la Autoridad de Agua; el director General de Energía, Hidrocarburos y Minas; y el director de Minas. Todos son nombramientos del presidente y no tienen ninguna independencia.

·      Se prohíbe el mercurio para la extracción del oro, pero se habilitan plantas de procesamiento generadoras de mercurio. ¿Para qué?

·      El Código Penal sanciona con prisión los delitos de contaminación del medio ambiente:

Art. 255.- "El que provocare o realizare directa o indirectamente, emisiones, radiaciones o vertidos de cualquier naturaleza en el suelo, atmosfera, aguas terrestres superficiales, subterráneas o marítimas, en contravención a las leyes y reglamentos respectivos y que pusiere en peligro grave la salud o calidad de vida de las personas o el equilibrio de los sistemas ecológicos o del medio ambiente, será́ sancionado con prisión de cuatro a ocho anos." 

También sanciona con prisión a los funcionarios que no intervienen para prevenir estos delitos: 

Art. 262.- "Los funcionarios o empleados públicos que estando obligados en el ejercicio de sus funciones, a informar sobre la comisión de los delitos relativos a la protección de los recursos naturales, el medio ambiente, la flora y la fauna, omitiendo hacerlo o informaren ocultando los mismos, serán sancionados con prisión de uno a tres años e inhabilitación del cargo o empleo por el mismo tiempo." 

Pero según la nueva ley, si la contaminación es causada por la minería, por ejemplo intoxicando los ríos y mantos acuíferos, solamente se sanciona con pagos de multas, mientras en cualquier otra industria que contamina los responsables reciben penas de cárcel. La ley de minería explícitamente exonera de las sanciones contempladas en el Código Penal. Inmunidad para el gobierno y sus socios.

·      Derogan la Ley de Prohibición Minera, pero en realidad la mantienen con excepción de esta sociedad anónima creada por el Estado y su socio estratégico escogido por los hermanos Bukele. Surge un monopolio. 


Ningún inversionista serio y responsable participaría en la explotación minera bajo un marco preñado de tantas irregularidades. Quienes vienen, vienen a depredar.

Este es el regalo de navidad que nos dieron los 57 diputados de Bukele. Cualquiera de ellos es responsable de los daños. 


Saludos, 



* * *
El libro Doble Cara ahora está agotado en las librerías de la  UCA, en el campus y en Cascadas/Soho. Pero será disponible antes de navidad. También lo pueden pedir Amazon.com, o desde México en amazon.com.mx

Ahora puede leer el libro, en tres entregas cada semana, en este blog. Disfrútenlo.








Nunca voy a saber si es por el Campanazo. Joaquín dice que no.   Pero quiere que salga del Frente y del país —“para apoyar el trabajo internacional.” Alego que no es el momento de salir, que quiero presenciar y documentar la nueva etapa de la guerra, con las nuevas modalidades. Pero por otra parte, salir de Morazán abriría nuevos horizontes. Les platico a Luisa y Joaquín la idea que tengo de un documental que se llamaría Doble Cara y que habría que filmar en Occidente. Joaquín y Luisa me dicen: Desarrollá esa idea, pero de todos modos, eso necesitaría apoyo en el exterior. No lo podemos financiar y vos no tenés la gente para un proyecto de este tipo. Armar ese proyecto sería parte de tu trabajo en Estados Unidos. Necesitamos que vayás, porque sólo las FPL ha logrado un trabajo ahí.

Para cerrar la discusión, Joaquín me dice: “En unos días sale una columna de Torola hacia Guazapa. Es la gente del PC que está aquí por lo del coronel Avilés. Como ya canjearon al coronel, regresan a su base en Guazapa. Van bajo el mando del Cacho. Ya lo conocés. Él será el jefe de la columna. Pero quiero que vos te hagás cargo de la gente del ERP que irá con ustedes.”

¿A Guazapa, cómo? ¿Caminando? Me pongo triste sólo de pensarlo. Pero toda la dimensión de esta locura la veo, cuando me dicen de quiénes me tengo que “hacer cargo”: Mariposa, la ex locutora de Radio Venceremos, recién y definitivamente expulsada luego de otro pleito de faldas, esta vez con ella apuntándole a un compa con el fusil; una chava llamada Cecilia, expulsada del frente a saber por qué; Luis, un compañero chileno de quien los compas quieren deshacerse por su arrogancia —por haber salido de una escuela militar cubana piensa que tiene derecho a ser comandante y se niega a aceptar jefes medio analfabetas. “Por la gran puta, ¿me ponen al mando de una unidad de locos?” 

Se ríe Luisa: “Pero no te preocupés, Paolo, también va a ir el Negro Will, y te puedes apoyar en él.” El Negro quiere ir a Estelí para presentarse al Ejército Sandinista, que lo da por desertor desde que se fue a El Salvador con el ERP, sin pedir permiso a nadie. 

“No soy desertor, ¿qué piensan los hijueputas, que vine a pasear?”, me dice luego el Negro y agrega: “No te preocupés, yo te saco de cualquier desmadre, que se puede armar en el camino. Y te juro, se van a armar...” 


La difícil despedida de Mis compañeros


Mi foto preferida de toda la guerra: Mi hermano Maravilla bañándose
en una poza en La Guacamaya

Salimos de Torola y cruzamos el norte del departamento de San Miguel, para llegar a un campamento que tiene el ERP en el río Lempa, cerca de Nuevo Edén de San Juan. Aquí hay que esperar a los guías que el PRTC (Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos, otra de las organizaciones guerrilleras) nos tiene que mandar para llevarnos al campamento de ellos en el norte de San Vicente. Supuestamente nos iban a estar esperando en Nuevo Edén, pero no han llegado, ni han mandado mensajes. “Ya comienza mal,” dice El Cacho, “con estos vagos del PRTC nunca se sabe...”

Pero para los compas nuestros de esta zona, el tema no son los vagos del PRTC, sino el desmadre de las FPL en San Vicente. He escuchado rumores, pero aquí, por primera vez, escucho información concreta sobre unas masacres que están pasando en la zona de las FPL en San Vicente. Masacres no del ejército o la Guardia, sino de los mismos compas de las FPL. A la zona donde estamos, en el norte de San Miguel, han llegado compas buscando refugio y protección. Han contado de la detención arbitraria de combatientes, incluso jefes, colaboradores, bases y familias enteras, acusados de ‘trabajar para el enemigo’. Hubo torturas y fusilamientos. Hablaron de cientos de muertos.

Cuando nos cuenta de esto Javier, el jefe del campamento, se pone rojo de furia. “Si fuera por mí, hubiera cruzado el río con un par de pelotones, para darles verga a estos hijueputas asesinos. No lo hice, porque recibimos órdenes de Atilio de recibir a los refugiados, pero no hacer nada. Ganas no nos hubieran faltado. Hablan de mujeres torturadas, ¿qué revolucionario hace esta mierda?”


Javier

Pregunto al Cacho, quien es el jefe de inteligencia del Partido Comunista y su brazo armado, las FAL: “¿Es cierta esta mierda? ¿Saben algo ustedes?” 

“Sí. Tenemos ratos de recibir informes sobre esto. Incluso lo han discutido y reclamado en la Comandancia General. Los compañeros de las FPL han dicho que tienen bajo control la situación, que es asunto interno.” 

“Pero cuando estuvo Schafik en Morazán, nunca mencionó nada...” 

“Pues sí, el acuerdo fue mantenerlo silenciado. Porque una vez sale al público, nos jode a todos. Así que cuando pasemos por esta zona de las FPL entre San Vicente y Cabañas, ni una palabra, oíste...”

Yo sé, la unidad sobre todo. El FMLN es una federación de organizaciones, cada una autónoma y con sus propias reglas. Nadie se mete en los “asuntos internos” de los demás. ¿Pero matar a combatientes y civiles es “asunto interno”?


Mario Sibrián (Rodolfo Gonzalez), jefe de las FPL
en San Vicente y el responsable de los asesinatos a
cientos de compañeros. Fue condenado a muerte
y ejecutado por las FPL en 1990.

Uno de los compas de las FAL, el más ideológico de ellos, dice: “Calmate. Ustedes del ERP han matado a Roque Dalton. Mejor no juzguen a otros...” Trato de explicarle que esto fue hace 10 años, cuando las organizaciones guerrilleras acababan de nacer, con todas las enfermedades de la infancia. El ERP pagó caro el caso Dalton, pero aprendió su lección. Los de la FAL, al llegar a Morazán, se habían dado cuenta que también en este frente de guerra había muchos problemas de desmotivación y cansancio entre los combatientes. Se habían metido en la guerrilla como milicianos para defender a sus familias y comunidades, pero luego se convirtieron en combatientes móviles, alejados de sus pueblos y familias, moviéndose en todo oriente. Y no veían cuando la guerra iba a terminar. 

Las FPL enfrentaban el mismo problema —y comenzaron a reaccionar con sospechas de infiltración, que en última instancia los llevó a ver a su propia gente como enemigos y matarlos. “En Morazán, el problema se enfrenta de otra manera. Se discute con la gente, y si insisten que quieren retirarse, los mandan a los refugios en Honduras, donde están sus familias. No se puede tener en la guerrilla a nadie por la fuerza y bajo amenazas...” El Cacho me da la razón: “Vamos a llevar estas experiencias de Morazán y San Vicente a discusión con nuestra gente en Guazapa... Pero de todos modos, cuidado de no armar discusiones cuando lleguemos a los campamentos de las FPL.”

Aparecen nuestros guías. Dicen que se retrasaron porque había muchos movimientos del ejército en la zona. Pedimos información a nuestra comandancia y nos dicen que en San Vicente sólo hay incursiones puntuales, que sigamos avanzando, pero con cuidado. 

Cruzamos el Lempa en unas lanchas, de noche. Antes de avanzar, El Cacho y El Negro deciden mandar a los dos guías a explorar. El Negro William, de manera natural, sin ninguna discusión, ha asumido el mando militar de nuestra columna, y El Cacho lo acepta y respalda. Resulta que nuestros guías nunca regresan. Se han ido al carajo. Un compa de las FAL medio conoce la zona y dice que nos puede llevar al campamento del PRTC. Discutimos cortamente si no fuera mejor que tratemos de llegar directamente al campamento de las FPL más adelante, pero lo descartamos. Necesitamos llegar al campamento del PRTC, hacer contacto radial con las FPL, para que ellos nos manden a recoger. No nos vamos a arriesgar otra vez con guías del PRTC, ni tampoco de meternos solos en terreno desconocido.

Llegamos sin problemas al campamento del PRTC. “Por la gran puta, ¿adónde nos metimos?”, me dice William, “esto parece una cueva de bandidos.” El campamento es desordenado, sucio, muchos de los compas parecen vagos, no se siente disciplina. El jefe del campamento, cuando le contamos que desertaron los guías que nos mandó, sólo dice: “No me extraña, eran unos hijueputas lumpen.” 

William arma nuestro propio sistema de postas, porque no confiamos en la seguridad de este campamento. Nos tocará quedarnos aquí por lo menos dos días, para esperar a los compas de las FPL. Hablamos con la gente del PRTC y resulta que lo único que hacen es bajar a la Panamericana, poner retenes y asaltar a los vehículos que pasan. Guerrilla lumpen.

Cuando a los dos días aparecen los nuevos guías, nos informan que hay tropas enemigas en varias partes del trayecto. Pero entre las dos opciones —quedarnos más tiempo en este campamento o avanzar y, al ser necesario, maniobrar para evadir al ejército— El Cacho, William y yo nos decidimos por la segunda. Ahí se arma el primer pleito con Luis, nuestro militar chileno-cubano. Exige ser tomado en cuenta en cualquier decisión militar. El Cacho sólo me mira a mí, con un gesto de “este huevo es tuyo”, y yo digo a Luis: “Aquí el encargado militar es William, el jefe de la columna es El Cacho, y el responsable del grupo del ERP soy yo. Así que vas a hacer lo que William te ordene.”

La que toma con vehemencia el lado de Luis, es Mariposa. Se me confirma lo que ya sospechaba: Ella ya se enredó con el chileno... El Cacho, los compas de las FAL y los guías que nos habían mandado las FPL, todos me están mirando: ¿Qué ondas, Chele? Digo: “Fin de la discusión, vámonos.” Pero el asunto no está arreglado, para nada. Comienzan tensiones y discusiones inútiles con esta pareja que nos acompañarán en todo el viaje.

Nos tardamos dos días para unirnos con la fuerza de las FPL. Por todas partes detectamos tropas del ejército, tenemos que parar, luego desviarnos y maniobrar para evadirlas. Recibimos instrucciones del mando de las FPL de cambiar la ruta, porque ellos habían movido su campamento. Pero con los dos guías, que son originarios de esta zona, y con el olfato infalible del Negro William llegamos sin problemas al destino. Llevamos una semana en el viaje de Morazán a Guazapa.

Los compas de las FPL nos reciben con honores. Toda la fuerza formada, un discurso de bienvenida del jefe. Es la primera vez que estoy en un campamento de ellos. Todo muy ordenado, muy formal, muy disciplinado. Los compas se cuadran a sus jefes, los saludan con rangos militares. El total contraste al ambiente en el campamento del PRTC, pero también al trato mucho más informal que conozco de nuestros campamentos de Morazán. Platicamos con los compas de cualquier cosa, menos de las campañas de “limpieza”. El día siguiente el jefe del campamento nos dice: “El ejército está entrando con fuerza en esta zona. Lo mejor sería que ustedes avancen rápido, antes de que aquí se armen los grandes enfrentamientos. Los voy a mandar con una escuadra a nuestro campamento en Cabañas. Ya hablé con el compañero comandante Ardilla. 

Resulta que no es tan fácil llegar a Cabañas. Otra vez tenemos que maniobrar para evadir tropas que avanzan del lado de Cabañas. La escuadra de las FPL conoce muy bien el terreno, siempre andan explorando y diseñando nuevas rutas para nuestra columna. William no conoce el terreno, pero tiene como sus ojos los compas de las FPL. Muchas veces llegamos muy cerca a las patrullas del ejército, pero William sabe cómo se mueven, y cómo hay que moverse para no chocar. La misión es no chocar, sino llegar a Guazapa. Estudio el mapa que andamos y me doy cuenta que estamos tomando unos desvíos muy lejos de la ruta directa. “No existen rutas directas en la guerrilla,” me dice William. Ya habíamos cruzado de San Vicente al departamento de Cabañas, pero de repente bordeamos la ciudad de Cojutepeque, en el departamento de Cuscatlán, sólo para volver a agarrar al norte, para entrar otra vez a Cabañas y buscar la zona de Tejutepeque y Cinquera.

A los 4 días de marcha en zigzag, llegamos al campamento de Ardilla. Este comandante es un campesino bajito, un tipo mucho más relajado que su par en San Vicente. Maneja un campamento muy bien distribuido, invisible para la aviación. “Quédense con nosotros, hasta que quiten el operativo que tienen en Guazapa. Aquí estamos tranquilos, ellos están atacando en San Vicente y en Guazapa, aquí solamente van de paso...”

Es fácil hacerse chero de Ardilla. Paso largas horas de noche discutiendo con él y El Cacho sobre la guerra, sobre cómo recuperar la iniciativa y pasarse a la ofensiva. Al final de una de estas noches, Ardilla nos dice: “Habrás escuchado del desmadre que nuestra gente armó en San Vicente. Este hijueputa Mayo Sibrián es un loco. Está ahí en su zona de Tecoluca matando a mucha gente. Y lo peor es que nuestra comandancia en Chalatenango no hace nada. Es más, avalan lo que está haciendo Sibrián. Quiero que ustedes sepan que yo recibí las mismas órdenes y me negué a cumplirlas. Hice lo mismo que ustedes en Morazán: mandé al refugio en Honduras a la gente que ya no quería seguir combatiendo. Si me quieren castigar, tendrían que llegar aquí a enfrentarme...”


Ardilla (Isaias Sandoval), jefe de zona de las FPL, 
posterior alcalde de Suchitoto

Cuando al fin salimos del campamento de Ardilla en dirección a Guazapa, ya llevamos 17 días en este viaje. Ardilla nos manda con una escuadra de combatientes que nos llevarán a un campamento de la Resistencia Nacional, la RN, otra organización guerrillera, en Palo Grande, arriba del cerro Guazapa. El operativo sobre la zona de Guazapa ya ha terminado, pero hay una tropa que se ha quedado controlando la calle Nueva, de San Martín a Suchitoto, que tenemos que cruzar. Y andan patrullas PRAL, unidades especiales de exploración e infiltración del ejército, que se mueven igual que unidades guerrilleras. Los logramos evadir, y llegamos a la Hacienda La Bermuda, ya cerca de la calle Nueva. Dormimos en la casona destruida. Los compas de las FPL andan explorando en la carretera y regresan con malas noticias: “Será bien difícil cruzar la carretera sin que nos detecten, están controlando las colinas de toda esta zona.”

Will y el jefe de la unidad de las FPL diseñan un plan. Van a desplegar dos equipos de tres combatientes cada uno y armar distracciones en dos puntos de calle Nueva, para que nosotros podamos pasar en medio. Me da nervios este plan, pero confío en los instintos del Negro William. Además, quiero llegar a Guazapa y a San Salvador.

El plan funciona de maravilla. En cuanto comienzan a sonar los tiros a nuestra derecha y nuestra izquierda, salimos de la cobertura al lado de la carretera y corremos como demonios, cruzando la calle y luego una planicie, que me parece inmensa, antes de llegar a la seguridad de un bosque y una quebrada. Los primeros pasan sin problemas, pero luego, de uno de los cerros comienzan a disparar hacia la planicie. Pero pasamos sin ninguna baja, nadie nos persigue, y al rato nos alcanzan los compas de los dos equipos de distracción. Comenzamos a subir el cerro Guazapa.


El Cerro Guazapa

Llegamos a Palo Grande, un cantón entero convertido en campamento. Nos invitan a tomar sopa de gallina y beber café en la casa de don Lino, el dirigente campesino del cantón. De postre nos sirven Chaparro, y duermo, por primera vez en una eternidad, en una cama. Han pasado 3 semanas desde nuestra salida de Torola en Morazán.

Pero estoy equivocado: No es el fin del viaje. De Palo Grande vamos de campamento en campamento y de organización guerrillera a organización guerrillera, antes de llegar a Loma de Ramos, al otro lado del enorme cerro, encima de la planta de Bayer y del pueblo de Guazapa. Ahí es la sede del ERP en esta zona. En un campamento de las FAL que pasamos, nos despedimos del Cacho y su gente. Y ahí nos esperan unos compas del ERP que nos van a llevar a Loma de Ramos. Cuando llegamos, han pasado 3 semanas y 4 días de viaje.


De Torola en Morazán al Cerro Guazapa (ruta roja)
Del Guazapa a Apopa (ruta azul)

Loma de Ramos, en el costado poniente del Cerro Guazapa

Entrego a los compañeros encargados la responsabilidad sobre mi pequeña columna de locos. Luis y Mariposa ya se han peleado y separado, y en los últimos días sufrimos el drama de celos, porque Mariposa en cada campamento buscaba novio. Me duele despedirme del Negro Will. No sé por qué tengo el presentimiento que no lo volveré a ver. 


Mariposa

Digo a los compas de Guazapa que necesito que me saquen a la capital lo más antes posible. Pero todo se paró. No había forma de sacarme a la zona del Bonete, al otro lado de la Troncal de Norte, entre los pueblos de Guazapa y Apopa. En el campamento de Loma de Ramos están esperando al hijo del poeta Roberto Armijo, el comandante Chicón. Que él decida que hacer conmigo. Se tarda más de una semana en llegar. “Ya ves qué complicado es este trayecto. Si Chicón no puede subir, vos tampoco podés bajar. Paciencia, hombre. Tienen un problema en el Bonete. Paciencia, hombre,” me dice el Chele Alfredo, encargado del campamento.

Hay otro grupo atrapado aquí, que va en dirección opuesta. Son compas que conozco de Managua, que han recibido entrenamiento especializado y van camino a Morazán. Les cuento el viaje y se desaniman un poco. En este grupo anda Lito, el pintor, quien en el COMIN era el encargado de diseñar e imprimir afiches. Anda Carlacho, cuñado de Aníbal, el de los pasaportes, y los tres pasamos noches enteras contándonos nuestras vidas y amores. Ambos entran al frente como ‘coheteros’. Tienen entrenamiento para manejar los cohetes antiaéreos que los compas han mandado desde Nicaragua. Dicen que con sus contactos en el Ejército Sandinista se los robaron de un almacén militar, porque el gobierno de Nicaragua no los puede entregar a la guerrilla salvadoreña por presiones desde Moscú y La Habana. Si nuestras unidades tuvieran cohetes móviles antiaéreos y gente para manejarlos, la guerrilla se podría proteger de los incesantes ataques aéreos y operativos helitransportados. Cambiaría la correlación de fuerzas, y esto sería delicado para los rusos y los cubanos.


Comandante Chicón (Claudio Ramindranath Armijo) 

Al fin aparece Chicón. Da instrucciones de mandarme al Bonete, y de ahí organizar la salida a la capital. A veces en esta guerra todo se paraliza hasta que llegue alguien de “más arriba” para tomar una decisión. Armijo la toma y el día siguiente bajo del cerro Guazapa, con una escolta de tres combatientes, y caminamos, sin problema alguno, a los cafetales del Bonete. Estamos a sólo 3 ó 4 kilómetros de Apopa.

En el Bonete no existe campamento. No puede haber. Es una zona de cafetales, muy cerca de concentraciones militares en los pueblos. Aquí hay que moverse permanentemente y nunca dormir dos noches en el mismo lugar. Los cafetales son muy difíciles de controlar. Nunca se ve nada a más de 5 ó 10 metros, y a veces uno se da cuenta de la presencia de alguien cuando aparta una rama en frente de donde uno está parado. Es una zona de paso, para logística y para movimientos de gente. Bajan del volcán de San Salvador para ir a Guazapa, o al revés. Vienen de la capital al frente de Guazapa, o al revés. La jefa de esta zona es Elsa, una mujer diminuta con gran autoridad de mando. Su compañero es el jefe de la guerrilla urbana del ERP. Cuando yo llego, están de paso Lola, una activista de derechos humanos, y una monja, miembro del “círculo pequeño”, un grupo de monjas que apoyan a la guerrilla. Mujeres impresionantes por su valor y determinación. La monja me dice que ya ha arreglado adónde puedo caer en la capital, mientras me preparen la salida del país: en el convento de un colegio de monjas. Vaya, pues...

Un día decido ir, junto con un compa, a un pozo para bañarme. Está bien cerca del lugar donde estamos acampados ese día. Pero aunque esté cerca y uno realmente necesita con urgencia un baño, porque ya hiede mal, es prohibido salir del “campamento”. Pero vamos de cualquier manera. Elsa no está, y los demás están medio dormidos. Llegamos al pozo, el compa se baña, mientras yo hago de posta. Luego me toca a mí y el compa sale para hacer posta. Me quedo solo, me desvisto, reclino el M-16 en un arbusto de café, y comienzo a mojarme con un guacal y ponerme champú. Como estamos tan cerca de la civilización, aquí hay lujos de este tipo.

De repente escucho un ruido, y en el mismo instante se apartan unas ramas de café y aparece la cara de un campesino, con cara asustada, cuando ve a un hombre alto, chele, desnudo, quien pega un brinco, no para agarrar su pantalón, sino para agarrar un fusil y encañonarlo. Aparece el compa y también lo encañona. El hombre pega un brinco, pero para atrás, y desaparece en el cafetal. El compa detrás de él, mientras yo me visto y regreso al “campamento”. Se han dado cuenta del alboroto y dos compas salieron para ayudar a perseguir y detener al campesino. No nos podemos dar el lujo de ser vistos por nadie, porque cualquiera puede informar a los soldados que nunca están lejos.

Al rato los compas regresan. Traen al ‘fugitivo’, que a esta altura tiene cara de alguien que está convencido que va a morir. Se asusta aún más cuando me ve. Los compas le interrogan. Resulta que es el propietario del cafetal donde estamos. Dice que no es colaborador del ejército, mucho menos oreja; y que corrió porque “el ruso” le asustó. Claro, un ruso desnudo y armado asusta a cualquiera. Los compas se convencen que el hombre no constituye peligro, uno de ellos lo lleva a otro lugar, mientras mudamos nuestro “campamento” a unas cuevas al otro lado del cafetal. Cuando regresa Elsa, no me regaña, porque está muerta de risa cuando le cuentan del ruso.


No hay foto de Paolo desnudo

El día siguiente, junto a dos compas, caminamos hacia Apopa. Nos hemos rasurado y puesto ropa de civil. Andamos desarmados, solo uno de los compas lleva una pistolita escondida. Somos civiles. Llegamos a las primeras casas a la orilla de Apopa, caminando sobre una calle de finca. Detrás de una curva, de repente estamos frente a una cancha de fútbol, donde juegan un partido. Yo me paro y digo: “Yo no puedo pasar aquí. ¿Qué hace un chele, saliendo de un cafetal, entrando a Apopa?” Veo que los hombres de la barra de uno de los equipos están uniformados. Parece un partido entre soldados y civiles. El compa me dice: “Tranquilo, siga caminando como si nada...” Caminamos a la par de la cancha. Todos nos ven, pero nadie pone atención. Entramos en una calle empedrada y ya estamos en Apopa. En una pequeña plaza está parqueado un Volkswagen Bocho. “Este es el compa que te recoge. Cuídese.” Los dos compas se dan la vuelta y regresan por la cancha. Me subo al carro y media hora después estamos en San Salvador.

El compa me cuenta cómo están las cosas en la capital, cómo están jodidos la Universidad y los sindicatos, y que varios de sus compañeros de la U se han ido o al monte o al exterior. “Te voy a dejar donde unas monjas, que son de plena confianza. A los 2 días te van a buscar ahí y te darán tu pasaporte que están mandando desde Managua. Las instrucciones son que no vas a ver a nadie en San Salvador. Del convento te van a llevar al aeropuerto.” 

Tocamos en la casa del convento. Me recibe una monja y me saluda con una gran sonrisa. El compa desaparece. Me llevan a un cuartito. “Descanse, en una hora habrá cena, le avisaré.” Me duermo casi de inmediato, hasta que me despierta la monja. Me lleva a un comedor con una mesa larga, donde están sentadas unas 10 o 12 monjas. En coro dicen: “Buenas noches, bienvenido.” La monja que me recibió me presenta: “Él es un amigo, que necesita estar aquí hasta que salga del país. Les puede contar de Morazán, pero no le hagan preguntas personales.”

Pasamos comiendo, tomando café, y platicando. Les cuento de Morazán, de Guazapa, de la Venceremos... “¿Ha conocido al padre Rogelio?”, me pregunta una monja. 

“Sí, como no, somos como hermanos, yo con mi cámara y él con su biblia.” 

“¿Y usted andaba armado? ¿Le tocó combatir?” 

La monja superior interviene: “No vale hacer este tipo de preguntas.” Pero yo contesto de todas formas: “Todos andan fusiles, menos Rogelio, pero a mí no me tocó combatir. Soy periodista.”

El día siguiente ya aparece una mujer con un pasaporte alemán y el boleto aéreo para México. “Te voy a recoger a los 8 de la mañana.” En la noche me siento en la mesita en mi cuarto ensayando la firma con mi nuevo nombre. El día siguiente arribo a la Ciudad de México.


Siguiente entrega, martes 7 enero 2025:

Capítulo 28: Filmando en Ciudad Sandino (1986)